Holiz, ¿todo bien? Espero que si. Hoy traje algo que hice ayer por la noche (cuando tendría que haber estado estudiando...), y eso. Quise tratar de encontrar una forma nueva de escribir, y bla, salió esto. Espero que les guste (:

Hetalia Axis Powers le pertenece a Hidekaz Himaruya. No hago esto con fines de lucro~


Lo observa caminar por la habitación, y sabe que todo está aun paso de llegar a su fin. Aún, con su mente infantil llena de pasta y gatos, lo sabe. Mira a Alemania, y se da cuenta de que esta mas demacrado que antes. Luce cansado, y el color de su piel esta llegando a rozar la palidez.

Tomó un sorbo de su taza de café que descansaba encima del escritorio, y sintió un leve alivio cuando la infucion pasó por su boca. Alivio que no sentía hace mucho tiempo. Volvió a poner la taza sobre el escritorio, y fijó la vista en el suelo. Escuchaba al rubio murmurar cosas, se reprendía, se quejaba, se detenía y simultáneamente volvía a caminar. La presión de esos días era demasiada, y era palpable en la habitación. El fin era inminente y nadie podía pararlo.

El sonido del teléfono resonó por la habitación, y antes de que el castaño hiciera el amago de atender, Alemania tomó el tubo y lo sostuvo contra su oreja. Y así como lo levantó, volvió a dejarlo en su lugar bruscamente. El movimiento hizo que la taza de Feliciano se tambaleara, y que este fijara su mirada en el alemán. Con una mano tapaba su cara, y la otra la usaba para sostenerse en el mueble. Respiraba hondo, reteniendo el aire, y dejándolo salir suavemente. Lentamente descubrió su rostro, y cuando sus ojos se encontraron con los del italiano, corrió rápidamente la mirada. E Italia hizo lo primero que se le pasó por la mente: se levantó de su asiento, y caminó hacia el rubio. Y antes de que este pudiera preguntar algo, el castaño lo rodeó fuertemente con sus brazos, apretándolo lo más que podía.

—Italia... — Ludwig estaba rígido.

—No Ludwig, ahora no soy Italia —el rubio bajó su mirada para encontrarse reflejado en los ojos del contrario. La sonrisa dulce y cálida lo ayudaron a relajarse—. Ahora soy Feliciano, y quiero que Ludwig me abrace.

Y sin pensarlo, rodeó al más bajo encerrándolos en un abrazo sofocante, queriendo deshacerse de todas sus preocupaciones, ahogándolas en ese contacto. Queriendo hacerlas desaparecer con el calor que desprendía cuerpo del italiano. Luego de unos instantes, el mas bajo habló.

—Pase lo que pase, siempre voy a estar a tu lado —sonrió, abriendo los ojos para que el rubio vea que era verdad—, y nunca me iré.

Alemania besó la cabeza castaña, y acercándose a su oreja, murmuró.

—Japón acaba de firmarlo*.

Feliciano solamente asintió, y enterró la cara en el pecho del mas alto. Iba a cumplir su promesa.


* Referencia a la firma de la rendición de Japón (2 septiembre de 1945), finalizando oficialmente la segunda Guerra Mundial.

Diganme algoooo!, quiero saber si lo hice bien.