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Era una tarde fría y lluviosa de Noviembre cuando Young Mi terminó su dura práctica de baile. Se abrochó la chaqueta hasta arriba y salió a las ajetreadas calles de Seúl. Young mi se dirigió hacia un coche negro que la esperaba a las afueras de la compañía en la que trabajaba: Big Hit. En el interior del coche la esperaba el mayordomo de la familia que la saludó con educación cuando ella entró al coche.

La joven se relajó en la parte trasera del coche y ojeó su teléfono móvil. No tenía muchas notificaciones pues su red de amistades no era demasiado extensa por no decir que era casi nula. El único mensaje que tenía era de su amigo de toda la vida: Jung.

-"¿Cuándo puedes quedar? Si quedamos me comería incluso uno de esos yogures que tanto te gustan"

Young sonrío al leer el mensaje. La verdad es que tenía ganas de ver a Jung, el joven dibujante. Hacía unas semanas que no lo veía pues hacía poco tiempo que había comenzado las clases de baile y al terminarlas quedaba tan exhausta que lo único que le apetecía era relajarse en su dormitorio.

-"Creo que puedo el sábado. Prométeme que comeremos yogures"

Young siempre había querido ser bailarina y lleva entrenando para serlo desde que era una niña. Todo comenzó por capricho de su madre pero continuó por la pasión que Young le ponía a los ejercicios que hacía. Young vivía para bailar.

Al llegar a su casa, el único que la esperaba en el recibidor era su gato Kook; y eso que ya era bastante tarde.

-Paek, si llega mi madre, dile que estaré arriba dándome una ducha.

-Claro que sí, señorita Young- respondió el mayordomo.

Young se apresuró a subir las escaleras de su enorme casa y se preparó para ducharse.

Era una familia muy acomodada que nunca tuvo ninguna preocupación de tipo económico, es decir, siempre vivieron de forma holgada y disfrutaron de todos los caprichos que se les ocurrían. Pero Young a menudo se preguntaba si el precio de todo aquello verdaderamente merecía la pena. Su padre siempre estaba fuera realizando viajes de negocios con la empresa y su madre siempre estaba trabajando en la oficina. Young, cuando no bailaba, casi siempre estaba sola. El baile era como una droga para ella, algo que le permitía alejarse de la soledad que la aguardaba en la vida real.

Se metió en la ducha, cerró los ojos y dejó que el agua caliente la recorriera. Sentía el cuerpo entumecido y dolorido. Las prácticas de baile eran realmente duras desde que entró en la compañía. Sus prácticas anteriores no tenían nada que ver con ésta. Pero ella estaba conforme con esa dura forma de dar clases pues eso significaba que estaba aprendiendo más y que cada día que pasaba bailaba un poco mejor.

Sus compañeras de clase le resultaban bastante indiferentes. Se ayudaban cuando a alguna no le salía algún movimiento pero nada más. Su relación era bastante fría y formal. Siempre se ha llevado así con sus compañeras de baile a lo largo de los años. Young era una chica de pocas palabras.

Salió de la ducha y se secó un poco el pelo con una toalla. Al abrir la puerta del cuarto de baño escuchó ruidos abajo lo que significaba que su madre ya había vuelto de la oficina.

Con un suspiro y con la toalla aún entre las manos bajó las escaleras y se dirigió al comedor donde su madre estaba sentada en uno de los extremos de la larga mesa mirando su teléfono móvil mientras esperaba a que se sirviera la cena. Young pensaba que su madre era guapa. De hecho, se parecía un poco a ella misma.

Young compartía con su madre el pelo negro y brillante y su cara de facciones finas y suaves. Pero la chica tenía unos ojos que parecían demasiado grandes para su cara y sus labios contrastaban con la palidez de su piel.

Su madre no levantó la mirada del teléfono cuando se dirigió a su hija.

-Oh, hija, ¿qué tal van las clases de baile?

-Bien, son duras- respondió ella tomando asiento al lado de su madre.

Después de intercambiar esas palabras ambas permanecieron en un silencio que sólo fue interrumpido con la llegada de Paek que traía dos sendos platos llenos de pescado.

-Que aproveche- les deseó el mayordomo.

Young tenía hambre pero se contuvo un poco a la hora de comer pues sabía que a su madre le molestaba que ella comiera demasiado rápido. A su madre le molestaban demasiadas cosas.

-Bueno, cuéntame: ¿las clases son como esperabas? ¿Crees que serán útiles para alcanzar el sueño de convertirte en bailarina profesional?

La chica tragó y meditó la respuesta durante unos segundos antes de contestar.

-Estoy trabajando mucho y cada día aprendo algo nuevo así que supongo que sí.

La mujer esbozó una media sonrisa y siguió comiendo. Esa era la forma de Hee-sook de demostrar que estaba orgullosa de Young. Hee-sook siempre había querido ser bailarina pero debido a una desafortunada lesión no pudo perseguir su sueño. En su lugar, hizo a su hija bailar desde bien pequeña encontrándose con el agradable resultado de que su hija amaba bailar tanto como ella.

Kook se restregaba en las piernas de Young y la incesante lluvia golpeaba los cristales cuando el móvil de la chica sonó. El número de Big Hit aparecía en la pantalla.

-¿Sí?- contestó Young rápidamente mientras se levantaba de la mesa con una disculpa.

-Buenas noches, señorita Young. Hemos contactado con usted porque tenemos una oferta que creemos que le puede interesar.