Hola :) Sé que dije que subiría esta nueva historia cuando terminara la otra, pero honestamente no me aguanté. Soy un poco arrebatada y bueno, este es el resultado.
En un principio esta iba a ser la continuación de mi primera historia JALS debido a la hermosa cantidad de pedidos diciendo que la continuara. Bueno, este fue el intento. Finalmente me fui por otro lado y realmente esta historia funciona bastante bien independientemente. Si no han leído esa historia, no se preocupen. No tienen que hacerlo para entenderla, y si hay algo que deban saber se los diré. Contiene puntos de vista de ambos personajes (como a mi me gusta) y espero no confundirlos con eso.
Bueno también decirles que éste es tan sólo el prólogo de la historia, y que el primer capitulo lo subiré en dos semanas más, cuando terminé de subir mi otro fic. Y ahora si que cumpliré. He estado (y estoy) trabajando intensamente en esto y espero sea de su agrado.
Y ahora sin más los dejo con esta loca historia. Un beso para todos ustedes hermosos lectores :)
NOTA IMPORTANTE: Deben saber que ésta historia está ambientada inmediatamente después de la guerra, es decir en 1998, mientras Ron está en la Academia de Aurores y Hermione termina sus estudios en Hogwarts. Harry y Ron viven juntos en Grimmauld place y... creo que eso es todo por ahora.
Disclaimer: Ninguno de estos personajes me pertenece. Todo es de la maravillosa J.K Rowling.
Prólogo
Navidad
El viento golpeaba gélido contra su rostro. Nevaba con suavidad y la noche invernal estaba deprimentemente oscura. Hermione siempre había creído que las fiestas le daban calidez a la dura estación del año. Pero por primera vez prefería estar congelándose afuera porque era más soportable que estar allí dentro. Donde todos reían felices, charlaban, compartían anécdotas…
Ella no podía, no quería.
Le estaba resultando extrañamente agradable que el viento helado le diera de lleno en el rostro, aunque sintiese que fueran navajas rozándole la piel. A su vez, los copos de nieve se mezclaban en su melena, humedeciendo todo a su paso.
Hermione tenía la vista fija en el horizonte, sin mirar ningún punto en particular, ya que la oscuridad se lo impedía. De alguna manera sentía que al mantenerse concentrada en cualquier cosa menos en ella, iba a reprimir sus lágrimas. Pero no estaba siendo suficiente. Con su puño secó con rudeza la rebelde lágrima que se le había escapado contra su voluntad, prometiéndose internamente que sería la última, aunque sabía que no podría cumplir esa promesa. Es que toda la situación era demasiado reciente, tan confusa, tan irreal que a veces se olvidaba de su fuerza y de su orgullo.
Y es que incluso Hermione había alcanzado un punto en el que ni su increíble fortaleza ni su testarudo orgullo, podían contenerla.
-¡Eres tan egoísta!
-¿¡Egoísta! ¡No es en mí precisamente en quién pienso, por si no te habías dado cuenta!
Y por más que quería olvidar, a veces los recuerdos le ganaban la batalla. No había nada que hacer, por más que lo intentase volvía a sucumbir ante ellos, y como siempre concluía con una extensa sesión de incontrolable llanto.
Esa no era Hermione.
Hermione no se echaba a morir por cosas como esa. Ella era más fuerte que eso, lo era.
-¡Te crees la dueña de las vidas ajenas!
-¡No es verdad!
-¡¿Ah no? ¡Pues te crees con poder para tomar mis decisiones!
Pero era imposible no sentirse débil cuando algunas palabras eran incluso más dolorosas que cualquier maldición cruciatus. ¿Cómo podía ser fuerte cuando algo dentro de ella se había roto en mil pedacitos? Ella había intentado ignorarlo, superarlo, dejarlo atrás. Pero no podía. Había caído en una especie de agujero extraño, en el que nunca se había encontrado antes, y no sabía muy bien como salir de allí.
-Te vas a enfermar –Dijo una voz a sus espaldas. Hermione sólo fue capaz de encogerse de hombros. Su acompañante chasqueó la lengua antes de agregar: -Vamos, la señora Weasley dice que la cena ya está, y además tus padres se están preguntando donde estás.
-Ya voy Harry –Contestó con una voz para nada parecida a la suya. Harry suspiró.
-¿Vas a decirme que pasó? Porque honestamente los dos parecen…
-No paso nada –Interrumpió Hermione. Se sintió estúpida por decir algo así, era notoriamente obvio que algo había pasado. Hace exactamente cuatro días algo demasiado irreal para creerlo, pero demasiado doloroso para ignorarlo, había pasado.
-Si claro –Ironizó Harry y Hermione imaginó su rostro a la perfección. Él se acercó y con gentileza posó una mano en la mejilla de su amiga. –Te estás congelando Hermione, entra o te vas a enfermar. –Le ofreció con amabilidad.
-Ya te dije que ya voy –Le contestó cortante. Harry la contempló por un segundo y luego negó con la cabeza. Se volteó bruscamente y el sonido de la nieve bajo sus pies indicaba que ya se estaba marchando.
-¡Lidiar con un escregruto de cola explosiva es más fácil! –Se quejó –No se cuál de los dos es más molesto… -Murmuró para luego dar un portazo.
-¡Deja de molestarme!
-¡¿Desde cuando soy una molestia para ti?
-¡Maldición! ¡Ese no es el punto!
-¡Entonces tal vez el punto es que todo esto fue un error desde el principio!
Hermione suspiró, dejando salir una estela de vaho por su boca. Ahora no le quedaba nada más que armarse de valor nuevamente. Serían solo un par de horas y podría irse de allí. Nunca había deseado con tantas fuerzas el no estar en La Madriguera. Y se sentía muy mal por eso.
Caminó con paso decisivo hasta encontrarse frente a la puerta. Se sacudió un poco la nieve de su cabello y volvió a suspirar. Por la ventana se observaba como algunas personas sonreían y gesticulaban. El calor de la chimenea era casi perceptible desde afuera, y el árbol de navidad brillaba radiante frente al fuego, rebosante de regalos. Pero aunque la mayoría estuviese feliz y sonriente, nadie había olvidado que era la primera navidad sin Fred.
Hermione puso la mano en el pomo de la puerta y con un nuevo suspiro, se atrevió a entrar. La calidez del ambiente era casi agobiante para ella, quién hubiese preferido quedarse sola en la intemperie. Obviamente era una idea tonta, todos se habrían preocupado y no quería recibir más atención de la necesaria.
Hermione nunca se había sentido tan miserable en navidad.
Se quitó la chaqueta y la dejó junto a las otras y totalmente desconectada de sus emociones entró en la ruidosa cocina. Tenía el corazón apretado, bombeando con mucha fuerza. Tenía los ojos fijos en el suelo, con miedo de levantar la vista, pero sabía que era algo tonto de su parte. Iba a verlo de todas formas. Con cautela se dedicó a recorrer el lugar con la mirada: El señor Weasley, Bill, Fleur, Charlie, Percy, George, Angelina, Harry y sus padres ocupaban la mesa. Mientras la señora Weasley hacia malabares con un montón de cosas.
Él no estaba allí.
-¡Cariño! –Gritó su madre de inmediato -¿Dónde te habías metido? Ya vamos a cenar, ven siéntate –Le ofreció y Hermione esbozó una sonrisa y se le unió. Era la primera vez que la señora Weasley invitaba a sus padres para la navidad, y tenía que ser justo ahora.
-¡No me digas que estuviste afuera! –Le reprendió la señora Weasley con cariño, cuando se acercaba a ella por la espalda y la cogía suavemente por los hombros. Su ropa debía de estar húmeda. -¡Hay un clima horrible querida!
-No es tan terrible –Murmuró ella mientras varias bandejas flotaban sobre la mesa y sus padres aún no lograban evitar la mueca de sorpresa ante tanta magia. La señora Weasley le dio un par de palmaditas en la espalda y tomó asiento junto a su marido.
-¡Espero que no hayan empezado sin mí! –Dijo Ginny entrando a tomar posición junto a Harry.
-Cómo si fueras tan importante –Se burló George.
-No seas cruel con tu hermana –Le reprendió Angelina.
-Escucha a tu novia –Dijo Ginny guiñándole un ojo a Angelina.
-No intentes cambiar lo que no se puede mujer –Bromeó George. –Me amas de todos modos. –Angelina bajó la cabeza avergonzada, pero sonrió y George sonrió triunfante.
El murmullo general era confuso, pero Hermione no tenía ganas de participar en ninguna conversación. Tenía toda su atención puesta en su plato vacío, intentando no mirar hacia el frente, en donde Ron podría aparecer en cualquier minuto.
-¿Arroz querida? –Preguntó su madre a su lado, intentando tomar con cuidado la fuente que flotaba a centímetros de la mesa.
-Por favor –Pidió ella y levantó la vista para ayudar a su madre. –Con suavidad, no pasará nada –Le dijo con gentileza y su madre le sonrió con ternura, tomando entre sus manos la fuente con arroz.
-Señora Granger, sería tan amable de… -Pidió Ginny extendiéndole el brazo al otro lado de la mesa. Ella sonrió y con torpeza intentó extendérselo por la mesa luego de haber servido sus porciones.
-Sólo suéltalo, flotará, no pasará nada –Le instó Hermione, levantando la vista nuevamente para ayudar a su madre. Pero fue incapaz de mover un solo músculo en cuanto vio a Ron acercarse.
-Lo hice –Sonrió su madre con felicidad.
-Muy bien querida –Le felicitó su esposo como si aquél fuera un gran logro. Y luego todo volvió a ser confuso para Hermione. Sólo oía zumbidos a su alrededor. Tenía la vista clavada en él, y aunque quisiera no podía apartar la mirada. Hasta que Ron también la miró a ella, como si estuviesen unidos por una especie de imán.
El azul que alguna vez la había llevado al cielo, ahora le congelaba hasta la última fibra de su ser.
Bastaron un par de segundos para que ella desviara la mirada con profundo dolor. Le ardían las manos pero no podía tocarlo. Le ardían los labios, pero no podía besarlo. Y dolía, claro que dolía si hace cuatro días habían terminado. TERMINADO. Y el recordarlo le partía el alma.
Se atrevió a echarle un vistazo, se había sentado junto a Harry, tan sólo a unos metros de ella. Y le bastó echar aquél vistazo para aceptar que sería la cena de noche buena más miserable de su vida.
Sólo levantó la vista para llenar su plato de comida, para mantenerse ocupada masticando durante toda la cena. No quiso volver a mirarlo, sabía que sería la peor tortura. Pero su mente era traicionera, y sin permiso sus ojos cautelosos le echaban un vistazo, que era desviado de inmediato. Él sólo comía, evitando las miradas de todos. Varias veces Harry lo miraba acusadoramente, pero él definitivamente no se daba cuenta.
Necesitaba escapar, salir de allí, sentir la nieve rozar sus mejillas y desconectarse de sus emociones. No sabía cuanto iba a ser capaz de soportar. "Tan sólo unas horas" Se repetía para tranquilizarse.
-Deberías irte
-Eso haré.
-Se acabó.
-Se acabó.
Pero los recuerdos hacían estragos con ella. Y lo peor de todo es que tenía muy claro que la solución estaba demasiado fuera de su alcance.
Se dedicó a asentir y a sonreír ante los comentarios de su madre, que ni siquiera escuchaba. Al menos agradeció que nadie más pensara que sería una buena compañera para charlar aquella noche.
El tiempo pasó lento, traicionero. El corazón no dejó de latirle fuerte, sabía perfectamente que su lugar estaba unos metros más allá y no quería resignarse a que ese ya no era su lugar.
Ya no.
Y tal vez nunca lo volvería a ser.
