Tener un compañero de cuarto que lleve chicas a altas horas de la noche y madrugada, hacía que a Hinata le diera dolor de cabeza. Hubo muchas veces en las que entraba buscando su cama para recostarse y ahogarse en sueños, queriendo terminar el cansancio que se posaba en sus ojos, y se encontraba con Kuroo y una mujer haciendo lo suyo. El pequeño salía corriendo avergonzado, rojo como un tomate y maldiciendo a su compañero por al menos no avisarle.

Su relación era extraña. Eran amigos, podría decirse, pero la mayoría del tiempo Hinata no sentía que Kuroo lo viera como tal. Tal vez sólo eran compañeros de habitación, a pesar de que jugaran vóleibol casi todos los días en los patios de la universidad. A veces, Hinata admiraba la elasticidad y facilidad con la que Kuroo hablaba con las muchachas. Él simplemente moría de vergüenza si alguna chica se le acercaba.

—Tienes que ser más seguro —le dijo una vez Kuroo, mientras veían una película en completa oscuridad del cuarto. Hinata observaba cómo la luz de la pantalla de su laptop remarcaba las facciones del rostro de su compañero—. Cuando una mujer bonita se te acerque a hablar de cualquier cosa, aprovecha e invítala a tomar algo.

—¿Tan lanzado? —preguntó Hinata, frunciendo el ceño.

—Tienes que saber mantener la conversación, eres bueno en eso. Conmigo no te callas. —Los labios de Kuroo formaron una sonrisa de lado—. Pero, sabes que a las mujeres les gusta hablar, así que déjalas que se expresen.

Hinata hizo una mueca, siguió mirando la película, haciendo un sonido disconforme con su garganta.

—Lo dices como si fuese fácil —mencionó—. No soy como tú. Soy más como ¡fwaaah!, o ¡wuuuh!, cuando hablo con mujeres. Me es más fácil hacer amigos con hombres.

Kuroo achicó los ojos, apenas entendió lo que dijo. Sin embargo, sabía que el enano era incapaz de ser como él. Hinata era simple, divertido, ansioso y no paraba de moverse. Era bastante idiota con temas de estudio, pero Kuroo jamás había visto a alguien esforzarse tanto, y ni hablar de sus habilidades en vóleibol. A las chicas les gustaba más el tipo de hombre confiado, misterioso pero entretenido.

Mantuvieron el silencio por el resto de la película y luego no hablaron más del tema. Hinata lo agradeció, porque en verdad no le interesaba mucho relacionarse con mujeres, solamente quería que fuese fácil para él y no una clase de obstáculo el cual atravesar.

En la clase, Kuroo se sentaba junto a Hinata. También sabía venir el chico de cabello blanco y negro… ¿"Bokuto"? No recordaba mucho los nombres de las personas.

—¡Hey, hey! —saludó el chico a Kuroo. Chocaron palmas y se apretaron las manos con estilo. Hinata los miró con curiosidad—. Ah, tú eras… ¿Shouyou?

—Sí, Shouyou Hinata —respondió él con una sonrisa.

—Dile Hinata, no seas tan confiado, Bokuto —entonó Kuroo, blanqueando los ojos.

—Oh, está bien, no me molesta —aclaró Hinata, rascándose la cabeza. Kuroo lo miró de reojo, cruzado de brazos. Mantuvo su boca cerrada cuando Bokuto se sentó junto a ellos.

—¡Tengo una idea! —indicó Bokuto, emocionado—. ¿Qué tal si esta noche vamos a Mind? ¡Es un antro increíble!

—No tenemos exámenes cercanos, así que es una buena manera de descansar —comentó Kuroo, echándose hacia atrás en la silla. Giró a Hinata y le sonrió—. ¿Vendrás?

—¡Sí, suena genial!

A Hinata le emocionaban las salidas en grupo. Las luces de la discoteca, la gente bailando, las charlas que sacaban lágrimas de risa… Antes hacía aquello con sus compañeros antiguos de vóleibol, del instituto. Pero ahora que los estudios eran prioridad y apenas podía hablar con sus amigos, Hinata no tenía con quién salir. Esperaba divertirse con Kuroo y Bokuto.

Y podría decirse que fue así. Tal vez.

Cuando la noche cayó, Kuroo y Hinata se encontraron con Bokuto esperándolos fuera de su habitación. El pelinegro fue quien condujo en su coche hacia Mind, siendo Hinata quien se sentó a su lado. La radio sonaba con la música a todo volumen y Bokuto no paraba de moverse ahí atrás y cantar a los gritos. Hinata sólo reía y cantaba al compás de la música, mirando por la ventanilla con un brazo afuera. Incluso antes de llegar a la discoteca, ya estaba disfrutando de su salida.

Cuando los tres se bajaron del coche y pasaron la entrada de Mind, la música comenzó a resonar y a ensordecerlos de golpe. La multitud bailaba al ritmo, pegándose unos a otros, sudando y sonriendo. Antes de comenzar a bailar, los tres se encaminaron hacia la barra para tomar algo y calentar el ambiente. Kuroo y Bokuto pidieron una cerveza, así que Hinata fue con lo mismo.

—¡Así que!, ¿te has decidido? —gritó Kuroo, acercándose al oído de Hinata para que éste le oyera.

—¿Decidido? —entonó Hinata en voz alta.

—¡Búscate una chica hoy! —La sonrisa de Kuroo siempre era igual. Sus ojos lo miraron divertido, y alzó las cejas dos veces.

Hinata sintió un calor subirse a su rostro, desvió la mirada y buscó alrededor. Luego, volvió a hablarle al oído al pelinegro.

—¡No creo! —dijo—. ¡Estoy bien así!

Hinata vio a Kuroo reír, pero no lo escuchó por la música que lo ensordecía. Se limitó a ver los dientes blancos de su compañero y encogerse de hombros con una sonrisa, tomando de la cerveza una vez más. Miró a Bokuto salir a bailar con pasos extravagantes y divertidos, mientras sostenía un vaso de alcohol en una mano y con la otra llevaba a una muchacha de lentes y una sonrisa amplia, acompañando su baile loco.

Una chica de ojos claros y cabello corto observaba a Kuroo, y él lo notó. Caminó hasta ella, se sentó al lado en la barra y pidió otra cerveza. Hinata se había quedado en la otra punta de la barra tomando mientras los miraba disimuladamente. El pelinegro comenzó a hablar con la muchacha. Ella parecía bastante decidida a mantener conversación. Las sonrisas de Kuroo eran cálidas y suaves, y Hinata se encontró contemplándolo sin pestañear durante un rato.

Sacudió la cabeza y volvió a tomar. Pidió otra cerveza y se la tomó tan rápido como pudo. Pidió otra más y salió a bailar.

La verdad es que Hinata no aguantaba mucho el alcohol. Menos si lo tomaba con tanta rapidez y comenzaba a sacudirse con pasos de bailes que ni siquiera él comprendía, mientras las luces del antro lo enceguecían y la música obstruía sus oídos. Comenzó a sentir una punzada en la cabeza, pero sentía una emoción inexplicable y se reía constantemente sin razón alguna. Bokuto se acercó a él y comenzaron a bailar al compás de la música. Escuchaba los latidos de su corazón en la garganta y parecía que su cabeza iba a estallar, pero en su interior pensaba "¡la estoy pasando increíble!".

Luego comenzó a sentir labios de otra persona chocar contra los suyos, y luego una mano pasar por su cabello, y luego los ojos de una chica mirarlo fijamente. Hinata achicó los ojos y dio un paso hacia atrás, sintiendo sus piernas flaquear al darse cuenta de que había besado a una desconocida.

¿Le había dicho algo? La chica le hablaba, pero él no escuchaba. ¿Sabía su nombre? ¿Por qué sonreía tanto? Sentía un cosquilleo en su estómago, quería vomitar. Se sentía perdido y la chica tomó de su mano, arrastrándolo hacia algún lugar, lejos de la multitud bailando. Quería negarse, quería preguntar quién era, pero la voz no le salía y la vista se le nublaba, todo le daba vueltas.

Entonces, cuando el aire frío le pegó en la cara y el silencio de golpe lo aturdió, alguien tiró de su brazo, apartándolo de la chica desconocida y sosteniéndolo de los hombros para que no cayera. Hinata levantó la cabeza, viendo a Kuroo hablarle a la chica. En realidad, sólo vio sus labios moverse, no escuchó ni una palabra, sólo oía su risa torpe y constante. Cuando vio a la muchacha alejarse de ellos, las náuseas le revolvieron todo dentro suyo y terminó vomitando en el suelo.

Después de eso, ya no recuerda más. Tiene la sensación de estar pegado junto a un cuerpo, del ruido de un motor y después unas sábanas cubrir su piel.

Se despertó con un dolor de cabeza impresionante, y juró que un terremoto estaba pasando por debajo de su cama. Logró abrir los ojos después de fregárselos y rascárselos varias veces. Y entonces, cuando quiso moverse en su cama, se chocó contra algo pesado. Por un momento creyó seguir dormido, pero después se dio cuenta de que no era así. Kuroo dormía a su lado, pegado a él, tapado con su propia campera en la mitad de la cara. Hinata se fijó que aún tenía toda su ropa puesta, incluso sus zapatillas. Eso quería decir que él se durmió sin planearlo.

—Kuroo —llamó Hinata con voz ronca. Movió su hombro para despertarlo. —Kuroo.

El de pelo enmarañado se removió, puso una mano en su rostro y se escondió entre las almohadas.

—Kuroo —repitió, esta vez más fuerte—. ¡Kuroo!

El otro pegó un salto y sus ojos se abrieron de par en par. La palidez de su rostro le remarcaban mucho las manchas negras bajo sus ojos.

—¿Qué, qué…? —musitó en desconcierto. Frunció el ceño, pestañeó varias veces y un bostezo salió de su boca—. Ah… me dormí —dijo cuando vio a Hinata medio desnudo junto a él.

—¿Qué pasó? —preguntó Hinata, sentándose en la cama. Cubrió su torso con las mantas porque sentía que se estaba congelando—. No recuerdo haber caminado hasta aquí.

—Eso es porque yo te traje —entonó Kuroo, sentándose también—. Aunque no lo parezca, eres pesado, joder. Tuve que llevarte en mi espalda hasta la habitación.

Hinata achicó los ojos. Por más que lo intentara, no lograba recordar mucho.

—Yo… —articuló, rascándose la nariz.

—Te emborrachaste, una tipa te besó e intentó llevarte a algún sitio. Te vi.

—¿De verdad?

—No te veías como si quisieras hacerlo, así que intervine —mencionó Kuroo con un suspiro.

—Lo siento.

—Me hubieses dicho que no podías soportar mucho el alcohol. —Una sonrisa se formó en los labios de Kuroo, y Hinata se sintió un poco aliviado.

—Bueno, siendo sincero… fue la primera vez que tomé. —Las orejas de Hinata se volvieron rojas de pena. Él ya tenía veintidós años y decir que nunca había bebido sonaba tonto y ridículo. Esperó una risa jocosa de parte de Kuroo.

—Entonces, para la próxima ya lo sabré —fue lo que dijo. Kuroo revolvió el cabello anaranjado del más pequeño y saltó fuera de la cama, sacándose las zapatillas que le comenzaban a apretar—. Si no te molesta, seguiré durmiendo. —Y se lanzó a su cama así, con ropa y todo.


—¿Cuántas novias has tenido?

Los dos estaban lanzándose la pelota de voleibol, con un frío que les entumecía los dedos y sentados en el césped húmedo con varias carpetas en sus regazos y hojas en el pasto. Incluso si el día no estaba para estar afuera, ellos salían siempre y es lo que les gustaba. Decían que era "relajador" estudiar fuera. Pero ahora no estaban estudiando, necesariamente.

Kuroo sostuvo la pelota cuando Hinata se la lanzó y achicó los ojos.

—Sólo dos —dijo—. El resto fue… ¿cómo decirlo? Un pasatiempo. Suena mal, pero es como es.

Hinata hizo una mueca. Fingió leer los apuntes de su cuaderno y luego volvió a levantar la cabeza.

—¿No te aburres?

La sonrisa cínica de Kuroo se plasmó en sus labios una vez más y se encogió de hombros.

—¿Por qué preguntas?

—No sé, me da curiosidad —mencionó desviando la mirada—. No respondas si te molesta.

—A veces pienso que no es algo bueno, ya sabes, ir de mujer en mujer sin amar a nadie y sin que nadie me ame —replicó Kuroo. Aunque tenía una sonrisa jocosa, sus ojos demostraban otra cosa diferente. Hinata se le quedó viendo mientras hablaba—. Pero creo que es más fácil. Y no, no me aburro. Es mejor porque luego no tengo que lidiar con peleas y discusiones sin sentido.

Hinata dio un suspiro sereno, echándose para atrás. Aunque el pasto estaba mojando toda su espalda, no le importó.

—Creo que valdría la pena, ¿no? Quiero decir, si amas a alguien… las peleas y discusiones serían lo de menos, y tratarías de que todo se arreglara. Creo que si dos personas realmente se aman, van a superar cada pleito que haya entre ellos. O algo así. Quisiera tener alguien así, alguien a quien amar y haga que me esfuerce para que todo esté bien.

El silencio entre ambos hizo que la brisa resonara en sus oídos. Luego, una carcajada salió de la garganta de Kuroo.

—¡Vaya, vaya, chibi-chan! —exclamó—. ¡No te creía así, romanticón! —Con una sonrisa, se abalanzó hacia Hinata y le tiró pasto en la cara.

—¡Ahh, espera, Kuroo! —gritó Hinata entre risas, tratando de escapar. El pelinegro comenzó a hacerle cosquillas, sentado en su estómago y las carcajadas aumentaron, Hinata pataleando y empujando a Kuroo con lágrimas de risa en sus ojos.

El grito de un hombre los hizo detener de golpe y Kuroo, sin soltar a Hinata, giró hacia su costado.

—¡Oigan, están en la universidad, compórtense como gente responsable y dejen de gritar! —bramó el hombre. Kuroo rápidamente se puso de pie y ayudó a Hinata a hacerlo también. Levantaron las cosas del suelo, se limpiaron las ropas con torpeza y se disculparon con el profesor. Se encaminaron con pasos apresurados hacia adentro y compartieron una mirada por un momento, ambos sonriendo.

—Eres un idiota —rió Hinata.

—Bueno, chibi-chan, tú no te quedas atrás.

Los dos tenían una sonrisa divertida y temblaban por el frío que habían tomado ahí afuera. La voz de una muchacha los detuvo y ambos se giraron para ver quién los llamaba.

—Ah, Kuroo —dijo la chica, roja como un tomate. Le temblaban las piernas y miraba para cualquier lado menos hacia Kuroo—. ¿Puedo… puedo hablar contigo por un momento?

Hinata miró de reojo a Kuroo, tragó saliva y una mueca descontenta se formó en su cara. Dio un paso hacia atrás y decidió alejarse poco a poco mientras Kuroo metía las manos en los bolsillos de su pantalón, asintiendo con la cabeza.

—Sí, claro, ¿qué ocurre? —le preguntó él con naturalidad.

Hinata no sabía si irse o quedarse apartado, pero cuando Kuroo volteó hacia él, su expresión le indicó que lo esperara.

—Eh, bueno, yo… —la chica comenzó, tocándose las manos—. Quisiera saber si tienes novia.

Hinata, por alguna extraña razón, sintió su pecho oprimirse. Mantuvo la mirada en sus pies, escuchando atentamente a la respuesta de su compañero.

—No, no tengo —respondió Kuroo, sereno. Hinata podía ver la calma en su espalda. ¿Cómo lo hacía? Era obvio que esta chica se le estaba confesando, pero él no parecía indicar ningún sentimiento de nerviosismo o importancia.

El rostro de la chica se iluminó con una luz de esperanza.

—Entonces, ¿podría invitarte a tomar algo? —expresó esbozando una sonrisa—. Podríamos… podríamos charlar y conocernos mejor.

—Lo siento, tengo planes —dijo Kuroo, rascándose la cabeza—. Por ahora no tengo tiempo a salir con nadie.

Kuroo hizo una pequeña reverencia y se acercó a Hinata. El pequeño observó a la chica quebrarse por un momento y bajar la cabeza. Ella se fue hacia el otro lado.

—¿Le dijiste que no? —preguntó Hinata, confundido—. Era muy bonita.

—¿Quieres salir con ella?

—¿Qué? ¡No! —soltó, sacudiendo la cabeza—. Pero creí que te interesaría.

Kuroo bufó, miró el cabello anaranjado de Hinata y llevó una mano hacia él.

—Tienes césped en el pelo —indicó, despeinándolo. Hinata encogió sus hombros y miró hacia arriba.

—Y tú también.

Hinata intentó alcanzar el cabello enmarañado de Kuroo, pero él sostuvo su brazo con firmeza en el aire. Kuroo tenía una expresión seria y sus ojos parecían querer penetrar el alma del menor. Hinata tragó saliva, con los ojos bien abiertos y sin pestañear, sintiendo el corazón en la garganta.

—Dije que no porque me estaba divirtiendo contigo.

Los latidos se aceleraron y el calor subió a las mejillas.