Disclaimers.
Basado en la serie de la ABC, Erase una vez. Ninguno de los personajes en esta historia me pertenece, (Ya quisiera) salvo la idea original.
Nuevo Swan Queen AU de mi autoría. Este es completamente inventado al margen de la serie salvo, tal vez, por los nombres de los personajes y algunas de las relaciones entre estos. Espero que como este fic es inventado, las musas pongan de su parte ya que la serie está dejando un poco que desear ultimamente y mis otros fics se resienten.
En este mundo no hay magia. Espero que os guste.
(Sombra, dearie, si estás leyendo esto: espero que no te importe, pero he tomado prestado el nombre de uno de tus personajes. Si no estas de acuerdo, sorry, dímelo por un comentario y lo cambiaré)
Los diálogos en cursiva serán pensamientos, a menos que se explique lo contrario.
Os dejo el capitulo.
Cap. 1.- Encuentro fortuito.
- Un batido de vainilla con caramelo y un pastel de garra de oso, por favor.
- Marchando.
El ajetreo de la cafetería apenas conseguía ahogar el hilo musical que sonaba de fondo. Los últinos hits del momento se iban turnando en la radio con la voz animada y juvenil de la presentadora del programa de la tarde. Las voces de los clientes de la cafetería "Granny´s" del centro de un pequeño pueblecito perdido de Maine se confundían en una sinfonía que la joven rubia que esperaba su pedido disfrutaba. El bullicio, tan diferente del bullicio de las cafeterías de Nueva York a las que estaba acostumbrada, sonaba en sus oidos como música. En Nueva York las cafeterías eran ruidosas. Había gente gritando y empujándose unos a otros para intentar ser atendidos antes que sus congéneres. En cambio esta era tranquila. Todo el mundo esperaba pacientemente su momento de pedir y lo hacía de manera educada. ¿De donde había salido toda esta gente tan bien educada? se preguntaba la joven. Parecían sacados de una especie de cuento.
Mientras la joven camarera morena con atrevidas mechas rojas que le había tomado nota se dedicaba a servir los pedidos anteriores, la rubia se perdió en su ensoñación. Sin darse cuenta, una ligera sonrisa curvó sus rosados labios al imaginarse a la muchacha con una caperuza rojo sangre colgando de sus hombros. Decidió que la chica era una versión moderna del cuento de Charles Perrault, Caperucita Roja, sobre todo cuando esta la pilló mirandola con esa sonrisa y ella le sonrió de vuelta, solo que su sonrisa tenía un tinte decididamente lascivo.
"Tal vez, más que Caperucita, ella sea la Loba" Pensó con un ardiente rubor cubriéndole las mejillas.
- Aqui tienes, preciosa. Vainilla con caramelo y una garra de oso. ¿Necesitas algo más? -la sugestiva mirada que le lanzó dejó temblando a la rubia, quien solo consiguió negar con la cabeza a la vez que se le escapaba una risilla nerviosa.
Se estaba girando para marcharse cuando sintió una repentina patada en su vientre que la hizo desviar la vista hacia abajo y colocar su mano libre sobre su barriga para calmar la zona donde sentía a su pequeño dando patadas. Estaba sonriendo como una tonta, tan distraida por la repentina actividad de su bebé que no vió a la mujer que iba a tomar su lugar en la barra, chocando con ella bruscamente. Antes de darse cuenta, su espalda chocaba contra la barra metálizada de la barra de la cafetería, perdía el equilibrio y daba con su redondeado trasero contra el suelo a la vez que sentía que algo frío y ligeramente pegajoso mojaba su camisa y brazo izquierdos.
- ¡Maldita sea! ¡¿Es que no mira por donde...?! -una airada voz empezó a increparle cuando, al ver bien contra quién había chocado empezó a deshacerse en disculpas, ignorando su costoso traje de diseñador echado a perder por el batido de vainilla- Dios ¿Se encuentra usted bien?
Una mujer morena de cabello corto se acuclilló a su lado, tomándola del brazo y palpando su cuello y cabeza al darse cuenta de que había chocado contra una embarazada y la había tirado al suelo.
...~-· S.M. ·-~...
Por lo general, la todopoderosa y temida alcaldesa de Storybrooke se comportaba como toda una reina de hielo que tomaba a todos los habitantes del pueblo como sus súbditos, pero no era más que una coraza para protegerse. En el fondo muy pocas personas podían decir que ella, Regina Mills, tenía un corazón latiendo dentro de su pecho.
Como cada día, se levantó temprano en la mañana para ir a trabajar a su despacho de la alcaldía. Papeles y más papeles que requerían su estudio y su firma se fueron sucediendo ante su vista, dejándola mareada y hambrienta. Llegadas las 10 y media de la mañana, se quitó las gafas de montura fina de su aristocrática nariz y las guardó en una pequeña funda que siempre llevaba en el bolso, que tomó y salió del despacho con aire altanero. Su secretaria y mejor amiga, Mallory, la estaba esperando junto a su escritorio retocando su pintalabios con ayuda de un pequeño espejito de mano de color plateado con detalles de escamas que rápidamente dejó caer en el interior de su bolso al ver a su jefa salir del despacho para su desayuno conjunto matinal.
- Por un momento pensé que te habías olvidado de que eres humana y que debes de comer. -comentó la alta rubía con un guiño pícaro.
- Y yo sigo sin saber donde metes todo lo que comes, querida.
- Ya sabes, hago ejercicio...
- Ejercicio, claro. -contestó la alcaldesa de pasada, con una ceja alzada. Ambas se mantuvieron la mirada unos segundos antes de estallar en una sincera carcajada que hizo que varias personas con las que se cruzaron antes de salir del edificio volvieran las cabezas para contemplarlas. No era usual ver a la fría y controlada alcaldesa cediendo al impulso de reir en público.
...
Caminaron casi cogidas del brazo hasta la cercana cafetería del pueblo, que en realidad era la única cafetería del pueblo, y era conocida como el lugar de reunión por excelencia. Si quedabas con alguien para comer, hablar, o simplemente para pasar el rato, Granny´s era la elección más obvia. A menos, claro está, que buscases hacer negocios más turbios donde no quisieras que oidos indiscretos escuchasen a escondidas. En ese caso, el Rabbit Hole era la estrella de la función.
Esa mañana, como todas las mañanas de su rutina habitual, ambas amigas entraron una tras otra en el local para pedir sus desayunos de media mañana. Mallory se encaminó al baño de mujeres y dejó que su jefa se encargase de pedir por las dos, como siempre hacía.
Regina se posicionó en la cola tras una joven rubia de largos cabellos rizados y esperó pacientemente su turno revisando los mensajes de su móvil, aprovechando para contestar el último mensaje de su madre en el que le ordenaba comer con ella ese mismo día. Con un bufido de fastidio, escribió que ese día tenía una reunión que la mantendría ocupada hasta entrada la tarde. Segundos después la pantalla de su movil se iluminó con la respuesta de su madre. "Pues entonces cenamos juntas esta noche. Te espero en mi restaurante favorito a las 20h. No llegues tarde" y con esas dieciocho palabras de nuevo su madre daba por zanjada la cuestión. Sabía que no le quedaba otra que acudir a la cita si no quería tener que soportar a su controladora madre de nuevo quemando la centralita de Mallory a llamadas al dia siguiente.
Ni siquiera se molestó en contestarle, sabía que sería inútil, cuando escuchó que era su turno. Estaba aún releyendo el mensaje de Cora cuando chocó con alguien que le tiró encima un vaso dejándola completamente empapada de algo frío que olía a vainilla.
El local se quedó en completo silencio. No se escuchaba ni la respiración de una mosca, a la espera de la reacción de la morena que no tardó en llegar.
-¡Maldita sea! ¡¿Es que no mira por donde...?! -Regina se estaba sacudiendo los restos del batido de la camisa blanca de su traje de chaqueta cuando se fijó en la infortunada alma que había chocado contra ella.
Era la muchacha rubia que esperaba delante de ella en la barra. No era más que una niña, no tendría más de 18 años. Su cabello rubio se había desparramado por delante de su rostro, ocultándole la cara, aunque la morena podía ver unos brazos de piel clara pero bien torneados. Una camisa de tirantes de color blanca, manchada de amarillo claro por el batido que se estiraba claramente sobre un vientre hinchado por un avanzado estado de gestación. ¡La chica estaba embarazada! ¡Habia tirado a una embarazada al suelo y estaba gritándole delante de todo el local! Palideció súbitamente. En ese momento se sentía como el montruo que todo el local debía pensar que era.
- ¿Se encuentra bien? - susurró, arrodillándose junto a ella y revisando sus brazos y su nuca, buscando sangre fruto del golpe que se había dado al caer de espaldas.
- Si, no se preocupe. Ha sido culpa mía. Estaba distraida. Perdóneme... -la joven se sujetó del fuerte brazo de la morena para ayudarse a levantarse, parpadeando rápidamente para enfocar bien la vista pues el golpe que se dio en la nuca al caer la había dejado algo mareada.
- ¿Va todo bien? -la camarera entró en escena llevando un trapo para ayudarlas a limpiarse algo del batido derramado en sus ropas.
- Rubi, ponle otro batido de lo que sea que haya pedido y añadelo a mi cuenta. -como la joven de las mechas no se marchaba la morena le dedicó la mejor de sus miradas amenazadoras, esa que endurecía su rostro y ponía de relieve la cicatriz de su labio superior, y la joven salió prácticamente huyendo a obedecer a la Alcaldesa.
- No, por favor, no es necesario... yo... yo puedo sola... -la rubia intentó soltarse del agarre de la mujer, pero esta parecía no querer soltarla, cosa que en el fondo agradecía por que no estaba segura de que sus rodillas pudieran sostenerla cuando vio bien el rostro de su Salvadora y razón de su caída. "Es realmente hermosa..." pensó, e inmediatamente se sonrojó hasta la raiz de su largo cabello dorado.
- Solo quiero asegurarme de que está bien. -con cuidado, sujetándola firmemente de la cintura con un brazo, la condujo hasta una de las mesas de la cafetería que estaban libres y se sentó frente a ella. - ¿Como se llama? me parece que no nos conocemos.
- Swan. Emma Swan. Acabo de mudarme aqui.
Regina sonrió dulcemente, cosa rara en ella. Esa jovencita le inspiraba ternura, cosa que no sucedía con facilidad.
- Encantada, Señorita Swan, aunque lamento haberle derramado un batido por encima para tener que conocerla. -incluso se permitió bromear con esa joven desconocida. Regina, ¿que diablos te pasa? se preguntó. Ella no bromeaba mas que con personas a las que conocía desde niña, y llegaba esa muchacha y la hacía sonreir y tontear como una adolescente. ¿Acaso el golpe en la cabeza se lo había llevado ella?
- Mejor voy después al baño. Hay una cola enor... eh... ¿Gina? ¿Tanto tiempo te he tenido esperando que ya me has cambiado por un modelo más joven? y embarazada, nada menos -Mallory hizo aparición con sus altos tacones repiqueteando en el suelo de mármol anunciando su llegada. Se paró de pie junto a una avergonzada Emma que acariciaba su vientre con ambas manos en un intento de calmar las patadas de su bebé, quien parecía notar el nerviosismo de la madre y lo ponía de manifiesto a su inocente manera.
- Mal, esta es Emma Swan. Le he tirado su batido por encima hace un segundo y estoy tratando de disculparme invitándola a otro. -Regina se levantó para cederle su asiento a su amiga y colocó su mano sobre el hombro de la joven rubia, que no sabía a donde mirar o donde meterse para escapar de esa situación humillante.
Ahí estaba ella, encharcada en batido de vainilla, desastrosa, y rodeada por dos mujeres perfectas y tremendamente bellas. Nunca se había sentido más como el patito feo del cuento que en ese momento. Ni siquiera en sus peores momentos durante su adolescencia.
- En ese caso mejor acompáñala al baño para que se ponga un poco más presentable mientras yo ordeno nuestros desayunos. Seguro que la señorita Swan y su pequeño tienen hambre, y no sería justo hacerlos esperar llevando aún los restos de su pedido anterior pegados a la piel, ¿No crees? -ofreció la secretaria con una educada curvatura en sus labios que podía pasar por una sonrisa educada para aquellos que no la conocieran. Lo cierto es que la situación le hacía gracia. No todos los días tenía oportunidad de chinchar a su jefa y amiga, bueno en realidad si, pero esta vez la excusa era legítima. Regina se veía adorable con las mejillas ligeramente enrojecidas al no haber pensado en que a lo mejor esa pobre chica estaba incómoda con toda la ropa empapada en batido de vainilla y que tal vez le apetecería limpiarse.
- No se donde me he olvidado los modales hoy. Desde luego tienes razón, Mal. ¿Me permite que la acompañe, Señorita Swan? -Regina se levantó rápidamente de su asiento y ofreció su mano a la joven, que cada vez parecía más nerviosa con la situación, y la guió hasta el baño con el sonido de una risilla apagada escapanto del fondo de la garganta de Mallory aún atormentándola.
- Gracias, Señorita... eh... pero no hace falta que...
- Mills. Regina Mills. Es por aqui, y por su puesto que hace falta. Es mi culpa que se encuentre usted empapada y lo menos que puedo hacer es ayudarla a limpiarse.
Regina no se dio cuenta de la entonación de sus ultimas palabras hasta dos segundos después que su cerebro procesó lo que su boca había dicho.
- Quiero decir... yo...
Emma se rió entre dientes y apretó ligeramente el brazo en el que se sujetaba de la morena, quien estaba enrojeciendo ligeramente.
- Lo entendí, no se preocupe. Gracias por su ayuda.
Una vez en los servicios Regina tomó a la joven Swan de la parte baja de la espalda y la condujo hasta los lavamanos, abrió uno de los grifos y llevó el brazo izquierdo de Emma bajo el agua.
- Creo que es mejor que se ocupe usted de su camisa y yo limpiaré la mía. Me temo que ha quedado usted igual o peor que yo misma... Lo siento. -Emma intentaba limpiar la parte delantera de su camiseta básica blanca sin tener que quitarsela delante de esa mujer, avergonzada de su prominente barriga y de su torpeza, entre otras cosas.
- Oh, tranquila, la llevaré al tinte. Tengo una camisa limpia en el despacho. Me cambiaré antes de la reunión de las once y media.
- ¿Despacho? ¿Es usted oficinista o algo por el estilo? -preguntó inocentemente Emma, centrada en frotar una insistente mancha de su pantalón que se había ido formando por el constante goteo de batido que su camisa no había podido adsorber.
- Algo así. En realidad soy la Alcaldesa del pueblo. -respondió ella con una sonrísa orgullosa que tenía más que ensayada. Cierto es que su madre había hecho hasta lo innombrable para lograr que su hija estuviera en lo más alto y fuera una figura de poder que la encumbrase a su vez a ella a un nivel más alto en la aristocracia local, pero Regina estaba orgullosa de tu trabajo. Le gustaba y se le daba bien, y aunque no lo pareciera, disfrutaba del respeto del pueblo pese a que muchos la temían y pensaban que era una perra sin corazón.
- ¿Al... Alcaldesa? -Emma palideció más si eso era posible. Las luces blancas del baño hicieron que su cutis blanquecino adquiriese una palidez mortal y que sus ojos aguamarina se volviesen opacos y oscuros. Tuvo que agarrarse de la pila cuando sintió sus rodillas tambalearse. ¿De verdad se las habia arreglado para destruir un increiblemente caro traje de ejecutiva, que sabía que jamas podría pagar, a la propia alcaldesa del pueblo el mismo día que había llegado para instalarse? "Te has lucido, Emms. Bravo."
Regina, al verla así, se preocupó y de inmediato la agarró con una mano tras su espalda y la otra sobre su vientre para asegurarse de que no volvería a caerse. No estaba segura de poder sujetarla, aunque la chica parecía no pesar demasiado, no quería que se desvaneciese de nuevo y esta vez fuese el pequeño el que se llevase el golpe por su culpa.
- ¿Se encuentra bien, Miss swan? -preguntó la morena, sobando suavemente el vientre de la rubia.
- Le aseguro que le pagaré el tinte. No estoy muy segura de como, pero podría buscar un trabajo por horas, o... no se, limpiar su casa los fines de semana..
Emma empezaba a estresarse. Intentaba pensar como podría pagar su parte del alquiler, su manutención y la del bebé y además pagar el tinte de la alcaldesa, sin tener siquiera un trabajo que le proporcionase dinero.
- No, no, no. Le prohíbo que se preocupe por eso. Ya le he dicho que tengo una camisa limpia en el despacho y creo que puedo permitirme pagar la tintorería sin arruinarme. -y de nuevo, su lengua le jugó la mala pasada de hablar sin preguntar si es buena idea decir lo que dijo, asi que intentó continuar como si nada, ignorando la mirada vacía que se había instalado en los hermosos ojos verdeazulados de la joven madre. A veces, la frialdad que la caracterizaba era más una maldición que una bendición.
Con naturalidad, tomó varias servilletas de papel del surtidor que había colgado de una pared junto a los espejos y comenzó a limpiar el agua de la ropa de la rubia, como si no hubiera metido la pata hasta el fondo y hubiera ofendido a la muchacha al tratarla de pobretona. La educación que le había inculcado su madre desde niña le impedía disculparse aunque supiera que había cometido una falta terrible contra la pobre mujer.
Pese a sus buenas intenciones, la verdad era que Emma había acusado esas palabras directamente en el corazón. El haberlas dicho sin pensar ni conocerla no las hacía menos ciertas. Era la pura verdad. Ella no tenía mucho dinero, más allá de unos pocos ahorros que había conseguido reunir. Incluso iba a quedarse en la casa de una vieja amiga de sus tiempos en una de las casas de acogida en las que estuvo de niña, quién le había insistido en que no tendría que pagarle alquiler hasta que encontrase trabajo después de dar a luz. ¿El problema? Solo estaba embarazada de seis mese y medio y no podía dejar que Mary Margaret cargase con el peso de mantener tres bocas en su pequeño apartamento, y menos con su sueldo de profesora que apenas le llegaba para mantenerse a ella misma. No. Necesitaba encontrar un trabajo, y no solo por Mary Margaret, si no or su futuro hijo y por ella misma.
- No... No creo que esto quede mejor de lo que ya he conseguido limpiarlo. Lo mejor será que vuelva a casa y descanse un rato. Todo esto me ha dejado agotada.
La voz de la joven rubia realmente mostraba el agotamiento que sentía, pero en realidad era más emocional que físico.
- ¿Está segura, miss Swan? -extrañamente, Regina se resistía a dejarla marchar, aunque sabía que la joven seguramente quisiera alejarse lo más posible de ella después de lo que le había dicho. - Tal vez debería llamar a alguien para que venga a buscarla, no se. Tal vez su madre o su novio... No tiene buena cara.
- Oh, no. No se preocupe. No vivo muy lejos de aqui, llegaré enseguida. Gracias por la ayuda.
Con una crispada sonrisa, agradeció la ayuda de la morena y la dejó plantada en el baño de mujeres sin decir una palabra más.
Segundos después sonaba la campanilla de la puerta anunciando que la rubia había abandonado el local, sin embargo Regina aún seguía en el baño, mirando su reflejo en el espejo y preguntándose si volvería a ver a la bella joven.
Ya se sabe lo que se dice.
Cuando los Dioses quieren castigarnos, escuchan nuestros Deseos...
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