Disclaimer: Harry Potter no me pertenece a mí, sino a la grandísima escritora JK Rowling. Yo no escribo en servilletas, no ando en tren, no vivo en Londres y no paso todo el día en las cafeterías (lo que no quiere decir que no desee hacerlo).
N/A: Debo decir que he sido parte de por mucho tiempo y escribí algunos one-shots en un pasado muy remoto. Ahora, después de mucho tiempo vuelvo a mis viejas andanzas con esta historia. La idea me ha estado rondando la cabeza por bastante tiempo y creo que ya es hora de que la ponga en palabras (entendibles espero). Muchísimas gracias a mi amiga y beta (aunque lo niegue) Aliot02, por editar este capítulo y mostrarme lo torpe que puedo ser respecto a las tildes.
N/A (30.12.2008): ¡Cambios! Sí, he editado este primer capítulo, espero que ahora se entienda mejor. Entre los cambios más grande está el hecho de que ya no estoy usando comillas inglesas ("") sino los guiones de diálogos (—). En general la trama no cambia absolutamente nada, así que si ya leíste este capítulo no es necesario que lo leas nuevamente. ¡Un abrazo a todos mis lectores!
Portal de Sueños y Sombras
Capitulo 1: Nuevas Amenazas
Martes – 31 de Julio, 2001
El Valle de Godric poco a poco se consumía en las tardías penumbras de los días de verano, el hombre se acercó a la casa cobijado por los últimos rastros del sol. Era una edificación de dos pisos, una alta casona victoriana, más grande incluso por dentro que por fuera. Si bien podía ser llamada una pequeña mansión por algunos altos aristócratas, los toques, casi casuales, del deterioro y las coloridas flores silvestres que crecían a lo largo de las murallas exteriores delataban que la familia que vivía en su interior no la consideraba nada más que su hogar. Algunos juguetes repartidos en el jardín y las manchas de barro a la entrada acusaban la presencia de niños, y la convidadora atmósfera que la rodeaba no hacía más que predefinir a los dueños como personas amables.
Esta es la Casa Potter, donde Lily y James vivían desde que se habían casado aproximadamente hacia ya 22 años atrás, y donde criaban a sus cuatro retoños: Aiden, Corine, Jullien y la pequeña Renée. Subiendo los escalones del cobertizo, el hombre sonrió. Él conocía a la pareja desde hacia años y nunca había tenido nada malo que decir sobre ellos. Lily, con su resplandeciente pelo rojo y brillantes ojos verdes, era un bruja de maneras amables y un temperamento fuera de lo normal. James, uno de sus mejores amigos, no era más que un bromista empedernido que había terminado engatusando a la bruja con sus encantos naturales. Juntos hacían la pareja más desequilibrada que él jamás había visto, y sus hijos no eran más que un vivo reflejo de sus padres.
La casona en la que vivían los Potter era lo suficientemente grande para acoger cómodamente a toda la familia y dos o tres invitados más. Realmente era enorme: con sus amplias y variadas habitaciones, no era difícil encontrar un espacio vacío, pero entre los niños, James y la ocasional visita de Sirius Black un rincón tranquilo para reflexionar era casi imposible de conseguir. Desde la biblioteca hasta la cocina, pasando por cada habitación, no era común el día en que la casa permanecía en silencio. Fue por eso que esa tarde, cuando atravesó las puertas de entrada de la casa, Remus Lupin no pudo evitar detenerse un momento y pensar en lo especial que aquella fecha era para la pareja. Sus oídos de licántropo no podían escuchar más que susurros en toda la casa y los leves sollozos que tan solo podían pertenecer a Lily.
Aquel día no había risas, ni peleas, ni una que otra broma tomando lugar.
31 de Julio, pensó Remus, esta noche Harry cumpliría 21 años.
Con un corazón pesado, y la necesidad de sentarse un momento para recuperar control sobre sus sentimientos, Remus continuó su camino. En la sala de estar encontró a Sirius, sentado en uno de los cómodos sillones de tela azul, la luz del candelabro que colgaba sobre su cabeza dándole a sus facciones un toque depresivo. El auror de pelo negro no dijo nada ante su entrada, el hombre-lobo se limitó a tomar asiento.
La chimenea, hacia la cual los dos amigos miraban fijamente, crepitaba alegremente; ignorando la pena casi palpable que rondaba la casa. El recién llegado suspiró, sin poder evitar que sus propios pensamientos divagaran a la maldita noche que había cambiado sus vidas para siempre. Dos décadas más tarde, Remus aún podía escuchar los horribles gritos de Lily mientras mecía el cuerpo muerto de su primer hijo. Dos décadas más tarde, podía ver a James arrodillado al lado de su mujer, su rostro sucio con la tierra y la sangre, y las lágrimas… El ataque había sido fugaz, dejando tras de sí solo una muerte. El dolor que había arremetido contra sus dos mejores amigos había sido horrible de presenciar, la pena casi los había destruido.
Había tomado mucho tiempo, años para que en la pareja volviera a aparecer aquella actitud alegre que los había caracterizado. Pero incluso después de veinte años, había días en los que el dolor volvía a golpearlos con todas sus fuerzas.
Luego de la muerte de Harry, ni James ni Lily habían vuelto a ser los mismos.
—¿Cuánto tiempo llevas aquí, Canuto? —la voz de Remus sonó clara y fuerte en el silencio del lugar; su afinado oído ya no percibía los llantos de Lily, sino los confortantes susurros de Cornamenta. Si Lunático hubiera tenido que adivinar habría dicho que se encontraban en el estudio del segundo piso.
—Más o menos media hora. Cuando llegue ya estaban arriba —contestó el animago, pausando un momento antes de añadir—... Pensé que sería mejor esperarlos aquí.
Sus ojos no se movieron de las rojas llamas. Remus se preguntó que pensaba su amigo; Harry, después de todo, había sido el único ahijado que alguna vez hubiera tenido. Cuando el segundo hijo de los Potter había nacido, el auror había rechazado amablemente a el ofrecimiento de apadrinarlo, según sus propias palabras, dichas en secreto una noche de particular embriaguez: no podía pensar en responsabilizarse por ningún niño cuando la ultima decisión en la cual había participado había terminando con la muerte del bebe Harry. Remus sabía, y hasta cierto punto entendía, que Sirius jamás había logrado perdonarse el haber cambiado su posición de Guardián Secreto. Lo más probable era que Lily y James se sintieran incluso más culpables. Pero no había más que un traidor: ¿quién hubiera pensado que Peter tendría las agallas de pasarse al otro bando?
Cada año era lo mismo. Cada mes de Julio, James y Lily iban al cementerio, a pasar el cumpleaños de Harry al lado de su tumba. Lamentablemente en el último tiempo las visitas ya no eran tan pacificas como solían ser. Voldemort podía ser extremadamente cruel y no solo en el sentido de la tortura física.
Desde que había recuperado su cuerpo tres años atrás el Mago Oscuro había permanecido entre las sombras, inexistente para todos aquellos que no fueran miembros de la Orden del Fénix. Volando bajo, sus acciones no habían tomado el tono drástico que 25 años atrás había aterrorizado a tanta gente. El Ministerio aún no creía que había vuelto. Pero, dolorosamente para los Potter, ellos tenían perfectamente claro que Voldemort una vez más tenía un cuerpo. Y que, si bien aún no había hecho total uso de sus poderes para apoderarse del Mundo Mágico, podía fácilmente estar presente en la vida de la pareja.
El renacido Señor Oscuro quería venganza, y quería que aquella venganza se llevara a cabo lo más pronto posible. Matar a los Potter no era una opción, ya que revelaría su regreso al resto del Mundo Mágico. Esto, por supuesto, no quería decir que no pudiera torturarlos de una manera un poco diferente.
Era una historia de singulares héroes. Después de la muerte de Harry, James y Lily habían decidido terminarlo todo de una vez y, sin escuchar los consejos de sus amigos y antiguos profesores, habían comenzado una verdadera cacería en contra del temido Lord Voldemort; la necesidad de vengar a Harry era más fuerte que cualquier otra cosa. Habían trabajado duro, día y noche, en parte con la Orden y en parte por ellos mismos, hasta que finalmente habían logrado encontrarlo, escondido, acompañado tan solo por su círculo más cercano de seguidores…
Habían obtenido su añorada confrontación con el Seños Tenebroso. El duelo había durado horas, de las cuales la Orden sólo había logrado presenciar los últimos quince minutos. James y Lily contra los Mortífagos y Voldemort, ciertamente nada más que un ataque suicida. Pero una vez la Orden del Fénix finalmente logró localizarlos y se transportó al lugar, las cosas dieron un giro para lo mejor. Remus lo recordaba perfectamente, la ansiedad y el miedo, y el ambiente cargado de magia. Mientras los miembros de la Orden se enfrentaban contra los mortífagos, James y Lily Potter se encargaban de Voldemort, de vez en cuando recibiendo la ayuda de Albus Dumbledore. James pudo haber muerto esa noche, recordó el licántropo, temblando casi imperceptiblemente.
Un rayo negro... cargado con la magia oscura que lo había producido…
Mientras recibía la maldición que lo mantendría postrado en una cama de San Mungo por un periodo de cinco meses, James logró lo imposible: lanzar una maldición propia. El Avada Kedavra había impactado limpiamente en el rostro de Voldemort; el gran Mago Oscuro había sido reducido a nada más que una patética sombra.
Era por esto que el Señor Oscuro quería venganza. Venganza que había comenzado a llevar a cabo el mismo año en que había recuperado su cuerpo. Voldemort había puesto una maldición en la tumba de Harry.
Dos años atrás, había sido una desagradable recreación del asesinato, ilusiones lo suficientemente reales para lastimar mental y físicamente. A lo largo del cementerio habían hecho ecos los últimos sonidos que Harry había emitido, el llanto de Lily y los gritos desgarradores de James. La despiadada risa del monstruo… El peligro más real había llegado con la aparición de dos pares de mortífagos. La pareja había regresado hecha un desastre, emocional más que físicamente. Lily y James eran excelentes duelistas, y podían defenderse perfectamente contra cuatro mortífagos recién reclutados. Pero la bruja había pasado el resto de la semana en lágrimas y el animago había vuelto a un estado de deplorable de embriaguez. Afortunadamente los niños, como cada año durante esas fechas, habían estado pasando sus vacaciones con diferentes amigos de la familia y no llegaron a presenciar el estado en el que sus padres se encontraban.
El año anterior había sido incluso peor.
Él y Sirius habían hecho todo lo posible por disuadirlos de ir, desde que el primer ataque había tomado lugar durante el cumpleaños numero 19 del bebe Harry, hasta hace sólo unos días atrás. Pero la pareja se había rehusado a escucharlos, nada podía convencerlos de romper la promesa que le habían hecho al pequeño tantos años atrás.
Lunático miro a su costado, Sirius no paraba de emitir un extraño gruñido parecido a aquel que solía emitir en su forma perruna. Era increíble lo que los años le habían hecho a la alguna vez alegre cara del animago. Remus recordaba claramente al Sirius de antes de la guerra, en los años del colegio. Algo hiperactivo y bastante mujeriego, extremadamente creativo cuando se trataba de planear bromas. Pero ahora el niño había pasado a ser adulto, y los días donde las únicas preocupaciones que habían tenido estaban relacionados con la escuela habían desaparecidos. Llevaban 16 años de relativa paz, pero la guerra había dejado su marca en cada uno de los merodeadores. Lily y James, habían perdido a su primer hijo. Sirius había perdido a su novia y a su ahijado. Remus había perdido a su sobrino adoptivo y había tenido que observar a su familia adoptiva derrumbarse poco a poco.
Sin saber cómo ni cuándo, habían logrado sobreponerse a las pérdidas y a los cambios. El mismo año en que James había derrotado a Voldemort, Lily había anunciado su segundo embarazo. Era terrible pensar que la pelirroja había estado peleando todo ese tiempo en aquel estado, pero pronto el horror del descubrimiento dio paso a la felicidad de recibir a un nuevo miembro a su manada, reavivando parte de lo que todos habían perdido.
James y Lily se adaptaron a al situación, sacando de los más profundo de su ser todos aquellos instintos paternos que habían sido negados con la muerte de Harry. Se volcaron completamente a su hijo, sin preocuparse de nada más. Él y Canuto habían usado la fuerza invocada por sus amigos como un salvavidas, haciendo todo lo posible para volver a la normalidad. Sirius comenzó a ascender rápidamente en su trabajo como auror y Remus finalmente encontró un trabajo permanente haciendo distintas investigaciones para el anciano director Albus Dumbledore.
El licántropo dejó que sus ojos vagaran por la sala.
La habitación había sido decorada agradablemente. Acompañando el par de sillones azules que él y Sirius estaban ocupando, había un sofá lo suficientemente grande para cuatro personas, y dos sillas que se veían bastante cómodas. Al medio, directamente en frente de una chimenea alta y ancha (como para dejar pasar a Hagrid si alguna vez decidía viajar por la red flú) había una mesita baja de madera oscura, adornada con un par de artefactos de cristal. La alfombra era suave y de un color café más o menos claro, las paredes estaban pintadas blancas, casi completamente llenas de fotos y cuadros. Era obvio que la decoración principal había sido llevada a cabo por la mujer de la casa, pero aquí y allá se podían ver los toques de James; distintas bromas de Zonko y los nuevos dulces de los gemelos Weasley llenaban distintas vasijas que poblaban la sala, con la intención de obtener victimas entre las personas confiadas que se atrevían a comérselos. En si la vida que llevaban no era terrible, los Potter eran una familia feliz. Todos los días a excepción de Halloween y el 31 de Julio.
Repentinamente las llamas rojas y amarillas de la chimenea se volvieron un verde brillante, dando paso a un joven de no más de quince años. Aiden era igual a su padre; alto, delgado y de facciones afiladas, un par de anteojos rectangulares adornaban su rostro. Pero su cabello y sus ojos no eran más que tributos a la fracción Evans de su sangre; su pelo castaño y más dócil que el de Cornamenta recordaba a Lily a su propio padre, William Evans, y sus ojos grises le recordaban a su madre Violetta.
—¿Sirius? —el joven salió a tropezones de la chimenea arrastrando un pesado baúl lleno de quien sabía que— ¿Remus?
—¡Aiden! —el licántropo se puso de pie para ayudar al muchacho con sus cosas y quitarle la asombrosa cantidad de cenizas que había logrado acumular en su pelo—. Pensé que te ibas a quedarte con los Abercrombie hasta la próxima semana.
—Ese era el plan, pero decidí venirme una semana antes —Aiden saludo a su padrino el licántropo con un fuerte abrazo, y se acercó a Sirius para darle la mano—-. No esperaba encontrarlo acá. ¿Dónde están Mamá y Papá?
Remus miró a Sirius, sin saber exactamente que decir. Canuto siempre había sido mejor que él para esquivar preguntas incomodas. El animago captó el silencioso pedido de su amigo e inmediatamente se hizo cargo.
—Están descansando. Tuvieron un largo día, ¿sabes? —dijo Sirius, levantándose del sillón con la pretensión de estirarse un poco. Remus lo miró algo aturdido, ¿podía ser que Canuto estuviera perdiendo el toque del engaño? ¡¿En que estaba pensando, eso no iba a convencer al muchacho?! El licántropo se volvió hacia el animago con toda la intención de golpearlo en la cabeza, cuando noto la expresión en su rostro. Una sonrisa de resignación y el brillo en sus ojos llevaron al licántropo a pensar que su amigo tenía un gran, gran secreto en cual estaba concentrándose. Probablemente le dieron una nueva misión en el Ministerio, pensó.
—Sí, un largo día... —interrumpió Aiden las divagaciones de su padrino.
La habitación volvió a caer en el silencio sepulcral que había reinado antes de la llegada de Remus.
—¿A qué te refieres? ―preguntó el licántropo con una sonrisa nerviosa.
El adolescente pareció considerar sus opciones. Planteándose la mejor manera de responder la pregunta que le había hecho su padrino. Remus sostuvo el aliento. Para que su ahijado se tomara tanto tiempo en contestar, solo debía haber una respuesta posible.
—Sé sobre Harry —contestó Aiden, mirando seriamente a ambos adultos. Al ver la expresión desolada en los rostros de ambos hombres, el joven suavizo tanto su mirada como su voz—. Desde el año pasado ―sus ojos pasaron de Sirius a Remus y se detuvieron en el segundo, siempre se le había hecho más fácil hablar con con el licántropo, y aquella era una de las conversaciones más delicadas que alguna vez había comenzado―... es por lo que me vine antes. Creo ―el joven se aclaró la garganta para hablar con más seguridad―. Creo que tengo el derecho a saber que fue lo que les paso esta vez en el cementerio. Estoy lejos de ser estúpido... Después del desastre que fue el año pasado, no habrán creído que no notaría que algo estaba pasando, ¿verdad?
Lunático estaba listo para admitir que él si lo había pensado así, obviamente estando equivocado. Miró a Sirius, quien no se veía muy sorprendido por la noticia. Aparentemente el animago tenía más fe en su ahijado que él mismo.
—Supongo que te debemos una explicación —dijo, aclarándose la garganta—. ¿Qué tal si llevamos esta conversación a la cocina?
Aiden y Sirius asintieron con seriedad.
—Bien, Harry, ¿qué respondes? —la voz de Dumbledore se esparció por su cubículo, alcanzando hasta el último rincón. Harry habría pegado un salto por la inesperada interrupción en la conversación, pero dos años de ser constantemente sorprendido por el ex Director de Hogwarts había sido suficiente para que el mago se acostumbrara. Shacklebolt por el otro lado, no pudo evitar hacer una mueca ante la repentina llegada de Albus.
—¿Cuánto tiempo llevas ahí, Albus? —preguntó el Ministro, acomodándose mejor en su silla. Existían un total de dos cuadros del Profesor, uno se encontraba en la oficina del Directo de Hogwarts como debía ser, el otro en la oficina del auror Harry Potter.
—Lo suficiente, Kingsley, lo suficiente.
Los titilantes ojos del cuadro, intentaron alcanzar el brillo que alguna vez habían tenido los ojos del Albus Dumbledore antes de su trágica muerte.
Kingsley Shacklebolt se volvió hacía el auror más capacitado que tenía en el Departamento. Con tan solo 20 años, Harry Potter se había probado como una excelente adquisición para el Ministerio. Uno de los aurores más jóvenes de la historia, Potter no tenía nada que envidiarle a alguno de los cazadores de magos oscuros con más experiencias del lugar. Siendo sincero consigo mismo, Kingsley deseaba que más de sus trabajadores tomaran el ejemplo que el muchacho les daba: inteligente, valiente y leal. Astuto y con el enorme carisma que conllevaba ser el legendario Harry Potter, el niño-que-vivió-y-venció.
No había duda al respecto, Potter era el hombre perfecto para el trabajo que le había asignado, al mismo tiempo que aquel trabajo era el regalo perfecto para el cumpleaños número veintiuno del joven Harry; la oportunidad que Voldemort le había robado tantos años atrás cuando mató a sus padres.
Kingsley no le había dado muchos detalles sobre la misión, pero aun así creía que la tomaría; no sólo porque Potter jamás había rechazado un trabajo, sino también por la curiosidad que el auror siempre había demostrado. Y aqulla era una misión muy, muy curiosa.
El muchacho se echó hacia atrás en su silla, situando las botas en el escritorio.
—Déjeme ver si entendí todo correctamente, Ministro —sus ojos verdes recorrieron el cielo del cuartel de los aurores, su mente procesando todo rápidamente—… el Departamento de Misterios, por razones para mí desconocidas, ha estado trabajando en un portal que permite viajar entre diferentes 'dimensiones' —Harry remarcó la última palabra con un ademán de su mano, todavía encontrando difícil el concepto de que pudieran existir otros mundos alternos—, y durante los últimos meses lograron establecer contacto con la dimensión más 'cercana' a la nuestra, es decir, la más 'parecida' —otros dos ademanes—. ¿Estoy en lo correcto hasta ahora?
Shacklebolt asintió.
—Correcto. Se descubrió un tipo de portal por el cual personas de otras dimensiones, que están muertas en la nuestra, pueden cruzar. Y viceversa. Así es con todas las dimensiones.
—Y hace tres días…
Kingsley se movió incomodo en su silla.
—Hace tres días fuimos contactados por un trabajador del Ministerio alterno, quien atravesó el portal pidiendo cooperación…
—Para derrotar a Voldemort, nuevamente —terminó el auror por él.
Harry suspiró profundamente, arrepintiéndose de haberse quedado hasta tan tarde en la oficina. Pensar que en esos mismos momentos podría haberse encontrado en la Madriguera, disfrutando de una tranquila reunión con sus amigos en celebración de su cumpleaños. Mucho mejor que estar en la oficina, escuchando al Ministro de la Magia contar una historia que él se rehusaba a creer.
—¿Está seguro que no se golpeo la cabeza, Ministro? No lo han maldecido últimamente, ¿verdad?
—No, Potter, no me he golpeado la cabeza ni he sido maldecido. Ahora, si pudieras tomarme un poco más en serio…
Harry bajó los pies del escritorio, pero no se enderezó. Con un deje de la mano, se dirigió a Dumbledore.
—¿Qué piensa usted, Profesor?
La pintura guardó silencio por unos minutos, trabajando su magia.
—Bien, Harry. Durante la vida que tuve resulto ser que hice un poco de investigación en este asunto de las dimensiones. Todo muy interesante, debo añadir. Explica muy bien la idea de un paraíso y un infierno después de la muerte, ¿no crees? A donde todos vamos después de morir —Harry acomodo su silla para quedar frente a frente con el Director—… Todas esas pinturas, Harry, que representan al plano terrenal equilibrado a la mitad, con el infierno sosteniendo por abajo y el paraíso presionando por arriba, como un privilegio para algunos pocos, no son sólo dibujos. Hay cierta sabiduría en las religiones que creen en otras vidas después de la muerte, al igual que explica la creencia de algunos sobre la reencarnación. La idea que yo siempre he tenido sobre esto es la de un simple plano ―la pintura del Prefoser comenzó a gesticular con las manos, a veces haciendo desaparecer sus brazos al otro lado del marco―. Todas las dimensiones colocadas unas al lado de las otras en un tipo de círculo. Ahora dentro de este círculo es donde esta lo más interesante. En el centro, Harry, según mis investigaciones, es donde se encuentra la dimensión de los muertos. El cielo y el paraíso si lo prefieres así. Pero, por supuesto, esto no quiere decir que en el paraíso existan siete Dumbledores, o nueve Harrys, un espíritu por cada dimensión. No, sólo puede haber un alma, una sola esencia por persona. Cuando una persona muere, no lo hace por completo, su espíritu continúa viviendo en todos sus alter-egos, de ahí el término de reencarnación, no una consciente en la que el 'sujeto' repentinamente tiene el conocimiento de dos vidas en su cabeza. Aunque la reencarnación consciente si serviría para explicar algunos tipos de esquizofrenias o problemas mentales en los magos y brujas. Pero volviendo al tema, todos estos alter-egos deben morir, para que la persona deje de existir y pase al centro de este circulo. Pero, debo reiterar, que estas no son más que las conjeturas de un mago anciano, nunca logré comprobar nada. Por lo menos no mientras estaba con vida.
Harry trató de no golpear el escritorio con su cabeza, repetidamente. El discurso de la pintura no había logrado esclarecer el desorden de ideas que tenía en su cabeza.
—Muy bien, entonces, según las hipótesis del Profesor, sería posible viajar a través de dimensiones, siempre y cuando tu esencia ya no se encuentre ahí. Suena relativamente posible, en teoría. Pero lo que yo quiero saber, es que tengo que ver en todo este asunto, Ministro Shacklebolt.
El Ministro se enderezó en su asiento, recapitulando la información que había recibido del otro lado.
—Después de una reexaminación de todo el proyecto, el Departamento de Misterios llegó a la conclusión de que no es en nuestro interés que Voldemort logre controlar esta otra dimensión —el Ministro se tomó unos segundos para pensar en la mejor forma de revelar la siguiente información—. Veras, Potter —comenzó, inseguro ante la posible reacción del joven auror—, una vez que el portal ha sido abierto, no hay forma de cerrarlo.
Harry dejó ir de sus ilusas restricciones y su cabeza cayó en la mesa con un sonoro THUD. Si la serpiente llegaba a estar en control de esa otra dimensión, y se llegaba a enterar del portal... La probabilidad de tener otro Lord Oscuro rondando Gran Bretaña sería altísima.
—¿Debo asumir, entonces, que estoy muerto en esta otra dimensión? —en si la oración era más una afirmación que una pregunta. Su voz se escuchó un poco ahogada por la posición de su cabeza. Kingsley no respondió inmediatamente. Harry se levantó y clavo sus ojos verdes en el Ministro—. ¿Lo estoy?
—Sí. Nuestro contacto traía consigo una lista de todas las muertes antes de la caída de Voldemort. Aparentemente tú sí fuiste asesinado ese 31 de Octubre, mientras que tus padres sobrevivieron. Esa es toda la información que se me permite entregarte por el momento—al costado del joven auror, Dumbledore se aclaró la garganta.
—Si me permites un momento, Harry —el joven se volvió hacia el retrato—. Quizás estemos en lo correcto al pensar que la línea del tiempo se 'separa', por así decirlo, de la nuestra, en aquella fatídica noche.
—Estarías en lo correcto, Albus. Me tomé el tiempo de comparar su lista de muertes con la nuestra hasta la primera caída de Voldemort en esta dimensión. Son idénticas. Las diferencias sólo comienzan a aparecer a partir del 31 de Octubre —Kingsley miró a Harry a los ojos —. Halloween de 1981.
Sí, pensó Harry, definitivamente debí haberme ido a casa cuando tuve la oportunidad.
¡Leer una historia, disfrutarla y no dejar un review es muy parecido a entrar a un restaurant, comer y no pagar la cuenta! – Atte, Liinak.
