Hac mente esse
Las dos se miraron, no muy seguras de cuál de las dos había efectuado lo fatal en el cuerpo a sus pies, que antes de enloquecer y lanzarles terribles acusaciones en compañía de amenazantes movimientos del bate que perteneció a Satoshi, era su querido amigo Keii. Rena agitada, con la vista perdida, el cuchillo cubierto de rojo. Mion llorando desconsoladamente y abrazándola, con la palma cortada por la loza del jarrón que usó para atontarlo un instante, antes de que Rena aprovechara para atacar con lo único útil para tal fin en la cocina. Ahora dispondrían del error. Después dormirían.
Primero Rika destazada y mordisqueada por los cuervos, alaridos de la maestra Chie y gritos indignados del viejo Kimiyoshi, exigiendo saber quién pudo hacer algo tan horrible a una criatura.
Keiichi evitándolas desde hacía varios días, no quiso ni consolarlas cuando más lo necesitaban. Ahora ya no hay tiempo de recuperar lo perdido y enterrado en una cueva, en la montaña, donde los gusanos lo comerán y el musgo crecerá sobre los restos de sus huesos desconfiados.
Rena y Mion se bañan juntas, quitándose los restos de sangre, las hojas del cabello, la tierra de la piel, limpiándose con besos.
-El Dios de las Tinieblas nos bendice. No lamentes sobrevivir, Mii. ¿Qué habría hecho si no me protegías?-En la ducha, Rena, el agua corriendo por la comisura de sus labios, el pecho de Mion apretado al suyo, llenándole de caricias los cabellos húmedos.
Duermen esa noche juntas en el futón de Rena, acercándose tanto que se hacen jadear, hasta que unos extraños hombres uniformados irrumpen en la casa. A punta de pistolas, las guían hacia la escuela y ellas planean el escape a penas con intercambiar miradas, seguras de que la voz del verdadero Keiichi las alienta desde algún lado.
Discuten entre susurros que son más bien ojos tocándose. Mion declara que es el hombre viejo y pervertido de la relación. No hay tiempo para besarse cuando ella embiste con patadas y puñetazos que no se esperaban los captores de una jovencita, arrancándoles las pistolas, exigiéndole a Rena que tome una y corra bosque adentro, instrucción que esta sigue con decisión en los modos, sabiendo que le dan un obsequio como muestra de afección, si es que Mii no quiere solo unirse a Kei. No logra llegar muy lejos antes de que la sujeten varios brazos musculosos desde la oscuridad.
Después de escuchar el disparo que cortó el aliento de Mion, Rena cerró los ojos y si se defendió con su pistola, las piernas más débiles y los brazos largos de cigüeña, fue por tozudez.
No sirvió de mucho. La abofetearon y estrangularon. Le levantaron el vestido antes de hacérselo girones y la tocaron bruscamente. Aún quedaba lo que Mii le hizo y ellos lo palparon, riéndose, resentidos por las bajas que ellas dos les procuraron.
-¿Creen que la princesa se enfade si nos tomamos un dulce antes de ir a terminar a los demás?
Rena gritó por última vez.
