Un regalo para mi AI "Marydc26", del foro "Hasta el final de la Pradera".; Ojala te guste :)

Amores inesperados

Llueve a cantaros y hace un frío que te hiela hasta los huesos. Eso es lo de menor importancia, no cuando se trata de llevar alimento a la mesa, a Prim.

Las anchas calles barrosas se encuentran vacías, hoy nadie pondrá un pie aquí. Me cercioro de la electricidad de la valla arrojándole unas cuantas piedras, y al notar que no chasquean me deslizo bajo la alambrada.

La belleza del bosque es incuestionable, de sol o lluvia su beldad es preciada: las pequeñas gotas impregnadas en las hojas de los arboles; el suave susurro de la lluvia…Y ni un animal a la vista. Me muevo de un lado a otro, sigilosamente…Nada.

El estomago me ruge de hambre e inmediatamente lo acallo:"Hoy no comeremos, a que si, cállate".Resignada, guardo el arco y el carcaj de flechas en el tronco húmedo, dando media vuelta para regresar a casa.

Al menos tengo unas cuantas monedas, ojalá sea suficiente para comprar una rebanada de pan. Golpeo la puerta trasera de la panadería y espero a que abran. Se tardan. Este lugar me trae un recuerdo, quizás el casi abismo de mi vida: me estaba muriendo de hambre, desfallecida al lado del corral de los chanchos… y él me tiro dos panes. Me ayudo cuando nadie más lo hizo, cuando nadie se preocupo por mí o Prim.

La nostalgia recorre cada vena de mi ser al verlo abrir la puerta. Por alguna extraña razón puedo jurar que mi presencia lo sorprendió, lo delata el rubor de sus mejillas y esa tímida sonrisa.

— Ehh… ¿sí? –me dice. Nunca había escuchado su voz, es dulce.

— Vine a comprar un poco de pan–le respondo de la manera más dura posible. Haciéndome la fuerte… ¿Por qué? Bueno, para empezar, no esperaba que me atienda el hijo menor del panadero, y segundo, que él me hace sentir un poco cohibida.

— Sí, sí….cu...cu…an… ¿CUANTO QUIERES? –pregunta tartamudeando.

— Esto–le muestro las pocas monedas depositadas en la palma de mi mano. Las mira dudoso, pensativo…

— No, Katniss, eso…no te alcanza–. ¿Me dijo Katniss? No recuerdo haberle dicho mi nombre. Pero coincidimos en algunas clases, y casi no me hacen pasar al frente, paso inadvertida. Y no me alcanza para el pan. Hoy Prim no comerá. Respiro profundo al decirle:"Ok, gracias". Giro molesta, alejándome a pasos lentos. Alguien me da un toque en el hombro, doy media vuelta… es Peeta. Mete las manos dentro de su chaqueta, sacando algo cubierto en una tela blanca.

— Lo que te dije antes….lo dije porque mi madre estaba escuchando; se fue al rato que te marchaste. Toma, esto es para ti- me dice mientras extiende el objeto en sus manos, que al correr la tela se descubre un pan. Dudo en si agarrarlo y finalmente lo hago por Prim.

— Gracias–le digo con un hilo de voz. Debería decirle algo mas, ese "gracias" es demasiado seco para tan acto de generosidad que hace conmigo.

— No me lo agradezcas, se cuanto lo necesitas–. Clava sus ojos azules en mí, brillantes. Nunca me había detenido a mirarlos tanto tiempo, ni lo había visto tan…cerca. Son bonitos, como el mar. Él es guapo. Sus largas pestañas rubias; su cabello rubio ceniza; las comisuras de sus labios formando una sonrisa… su cuerpo fornido; el color de su chaqueta que le sienta tan bien; sus jean gastados. Me obligo a volver a la realidad y no pensar en las musarañas. Le dedico una pequeña sonrisa y sigo mi camino.

¿Por qué lo ha hecho? No es común que los comerciantes sean solidarios con la gente de la Veta. Lo que él hizo va en contra de las reglas, aun asi, no puedo evitar el sentirme agradecida.

Ya en casa despierto a Prim; dejo el pan sobre la mesa y preparo un té de menta. Madre parece salir de su letargo mientras corta el pan. Y yo…bueno, me siento tranquila. Ojala mañana sea un dia soleado y asi podre cazar.

"¿Qué mas da? De todas formas, no puedo permitirme pagar eso "le dice Gale al zapatero. Debí regatear yo en su lugar, él no es muy bueno en esas cosas. Lo sigo a regañadientes mientras se dirige a su casa; molesto. Al pasar por la plaza miro al gran reloj que cuelga en lo alto del Edificio de Justicia, son las 13:00 hs… inmediatamente recuerdo que debo ir al colegio. Le digo que debo irme y él hace un gesto de la mano despidiéndome. Hay algo raro en la plaza: un escenario y la gran pantalla. Un escalofrió me recorre por la espalda al percatarme de lo que significa: Los Juegos del Hambre. Este año tendré mas papeletas en la urna, lo que significa más posibilidades de salir elegida. En el caso de que eso suceda, mi madre y Prim deberán apañárselas solas. Gale volverá a su soledad en los bosques, como antes de conocerme. Mi ausencia no modificara nada.

Las clases pasan rápido y espero a Prim en el patio de la escuela. Como los más pequeños, debe quedarse una hora más de colegio. Me siento en uno de los bancos esperando a que suene la campana. Una hora se me hará una eternidad, lo sé.

Los murmullos de alrededor me distraen de mis pensamientos. Son un grupo de chicos que se ríen tontamente y solo una de las risas logra captar mi atención: es cantarina, transparente… pura.

Mis ojos parpadean al verlo, él solo se me queda mirando como si el mundo no existiese. Sus amigos le hacen burla, con bobas frases como"Wow, mira como te le quedas mirando" o "el panadero se ha enamorado". Avergonzada, clavo la mirada en el suelo sintiendo sus ojos fijos en mí. Sé que es estúpido sentirme así, cómo el chico del pan puede influenciarme de esa manera. Me pongo en pie de un salto y el mundo parece caerse a mis pies al tenerlo de frente. ¿Qué demonios me pasa? ¿Acaso será que siento lo mismo que aquellas niñas tontas cuentan?

— Hola Katniss, soy… Peeta Mellark–se presenta un tanto alegre. ¿Acaso piensa que no sé quién es y mucho menos su nombre? Esta equivocado, por supuesto.

— Sí, se quién eres, se tu nombre y apellido–le respondo un tanto grosera.

Sonríe nervioso, pasándose una mano por el cabello dorado. Tose, encogiéndose de hombres y dice, sin rodeos:

— Quiero invitarte a salir, a tomar un helado.

¿Un helado? Lo miro con los ojos abiertos como platos, sorprendida. ¡Un helado es inimaginable para cualquier habitante de la veta, cuesta un dineral! Siempre he querido probar uno, no estaría mal. Me lo pienso un rato y contesto, al fin:
— Bueno, sí. ¿Cuándo?

Sus ojitos parecen iluminarse por el cielo mismo al escuchar mi respuesta.

— Mañana mismo, a la tarde, ¿Te parece bien?

— Sí, claro—digo.

Se acerca a mí y hace algo inesperado, por lo menos para mí: me besa en la mejilla.

— Nos vemos mañana—se despide con una sonrisa enorme en la cara.

…..


Nunca, en mi vida, jamás he tenido una cita, y hoy será la primera que tenga. Y no con cualquiera, sino con el hijo de un comerciante. Puedo imaginarme los comentarios que harán las demás chicas de la Veta, pero sobre todo, del colegio.

Mi madre me ha prestado uno de sus bonitos vestidos para la ocasión. Lo he rechazado educadamente pero insistió, a que si, no me quedo más remedio que aceptarlo: es largo hasta las rodillas, suelto y de un bonito color rosa pálido. Yo creo que no pega conmigo, pero madre insiste que sí. Le dejo peinarme, no sé si trenzara mi pelo.

En cuestión de segundos, ya estoy lista. ¡Gale, lo olvidaba! Quedamos en que nos reuniríamos en el bosque… ¿Qué pensara de mi "cita" con Peeta Mellark? No lo sé, me lo imagino un tanto enojado.

Prim me desea "suerte" en la cita y mi madre me despide nostálgicamente—seguramente le recuerdo a su primera cita con mi padre, solo que era al revés, él era el pobre y ella, la rica— deseándome lo mismo. Asiento con la cabeza y me encamino al lugar de encuentro.

Puedo escuchar los cuchicheos de la gente(o quizás es mi imaginación) a mi alrededor al pasar. Apuro los pasos, y en menos de un suspiro llego a la gran plaza. Peeta está al lado de la estatua de alguien que fue importante, vestido impecable, con una chaqueta negra de cuero y un jean claro, bien peinado y, debo admitir, muy guapo.

Lo saludo con un gesto de la mano al acercarme a él.


— ¿Y qué es lo que más te gusta? —me pregunta.

¿Qué dijo? Ugh, lo siento, es que estaba perdida en ese inmenso mar que son sus ojos; Prim los tiene del mismo color pero son diferentes, los de Peeta tienen algo celestial, puramente celestial. Trago saliva en seco y con voz apenas audible respondo:

— Cazar.

Caigo demasiado tarde en darme cuenta que he dicho algo que detonara una bomba. Espero algo, quizás que se levante de la mesa y busque a algún agente de la paz, que me pegara un tiro en la cabeza. Esa expresión tranquila no se transforma, dándome la seguridad de que no hará ni dira nada en contra.

Sonríe ladinamente y dice:

— Eres buena, tengo entendido. Tus tiros son limpios, dan siempre en el ojo a las ardillas. ¿Quién me lo dijo? Mi padre.

Agradezco a algún ser divino el que esté hablando en susurros.

Hay tantos sabores con nombres inimaginables y que suenan tentadores. Quedo un rato releyendo los nombres, y terminan por convencerme la "frutilla" y el "chocolate".

— Es 3,70—dice el heladero, con el rostro duro al reconocer a alguien de la Veta.

Peeta saca dinero del bolsillo trasero del pantalón y se lo da amablemente, agradeciéndole.

El día espectacular y brillante no pueden más que parecerme precioso, único, el telón de fondo más bello a esta situación que jamás imagine que sucedería.

Peeta parlotea animadamente en el corto camino que hacemos de la plaza hasta mi casa, es hora de volver, quede con Gale de encontrarnos en el bosque.

De repente, si ni siquiera pensarlo, le suelto:

— ¿Por qué mejor no me acompañas hasta el bosque?

— Sí, claro.

Como era de esperar, tooodos nos miran escandalizados, "¿Qué hacen juntos una pobre muerta de hambre de la Veta con un chico de buena familia como la de los Mellark?"Oigo decir a una señora. Sus prejuicios son estúpidos, demasiado.

Al llegar a la valla nos quedamos en silencio. No sé qué decir, y a él parece que se le acabaron las palabras. Hago algo que hasta a mí me sienta inusual: me pongo de puntillas y le beso tímidamente la mejilla.

Entrar al bosque con un vestido me da risa, recordándome a los cuentos infantiles que contaba mi madre. Gale esta en nuestra roca de siempre, frunce el ceño mientras se lleva varias bayas a la boca.

Subo rápida y sigilosamente, no vaya ser que estropee este delicado vestido por subir a lo bruta. Me siento a su lado, le quito una baya de la mano, llevándome a la boca.

— ¿Qué onda? —el jugo del fruto me cae por la barbilla— ¿Algo nuevo que contar?

Niega con la cabeza, dándome el resto de las bayas. ¿Qué le pasa? Nunca lo había visto así, ni siquiera cuando reprobó en el colegio.

— ¿Qué pasa? —inquiero—Dime, ¿Estas enojado por algo? Vale, no me lo digas, que tu cara habla por ti.

Mi comentario parece enfurecerlo mucho mas, porque con voz ronca grita:

— ¡Te vi, con mis propios ojos , vi como besabas al tal Mellark!

¿Qué que que que que? ¿Me está haciendo una "escenita de celos"? no, no, a mí nadie me grita así.

— ¿Y si lo besé que, tiene algo de malo? —digo tratando de que mi voz suene como si le restara importancia al asunto—Yo soy libre.

Sus ojos grises se ensombrecen al mirarme y musita:

— Eres libre y puedes hacer lo que quieras, tienes razón.

Se pone en pie y se va, dejándome sola a la luz del crepúsculo.


Durante los siguientes días Gale no me habla, apenas si me saluda. Mi "amistad" con Peeta Mellark va bien, es un buen chico e interesante, muchas chicas del colegio murmullan sin cesar al vernos juntos.

Bien, todo va bien, excepto que mi amistad con Gale parece haber finalizado desde ese día que tuve mi primer cita con Peeta.

Por mi parte, no sé que siento por Peeta. Ya dije sus cualidades, en poco tiempo se ha ganado el afecto de mi madre y Prim, que lo adoran. ¡Cómo no adorarlo si siempre es tan atento!

En pocos minutos vendrá aquí, al bosque, al lugar que era nuestro punto de encuentro con Gale. No sé porque, pero estoy nerviosa. Trenzo mi cabello una y otra vez, insatisfecha ante los nudos; jugueteo con el arco; tiro piedras al vacio, vigilo a mí alrededor paranoicamente.

— ¡Katniss! —llega por fin Peeta. Me abraza suavemente, siento el dulce olor de su colonia.

— ¿De qué querías hablar? —digo, alzando una ceja. Toda la mañana estuve intrigada por saber que era. ¿Qué será?

— Prométeme que no me mandaras al diablo o algo así, por favor—pide clavándome sus ojos etéreos.

— Sí, sí— respondo hipnotizada.

— Bien—entrelaza las manos, suspirando—Te amo, siempre te he amado. Durante estos últimos días he hecho hasta lo imposible para agradarte, todo. Si me pides que te baje la luna, lo hare. Pídeme lo que quieras y cumpliré. Te amo.

No puedo reaccionar ante su beso.

….

¡Me ha besado, Peeta Mellark me ha besado! ¿Cómo no pude haberlo sospechado antes? Mi primer beso, ha sido mi primer beso. El corazón martillo como loco al sentir sus labios en los míos, el cuerpo se volvió de piedra.

Llevo los dedos a los labios, allí, donde besaron, dejaron algo mágico. ¿Mágico? Sí. Apago el velador de la mesita de noche, acostándome en la cama, mirando al techo, viendo sus ojos azules.

….


Es raro besar a alguien, no sabría explicarlo. El mundo exterior es participe con todos sus sentidos y aromas, transformándolo todo a mejor. Enredo mis dedos en su cabello dorado, olvidándome hasta de respirar. Peeta deposita su mano en mi cintura, delicadamente. El sol nos ilumina, arrancando destellos de su cabello, incluso dándole color a su piel pálida(o será que esta sonrojado), la calidez de la primavera acaricia en el viento.

Separamos nuestros labios, riéndonos como bobos.

— Esto es nuevo para mí—comento, ya más tranquila.

— Sí, para mí también—dice, acomodando un mechón suelto detrás de mi oreja.

Nos quedamos mirándonos el uno al otro hasta que el sol nos pega fuertemente a los ojos.

Ya estoy vestida, a que sí no es necesario pasar por casa. En la plaza, todos ya se han reunido para la Cosecha.

Saludo a Gale antes de ubicarme en mi lugar correspondiente, y, antes de dirigirme a mi sector, doy media vuelta y tomo el rostro de Peeta entre mis manos, besándolo con delicadeza.

— Te amo y tengo miedo, este año mi nombre entrara en la urna 20 veces más—digo desesperada.

— Tranquila, todo estará bien, amor.

Un último beso más y voy a mi lugar.

….


¡Prim, Prim no! Corro hacia el escenario, empujando a los estúpidos agentes de la paz que se interponen en mi camino y grito a todo pulmón:

— ¡Me presento voluntario como tributo!

Prim se opone, llorando. La empujo detrás de mí y vuelvo a repetir lo mismo por si no escucharon.

Effie Trinket, la presentadora me invita a subir al escenario y me pregunta mi nombre.

— Katniss Everdeen.

Comenta algo mas pero no la escucho, no, porque estoy mirando a Peeta que esta desesperado, abrazado junto a Prim. Verlos llorar me parte el alma, seré fuerte, no pueden verme quebrar, sería un blanco fácil a los otros tributos.

Effie vuelve a meter la mano en la urna, esta vez en la de los varones, y con voz cantarina anuncia:"Peeta Mellark".

Siento desfallecer al verlo subir. No lo puedo evitar y me lanzo a sus abrazos, apretándolo como si fuera la vida misma.

Nos han condenado a morir juntos.