Los personajes de esta historia no me pertenecen. Son propiedad de TSR o/y R.A Salvatore

No obtengo beneficio alguno por escribir esto salvo mi propio entretenimiento.

AVISO: Este fanfic es YAOI (y slash), si este género no te interesa o te resulta desagradable no lo leas, comprendo perfectamente esa postura.

Capítulo 1. Altos vuelos

Las calles de Heliogabalus estaban a rebosar siendo día de mercado, los comerciantes anunciaban sus existencias desde los puestos y los posibles compradores y transeuntes iban de un lado a otro agolpándose en las calles.

Un hombre caminaba entre la muchedumbre sin tocar a nadie ni ser empujado, moviéndose entre la gente como una sombra, caminando con una fluided que le permitía deslizarse como lo haría un gato callejero.

Cuando Artemis Entreri llegó a la posada examinó de un rápido vistazo los alrededores, cerciorándose de que nadie se había fijado en él incluso entre semejante multitud. Satisfecho, entró en el edificio y subió a la habitación que compartía con su socio, Jarlaxle. Desactivó las trampas que había dejado en la puerta en cuestión de segundos y tras entrar volvío a armarlas con toda eficacia.

Entreri lanzó la bolsa del botín sobre la cama y colgó su capa y sombrero de la percha de la pared. La habitación era pequeña pero practica, Entreri lanzó su característica daga enjoyada contra la pared, justo sobre su cama, como siempre, clavándola en los bajos de una silueta en tiza que representaba a su socio, un elfo oscuro con su enorme sombrero emplumado.

Se tumbó en su cama, subiendo los pies al borde de la cama y sacó de su bolsillo una delicada flauta de madera.

Habían pasado tres meses desde que Jarlaxle y él habían entrado al servicio de dos hermanas muy inusuales, dos dragonas de cobre para ser exáctos. Tres meses desde que habían sido engañados por ellas y después contratados. Tres meses desde que la irritante hermana menor, Ilnezhara, le había dado aquella flauta supuestamente mágica y practicamente le había ordenado que aprendiese a tocarla.

Si por el fuese habría mandado al infierno a aquellas despotas y se habría marchado de Helioglabus y de Damara, pero Jarlaxle estaba encantado con ellas.

El humano se relajó en el lecho y observó el simple instrumento musical, lo cierto era que había practicado en mas de una ocasión con el. Siempre en el apartamento, y siempre en ausencia del drow, como ahora.

Sencillamente Artemis Entreri se resistía a pensar que había algo fuera de sus posibilidades, las insinuaciones de Jarlaxle de que le faltaba delicadeza para tocar cualquier instrumento musical le habían molestado, lo unico que se necesitaba era constancia, como en todo.

Tras conseguir una aceptable melodía del instrumento, guardó la flauta, poco dispuesto a aguantar las bromas de Jarlaxle si el drow descubría que estaba practicando.

Finalmente su socio hizo su entrada en la habitación, como de costumbre con bombo y platillo, abriendo la puerta de golpe, como si no hubiese trampa alguna, y realizando un amplio saludo con el gran sombrero de ala ancha adornado de plumas de colores y llevando una amplia sonrisa en su oscuras facciones de elfo drow. Jarlaxle seguía llevando la cabeza rapada al cero, haciendo que toda su figura pareciese aun mas liviana.

Entreri reaccionó sin levantar la vista, como si la entrada del drow nunca hubiese tenido lugar.

- Cuando vuelvas con Ilnezhara llevalé su encargo.

Jarlaxle lanzó su sombrero con un sobervió lanzamiento que lo dejó en el colgador junto a su capa multicolor y suspiró teatralmente.

- Buenas tardes, Jarlaxle¿cómo ha sido tu día?.- Dijo el drow sarcasticamente.- Oh, gracias, Artemis, ha estado bien, muchas gracias por preguntar.

Entreri le lanzó la bolsa de cuero, el drow la cogió al vuelo y dejó caer su contenido sobre su propia cama. Siete anillos diferentes cayeron sobre la sábana.

Jarlaxle empezó a examinar las piezas una por una, emitiendo sonidos o bien de desagrado o de satisfacción, finalmente seleccionó una banda y se volvió a su socio.

- Misión cumplida. Y traigo otra maravillosa tarea encargo de nuestras generosas patronas.

- No veo por ninguna parte el pago de nuestras "generosas" patronas.

Puede que los dragones de cobre, siendo de la familia de los dragones metálicos, fuesen por naturaleza de talante benigno, pero dentro de esa verdad, los de cobre eran bromistas, engañosos y codiciosos.

Jarlaxle le guiñó el unico ojo visible por el parche(de modo que el "guiño" perdía mucho), y sacó un pequeño cofrecillo enjoyado que parecía un joyero.

- Por adelantado por el anillo¿son o no son generosas? Aunque debo decir que Tamizkella se resistía a pagar por adelantado.

De las dos hermanas Tamizkella, la mayor, poseía un mayor lado practico y sensato, a diferencia de Ilnezhara, que parecía una versión femenina y dragonil de Jarlaxle.

Jarlaxle abrió el estuche y y ofreció el interior a Entreri, que se incorporó para examinar el pago por el trabajo. Dinero y... un par de anillos indudablemente mágicos.

Malditas dragonas de cobre y maldito drow adicto a los objetos mágicos. Entreri no quería esas estupideces, quería dinero contante y sonante. Bueno, si los objetos resultaban poco útiles siempre podría venderlos.

Mientras se servía, Jarlaxle empezó a hablar sobre el proximo trabajo.

- Nos espera un largo vieje, Ilnezhara y Tamizkella están emocionadas por una exhibición de legendarios objetos antiguos...

- Aja, y supongo que están interesadas en uno de ellos.

Jarlaxle asintió sonriente y cogió el otro anillo.

- Vamos a ir a Sembia. Está un poco lejos pero Ilnezhara nos proveera de un teletransporte muy util hasta Lyrabar para poder coger un barco.

Sembia... Artemis Entreri había visto mucho mundo, de hecho había recorrido la costa de la Espada desde Calimport hasta el Valle del Viento Helado por perseguir a un halfling, y había viajado con Jarlaxle desde Turmish hasta Damara. Con este socio acabaría dando la vuelta al mundo con tanto teletransporte.

- Es una exhibición¿un museo?

- No, un noble pomposo que celebra una fiesta para celebrar que honra al mundo con su propia existencia o algo por el estilo. Será muy divertido.

Fiestas. Entreri examinó el anillo, parecía ser un clasico anillo de protección, algo que siempre era util. Lo guardó y devolvió su atención al tema actual.

- A Sembia entonces¿quién es el noble?

- Un tal lord Ersemian, y nuestro objetivo es el colgante de Elyue.


El colgante de Elyue.

Drizzt Do'Urden examinó el dibujo que le había dado Caderly. Aquel objeto era peligroso y no era buena idea que estuviese en manos de quien quisiese utilizar su poder, mucho menos si se trataba de alguien que había obtenido su posición por medios poco honorables.

El vigilante drow se ajustó la capucha para ocultar su rostro, no le gustaba hacerlo, pero allí, en Sembia, nada sabían de su vida como defensor del Norte y no le cabía duda de que los muy civilizados Sembianos no dudarían en juzgarle por los parametros reservados a todos los elfos oscuros.

Había viajado a Espíritu Elevado con la gran pantera como unica compañera. Caderly le habia recibido con los brazos abiertos, el clerigo era realmente una magnífica persona, juvenil y sabio al mismo tiempo, claro que no se podía esperar otra cosa del Elegido de Deneir, un hombre que había sacrificado su juventud y su vida para construir la magnífica catedral y después practicamente había renacido, rejuveneciendo nuevamente.

Habían hablado largo y tendido, Drizzt había viajado a la catedral no solo para visitar a su viejo amigo, sino para buscar una paz que le resultaba dificil de alcanzar.

Después de la dura guerra contra los orcos, después de tanto caos, de tanta lucha y muerte... Todo parecía haber vuelto a la calma, el fin de los orcos, sus amigos a salvo, el norte había superado la terrible guerra contra orcos, trolls y gigantes de la escarcha. Parecía increible que todo hubiese acabado.

Las heridas tardarían mucho en sanar, pero sanarían. Los humanos eran, despues de todo, una raza que se había adaptado a todos los climas y dificultades de todo Faerun y mas alla.

Tras la terrible tormenta había llegado la calma, y en la calma Drizzt había sentido otro tipo de turbulencia.

Drizzt se sentía atrapado y agobiado cuando estaba con otras personas, como si la civilización le estrangulara. Charlar, reir, disfrutar de la compañía vanal de otros, todos los lazos sociales eran como un peso para él... le costaba.

Su relación con Catti-brie no había funcionado, se había desmoronado, deslizándose entre los dedos de ambos, los dos habían cambiado en aquella guerra, creyendose muertos el uno al otro, pero sobre todo, era Drizzt el que había cambiado. Había perdido su equilibrio.

Finalmente Bruenor le había puesto las cosas claras y le había dicho literalmente que estaba harto de verle actuar como un lobo enjaulado, que se marchase a tomar el aire una temporada y regresase cuando dejase de comportase como un crio.

Tras unos meses de vagar sin rumbo había decidido que no podía continuar así, tenía que conseguir un equilibrio en su vida, no podía ir de un extremo a otro. Espíritu Elevado era un lugar tranquilo, en el equilibrio que el elfo oscuro necesitaba encontrar entre civilización y naturaleza, entre el vigilante y el cazador.

Claro que había llegado a aburrirse, finalmente había pedido a Caderly que le dejase ayudarle en lo que necesitara, que quería acción, necesitaba tener la mente ocupada.

Y el clérigo le había hablado del colgante. Hacía meses que había descubierto que el artefacto había sido encontrado en la cripta familiar de los Aestrias por el último descendiente de la familia, aquel objeto era peligroso, ni el mismo Caderly sabía exactamente de su función excepto que había pertenecido a un poderoso dragón seminfernal y solo eso bastaba para despertar dudas.

El amuleto debía ser destruido o bien ser encerrado y que acumulase polvo para el resto de la eternidad, Drizzt estaba allí para asegurarse de que el nuevo dueño no tuviese intención de utilizar el objeto y lo tratase como una reliquia más. Si no era así... bueno, tendría que improvisar.

Había disfrutado del viaje en solitario, en la calma del camino, y tener que volver a la civilización le estaba agobiando. Sobre todo tener que volver a ocultar su herencia como un criminal, o tener que sentir sobre el las miradas recelosas y los comentarios de quienes se percataban de su naturaleza.

Finalmente llegó hasta la mansión del actual dueño del amuleto de Elyue. Donde se encontró con un vaiven incesante de personal y lo que parecían ser los preparativos de una gran fiesta. Ante las dificultades que podía plantear el querer informarse directamente, Drizzt se limitó a pasearse y agudizar el oido entre los parroquianos, siempre se podía confiar en el afan de cotilleo de las personas.

Una fiesta en sociedad con exhibición incluida como museo... el nuevo señor Aestrias, un joven llamado Ersemian había organizado una fiesta para celebrar su puesto como nuevo señor de la casa y sus tierras. Por no hablar de su pomposo deseo de alardear de los múltiples objetos recuperados del antiguo mausoleo familiar.

Perturbar las tumbas de su propia familia... Drizzt se sintió asqueado. ¿Y hacía alguien algo al respecto? No, a nadie le importaba el descanso de los muertos, aquel hombre había profanado tumbas ante las narices de todos pero nadie hacía nada, es mas, lo celebraban con el infractor.

Acostumbrado a la vida mas rural del Norte, a los que los sureños llamaban salvajes, Drizzt encontraba aquel juego de poder y riquezas demasiado similar a Menzoberranzan. La apariencia bastaba, el resto se podía obviar con dinero o amenazas.

Una fiesta... sería una buena oportunidad de saber si Ersemian Aestrias sabía del valor del colgante o si, con un poco de suerte, lo dejaría eternamente en una balda.


No tenía suerte. Artemis Entreri miró por la ventana del carruaje con mohin disgustado, había esperado colarse en la mansión de los Aestrias y robar el colgante desfiando trampas y guardias al viejo estilo de los ladrones.

Pero entonces Jarlaxle se había enterado de lo de la fiesta, y por supuesto el social drow no había perdido ni un segundo en pasearse por toda la ciudad de Yhaunn utilizando todo su encanto para convertir su raza en algo positivo para la aburrida clase alta sembiana.

Y en dos días había aparecido en la habitación de la posada con dos entradas para la fiesta. Dos malditas invitaciones.

Y allí estaban. Jarlaxle había inventado toda una historia en torno a su persona y la había promulgado a los cuatro vientos para poder ir a la fiesta con toda tranquilidad. Entreri observó la ropa que Jarlaxle le había conseguido para ir a la fiesta. El drow se había divertido de lo lindo enseñándole la ropa, a la moda de los nobles locales, medias blancas, zapatos de charol, pantalones ajustados, chaquetas a media caña y un ridículo pañuelo abombado en el cuello. Al menos había tenido el buen tino de elegirlo en color azul oscuro. Jarlaxle por supuesto se había comprado el traje mas estrafalario posible, lleno de ribetes y lazadas, además de colores intensos y llamativos.

Pero Entreri sabía apreciar el hecho de que, teniendo todas las miradas puestas en el drow, nadie se fijaría en el humano, él. Y tenía que admitir, que el conjurnto encarnado de Jarlaxle unido a su sombrero, su parche y su bastón de cabeza de hurón enjoyado, era realmente provocador a la par que perfecto para la personalidad del pícaro. No le cabía duda de que en la fiesta camparía a sus anchas. Parecía un pirata de altos vuelos.

Súbitamente la imagen de Jarlaxle de esa guisa dando saltos por un mastil sable en mano se le antojaba perfecta.

- Amigo mío, me agrada ver que puedes sonreir sin que te duela la cara pero me heriría pensar que te ries mirándome.- Comentó Jarlaxle sentado frente a él.

Entreri se permitió desconcertar aun más a su socio, sonriendo de modo mas abierto.

- Se cual es el complemento perfecto del que careces.

- ¿De veras? Ignoraba que en fondo fueses un alma sensible a la moda y sus delicados complementos¿qué más me hace falta?

- Un animalillo que se parece tanto a ti que podríais ser hermanos.

Aquello intrigó a Jarlaxle, que se inclinó atento y sorprendido.

- Una cotorra.- Aclaró Entreri.

El drow no reaccionó, limitándose a mostrar una expresión curiosa. Entreri comprendió que era poco probable que Jarlaxle supiese lo que era una cotorra o un loro. Despues de todo eran aves muy raras en Faerun, mas propias de climas tropicales. Pero su importación como mascotas o familiares para magos era muy lucrativa.

- Es un pájaro muy amistoso capaz de imitar el habla común, de hecho lo hacen sin parar. Y son de colores llamativos.

- Si se parecen tanto a mi también deben ser encantadores, inteligentes, astutos, agiles, hermosos...

Entreri lamentó profundamente haber sacado el tema pues el resto del viaje Jarlaxle hizo una imitación perfecta de la cotorra hablando sin parar de lo fascinantes que le parecían los animales de la superficie y su intención de adquirir una cotorra...


Drizzt encontró facil colarse en la fiesta, había un auténtico trajin de gente vestida de las formas mas rimbombantes. Algunos vestidos eran tan extravagantes que parecían disfraces. Entre la multitud demasiado ocupada presumiendo, Drizzt había aprovechado la fiesta en el jardín para esconderse entre los setos.

Se sentía ridículo ocultándose de ese modo, pero no había opción, y no se sentía capaz de tener que sonreir y saludar como una atracción de feria. La paciencia y comprensión que había mantenido desde que había escapado de la infraoscuridad tenía un límite.

Pasadas un par de horas observando los hipócritas tejemanejes de la alta sociedad la fiesta se trasladó al interior de la mansión tras unas pomoposas palabras de bienvenida de Ersemian Aestras.

Según los comentarios que Drizzt había oido por la ciudad, Ersemian era muchas cosas, rico, joven, guapo, ambicioso, dinámico... después de oirle hablar Drizzt le había calificado con un nuevo epíteto, imbecil prepotente.

La exposición de objetos que Ersemian había obtenido con la profanación estaba dentro, naturalmente. Drizzt suspiró y esperó pacientemente a una oportunidad para entrar sin que la gente se fijase demasiado en él.

No fue facil pero Drizzt esperó el momento, una joven dama, fea como si tuviese ascendencia de troll, pero heredera de una gran fortuna, rodeada de una corte de buscafortunas revoloteando a su alrededor. Drizzt se mezcló rapidamente en el enjambre que era la comitiva y entró en la mansión.

El enorme salón estaba totalmente recargado, claro que estaba a juego con los invitados. Y aun no veía la exposición por ninguna parte, probablemente el sobervio patán quería reservarlo para e final. Una mala idea, pues Drizzt sospechaba que para entonces la mitad de los invitados estaría borracho o buscando una habitación en la que retozar.

El vigilante suspiró y se refugió en una esquina donde había menos iluminación, de haberlo sabido habría entrado en la masión por medios mas furtivos y mucho mas tarde.

Mejor sería esconderse en alguna habitación y aguardar allí. Aquella agrupación de gente le estaba mareando. Nunca había sido amigo de las multitudes pero ahora... ahora le daba la impresión de estar ahogándose. Estaba furiososo, aquella era la razón por la que se había marchado lejos, no podía controlar aquella furia, aquel enfado ante la injusticia, ante la actitud de los demás, combinado con la sensación de aprisionamiento.

Se dirigió hacia las escaleras y en ese momento sintió un filo en la espalda, hincado.

- Me parece que no he visto su invitación.

Drizzt se volvió lentamente y en ese momento otros dos guardias le rodearon. Inmediatamente Drizzt tuvo el filo de una espada corta en el cuello. Aquellos no eran guardias comunes, eran matones, escoria asesina contratada por Ersemian, que era demasiado bajo para tener siquiera decendia entre sus guardias.

- Un drow.- Gruñó uno, sorprendido, ocultando su miedo con odio.- Y juraría que este no tiene invitación.

¿Este¿Había otro drow?

- Ni siquiera viste para la ocasión. Bien, amigo, ven con nosotros, no querríamos ensuciar estas alfombras con tu sucia sangre.

Gusanos de alcantarilla, aquellos matones asesinos le despreciaban, podían matarle allí mismo y nadie alzaría una mano. Nadie haría nada, podían disponer de su cadaver tirandolo por la puerta de atrás y las autoridades aplaudirían la muerte de un elfo oscuro a manos del maravillosamente rico Ersemian.

Drizzt movió las manos con todo disimulo hacía sus cimitarras ocultas por la capa. Podía acabar sin problemas con ellos...

- ¡Drizzt! Por fín te encuentro.

Los guardias y el vigilante dirigieron la vista, todos con idéntica sorpresa, al invitado que acababa de saludar.

Nota de la autora: Y ya llegó el primer capítulo, espero que este fanfic os guste tanto como a mi me gusta escribirlo. Agradezco los reviews recibidos en el otro fanfic y en mi blog, siempre animan. Hay dos votaciones a favor de Drizzt/Entreri con posibilidad Drizzt/Entreri/Jarlaxle así que... ¡oigo y obedezco!