Este fic lo comencé hace algún tiempo, no me había decidido a traerlo acá, porque no existe la categoría del libro
de Battle Royale como tal; los que saben la historia, conocen que ésta novela de Koushun Takami, es el antecedente
original de lo que conocemos como "Los juegos del hambre".
Hay quien dice (yo me incluyo casi) que más que antecedente, es la versión original y que la linda Colins cometió
casi casi un plagio...
A fin de no plagiar, esta historia se incluye en el universo de BR, creado para manga, novela y película... todos muy recomendables.
Espero se queden a leer esta historia, a sabiendas que aunque los personajes son míos, la idea y formato general son de Koushun Takami,
no recibo nada a cambio de esta historia ni espero hacerlo y la he escrito sólo con los fines de divertirme y divertirlos.
Saludos!
-El Doctor Fuyeryu, señor. –Exclamó el soldado tras hacer un saludo marcial frente a su escritorio de madera tallada y molduras doradas, él asintió y sonrió ampliamente, se reclinó en su asiento y hasta levantó las piernas un poco en el movimiento, para ponerse cómodo y recibirlo con ese aire de divertida, perversa y aterradora confianza que le decían poseía; quizá era más bien, que él conocía el poder, lo ostentaba y lo gozaba enormemente.
Adoraba tener que hacer esas cosas, había un placer enorme en aquellas acciones, todo un año de trabajo sólo podía verse compensado con momentos como este, pequeños, esporádicos, pero deliciosos; era un hombre decidido, más que eso, era un hombre atrevido. Si había que humillar o vejar a alguien, lo haría, porque el sistema necesitaba de esas cosas, el sistema, para sustentarse, necesita rocas sobre las cuales apoyarse, rocas qué pisar, rocas qué triturar; creía fervientemente en que para lograr un buen sistema de gobierno, mejor aún, para tener una nación poderosa, próspera, se necesitaba una mano dura, fuerte, de hierro. Si había que matar lo haría, porque además no había placer más delicioso que saberse en posición de quitar o dar la vida.
Kamui Fuyeryu entró en la habitación con la seguridad que lo caracterizó siempre, en diez años de conocerlo, siempre había sido aquella su postura, su forma de ser: serio, seguro, arrobadoramente confiado, con una sonrisa presta siempre a brotar en los labios y una palabra amable para todo el mundo; era un hombre que rozaba escasamente los cincuenta años, experto sociólogo, historiador y crítico, pero sobre todo miembro activo del equipo gubernamental a cargo de la organización, realización y análisis del operativo conocido como "El programa". Fuyeryu era un hombre resuelto y discreto, efectivo en su trabajo, pero sobre todo comprometido con él, jamás habían tenido una queja de aquel hombre, jamás habían tenido que ver en sus ojos castaños y de cejas pobladas, una evidencia de nerviosismo, mentira o irresponsabilidad. Hasta ahora, porque hasta los mejores caen bajo determinado peso.
-Fuyeryu, buenas tardes… ¿cómo va todo? –Preguntó ofreciéndole un cigarrillo, él se negó educadamente, sonriendo de lado y acomodándose el pantalón con un movimiento estilizado y suave; estaba tan tranquilo, tan cómodo, pronto dejaría de estarlo, pronto iba a sufrir todo el peso de la trampa que se cernía sobre su cabeza, una trampa deliciosamente dolorosa.
-Excelente, estamos en tiempo y forma para que todo salga a pedir de boca, ya hemos terminado con las deducciones requeridas de este año, con base en terreno, ambiente y equipamiento y ya tuvimos noticias del desalojo de la zona. –Exclamó acompasadamente, con un aire de solidez que le causó bastante risa a Kamon, si supieras lo que te espera, Kamui, si lo supieras. –Todo está listo para mañana.
-Eso me alegra… sobre todo porque ya tenemos al ganador del sorteo. –Con cierto tono divertido en la última palabra, Kamon miró hacia el rincón de su escritorio, un sobre blanco sellado pareció brillar bajo la luz de las lámparas sobre ellos, el doctor casi frunció el ceño con curiosidad, con una abrasiva curiosidad. –En este mismo instante, se está llevando a cabo la última de las fases previas. –Lo notó, notó el aire de inquietud oculto en la mirada franca y resuelta, pero no dijo nada y se limitó a llevarse el cigarrillo a los labios; una vez que lo encendió y dio una bocanada, se volvió meciéndose en su asiento acolchado, Fuyeryu le miraba con tranquilidad. –Doctor Fuyeryu, ¿sabe usted que cada año realizamos revisiones exhaustivas en la vida de nuestros trabajadores de más confianza?
-Sí, lo sé… yo mismo proporciono al equipo de revisión información sobre mi personal más cercano. –Aceptó inclinando un poco la cabeza, con una sonrisa de franqueza que podría haber noqueado a cualquiera no a mí, Kamui.
-Excelente, eso me habían dicho, sí… eres de nuestros hombres más cercanos y además, de los más importantes para nuestro trabajo… de no ser por ti mucho de lo que hacemos acá no tendría significado. –Kamon quería tenerlo en la palma de su mano, quería cerciorarse de que cada estocada futura fuera lo más dolorosa y fulminante posible; pero Fuyeryu no era tonto y debía estar sospechando, porque reaccionó con una sonrisa mucho más amplia que de costumbre, una sonrisa que buscaba una base en la cual sustentarse con desesperación.
-No es para tanto, hago mi trabajo, todos aquí hacemos la parte que nos toca, señor. –Esa palabra final había sido del todo una evidencia de que había descubierto todo, sabía que había una trampa sobre él, pendiendo amenazadora, pero era tarde, jamás podría escapar de esta garra mortífera.
-Sí, la parte que nos toca… ¿tienes hijos, Fuyeryu? –Se desbordó repentinamente, de sus ojos se desbordó el pavor, Kamon amaba ver eso y lo disfrutó como se disfruta un fruto dulce y jugoso, mordiéndolo hasta destrozarle con goce; Kamui Fuyeryu recuperó la compostura casi de inmediato y afirmó con toda la ternura de los padres amorosos, con esa sonrisa tierna y acaramelada de los que imaginan a sus hijos arropados en una cama cómoda y segura.
-Sí, tengo cuatro. –El pecho se le infló, estaba orgulloso de sus muchachos, Kamon lo sabía, se notaba en cada paso, sólo aquel que está orgulloso de sus hijos anda por el mundo como si trajera bolas de boliche en los calzoncillos y le gustara; la sonrisa se le amplió, la mirada de Kamon lo alentó a seguir hablando, a decir un poco más, como si estuviera frente a otro padre amoroso. –El mayor es Ito, Sasuke, mi hija Yoshino y el más pequeño, Hideki… él tiene cinco años.
-Sin duda alguna aprovechas muy bien las comodidades que te brinda el sueldo que te pagamos, Fuyeryu… hoy ya nadie pensaría en tener más de dos hijos… y además, por ser del gobierno, te has saltado la ley de los tres hijos. –Kamui asintió emocionado, estaba resbalando sin saberlo, estaba precipitándose fuertemente dentro de la trampa, Kamon lo tenía justo donde quería; dio otra fumada a su cigarrillo y aspiró con energía, con placer, el saborcillo amargo del tabaco le impregnó la lengua y la sonrisa le salió con más presteza y seguridad. -¿Cómo es que los tres mayores, están en el mismo grado, son acaso trillizos? –Otra vez el pavor, el brillito indeciso del miedo volvió a asomarse a los ojos de Kamui y esta vez incluso las manos le delataron, donde antes estaban extendidas con tranquilidad, ahora había dos puños firmes, temblorosos de rabia o de terror.
-No… no es así… Ito, Ito se volvió muy rebelde hace un tiempo y mi mujer y yo creímos que era mejor enviarlo con mi suegro… en el campo, los jóvenes aprenden a comportarse mejor… mi suegro es un hombre duro y puede hacer más que yo que trabajo todo el tiempo. –Exclamó entre apresurado y convencido, Kamon asintió como si alcanzara a comprender todo lo que le explicaba en el campo los hombres se vuelven más fuertes… sabes bien que la isla donde se ha desarrollado "El programa" en sus últimas emisiones está más que nada ocupada por agricultores.
-Por supuesto, tienes razón… en el campo, los jóvenes se vuelven mejores, más fuertes… y resistentes. –Kamon lo miró con una media sonrisa, Fuyeryu lo supo, aquello era una trampa, entonces no le quedó más que seguir el juego, era muy tarde para echar atrás, para intentar escapar de esas garras, ya se estaba despeñando y no le quedaba más que estar atento a recibir el golpe. -¿Qué me dices de Sasuke?... ¿también es un rebelde sin causa?
-No…Sasuke es un chico bueno, pero estuvo enfermo, en cama largo tiempo y perdió por ello un año de escuela. –Ni él mismo se creía ya la historia que había inventado, años atrás él y Sakura su mujer, habían ideado aquel plan absurdo para preparar a sus hijos; el secreto que conllevaba su trabajo le había impedido decirles todo a sus dos hijos mayores, pero no había impedido que los dos se las ingeniaran para prepararlos en caso de necesidad.
Primero había sido Ito, nada más terminar el octavo grado, le habían enviado a la granja del abuelo so pretexto de conocer el lugar y vacacionar, poco a poco fueron alargando su estancia, hasta que al año siguiente aprovechándose de un grave caso de sarampión que postró a Sasuke en cama, lo enviaron también al campo; dos años para Ito, un año para Sasuke, el abuelo fue astuto y se aseguró de que los muchachos vieran a lo que se enfrentaban, los plantó ante el televisor para que vieran los reportes de "El programa" que aparecían esporádicamente y con miradas, les dio a entender que a eso se tendrían que atener si tenían mala suerte. Kamui había visto estadísticas, era mucho más probable que salieran sorteadas las escuelas de las zonas más pobladas, que las de las regiones pobres y alejadas, por eso mandó a Sakura con sus dos hijos menores, Yoshino y Hideki hasta aquella zona marginada de Sapporo y tiempo después a sus dos hijos mayores. Era casi un plan perfecto.
-Una forma muy interesante de proteger a tus hijos, Kamui Fuyeryu… mandarlos al campo a aprender a sobrevivir solos y luego, ponerlos a los tres en el noveno grado, como esperando que por suerte, ese año la escuela en la que estudian no salga sorteada… -Kamui le miraba ya con el ceño fruncido, aquellas palabras eran una amenaza, le habían descubierto, sabían que había roto las reglas y había preparado todo para que sus hijos estuvieran a salvo; pero aún quedaba una duda, lo veía en la sonrisa insatisfecha de Kamon. -… pero… sigo sin entenderlo, mandaste a tus dos hijos mayores al campo, los preparaste, hiciste que perdieran escuela para esto… ¿y dejas a tu hija sin más protección que la ignorancia de lo que sucede?
Kamui se quedó callado, no tenía intensiones de revelar sus pensamientos más profundos, mucho menos de decir sus planes o sus afectos para con cada uno de sus hijos; lo habían descubierto, conocía lo que ocurriría ahora, pasaba siempre con los padres a los que se les informaba que sus hijos habían salido sorteados. Kamon aparecía en la puerta de la casa con su sonrisa libidinosa, avisando a un par de pobres y aterrorizados padres que su hijo quizá no volvería jamás, que su hijo iba a morir a manos de un amigo, de un compañero rabioso o de un enemigo entusiasmado; había que escuchar esas palabras con entusiasmo, agradecer dando de palmadas que el gobierno fuera tan misericordioso para elegirle a uno en la larga lista de los muertos para fundar el buen gobierno, había que tragarse la rabia y la desesperación y asentir con estoicismo, mientras por dentro el odio y el dolor se fusionaban para no dejarlo a uno respirar más.
No todos lo hacían, pocos soportaban esa noticia y eran más los padres que caían al piso con una bala entre los ojos, que los que asentían tristemente y lo despedían con un apretón de manos extraviado, recibiendo los deseos de buena suerte y diciendo que esperarían con calma noticias de sus muchachos; recordaba la lista interminable también de madres, hermanas, tías, incluso abuelas, que habían soltado un alarido y una agresión violenta ante la noticia y habían acabado abiertas de piernas tan abusadas y ultrajadas que no podían recordar el motivo de su castigo por horas, días o semanas. Él había querido ahorrarle eso a Sakura, había querido protegerla a ella y a sus hijos, quería ser de los afortunados que tenían que mirar el reporte de "El programa" en el televisor, con los labios apretados sobre una sonrisa de agradecimiento, porque mueren los hijos de alguien más y no los propios.
-Debo suponer entonces que prefieres a los hijos varones… sí, muchos padres son así. –Kamon se puso de pie y caminó por la oficina sin mirar mucho al doctor Fuyeryu, que se miraba las manos con gesto de enorme impotencia. -¿Sabes?, es una pena… tu hija es bastante bonita, supongo que muy parecida a su madre… aunque en efecto, con muchos rasgos tuyos, sé de buena fuente que es una de las mejores de su clase y además toda una talentosa bailarina… una pena que no la consideres como a tus hijos, mira que darles herramientas para sobrevivir a ellos y a ella dejarla a su suerte.
-Es la que más se parece a mí. –Confesó Kamui sin alzar la mirada, apretando los dedos como si estuviera sujetándose a una barra de acero y fuera su única salvación de una larga y horrorosa caída; intentaba convencerse a sí mismo, intentaba pensar que había protegido a Yoshino como podía, regalándole libros, inscribiéndola a clases, charlando con ella y revisando el desarrollo de una personalidad fuerte, decidida y a veces, sin saber por qué, incluso fría.
-Oh… entonces ¿es en la que más confías? –Kamon rió por todo lo alto y Fuyeryu deseó darle un golpe en la garganta para ahogarle la risa dentro, para que se la tragara y se ahogara con ella o para que se le pudriera en el interior. –Muy astuto… muy astuto, pero muy triste… sigue siéndome muy extraño que los prepararas a todos menos a ella, me pregunto qué pensaría de ser seleccionada y descubrir que les diste a sus otros dos hermanos herramientas para sobrevivir, mientras que a ella la dejaste sin nada… absolutamente sin nada.
-Si Dios es benevolente, Yoshino no tendrá que estar ahí. –Aseguro Fuyeryu, era esa la misma respuesta que había dado antes a Sakura, era la misma razón que se decía todos los días al despertar, confiaba en eso, confiaba en esa verdad, su hija no podía ser la seleccionada simplemente porque tenía suerte, era talentosa, era hermosa y porque Dios no podía dejarla desamparada; Dios cuida de sus criaturas y él sabía que su familia estaría siempre a salvo sólo por esa verdad absoluta.
-Dios… he escuchado eso tantas veces, Kamui… tantas. –Kamon se volvió a mirarlo fijamente, no retiraba la sonrisa de sus labios, por el contrario la extendía y saboreaba. -¿Sabes lo que se les hace a los que nos juegan trampas como la tuya, Kamui? –El sudor helado perló la frente de Fuyeryu y tuvo que asentir sólo por mera reacción física, Kamon fue hasta su escritorio nuevamente, abrió un cajón inferior y sacó una bolsa, una bolsa de lona oscura que parecía contener algo pequeño y frágil; cuando cayó sobre el escritorio Kamui palideció como si fuera a desmayarse, el sonido de aquello al caer le causó una viva impresión y Kamon casi podía ver el latir de la vena en su sien. –Hideki… no me contaste nada de él.
-É-él… él tiene sólo cinco años. –Los ojos de Fuyeryu estaban fijos en la bolsa, fijos y congelados, el contenido se había desparramado por la superficie de madera, parecía haberse acomodado plácidamente, como si dentro hubiera un cachorro delgado y cansado.
-Sólo cinco años, unos enormes ojos negros y unas prodigiosas manos para el piano… ¿no es así, Kamui? –Le pareció estarlo escuchando, hacía sólo un año que Ito había traído a casa a un amigo que tocaba el piano, el muchacho había aceptado tocar un réquiem para que Yoshino lo oyera y Hideki, entusiasmado, había pedido tomar clases al día siguiente; un año había bastado para reconocer que el chico era un prodigio, tenía los dedos hábiles y resueltos, tenía el oído perfecto, tenía…
-Sólo cinco años. –Murmuró sintiendo que el llanto se le venía a los ojos, tendiendo la mano hacia la bolsa sin atreverse sin embargo a tocarla, tocarla habría sido aceptarlo, habría sido entender la verdad.
-Y sólo tiene cinco dedos, también. –Kamon sonreía, Kamon era todo felicidad y éxito; Kamui tomó la bolsa sin atreverse a abrirla, no podía mirar el contenido, no tenía siquiera que hacerlo, sabía qué había dentro y el corazón se le ahogaba en pena, su pequeño hijo había pagado su estúpido intento de proteger a los otros dos, de proteger a los otros tres, a todos; el llanto le impidió hablar, porque no quería que Kamon lo viera y tenía que tragárselo, entonces el hombre fue por el sobre y se plantó delante suyo.
-Dios es clemente… él ayuda a los que se ayudan. –Murmuró sintiendo entre los dedos los pequeños deditos de su hijo menor, mientras el nudo en la garganta parecía más bien una bola de espinas carcomiéndolo; en su mente repetía aquella sentencia, quería creer que Dios era así en verdad y que él sólo había hecho lo que cualquier otro padre con esas posibilidades, quería creer que perder una mano era mejor que perder la vida.
-Sí… Dios es clemente… -Kamon tomó el sobre en que aparecía el nombre de la escuela ganadora del sorteo, lo abrió y dejó caer la nota sobre el escritorio frente al rostro del doctor Fuyeryu, que había perdido toda serenidad, seguridad y fuerza, que estaba del todo destrozado ante la idea de su pequeño hijo sin dedos para seguir sus sueños y temblaba presa de un llanto desgarrador; se volvió y miró la hoja, no pudo sino desorbitar los ojos "Clase A, Colegio Jigoku Haka, Sapporo". -…quién sabe si ellos también lo sean.
Que comience el juego
