Título: Heridas ocultas del pasado.
Advertencias: Shonen-ai.
Notas del la Autora: Tengo esta idea en mi mente desde que tengo 12 años, y teniendo en cuenta que actualmente tengo 16, es un logro que por fin la haya escrito, aunque el SaiGaa es nuevo, eso si que no lo tenía en mis planes hace 4 años. Espero recibir reviews con ayuda para mejorar la redacción y mis ideas... y no nos olvidemos de que, si tardo en actualizar, bombardeenme con reviews e insultos, lol. Espero que la idea del SaiGaa no quede desubicada en la historia, lo encajaré lo mejor que pueda, lo prometo.


Prólogo.

Un grupo de hombres se encontraban frente a lo que era un templo abandonado, o eso se deducía al contemplar las grietas en las paredes y las ventanas carentes de vidrio, por lo que el brutal invierno era invitado a entrar y recorrer cada uno de los escondites. Se saludaron entre sí con recelo y siguieron al líder del grupo, un individuo tosco y ambicioso que aún así era de naturaleza confiable.

Hayumo, pues ese era su nombre, había ascendido al poder como líder luego de la muerte de Kaeta, una anciana que tenía como único objetivo la paz con sus vecinos y la armonía en la Aldea que gobernaba. Pero no era suficiente, la Aldea Takumi solía sufrir últimamente constantes invasiones de aquellos que deseaban apoderarse de sus armas y, al no tener aliados por ser casi invisible ante los demás, la idea de adquirir más poder y ser reconocidos se iba alimentando en el interior de los ciudadanos. Por eso mismo, aquella noche donde los hombres guardaban sus manos para protegerlas del frío y entrecerraban sus ojos por el viento, Hayumo los hizo pasar con un gesto de amabilidad. Discutirían asuntos propios del país y averiguarían como conseguir aquello que tanto deseaban.

Cuando al fin todos los hombres estuvieron dentro, Hayumo los guió hasta el sótano. Para cuando terminaron, el lugar recobró una viveza escondida y los ojos sorprendidos de los invitados le dieron el mérito que necesitaba.

La reunión comenzó al instante que todos se sentaron en sus respectivos asientos. Uno de los hombres, se barba escasa y ojos castaños, tosió para llamar la atención de los reunidos.

—Hemos decidido el futuro de la Aldea… —Un silencio hizo presencia durante unos segundos—Secuestraremos al Kazekage e invadiremos Suna.

Las protestas no se hicieron esperar luego de un segundo de silencio, estallaron las dudas, los susurros molestos y otros, simplemente, le gritaban al hombre de la idea.

—¡Es imposible! ¡Estamos hablando del ex jinchuuriki portador del Shukaku! Aunque ya no se encuentra dentro de él, sigue siendo igual de peligroso por las alianzas que mantiene con Konoha —Dijo al fin uno de ellos cuando los demás decidieron cerrar la boca.

—Por eso mismo le tenderemos un cebo. Primero debemos quitarnos al Kazekage y sus hermanos de encima. Los mandaremos lejos de Suna para que no puedan enterarse los sucesos que irán ocurriendo, y se llegan a enterar, tardarán demasiado y nos darán tiempo de continuar con lo que iniciamos…

—Bien —Respondió con sarcasmo y un tono irritable—. ¿Y para cuando vuelva? Aunque "sea demasiado tarde" no dudará en pelear por su Villa.

—Eso es fácil… —Sonrió de lado agachando la mirada—. No volverá… —Sonrió y todos, aunque sorprendidos, vacilaron antes de aceptar. Era un riesgo enfrentarse nuevamente a Suna luego de cuatro años, pues la última vez que habían ido, su presencia no había sido grata.

—Pero…

—¡Basta! —Habló por primera vez Hayumo con las primeras muestras de impaciencia, golpeó con el puño la mesa y las botellas de sake temblaron al compás—Hemos estado viviendo en la sombra de otros durante tanto tiempo, ¿Y todo por qué? ¡Por miedo! Somos lo suficientemente fuertes luego de haber luchado tanto tiempo. Pero no se trata solamente de fuerza física, ¡La fuerza interior es la más importante! ¡Si juntamos toda nuestra fe, vamos a poder vencer todo obstáculo que se nos presente! ¡Somos un país! ¡No un simple territorio perdido! —Sus ojos se desviaron a su alrededor viendo como sus palabras cobraban fuerza en el interior de los hombres—. Si no nos arriesgamos, no seremos capaces de caminar con la frente en alto. Si no es por nosotros, lo haremos por nuestros hijos, nuestras esposas… por nuestro honor.

Suficiente. Esas palabras bastaron para inflar el orgullo de los hombres y alzaron su copa de sake en nombre de su líder, convencidos de que la victoria estaba escrita en su camino. Y Hayuno les sonrió a todos, orgulloso del impacto que siempre solían tener sus palabras.


Un ave abrió sus alas al mismo tiempo que el Kazekage de Suna bostezaba cansado por el papeleo que, sobre su escritorio, se había encargado de prohibirle dormir. Aún quedaba la mitad de lo que había recibido la noche anterior, y esperaba que Baki no entrara por la puerta con otra pila de más. No obstante, quien entró no llevaba consigo papeles sin importancia, sino un rostro preocupado como adorno en su rostro.

—¡Kazekage-sama! Temari-san ha llegado de la misión, pero ha sido atacada, se niega a que le ayuden… —Explicó apresuradamente el shinobi—, pero ha atrapado al causante; por favor, sígame.

El pelirrojo miró un tanto sorprendido al hombre que acababa de llegar, pero no tardó en seguirlo luego de haber asentido en su cabeza. Sus pasos provocaban tal eco que se preguntó interiormente si realmente había alguien allí, no obstante, recordó que era demasiado temprano y solo él se dedicaba esos tiempos en silencio al amanecer. Desde la ventana se veía el tono azulado y anaranjado que se mezclaban paulatinamente y una mezcla de soledad se apoderó de su cuerpo… Aunque no lograba saber el porqué.

—Por aquí… —Aquella voz grave sacudió sus pensamientos, pero continuó sin hablar, pues no era una persona de característica conversadora, y mucho menos simpática. Era una suerte que la situación ameritara silencio y seriedad, ya que de lo contrario, no hubiera podido manejarla.

Una vez que llegaron a donde se encontraba Temari, Gaara dio un rápido vistazo a la habitación hasta que sus ojos se encontraron con los de su hermana. Su vista se desvió hacia su cabello, desarreglado y sin las coletas que siempre llevaba como parte de su vestimenta y segundos más tarde hacia su ropa, la cual se encontraba desgarrada y sucia; definitivamente su oponente había sido difícil de combatir. Pese a todo, en ningún momento demostró cansancio e incluso tosió para llamar la atención de los presentes. Había estado sentada en la camilla donde la habían obligado a descansar, pero se puso de pie para acercarse a su hermano.

—No, siéntate… —Le obligó en un tono neutral—. ¿Qué ha pasado exactamente?

La joven le hizo un gesto con la mano al ninja que había acompañado a Gaara y solo cuando éste se marchó prosiguió a explicarle.

—La misión, sin duda alguna, ha sido un éxito —Sonrió con arrogancia—, sin embargo, mientras viajaba hacia aquí aparecieron tres hombres que no dudaron en ponerse estratégicamente a mi alrededor. Acabé con dos de ellos, y hubiera hecho lo mismo con el tercero si… —Se quedó callada guardando sus palabras y su rostro reflejó incertidumbre. Más que confundida, se notaba preocupada por los recuerdos del anochecer—... Ha mencionado a nuestra madre, Gaara. Lo ha hecho. Me ha dicho que sigue viva y que me mandaba esto… —Acto seguido, sacó de su bolsillo una cadena de oro que se ajustaba a su cuello. Tenía un cristal simple en el centro, y aunque el joven no creía la credibilidad de lo que había sucedido (era técnicamente imposible), Temari tenía sentimientos contrarios—. Este collar era de mamá, lo reconozco… lo reconocería donde fuera. Nunca supe que había sido de él y sin embargo, aquí está. No confié en el ninja que me atacó hasta que me lo mostró.

Seguía sin creerle. La idea de su madre aún viva era absurda, e incluso un tanto atemorizante por lo que aquello significaba. Si estaba viva significaba que más secretos se habían infiltrado en su pasado siendo ahora adornos del presente. Y, aún así, una parte de él latía con violencia por la mínima esperanza de la credibilidad del asunto.

Una madre que había necesitado durante toda su vida en un mundo de soledad. Una mujer que había utilizado a su hijo como arma de Suna; pero por sobre todas las cosas, ella era alguien que nunca había podido demostrarle amor.

Amor. Palabra más carente de sentido jamás había existido en su vida.

—Lo dejé inconsciente —Explicó Temari haciendo caso omiso a los pensamientos de Gaara, pues ella también se había perdido en los suyos—, estará en observación bajo un grupo de ambus y luego podremos hacerlo hablar, no lo dudo—Suspiró abatida y se dejó caer en la camilla cerrando sus ojos instintivamente.

—¿Algo más?

Ella negó con la cabeza y Gaara tomó el pomo de la puerta, girándolo con delicadeza.

—Gaara…

La voz de su hermana le sorprendió, no obstante se detuvo, aunque sin voltearse.

—¿Le crees?

—No—Y cerró la puerta al irse, dejando descansar a la joven que, con tristeza, se acurrucaba a un lado de la cama.

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Hacía tiempo que no recordaba el insomnio. O por lo menos eso pensó cuando, siendo las 2 de la mañana, no lograba descansar por más de tres minutos. Daba vueltas en la cama sin siquiera estar cansado; miraba para la derecha y luego a la izquierda, y es que estaba demasiado ocupado pensando las posibilidades que tendría más tarde de descubrir algo. Cada vez que intentaba cerrar los ojos la escena de Temari, aquel hombre desconocido y él se hacían presentes. Si bien no era mejor amigo de su hermano, hubiera preferido que éste estuviera, y no haciendo de escolta en Konoha con su nueva noviecita… ¿Tenten se llamaba? Si, algo así. Esperaba que la carta que había escrito antes de decidir dormir no tardara en llegarle.

—¡Gaara, abre la puerta! —Parece que no había sido el único con dificultades para dormir.

Se puso de pie tomando la primer remera que encontró, abrió la puerta y Temari tomó la empatía de su rostro como saludo. Esperó que ella hablara.

—Ha despertado, no perdamos más tiempo.

No faltó más que decir, sin siquiera cambiarse se colocó las sandalias ninja y siguió a Temari. Mientras caminaban, notó cierta tensión en el rostro de su hermana, pese que en otro momento hubiera mantenido la boca cerrada por falta de interés, esta vez decidió que lo mejor era comenzar a hablar e indagar un poco más.

—Dime que estuvo pasando…—La chica desaceleró el paso confundida por ese cambio leve en la personalidad del menor.

—Se llama Tzenle, aunque éste no es más que un apodo según hemos averiguado, ni él mismo sabe su verdadero nombre por lo que debe ser una especie de Anbu, supongo —Dobló hacia la izquierda, de vez en cuando miraba a los costados con el ceño fruncido—. No ha querido decirnos nada… —Se detuvo en seco y volteó a ver a su hermano menor—, ha dicho que quiere que estés presente.

No se inmutó, Gaara asintió con la cabeza y continuó caminando al lado de su hermana hasta que al fin llegaron.

El cuarto, de matiz oscuro y un tanto siniestro, había sido creado para interrogatorios de ese estilo. En el centro de éste se encontraba Tzenle, que con su piel oscura y rasgos duros, dejaba entrever una sonrisa sarcástica en su rostro y solo se dignó a levantar la vista cuando Gaara avanzó hacia él. Observándole con desprecio, el menor de los hermanos de la arena fijó su atención en la bandana que se encontraba sujeta a su frente y frunció el ceño, no era nada más ni menos que perteneciente a la Aldea Takumi, famosa por sus armas pero aún más recordable por aquel día en el cual intentó secuestrarlo a él para revivir a su viejo líder. Se preguntó interiormente, casi con ironía, qué ser estúpido volvería a Suna luego de lo que había sucedido en el pasado y, tras aquel breve silencio por haber pensado eso, habló:

—¿Quién te ha mandado?

Porque era obvio que había sido enviado por superiores y, desde el principio, su objetivo no había sido ni por un momento asesinar a Temari, sino al contrario, entrar en Suna y… ¿Y qué? Exacto.

Tzenle rió por lo bajo y sus ojos no demostraron miedo en ningún momento, no obstante, Gaara continuó sin hablar y esperó por una respuesta.

—¿Te suena quizás el nombre de… Karura?

Y si antes el rostro del Kazekage no había demostrado emociones, esta vez se encontró adornado de sorpresa y Temari, con el rostro expresando el mismo sentimiento de su hermano menor, tomó con fuerza su abanico, sin importarle siquiera el espacio pequeño o que éste terminara muerto antes de seguir hablando.

—Temari, tranquilízate —Susurró el menor y luego fijó nuevamente su vista en quien tenía adelante—. Si, conozco ese nombre. Pero aún no has respondido mi pregunta.

No era posible.

—Te equivocas, si lo he hecho —Volvió a reír—. Quien me ha enviado ha sido tu madre, Kazekage-sama. Me ha enviado a mí junto con mis colegas a decirte que te espera dentro de dos semanas en el puente del Sol(1). No tardes —Sin tiempo a reaccionar, una explosión se escuchó fuera del cuarto y, cuando los ninjas aparecieron preocupados por la salud de Temari y Gaara, se encontraron con la Arena de éste último, protegiéndole a él y a la konoichi, mientras que la sangre del cuerpo invadía la habitación.

No se tardó en entender que su cuerpo tenía sellos explosivos que reaccionarían ante la información, algo que seguramente se había analizado desde un principio por quién había dirigido las acciones que tomaría el grupo de la Aldea Takumi.

Horas más tarde, Gaara se encontraba discutiendo con su hermana acerca de lo sucedido, mientras ésta insistía en ir, él se encargaba de negar con la cabeza y repetir, hasta el hastío, que no era más que una trampa mal hecha además de patética si creían que caería sobre ella. Pero, como había pensando antes, la idea de su madre viva le daba un vuelco al corazón. Una extraña sensación que había sentido antes, invadía su cuerpo cuando pensaba en la posibilidad de encontrarse con ella y explayar las dudas que había tenido desde niño. Aunque era imposible, ella estaba muerta y no había nada que podría hacer, solo preguntarse por qué ella aparecía dieciséis años más tarde.

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Luego de tres días, Gaara tuvo que afrontar a Temari, ya que su escusa "No haremos nada hasta que llegue Kankuro" ya no servía, pues el nombrado había llegado a mediados de la tarde un poco alterado por el mensaje que había recibido y la poca información que se había infiltrado. El Kage, rendido, esperó que sus hermanos se presentaran en su despacho, lo cual no tardaron en hacer, no obstante se encontró con una sorpresa que, si bien no le desagradaba, no encontraba nada conveniente. Frente a él, con su sonrisa característica, se encontraba Naruto Uzumaki y el grupo que constituía. Sakura Haruno, la joven que había salvado a Kankuro, mantenía una mirada seria y respetuosa frente a él y, por otra parte, se encontraba un joven de cabello azabache y tez pálida que no logró reconocer; también detrás de ellos estaba Kakashi Hatake, líder del grupo.

—Temari ya me ha explicado todo lo que necesitaba saber —Comenzó a hablar Kankuro sin darle tiempo a los demás de saludar, pues lo encontraba irrelevante en aquel momento—. Iremos allí, Gaara, y ellos nos ayudarán, si quieres venir puedes hacerlo, sino, continúa ejerciendo tu deber como Kazekage.

No recordaba la vez que Kankuro le había hablado así, tal vez porque nunca lo había hecho pero terminó negando con la cabeza y, antes de que el castaño volviera a hablar, Gaara se adelantó:

—Iré con ustedes.

No explicaciones. No argumentos. No expresión alguna que demostrara como se sentía.

—Ahora, antes de continuar, debemos descansar si queremos partir lo antes posible —Prosiguió mirando distraídamente los papeles de su escritorio. Alzó la vista y sus ojos aguamarina se encontraron con los celestes de Naruto; el rubio, sonriente, se acercó al pelirrojo.

—¡Cuenta con nosotros dattebayo!

Le conocía hace tres años y aún no entendía como éste hacia para inspirarle la confianza que carecía.


¿Y? ¿Cómo ha estado? ¿Aburrida, verdad? Mmm, lo siento, pero los prólogos siempre son aburridos.
(1) No se me ocurre algún lugar Uu, quizás lo edite más tarde.