Facing You
Gabriela terminó de abrochar la hebilla de su zapatilla izquierda y se puso de pie frente al espejo. Alisó su vestido con las manos, y miró su reflejo que le correspondía con la misma soberbia.
Aún era muy temprano pero necesitaba ganarle tiempo a unos cuantos desempleados que como ella saldrían a repartir sobres blancos con sus currículum dentro.
Sí, buscaba trabajo. Ella, la ahora "Señora Wakabayashi", mujer de un multimillonario quisquilloso e imponente japonés, se daba a la tarea de tocar algunas puertas para recibir un contrato.
Y contrario a lo que muchos gerentes y oficinistas pensaran, no era por dinero o por alguna inesperada quiebra de las finanzas Wakabayashi. Era algo mucho más complejo que hacía parte de su moral, de su esencia. Era algo así como una cuestión de honor o de dignidad. Un pensamiento algo feminista pero que buscaba a toda costa.
Todo por aquella estúpida conversación con su marido, karma divino que le tocó aceptar obligadamente por parte de ambos, y contra el que no se cansaba de competir en una inútil rivalidad por hacerse la víctima.
Aún podía recordar las palabras de él, aquella tarde después de tomar el té en el jardín de la mansión.
-¡Pero si sólo eres una niñita mimada! No pretenderás ser el hazmerreír de toda la empresa, ¿o sí?
Cerró sus ojos y respiró profundo. En su mente escuchó por enésima vez lo que le había respondido mientras doblaba la servilleta entre sus manos en un acto de guardar la compostura.
-¿Y tú qué sabes de mí? Si ni siquiera te has dado el lujo de enfrentarme más allá de un simple juego de palabras.
-Sé lo suficiente como para motivarte por las noches.
Quizá las palabras no eran lo más hiriente. Dolía más su sonrisa cínica, su mirada pícara oculta bajo la gorra y la maldita verdad que acababa de revelar.
Todo eso había sido suficiente para que ella tomara la determinación de luchar por sí sola y no depender más de él.
Culpa del orgullo, muy seguramente.
A partir de esa tarde el trato entre los dos se limitó a lo más decente y prudente posible.
Por eso le sorprendió verlo allí, con la puerta entreabierta y el pomo aún en su mano.
Le miró sin hablar, ni sonreír, ni pestañear siquiera. No le daría el gusto de nada.
En el rostro de él se fue dibujando una media sonrisa, acompañada de una ceja enarcada.
-Te ves bien. Tienes lo tuyo- Gabriela frunció el ceño a medida que le escuchaba- Pero te falta lo mío.
Cerró la puerta tras sí, dejándola boquiabierta y con un notorio rubor en las mejillas. Apretó los puños y se giró en busca de su bolsa.
Salió de la habitación dando un portazo y susurrando para sí.
-¡Hombres! ¿Quién los entiende?
….
Genzo Wakabayashi es propiedad de Yoichi Takahashi.
Gabriela Chams es de mi propiedad.
