¿Qué tal amigos?
Les traigo una historia un tanto fuerte, no apto para público sensible.
Quedan advertidos
Las espadas resonaban sin parar mientras el público gritaba pidiendo sangre.
Los combates de gladiadores son los espectáculos más emocionantes en Roma. Gente de todas las etnias y clases venían a ver como se mataban los hombres entre ellos. Se considera aburrido si en un torneo solo mueren tres personas, justamente por eso el de hoy fue especial: murieron más de veinte y todas las muertes fueron brutales.
La primera escena fue un espectáculo de ejecución. Una familia de cristianos conformada por un hombre, una mujer, una niña y un bebé fueron dejados en el medio de la arena.
Las personas gritaban insultos y arrojaban comida podrida. El desprecio hacia esa nueva religión era un sentimiento compartido por todos los romanos, en especial desde ese incendio que asoló a la ciudad y que los predicadores afirmaban que se trataba de la ira de dios. Las puertas se abrieron dejando salir a más de diez leones hambrientos. Los cuatro se unieron en un fuerte abrazo y se pusieron en paz con dios hasta que uno de los felinos saltó hacia la garganta del padre, siguieron una serie de gritos propios de animales tanto por las pobres víctimas como de los espectadores. Los leones saciaron su hambre a diferencia del público que seguía sediento.
Lo siguiente fueron duelos cuerpo a cuerpo y luchas con carros de combate. Algunos en memoria de pasadas victorias contra los pueblos extranjeros.
Ahora finalmente llegó el momento del evento final y la gente estaba impaciente. Por más de dos semanas no se habló de otra cosa más que del espectáculo "Especial" que organizó el coliseo. Nadie sabe de qué se trataba pero según los carteles sería algo nunca antes visto.
Los esclavos tocaron tambores pidiendo silencio y un hombre se subió al balcón imperial para iniciar con el acto. Era un hombre con brazos musculosos pero solo ahí se veían músculos, la enorme barriga hacia juego con la papada y las piernas gordas, ni siquiera la toga podía ocultar la grasa. Tenía solo tres mechones peinados hacia atrás en un intento muy pobre por ocultar la calva.
-¡Ciudadanos de Roma! Este día les traemos un evento sin igual planeado para su deleite.
La multitud rugió con aprobación. La ciudad estuvo atestada de carteles y voceros que no hablaban de otra cosa más que del espectáculo. Todo excepto sobre que trata.
-Hoy les presento, venidos de todos los rincones de nuestro gran imperio, a los futuros guerreros. Estos jóvenes han sido entrenados en las mejores escuelas de gladiadores. Uno de ellos será el elegido para ser coronado campeón de la arena.
En el coliseo había alrededor de doce puertas*. Todas se abrieron dejando pasar a un joven por cada una. No había uno idéntico al otro. Algunos llevaban protecciones para el pecho y otros en los brazos. Ninguno tenía ambas. Las armas que portaban variaban desde espadas hasta hachas, mazas y tridentes. Iban vestidos con telas de colores vivos y brillantes. La única cosa que compartían todos en su vestuario era el casco que ocultaban sus rostros, pero incluso estos eran distintos entre ellos: Uno de un toro, otro tenía la expresión de un hombre llorando sangre, otro era una calavera, otro una mujer sonriente, etc.
Durante unos segundos nadie dijo nada, pero entonces el coliseo se llenó con gritos de asombro.
El hombre en el balcón extendió los brazos complacido de la reacción del público. -Así es, como habrán notado los valientes que se enfrentarán hoy son niños.
Debido a la distancia algunos creyeron que era un efecto visual. Los que estaban más lejos tardaron en asimilar la idea. Ciertamente nunca se había visto nada igual en toda la historia de Roma.
-No teman, los jóvenes fueron elegidos por ser los mejores en el arte del arma que poseen.
Los doce alzaron las armas.
-¡Los que vamos a morir os saludan pueblo romano! –Corearon al unísono.
Los gritos no se hicieron esperar. En verdad, nunca se vio nada igual.
El gordo miró hacia atrás para ver a su emperador. -¿Se siente complacido alteza?
-Más que complacido, me siento fascinado ¿Cómo se te ha ocurrido algo semejante Flip? -Respondió un hombre aún más gordo que el presentador, solo que con cabello y barba para ocultar su papada.
-Su majestad Nerón es muy amable.**
Al lado de su majestad estaba una mujer hermosa de unos treinta años. Su pelo era negro como la tinta y su piel bronceada. Su físico estaba tan perfectamente desarrollado que ni siquiera la toga color carmesí podía ocultar las curvas. Muchos hombres e incluso mujeres se le quedaban mirando por un buen tiempo.
Flip quedó embelesado al verla y eso que ya eran cientos los momentos en los cuales la había visto. -¿Qué le parece el espectáculo mi señora Dimartino?***
La mencionada miro a Flip con esos ojos verdes y felinos. Le dio una sonrisa suave como un beso antes de responder. -Concuerdo con su majestad, es algo fascinante. Niños gladiadores.
Nerón se removía inquieto en su lugar. -Más vale que den un buen espectáculo.
-Lo darán majestad. -Aseguró Flip. -Estos no son niños cualesquiera, han sido entrenados desde los nueve o inclusive los seis años. No conocen otra cosa más que los combates y me han dicho que los entrenamientos son tan duros que uno de cada tres muere.
-Perfecto. Si a la plebe le complace organizaremos otros más adelante. -Respondió para luego llenarse la boca con unas uvas.
-Como usted diga señor. -Se volvió hacia afuera. -Solo uno saldrá con vida. Ahora... ¡Hasta la muerte!
Los niños gladiadores eligieron a sus contrincantes e iniciaron con el espectáculo. La gente gritaba, maldecía, levantaban o bajaban el pulgar.
Uno con un casco en forma de cabeza de toro derribó a otro de un hachazo y luego se quitó el casco y lo golpeó en el cuello con el mismo para re matarlo. Al lado suyo yacía otro niño un tanto más pequeño atrapado en una red, el que lo atrapó le encajó un tridente en el abdomen descubierto.
Para los romanos ver a esos niños matándose mutuamente los hizo sentirse en la cúspide del fanatismo.
De todos uno sobresalía. Su casco era un carnero, los brazos los tenía cubiertos por gruesas placas de metal de bronce, la espada estaba perfectamente adaptada para su tamaño, llevaba puesto un chaleco de cuero para protegerse el torso. A lo largo de la arena había esquivado todos los golpes y matado a tres con una eficacia sin igual.
Otro niño con el casco en forma de perro arremetió contra él. El carnero detuvo el ataque con su espada y luego lo pateó en pleno rostro a una velocidad increíble. De un tajo horizontal contó el brazo de su enemigo, la mano calló al suelo aun sujetando el hacha. El herido no tuvo tiempo de gritar porque el carnero dio otro golpe sobre su cabeza, esta vez de manera vertical y con ambas manos. La espada atravesó el casco y quedo incrustada en la cabeza hasta la altura de las cejas.
-¡Carnero! ¡Carnero! ¡Carnero! -Gritaban todos a modo de apoyo.
Al final solo quedaron dos. El "Carnero" y el "Toro".
-¡ALTO! -Resonó la voz de Flip en el palco, aprovechando el minuto de silencia producido cuando los dos luchadores quedaron en píe. -Campeones, quítense los cascos para que la gente vea sus rostros.
Los dos clavaron sus armas en la tierra y se quitaron sus protecciones. El del casco de toro fue el primero mostrando a un joven de color de unos once años, pelo negro y corto, y grandes ojos. Cuando el carnero se quitó el casto todos sin excepción se le quedaron viendo. Hermoso. No había otra forma de describirlo, el pelo era blanco plateado, su piel era clara y la cara estaba adornada con pecas. A juzgar por su altura debía tener la misma edad que su contrincante.
Dimartino se llevó una mano a su boca para ahogar un grito de exclamación.
-Ahora... ¡Comiencen!
Los dos tomaron sus armas y se enfrentaron. Los golpes del toro eran brutales pero el peli-blanco los esquivaba con elegancia, aprovechando un descuido golpeó con la parte plana de la espada la cabeza de su contrincante dejándolo aturdido y luego en el pie logrando derribarlo. Se paró imponente sobre su rival caído y apoyó la punta de la espada sobre su cuello.
-¡MUERTE! ¡MUERTE! ¡MUERTE!
Nerón mostró el pulgar hacia abajo.
El peli-blanco se inclinó para decirle algo a su contrincante.
-Lo siento mucho Clyde.
-No te disculpes hermano. Tú y yo nos volveremos a ver en el otro mundo y ahí obtendré mi revancha. Te deseo suerte para cumplir con tu objetivo. –Respondió él con una sonrisa. El vínculo entre gladiadores es muy fuerte.
El peli-blanco asintió y hundió el acero en el pecho para lograr una muerte instantánea.
La gente gritó -¡Carnero! ¡Carnero! ¡Carnero!
Nerón aplaudía -¡Magnífico, simplemente magnífico! Un espectáculo digno de un dios.
-Sus palabras me honran. -Respondió Flip haciendo una reverencia.
-Ese joven ¿Cómo se llama? -Intervino Dimartino quien no podía apartar los ojos del campeón.
-Su nombre es... Lincoln si mal no recuerdo.
-¿De dónde proviene?
-Em… Me avergüenza mucho decírselo mi señora pero no lo sé. Si lo desea puedo ir a buscar mis anotaciones.
-Valla. -Ordenó ella. Flip hizo una reverencia y se marchó. En ese entonces se dio cuenta que se había quedado con los dedos entrelazados y apretados. Respiró hondo para tranquilizarse.
-Te ha gustado mucho ese crio ¿eh? -Resonó la voz del emperador.
-A todos les ha gustado alteza.
-A la gente siempre le ha gustado cualquier porquería. –Resopló él. –Pero a ti, rara vez te veo con esa expresión extasiada.
-El emperador es muy perspicaz.
-Ya.
Flip volvió empapado en sudor y con la respiración entre cortada.
Lo que divirtió mucho a Dimartino. Había oído claramente como ese cerdo le ordenaba a su criado traer las escrituras, por lo cual solo había tenido que bajar cuatro escalones y luego subir. –"Que hombre más patético." –Para ella todos los hombres son patéticos. Siempre es lo mismo. La ven a ella y al instante se dejan arrastrar. Hacen lo que sea por ella. Lo que sea para tocarla o solo verla. Lo sabía muy bien y se aprovechaba de eso con creses. No por nada ahora era la mujer más rica en la ciudad.
-Mi señora. -Dijo Flip cuando recuperó el aire. -De acuerdo con los documento, a este niño lo compraron en Grecia cuando solo tenía ocho en un mercado pirata, no se sabe en qué lugar nació. Al parecer lo estaban educando para ser escriba pero se metió en una pelea con otros niños aprendices. Debió ser todo un teatro porque su dueño lo vendió al día siguiente a uno de mis entrenadores. Los resultados fueron impresionantes. Según una carta que me había enviado, puede pelear con un hombre adulto en igualdad de condiciones. No le presté mucha atención en su momento ya que todos mis entrenadores dicen cosas similares de sus alumnos.
-"Valla crio". -Dimartino intentó recordar la última vez que alguien la hubiese intrigado tanto. –Obviamente cuenta con el favor de los dioses. Alguien así de especial es alguien a tener en cuenta.
-Tenemos muchos niños más fuertes que él mi señora. -Dijo Flip en un intento por eludir lo que insinuaba.
-"Se está poniendo difícil". -Lanzo su mejor cara de aflicción -Tal vez pero ¿Igual de fascinantes? ¿Iguales de llamativos? No. Creo que lo que tenemos aquí es algo único. -Su voz bajo de tono y aunque no lloraba sus ojos mostraban sufrimiento. -Que alguien así muera en otro combate no se lo merece. Sería una verdadera injusticia. Solo mírenlo, es tan joven.
Dimartino parecía estar a punto de echarse a llorar. Tanto el emperador como Flip y media docena de hombres que habían alcanzado a oírla sintieron unas enormes ganas de consolarla.
El emperador se levantó de su sillón.
-No se preocupe mi querida dama. El joven vendrá con nosotros.
Flip tardo un poco más en saber a lo que se refería el emperador y cuando lo hizo abrió la boca. -P-pero alteza... Es que yo... No puedo... Existe un código para los gladiadores. Deben ganar cierto número de peleas para obtener...
-¡Silencio! –Ordenó Nerón. -Eh dicho que nos lo llevaremos. Tú mismo dijiste que el espectáculo sería algo nunca antes visto ¡Pues el final también tendrá una sorpresa! -Se giró hacia afuera, la gente gritó su nombre y él los dejó ser. Las alabanzas hacia él nunca están de más. -¡Pueblo de Roma! Este día les presento a nuestro campeón. -Pronunció señalando a Lincoln. -La multitud rugió en aprobación.
-¡Carnero! ¡Carnero! ¡Carnero!
Nerón extendió una mano para exigir silencio.
-En este día su emperador ha tomado una decisión. Por haber luchado con valor y resistencias dignas de un semidiós le otorgo el máximo premio, el Rudis.****
Todos se sorprendieron por lo dicho y nadie estuvo más sorprendido por la repentina liberación de Lincoln que el propio Lincoln quien miraba al emperador creyendo que se había equivocado.
Un coro de alabanzas inundó el coliseo. Parte hacia su emperador por ser tan benevolente y parte hacia el carnero.
Cuando Lincoln calló en cuenta de que no se trataba de una ilusión, solo pudo pensar una cosa. -"Estoy tan cerca"
*No tengo idea de cuantas puertas tuvo el coliseo.
**Elegì al emperador Nerón ya que encabeza la lista de los peores emperadores. Algunos de los eventos que escribí en el fic están basados en hechos reales cometidos durante su gobierno, excepto lo de los niños gladiadores (No sé si eso ocurrió o no). Calígula es el único que pudo ser peor, pero estaba loco y no soy bueno escribiendo sobre locos.
***Ya sé que los nombres no pegan con la época. Pero escribir alias es muy complicado.
****Era el nombre dado por los romanos a la espada de madera que usaban los gladiadores para ejercitarse en su oficio que después de haber servido algún tiempo en anfiteatros, teatros, etc. la recibían por mano del empresario de los juegos públicos o del maestro de gladiadores como señal de su licencia absoluta y su libertad individual.
