Disclaimer: J. K. Rowling

Prefacio

Solemos juzgar libros por su portada, temer de lo desconocido, desconfiar. ¿Por qué? ¿Por qué no mejor dejarse llevar?

¿Nunca han temido de ir demasiado lejos y no poder regresar?

A veces las historias más hermosas, alocadas y difíciles de olvidar empiezan así, por error, por accidente. A veces las personas que juzgamos hoy, serán necesarías el día de mañana. Entonces, ¿Por qué?

Actualmente, la sociedad, ha decidido terminar con el amor, con la adolescencia, con el alma y con la libertad. Y mientras el mundo siga en órbita, seguirá empeorando.

¿Y si hicieramos la diferencia? ¿Sería sencillo por alguna vez en la vida no juzgar a los débiles sino ayudarlos a fortalecerse? ¿O sería más sencillo dejarlos derrumbarse, convirtiendose en almas que penan en vida, que no encajan?

Por ahora, aunque sea la única, planeo poner de mi parte...

Pues las mejores personas, así como yo, somos totalmente perfectas dentro de nuestras imperfecciones.

De eso está hecha la vida, de errar y aprender, de caer y levantarse...

Pues sin oscuridad no hay luz y sin dolor no hay satisfacción.


Chapter 1: Despedida Anunciada

No quería admitirlo, ella, abrazada al torso pálido y tibio de un rubio platino, quien mientras dormía escondía un par de esferas grises bajo sus párpados. Respiraba profunda y pausadamente, su corazón latía con un ritmo bastante calmo. Se movió lentamente para dirigirse al baño sin despertarlo pero el rubio fue más rápido y la detuvo, jalándola del brazo y haciéndole caer sobre él con todo su peso. El chico soltó un suspiro y luego le susurró al oído:

-¿A dónde crees que vas, señorita?- No movió ni una pestaña.

-Pensé que aún dormías- dijo ella, sonriendo. Se acurrucó aún más en el suéter que vestía el muchacho.

-Dame un beso de buenos días- le exigió. Ella se acercó a su boca y cumplió con gusto el capricho. Luego se apretujó más contra su cuerpo, calentito. -¿Qué hora es?- preguntó, su voz era suave y dulce. La castaña alzó la vista y leyó la hora que daba su reloj de pulcera.

-Once treinta y dos-

-Es tarde- dijo el rubio, pero no se movió de su posición. Ella intentó moverse pero de nuevo el chico la atrajo hacia su cuerpo.

-Nunca te quedas conmigo en la cama, ni siquiera cuando solo dormimos… Como anoche- dijo el rubio, se notaba la amargura en su tono de voz.

Era un muchacho difícil de llevar, incomprendido, desamparado. Con dinero sus padres habían intentado saldar todas las deudas amorosas que tenían, pero imposible, el amor no se compra con dinero. Habían creado lo que para cualquiera era un monstruo. Una máquina para el trabajo y el estudio, como hijo único tenía que dar la talla, ser el heredero ejemplar. Y aunque a veces actuaba con rudeza, por dentro era un niño inseguro y solo.

La hizo sentirse culpable.

-No es por ti… y lo sabes- le dijo ella, cerrando sus ojos, huyendo de la ruda y fría mirada del rubio.

El rubio se levantó rápidamente, haciéndola caer en la cama y caminó hasta el cuarto de baño.

La medida de emergencia de Hermione comenzaba a perder efecto. Llevaba tiempo así.

Ella tenía la teoría de que mientras menos tiempo pasara en la cama después del sexo, iba a ayudarla a involucrarse menos con él. Evitaba a toda costa acurrucarse junto a él, o que le dijera cosas bonitas. Ella solo estaba ahí para recibir y dar placer, para luego salir por la puerta chica mientras él dormía.

Ya no funcionaba, en la cama ya no solo entregaba su cuerpo. Era algo que iba más allá. Mientras que desde un principio el rubio le había dado todo de sí.

Salió del baño y le entregó a la muchacha lo que parecía ser su ropa, que había quedado en el baño la noche anterior. La miró directo a los ojos y dijo:~

-Necesito que te vayas-

La rudeza con lo que había pronunciado aquella frase había conseguido perforar como daga el pecho de la castaña.

Obedeció, se quitó el suéter; lo dobló y colocó sobre la peinadora; y se metió en los jeans y blusa que le entregaba el chico.

Tomó su bolso y zapatos que yacían en la entrada. Dejó el dormitorio sin siquiera decir adiós.