N.A.: Para aquellos que han leído mi traducción y me leéis esto: No estoy muerta, solo sin ordenador. xD Intentaré actualizar los antes posible. En cuanto al fic, me tocó escribir algo con la palabra "vértigo" y aproveché la ocasión para escribir de la Primera Guerra, tema que me encanta. Además, el protagonista tenía que ser un personaje femenino. En fin, a ver qué tal se me da esta edición. Muchas gracias también a Nasuasda por betearme la historia. :3

Este fic participa en el minireto de octubre para "La Copa de las Casas 2017-18 del foro La Noble y Ancestral Casa de los Black".


Efectos de una guerra


La Marca Tenebrosa se alzaba luminosa en el cielo. La puerta de la casa estaba abierta, y Lily ya pudo suponer qué iba a encontrar. Lo mismo que con Benjy. Lo mismo que con Marlene.

Su estómago se encogió ante el recuerdo de ésta última.

—Longbottom, Doge y yo iremos arriba. Potter y Meadowes mirarán en la planta de abajo —dijo la voz de Alastor, sacándola de su ensoñamiento. Asintió en silencio antes de seguir a los demás al interior de la casa.

—Ey, ¿estás bien? —le preguntó Dorcas.

—Sí, no te preocupes —respondió Lily.

La miró pensativa.

—¿Seguro? —insistió—. La verdad, no entiendo qué haces aquí en tu estado. Deberías haberte quedado en casa.

—¡Por favor, no empieces tú también! —exclamó resoplando—. Estoy de dos meses, no siete. Ya tengo suficiente con que mi marido no me deje ni bajar sola las escaleras. ¡No soy una inútil!

—De acuerdo, de acuerdo. —Dorcas echó un vistazo al interior. Nada parecía fuera de lo usual—. Vamos. Cuanto antes terminemos, mejor.

Primero entraron en la cocina. Tampoco vieron nada extraño. Únicamente les sobresaltó el gato del vecino, que jugaba con el gnomo del jardín.

Pero cuando entraron en el salón, no pudieron evitar detenerse en la puerta.

Un cartel con las palabras "feliz cumpleaños, Sam", colgaba del techo. En la mesa, una pequeña tarta junto con cuatro cubiertos, parecía lista para ser servida. Todo era normal si no fuera por el hecho de que las sillas estaban dispersas por el suelo.

Una sensación de vértigo le recorrió tan violentamente a Lily que tuvo que apoyarse un momento en el marco de la puerta.

«No. No puede ser. Los niños también no.», pensó.

No pudo evitar correr hacia la planta de arriba, donde escuchó las voces de los demás procedentes de una habitación.

—La cruciatus… Pobres chicos.

Se dirigió hacia allí, y la escena hizo que se le helara la sangre.

Edgar y su esposa estaban rígidos en el suelo, producto de la maldición asesina. Y, junto a ellos, sus dos hijos, quienes parecían dormir si no fuera por el horror que reflejaban sus rostros.

Lily se derrumbó en el suelo y se echó a llorar.

Una vez más, no pudo evitar recordar que estaban en guerra. Y en ella no se libraba nadie. Ni siquiera los niños.