Era un día de verano como otro cualquiera.

En aquella habitación, espaciosa y pintada de un potente color rojo, dos muchachos dormían plácidamente recostados en sus camas.

Uno de ellos, con los cabellos de un rojo intenso, tenía agarrado a un ornitorrinco bajo el brazo, que también dormía. El otro, alto, larguirucho y con el pelo verde, roncaba sonoramente.

Cualquiera diría que Phineas Flynn y Ferb Fletcher eran dos jóvenes de dieciséis años normales y corrientes, pero no lo eran en absoluto.

Un rayo de luz matutina entró por un resquicio de la ventana y dio de lleno a Phineas en la cara.

Sin poderlo evitar, el chico se despertó.

Parpadeó y bostezó lamentándose de su mala suerte.

"Aunque quizá sea mejor así" se dijo mientras bajaba al ornitorrinco de su cama, y este emprendía la marcha hacia otro cuarto. "No tenemos tiempo que perder"

Phineas colocó los brazos detrás de la cabeza a modo de cojín y se detuvo a pensar en sus proyectos para el día que acababa de comenzar.

"A ver... Podríamos... Construir un túnel al centro de la tierra o... Una máquina para viajar por dimensiones paralelas o... ¡Anda, fíjate! ¿Y si...?"

Su mirada se había posado en el libro que tenía sobre la mesilla de noche, con un marcapáginas colocado hacia casi el principio. En la portada se leía en grandes letras: "Harry Potter y las Reliquias de la Muerte"

La sonrisa fue creciendo en los labios de Phineas, hasta que se levantó de un saltó y se abalanzó sobre su hermanastro.

-¡Ferb! ¡Ferb, despierta! ¡Ya sé lo que vamos a hacer hoy!

Dos horas más tarde, en el jardín de la casa estaba congregada una pequeña multitud.

Los dos hermanastros estaban de pie frente a un enorme bulto cubierto por una sábana.

Delante suyo, algunos de sus amigos más cercanos esperaban, muy emocionados, a la llegada del último habitual.

-¿Se puede saber quién falta? -rugió Bufford mientras masticaba un chicle ruidosamente -. ¡Tengo que pegar a un crío a las siete y no puedo llegar tarde!

-Falta Baljeet, y sería de muy mala educación empezar sin él -le respondió toscamente Isabella, que estaba sentada rodeada de sus amigas las Scouts.

-La paciencia es la madre de la ciencia -citó Ferb, hablando por primera y quizás última vez en el día.

Bufford gruñó.

En ese momento la verja del jardín de los Flynn-Fletcher crujió, y apareció por fin Baljeet.

-Perdonad el retraso, es que tuve que terminar un trabajo sobre la...

-¡Siéntate y calla! -le instó Bufford, agresivo.

El chico se estremeció y tomó asiento en el césped.

-Bueno... Amigos, matones, hoy hemos construido una máquina que nos traerá (o eso espero) muchas horas de diversión -empezó Phineas muy animado -. ¡Dale, Ferb!

El muchacho descorrió la cortina y dejó al descubierto, por fin, el esperado invento.

-Contemplad, ¡el Viajesporlibroneitor!

Hubo una exclamación general.

El aparato constaba de un enorme monitor de casi 40 pulgadas, junto al que se encontraba una torre de control llena de conectores. A su izquierda había lo que parecía un lector por infrarrojos, para vete a saber tú qué, y frente a él, un teclado. Parecía un ordenador extremadamente grande y extremadamente futurista.

-¿Y para qué sirve exactamente? -preguntó Baljeet alzando la mano.

-Bueno, por si el nombre no lo dijera explícitamente... Gracias a él puedes entrar dentro del libro que prefieras y vivirlo como si fuera real -contestó amablemente Phineas a su amigo, aunque con un deje de ironía.

El jardín se llenó de murmullos de aprobación.

-¡Qué guay! -exclamó Isabella con ojos brillantes -. Yo quiero entrar en "Viajes con los ponis", "Historia de un unicornio" y...

Pero no llegaron a saber a qué otros libros quería ir Isabella, porque la puerta que conectaba la casa con el jardín se cerró con un portazo, y apareció Candace en escena, móvil y batido en mano.

-¿Queréis dejar de hacer ruido? ¡INTENTO HABLAR POR TELÉFONO! -pero al ver el aparato abrió mucho los ojos y gritó-: ¿¡SE PUEDE SABER QUÉ DEMONIOS ES ESTO?

-El Viajesporlibroneitor -respondió su hermano con sencillez.

Ella se acercó a la máquina y empezó a inspeccionarla con ojo crítico.

-Conque el noséqueinator... ¡Tú a mi no me das el pego! -concluyó volviéndose hacia Phineas, Ferb y sus amigos -. ¡OS LA VAIS A CARGAR! ¡VOY A LLAMAR A MAMÁ!

Candace abrió la tapa de su móvil con aire decidido, pero se giró tan bruscamente que derramó lo que quedaba de su batido sobre la torre de control del aparato...

Cuando ella ya había entrado en casa, el Viajesporlibroneitor empezó a echar chispas y producir unos ruidos inquietantes. Comenzó a vibrar compulsivamente y...

-¡Una sobrecarga! ¡APARTAOS, RÁPIDO! -advirtió Phineas a sus compañeros.

En ese momento se fijó en Isabella. Estaba situada peligrosamente cerca de la máquina. Quién sabe que pasaría si explotara con ella cerca... Sin dudarlo ni un momento más, se dirigió hacia ella y trató de alejarla de allí de un empujón, pero lo único que consiguió fue que cayeran los dos al suelo, el uno encima del otro. Ahora ambos corrían peligro, aquello explotaría de manera inminente...

Entonces llegó Ferb. Pero cuando estuvo cerca de ellos ya fue demasiado tarde... La máquina estalló sin más dilación.

Cuando los chicos que quedaban en el jardín se fueron levantando poco a poco, les acechó una realidad difícil de aceptar, aunque real de todas formas...

El Viajesporlibroneitor estaba intacto...

Y Phineas, Ferb e Isabella habían desaparecido.