DETROIT, MICHIGAN. HACE 20 AÑOS

El teléfono despertó a John de repente. Los chicos estaban durmiendo en la habitación de al lado, por lo que no se enteraron de la llamada. La voz del recepcionista del motel sonó al otro lado.

"Señor Jones, tengo a un policía que quiere verle, dice que es urgente."

"Un momento, ahora mismo bajo." A John Winchester no le gustaban las visitas inesperadas y mucho menos cuando se trataba de la policía. Hacía mucho que no tenía problemas con la justicia, que no se había metido en líos, pero no podía estar seguro.

Se pasó un momento por habitación de los chicos, que dormían apaciblemente en sus respectivas camas. Pensando de que podía tratarse todo aquello, salió de camino hacia la recepción del motel.

Al llegar vio al agente que le esperaba, era joven, no debía tener más de veintisiete años. Algo parecía preocuparle, pues la mirada clavada en el suelo y la forma de mover las manos sin parar, le hacían parecer nervioso. El policía levantó la cabeza al ver a John y se acercó a él con paso decidido, de repente parecía haber desaparecido todo el nerviosismo.

"Siento mucho decirle esto señor Jones, se que no es fácil." A pesar de intentar disimularlo, la voz todavía le temblaba. Aquel debía ser si primer caso en solitario. "¿Conocía a la señora Rose?" El chico le mostró una foto, que le hizo sonreír, pero entonces recapacitó sobre las palabras del chico.

"¿Conocía? Claro que sí, somos buenos amigos." El chico bajó de nuevo la mirada, buscando las palabras apropiadas para decir aquello. "¿Le ha ocurrido algo?, ¿ella y su hija están bien?"

"Señor Jones, ha ocurrido algo en casa de la señora Rose, cuando hemos llegado no hemos podido hacer nada por ella." John se apoyó contra pared, sabía donde iba a terminar todo aquello y no estaba seguro de querer escucharlo. "Fue un terrible fuego que se propagó por toda la vivienda."

"¿Qué le ha ocurrido a Sara?" John levantó la voz, visiblemente nervioso porque aquel policía no le dijera lo que realmente quería saber. "¿Y la niña, donde está Julie?"

"La señora Rose murió en el incendio, los bomberos no pudieron hacer nada para ayudarla, las llamas eran muy altas, el humo la dejó inconsciente y estoy seguro que no sufrió. La niña está bien, por eso estoy aquí."

Llevaba con los chicos un mes en Detroit, hacía mucho que no veía a Sara y Julie y quería que sus disfrutaran de unos días tranquilos. Adoraba a aquella mujer; desde que había perdido a Mary, John estaba convencido que no iba a encontrar a nadie que pudiera hacerle sentir lo mismo y aunque eso era cierto, nadie podría suplir a su mujer muerta, Sara era especial, lo había descubierto la primera vez que la había visto, cuando la había salvado de aquel hombre lobo, cuando le había dicho a lo que realmente se dedicaba en la vida.

Si, Sara era especial y John se había planteado más de una vez instalarse allí definitivamente, dejar la caza y dar a los niños una madre y un hogar. Pero las ansias de venganza por la muerte de Mary, no se lo habían permitido, ni siquiera cuando Sara se había quedado embarazada, cuando había tenido en sus brazos a su pequeña hijita, cuando Julie le había sonreído por primera vez.

La herida en su interior era demasiado grande por mucho que amaba a su hija pequeña y la madre de esta, no podía parar hasta encontrar a lo que hubiera matado a su mujer. Por eso, no había estado con Sara todo lo que debía, por eso esa noche, agotado y teniendo que contrastar unas informaciones, no había estado con ellas, por eso no las había salvado del incendio.

"Puedo verla, a Julie." Temía perder a esa niña de tres meses, esa sonrisa encantadora que aparecía en su rostro cuando veía a su padre y los ojos azules de su madre.

"Claro, como ya le he dicho, por eso estoy aquí. Hemos encontrado una nota a nombre de usted, de parte de la señora Rose." El policía le entregó a John el sobre cerrado y apartándose un poco para darle privacidad, espero.

"John, siento mucho que tengas que estar leyendo esto, porque entonces, eso quiere decir que estoy muerta. No es algo que me sorprenda, pero si me da miedo por Julie. No te lo había dicho antes porque no quería preocuparte después de todo lo que me has contado de tu mujer y la forma en la que murió.

Pero yo, también he visto algo parecido, una amiga mía, una buena amiga murió de la misma forma que Mary y se que lo que fuera que la mató también viene a por mi y a por nuestra pequeña Julie.

Sabes que prefiero morir antes que perder a nuestra niña y quiero que la cuides, es tu hija John, quiero que le pongas tu apellido, que se críe con sus hermanos y que los tres la cuidéis como una más, porque yo ya no puedo hacerlo.

Siempre te querré, donde quiera que esté.

Siempre tuya. Sara."

Sin mostrarle la nota al policía, se la guardó en el bolsillo. "¿Puedo ver ya a mi hija?" El agente pareció descolocado al escuchar aquello, pero no dijo nada y guió a John hacia el coche patrulla. Allí había una mujer, otra policía y en las manos llevaba algo, un pequeño bulto que puso en los brazos de John.

"Lo siento mucho señor Jones." Le dijo la mujer, pero John ya no estaba escuchando, con la mirada clavada en aquel bebé que dormía plácidamente y que tanto le recordaba a su pequeño Sam cuando sucedió el terrible incendió en Lawrence. Abrazó el pequeño cuerpecito de la niña y escuchó el fuerte latir de su corazón. "Le acompaño en el sentimiento."

Sin decir nada John se dio la vuelta, la mujer fue hacia él, pero su compañero la detuvo y le explicó todo. Al día siguiente, se llevaron a cabo las pruebas de paternidad y se demostró que, efectivamente Julie era su hija.

Destrozado y sin apenas haber dormido, John firmó los papeles necesarios para hacerse cargo de la niña; los padres de Sara habían muerto hacía tiempo y teniendo en cuenta la nota que le había dejado, John no tuvo problemas para hacerse cargo su hija

- o -

"Julie, ¿Se puede saber quien narices es Mike?" Dean entró en la habitación de su hermana sin llamar, con el teléfono en la mano y con cara de pocos amigos. La chica guardó el cuaderno en el que estaba escribiendo debajo de su almohada y se levantó de la cama.

"Es un amigo, lo conocí el martes en una fiesta. ¿Cómo sabes tu quien es Mike?"

"¿Una fiesta? Se suponía que estabas en la biblioteca buscando información para detener al súcubo." Dean se cruzó de brazos con seriedad.

"No me has contestado." Julie se puso frente a su hermano, parecía estar intentando retarle.

"Tu tampoco." Escuchando como las voces subían de tono en la otra habitación, Sam entró y se puso entre los dos hermanos. "¿Quién es Mike y porque te llama tanto, que es lo que quiere? ¿Por qué no nos habías dicho nada?"

"Dean, tengo veinte años, ya soy mayorcita para salir con quien yo quiera, no tengo por que estar dándote explicaciones de donde voy y con quien. En cuanto a lo del súcubo, no me hace falta ir a una biblioteca para encontrar la información. ¿Has oído hablar de Internet?" Julie cogió de la mesa un montón de papeles y los puso en la mano de su hermano. Se dirigió hacia la puerta dispuesta a marcharse, pero se detuvo antes de hacerlo. "Y ya que me haces ser tu secretaria, hermanito, a ver cuando me dejas acompañarte en alguna cacería, estoy perfectamente preparada para luchar a tu lado, no soy ninguna cría. Por cierto, hola Sam."

De un portazo Julie salió del cuarto, dejando a sus hermanos allí solos. "Mira que es cabezota." Dean miró a su hermano. "Vale, supongo que nos parecemos en eso, pero no puedo evitarlo, es mi hermana pequeña y tengo protegerla."

"Yo también soy tu hermano pequeño y no vas detrás de mi. Además ¿de que quieres salvarla, de todo el mundo o simplemente de los tíos que se acerquen a ella?" Sam sonrió con malicia, Dean le recordaba tanto a su padre, por mucho que no quisiera reconocerlo, estaba haciendo lo mismo que su John hizo cuando ellos eran más jóvenes.

"Se como son los tíos que van a ir a por ella. Soy uno de ellos, se como se comportan y se que le harán daño, ella quiere un príncipe azul, como tu y lo que va a encontrar en esas fiestas son tíos que quieren divertirse una noche, como yo."

"Dean, te estás subestimando, después de cómo proteges a Julie, no puedo creer que sigas diciendo eso. Si tuvieras novia, serías igual de protector con ella." Sam cogió los papeles y comenzó a echarse una ojeada rápida. "Es muy buena en lo de buscar información, gracias a ella hemos encontrado pistas que nos han ayudado mucho; ¿no crees que sería un buen momento para darle su oportunidad?"

Dean se volvió hacia su hermano. "¡Es sólo una cría!"

"Tiene veinte años, ¿Cuántas criaturas sobrenaturales habías matado tu a esa edad, cincuenta, cien?"

"No es lo mismo."

"Claro que no, a ti no te importa arriesgar el pellejo por el inocente de turno, pero cuando tu hermana, que ha visto toda su vida como lo hacemos, quiere seguir tus pasos y ser como tu, dices que es una cría." Dean suspiró, sabía que su hermano tenía razón aunque no quisiera reconocerlo. "Si no le dejas hacerlo, lo hará por su cuenta y puede ser peor."

"Lo se, pero me asusta ponerla en peligro." Dean cogió las hojas y las miró, realmente su hermana tenía buena mano para la investigación. "Mañana por la noche pondremos la trampa al súcubo, supongo que será una buena oportunidad para ella, si el demonio sólo busca hombres, es posible que la necesitemos."

Dean cogió el teléfono, pero no le dio señal. "¿Lo tiene apagado verdad? Lo mismo que haces tu cuando te cabreas conmigo."

"¿Quieres dejarlo de una vez?"

Cuando su padre había aparecido aquel día, recién levantados los dos con aquella pequeña criatura en sus brazos, Dean no se imaginaba lo mucho que iba a quererla, lo mucho que iba a protegerla y a cuidarla. No era lo mismo que si se tratara de Sam, porque ella era una chica, Dean sabía como se comportaban los adolescentes y los no tan adolescentes, con los años fue aprendiendo la vida de cazador e intentó por todos los medios que su pequeña Julie siguiera otros caminos.

Dean intentó que fuera a la universidad, pero la desaparición de su padre, mandó todos sus planes a un rincón olvidado. Julie se había entrenado con ellos y aunque no había tomado parte de una cacería nunca, los dos hermanos estaban seguros que lo haría bien, que había aprendido con el mejor y que ellos la habían puesto al día.

En eso se parecía a Dean, le gustaba una buena pelea, un enfrentamiento de vez en cuando para no poder la buena forma, ya que sus hermanos mayores se empeñaban en que no fuera a ninguna cacería; pero había algo que le hacía parecerse Sam, podía estar horas delante de un ordenador, buscando información para ellos, era buena con eso, pero ella quería más y conforme pasaron los años, su insistencia se fue haciendo mayor cada día.

Dean no quería que su hermana sufriera, pero ya no podía evitarlo por más tiempo. Había tenido que aceptar que su hermanita saliera con chicos primero y con tíos más tarde, había tenido que aceptar que más de una noche no fuera a dormir con ellos. Pero en lo que se refería a la caza, aquello era demasiado y aceptarlo así como así, no era fácil para Dean.

"Esta noche hablaré con ella y se lo diré."

"No se te ocurra preguntarle donde ha estado y con quien. Es tu hermana no tu hija de doce años."

"Muy bien, muy bien, pero si algún día nos presenta a un imbécil con pinta de pijo, cuyos padres tienen una casa en el campo y juega al golf todos fines de semana y nos viene con el cuento de que la adora y que no puede vivir sin ella; la culpa será tuya."

Dean se sentó en la cama con los papeles que Julie le había dado, mientras Sam, suspirando con fuerza, se lo quedaba mirando, sonriendo. Realmente era igual que su padre y él resultaba estar medio de aquella lucha diaria.