Una brisa. Dientes de león volando por todas partes. Sus compañeros jugando al fútbol americano. Él no quería jugar. No se sentía de humor. Unos ojos castaños, brillantes, con pestañas negras, y un pelo rizado de color rojo amapola.
Desmond abrió los ojos mientras gotas de sudor caían sobre el saco improvisado que habían hecho para descansar en el santuario de la villa Auditore, en Italia. El asesino empezaba cansarse de dormir sobre el suelo y deseaba descansar en una cama de verdad, al menos una noche. Aquél sueño le había hecho recordar su infancia en aquél lugar de la hermandad de los Asesinos. Aquella chica...
-¡Desmond!-La voz de Lucy, por lo general agradable, provocaba que Desmond tuviera dolor de cabeza nada más despertarse. Cuando daba esos gritos, era poco probable que supieras por donde te iban a venir los gritos.
-¿Qué pasa?-Murmuró él con voz cansada a la vez que se levantaba del saco colocándose la hoja oculta.
-Shaun dice que ha visto a una chica pelirroja acercándose a villa Auditore. Tenemos que irnos-
Desmond observó a su alrededor como Rebeca los miraba a ambos esperando una orden. Tanto Lucy como Desmond tenían una fuerte iniciativa y a veces Shaun y Rebeca dudaban sobre a quien deberían obedecer.
-¡No! Esperad...-
-¿Esperar a qué?¿A qué nos maten?-Oyó la voz de Shaun que cargaba con una caja vacía que se suponía que era para cargar componentes del Animus. La dejó sobre una mesa y empezó a guardar los libros y las fotocopias con cuadros de los Borgia y mapas con localizaciones en Roma.
-Saldré a ver que pasa-
Antes de que Lucy tuviese tiempo a replicarle, Desmond corrió hacia la salida y en menos de dos mintuos se encontraba en el jardín trasero de la villa Auditore. El césped estaba algo descuidado y las luciérnagas revoloteaban alrededor de algunas matas de plantas que Desmond no sabría describir. Éste escaló con habilidad hasta el tejado de la casa, donde descubrió, apoyado en la pared, a aquella chica pelirroja que se encontraba delante de la puerta de la villa.
Desmond la conocía. Era la chica de su sueño.
El asesino parpadeó y se dio cuenta de que la chica había desaparecido. Desmond giró el cuerpo hacia los lados, intentando que la chica volviera a aparecer en su campo de visión. Sabía que era una asesina, pero no por ello se tranquilizó, sobre todo al pensar en Lucy, Rebeca y en menor medida en Shaun.
-Desmond Miles. Estás más gordo-Una dulce voz flotó hasta los oídos de Desmond, que se giró bruscamente, de manera que casi se cayó por el tejado. La chica del sueño se encontraba delante de él, con su piel pálida, sus ojos castaños y su pelo rojizo en una trenza que caía por el hombro de la chica.
-¿Nos conocemos?-Preguntó Desmond desconcertado. Una carcajada salió de los labios de la chica.
-Veo que no me recuerdas-Contestó ella- Soy Emilie. Crecimos juntos en el escondite asesino-
Los recuerdos vinieron a Desmond de golpe, lo que le hizo fruncir el ceño levemente, ya que sentía que su sien iba a explotar, sintiendo una palpitación en la frente. A los 15 años, recordaba haber mantenido una relación con Emilie, antes de haber huido de aquél lugar, para no volver. Su corazón y su mente la habían borrado después de tantos años, pero, a pesar de eso, el verla ahí de pie, a su lado, hizo que Desmond sintiese algo extraño dentro de él.
-Yo...Eh, un momento, no estoy más gordo-
-Ya, te pasarás demasiado tiempo tumbado en el Animus-Contestó Emilie soltando después una carcajada que hizo delicias en el oído de Desmond-Deberíamos bajar y así podrás contar a tus nuevos amigos que no soy una amenaza-
Apenas pudo reaccionar él, ya que Emilie había realizado un salto de fe y esperaba en el césped que momentos antes el asesino había pisado. Desmond hizo lo propio y apenas quince segundos después apareció al lado de Emilie, que conservaba la sonrisa que la había caracterizado durante su infancia y que mantenía a los chicos de la granja en vilo por una sonrisa suya. Desmond no era para menos.
-¿Vamos?-Preguntó ella alzando una mano hacia él. El asesino la observó y cogió su mano, notando como la propia estaba temblorosa. ¿Pero qué diablos le pasaba?Desmond tiró suavemente de Emilie y juntos entraron en el escondite asesino.
