-Prólogo-

Jasper

–No puedo más con esto.

– ¿Crees que yo sí? –le pregunté con mala cara, sintiendo que mi enfado aumentaba por momentos. – ¿Crees que a mí me gusta llegar a casa todos los días para discutir contigo? Estoy tan cansado de esto como tú.

Se quedó callada, observándome con frialdad. Volvió a hablar al cabo de varios segundos, en los que sólo pudimos escuchar el tic-tac del reloj:

–Entonces, tal vez debamos ponerle remedio.

– ¿De qué estás hablando? –ya intuía la respuesta, pero sólo porque yo mismo había sopesado la posibilidad:

–Quizá debamos divorciarnos –musitó Alice, como si no estuviera del todo segura de lo que me estaba diciendo.

– ¿Crees que así solucionaremos nuestros problemas?

–No, pero por lo menos dejaremos de discutir.

–Discutimos porque así lo quieres.

– ¡Eso no es cierto! –gritó, apretando los puños a sus costados. –Discutimos porque hace mucho tiempo que hemos dejado de ser un matrimonio, pero sobretodo porque has dejado de ser un buen padre.

Abrí los ojos desmesuradamente, incapaz de creer lo que acababa de oír.

– ¿Qué? ¿Acabas de decir que soy un mal padre?

–Te pasas la vida trabajando, Jasper… Julie quiere pasar tiempo contigo pero tú nunca puedes porque tienes que trabajar. Los domingos, los únicos días que puedes estar con ella y conmigo, los pasas encerrado en el despacho, hojeando apuntes y preparando los juicios.

– ¿Y qué quieres que haga, Alice? Ese es mi trabajo –rebatí, empezando a cabrearme.

–Podrías haber intentado compaginarlo con tu familia, pero está claro cuáles son tus prioridades.

–Mira, cuando heredé la empresa de mi padre ya sabías que no podría pasarme los días jugando a las casitas con Julie.

–Yo no te pedí que lo hicieras. Sólo quería que sacaras tiempo para ella, pero no pudiste, ya que ni siquiera has sido capaz de mantener a flote nuestro matrimonio.

– ¡No te atrevas a culparme de haber roto nuestro matrimonio! –grité, acercándome a ella un par de pasos. – ¡Si nuestra relación está rota no ha sido sólo por mi culpa!

– ¿Ah, no? Dime de qué soy culpable, pues –me pidió, cruzándose de brazos.

–Puede que yo me haya volcado demasiado en mi trabajo y os haya ignorado un poco a ti y a Julie, pero yo no voy por ahí tonteando con mi ayudante. Sé lo que hay entre tú y James.

– ¿De qué estás hablando? ¡Yo no tengo nada con James! –me gritó Alice, moviendo las manos nerviosamente.

– ¿De veras? ¿Y qué son esas llamaditas de madrugada? ¿Y por qué te escondes siempre que te llaman del trabajo? ¿Es que crees que soy imbécil o qué?

–Yo no me escondo cuando me llaman del trabajo, simplemente necesito tranquilidad, y con Julie a mi alrededor eso es complicado. Porque yo, al contrario que tú, sí que paso tiempo con nuestra hija.

– ¡Deja de meter a Julie en esto! Estábamos hablando de tu relación con James, no cambies de tema.

– ¡Pero si has sido tú el que ha cambiado de tema!

Me rasqué la frente y respiré hondo, porque no podía seguir aguantando aquella conversación tan estúpida.

–Mira, sabes que yo siempre he querido lo mejor para ti y para Julie, por eso me he volcado tanto en el trabajo, para llevar bien el bufete y para poder daros una buena vida.

–Esa no es ninguna excusa. Tú no eres el único que trae dinero a casa, porque yo también trabajo, y a pesar de eso he sido capaz de estar por mi familia y por mi empleo a la vez.

– ¿Sí? Pues hace mucho tiempo que dejé de sentirme como tu marido.

Alice se quedó callada y apartó la mirada de mí durante un par de segundos. Cuando volvió a alzarla, vi determinación en sus ojos.

–Entonces divorciémonos. Está claro que será lo mejor para ambos. Cuando te hayas librado de mí, podrás ir a revolcarte con tu secretaria siempre que quieras.

Me quedé estático, sin poder creer lo que acababa de oír.

–María y yo nunca… –quise decirle que entre ella y yo no había nada, pero una vocecita me hizo mirar por encima del hombro de Alice.

– ¿Mami? –vi a Julie parada en el marco de la puerta del salón, abrazando a su león de peluche mientras nos miraba a ambos por turnos. – ¿Qué pasa?

–Nada, princesa. Vuelve a la cama, que ahora iré a arroparte –le dije fingiendo una sonrisa.

Se me rompió el corazón al escuchar su respuesta:

–No, quiero que venga mami –murmuró haciendo un puchero a la vez que abrazaba con más fuerza su peluche.

–Ahora voy, cielo. Sube a tu habitación y métete en la cama, que ahora iré a dormir contigo un rato, ¿vale? –le propuso Alice, y Julie asintió con una pequeña sonrisa adornando su bonita cara. La niña se dio la vuelta con rapidez y subió las escaleras con cuidado. – ¿Lo ves? Ni siquiera quiere que vayas a dormirla –recalcó Alice, mirándome con lástima.

–Eso es porque está acostumbrada a que la duermas tú –no quise creer lo que me estaba diciendo, porque no me daba la gana de aceptar que mi hija ya no me quería como antes.

– ¿Y por qué será? Porque siempre llegas demasiado tarde como para encontrarla despierta, y lo mismo pasa conmigo. Supongo que ya te habrás dado cuenta de que ya nunca te espero por las noches.

–Hace mucho tiempo que no lo haces.

–Ya he dado por sentado que tienes a otra que te da lo que necesitas.

Apreté con fuerza los dientes, harto de aquel tema.

–Entre María y yo no hay nada.

– ¿Y por qué razón tendría que creerte? Tú no me crees a mí cuando te digo lo mismo respecto a James.

– ¡A mí María no me envía mensajes ni me llama a deshora!

– ¡James es mi ayudante! ¡Necesita hablar conmigo si no estoy en la empresa, Jasper!

– ¡Mami! –escuchamos que Julie gritaba desde el piso de arriba y suspiré, pasándome la mano por la cara.

Alice me miró y respiró hondo antes de hablar de nuevo:

–Tengo que subir a dormirla. Buenas noches –sin decir nada más se dio la vuelta, salió del salón y subió las escaleras lentamente.

Yo, por mi parte, caminé hasta el sillón más cercano y me dejé caer en él, sintiéndome exhausto y derrotado. No comprendía cómo habíamos llegado a ese punto en nuestra relación y cómo habíamos dejado que se deteriorara tanto. Parecía que no había solución, que ya estaba todo perdido y que había perdido a mi esposa y a mi hija. Era cierto que hacía tiempo que no sentía lo mismo por Alice. Ya no nos tratábamos como una pareja, ni siquiera como amigos. Sólo éramos dos personas que vivían en la misma casa porque tenían una hija en común, y eso era algo muy triste. Lo que más me dolía era saber que le había fallado a Julie. Pero no iba a dejar que Alice volviera a reprochármelo, porque a partir de ese momento haría todo lo posible por estar con Julie. Iba a aceptar el divorcio. Sería lo mejor para ambos, e incluso sería lo mejor para nuestra hija, que ya había tenido que presenciar varias veces nuestras discusiones, y no quería que eso le afectara negativamente.

Me levanté del sofá al cabo de un rato, cuando estuve seguro de que no iba a toparme con Alice de nuevo. No quería tener que soportar sus miradas envenenadas, y mucho menos me apetecía volver a discutir. Subí las escaleras mientras me deshacía el nudo de la corbata y me detuve delante de la puerta de la habitación de Julie. La abrí con cuidado, intentando no hacer ruido, y entré sigilosamente, no queriendo despertarla. Me acerqué a la cama y la contemplé durante algunos segundos. Era la niña más bonita que había visto alguna vez, con el cabello rubio y rizado como yo, y con los ojos grises de su madre. A sus cuatro años ya sabía leer mucho mejor que los niños de su edad, y era capaz de hablar tanto y tan rápido como Alice cuando se lo proponía. Sonreí con tristeza, me incliné para darle un beso de buenas noches y se movió entre sueños, colocándose de costado sin dejar de abrazar a su león. La arropé bien con las mantas y a continuación salí de la habitación cerrando la puerta a mis espaldas.

Caminé hasta la habitación que compartía con Alice y encendí la luz. Vi que mi todavía esposa estaba en la cama, dándome la espalda, y supe que fingía dormir. No dije nada. No tenía ganas de hablar o de discutir con ella, así que me puse el pijama, me metí en la cama y me giré hacia el costado opuesto, dándole también la espalda. Tal vez al día siguiente seríamos capaces de hablar como dos personas civilizadas aunque, sinceramente, lo dudaba.


¡Hola!

He vuelto después de unos cuantos meses, pero ésta vez con una historia larga. Os dejo el prólogo para ver si os gusta. El fic aún no está terminado, pues me quedan un par de capítulos por escribir, pero como siempre, intentaré no tardar en subir el primer capítulo.

Espero que os haya gustado el inicio de esta historia y que me lo digáis con vuestros reviews :) ¿Nos leemos en el próximo? Vosotros decidís.

¡Hasta pronto!