Todos los derechos reservados a sus respectivos autores, los personajes no me pertenecen y blablabla.
Hola a todos, aquí estos con una nueva historia la cual no va a ser muy larga, de hecho la escribí porque lo soñé y...
-¿No deberías actualizar el siguiente capítulos de "Algo más que amistad" en vez de comenzar otra historia?
-Bueno sí, pero... Sé que dije que actualizaría hoy pero... Esto ayudará a que despeje mi mente de tantas ideas y así poder darle buena continuación.
-¬¬ Eso espero.
XD
En fin, disfruten.
Capítulo uno: El comienzo.
Era una noche fría de invierno, pasaban ya de ser las once, cerca de un puente se encontraba una joven damisela, aproximadamente de entre unos 16-17 años, complexión delgada, un hermoso, liso y sedoso cabello cobrizo por debajo de la altura de la cintura, su vestimenta era bastante sencilla para la helada noche, no era de extrañarse que estuviera temblando. Se estarán preguntando, ¿Qué hace una joven púber a altas horas de la fría noche vistiendo de esa manera? Si pensaron que estaba a punto de tentar contra su vida, están en lo correcto, si pensaron otra cosa... Dejémoslo así.
Ella tenía toda la intención de suicidarse, de ponerle fin a su sufrimiento, a su pesar... A su vida. Se acercó a la orilla del puente y cuidadosamente se subió. Justo cuando estaba a punto de saltar escuchó una voz que la detuvo.
-¡No lo hagas! –la persona a quien pertenecía la voz se acercaba a rápida velocidad a la joven.
Después de eso, la vista de la muchacha se hizo borrosa y finalmente todo se torno obscuro. ¿Estaba muerta? ¿O sólo perdió la conciencia? Luego de eso, no recordaba nada, despertó en un lugar completamente diferente al que se encontraba antes, tapada con un abrigo desconocido. Abrió sus ojos con lentitud, tenía un fuerte dolor de cabeza, seguramente se golpeó y eso hizo que perdiera el conocimiento. Pensó para sí.
El lugar en el que estaba era cálido, a su lado derecho había un enorme cristal por el cual se podía observar hacia afuera, el cielo aún era obscuro, lo que indicaba que aún no amanecía, giró a su izquierda y había una barra y mesas con sus respectivos asientos, máquinas para hacer café, un mostrador con una gama de postres, vitrinas y repisas con platos y tazas de porcelana. Y ese olor exquisito a té y café negro.
-¿Una cafetería? ¿Cómo? –se preguntaba mientras incorporaba su cuerpo y se sentaba correctamente.
El reloj que se encontraba en la pared, marcaba las dos de la mañana.
-¡Oh, Qué alivio!, al fin reaccionas, ¿Te encuentras bien? –le preguntó una joven bien parecida, cabellos dorados, ojos color vino intenso, parecían dos dimantes rojos, extraños, peculiares e invaluables; su edad pareciera ser la misma de la joven cobriza.
-¿Quién...? –no pudo terminar de formular su cuestión debido a que sintió una punzada en su cabeza.
-Bebé esto. –extendió su mano y puso la taza en la mesa.
La joven miro la taza pensativa, dudaba en si debía tomarlo o no. Mientras tenía ese debate mental consigo misma la joven rubia habló.
-Descuida, es sólo té, te hará bien, ¿Entendiste? Te di té el cual te hará bien. –comentó con tono burlón, pero, al darse cuenta que no había ningún tipo de reacción de la otra persona, se rindió.
Por otra parte la chica se reía internamente por la ocurrencia de la muchacha. Bebió el té y se relajó un poco, el dolor de cabeza había disminuido notablemente.
-¿Te sientes mejor? –preguntó con preocupación la desconocida que le había dado la taza de té.
-Sí, gracias.- respondió de manera breve. – ¿Cómo y por qué estamos en una cafetería? –por fin hizo la cuestión que desde hace tiempo quería hacer.
-¡Ah, eso!- exclamó –Yo... ¿Recuerdas lo sucedido? Ya sabes... Tú... –la joven intentaba encontrar una manera de decirlo pero sólo desviaba la mirada.
-Sí. Lo recuerdo. –respondió al darse cuenta que la persona junto a ella se encontraba incómoda. Y es que ¿Quién no se sentiría incómodo ante eso? Ella le salvo la vida, por una parte le agradecía y por otra quería golpearle y decirle que hubiera sido mejor que no interfiriera. Pero no podía decir ni hacer eso.
La joven inhaló y exhaló antes de hablar. –Bueno, yo no sabía qué hacer, quedaste inconsciente y no reaccionabas, así que no tenía ni cómo averiguar dónde vives y dejarte allí no era una opción, tampoco podía llevarte a mi casa, no quería que pensaras que soy una depravada que se aprovecho de la situación ni nada por el estilo.- hablaba con rapidez, causa posible del nerviosismo. -¡Ah! Sin darme cuenta comencé a divagar, lo siento, estamos aquí porque un familiar mío es dueño de esta cafetería y yo trabajo aquí, por eso tengo llaves. Pensé que estaría bien si veníamos aquí, aunque supongo que sigue siendo sospechoso... –la muchacha de ojos color vino dirigió su vista a la cobriza la cual tenía una expresión de enorme confusión en la cara. –Lo siento, hablé demasiado rápido ¿no?
La cobriza estaba, en cierto modo, disfrutando de eso, le pareció algo gracioso y divertido, en especial porque las expresiones faciales de la joven cambiaban constantemente. Sonrió levemente y se perdió en sus pensamientos.
-¡Oh, cierto! –exclamó la joven rubia, sacando de sus pensamientos a la cobriza. – ¿Quieres que te lleve a casa?
-No... Yo, si no es molestia ¿podría por favor quedarme aquí? A decir verdad, no quiero volver a casa en estos momentos.
Ella le dio una mirada comprensiva y asintió con la cabeza. Ninguna de las dos dijo nada, se extendió un prolongado silencio. Antes de darse cuenta se quedó dormida, apoyando su cabeza sobre sus brazos entrelazados que se encontraban sobre la mesa. Por la mañana abrió los ojos y movió la cabeza con lentitud hacia los lados. Cuando levantó la vista su mirada se encontró con unos hermosos ojos rojo azabache pertenecientes a aquella desconocida.
La cabeza de ella estaba sobre la mesa y en su rostro tenía una sonrisa de oreja a oreja. La joven cobriza se sobresaltó, llevó su mano derecha al pecho y respiró hondo tratando de calmarse.
-¡Buenos días! –dijo la joven muy enérgicamente. –¡Wah! Es un nuevo día, el sol salió, los pajaron cantan... Creo que tendremos buen tiempo hoy.- comentó.
Antes de que la otra joven dama pudiera hacer algún comentario, ella volvió a hablar. -Aquí tienes. Te preparé una taza de café, bueno, en realidad la taza es de porcelana pero me refiero a que hay café en ella. ¿Te gusta el café? Si no te gusta éste te gustará. No es por presumir pero hago un café único y delicioso.
Ella permaneció en silencio mirando a la chica, incrédula, es decir ¿cómo podía decir tantas cosas sin sentido? Intentaba hacer bromas pero eran pésimas que causaban gracia de lo malas que eran.
-¡Anda, anda! Pruébalo, te aseguro que te encantará.
-Gracias. –dijo y bebió un sorbo del café. Sus ojos se agrandaron, ciertamente el café tenía un sabor exquisito.
-¡A qué es delicioso! ¿Cierto? –repuso la rubia con una sonrisa.
-Bueno...No está mal. –replicó.
En cuanto escuchó eso, la sonrisa se desvaneció del rostro de la joven y comenzó a hacer gestos con su boca musitando cosas para sí misma. La hermosa cobriza sonrió para sus adentros al ver tales acciones infantiles pero que, por alguna razón encontraba... ¿Adorables?
-Sueles perderte mucho en tu propio mundo, tienes unos hermosos ojos lavanda, por cierto.
-¡Eh! –exclamó.
Ella simplemente se limitó a sonreír. El sonido de la puerta abriéndose atrajo la atención de las presentes.
-¡Oh! Esto es extraño, ¿Qué haces aquí tan temprano? Siempre sueles llegar después de las diez. –Entró diciendo un hombre alto, apuesto, con una cabellera oscura y ojos azul profundo, vistiendo lo usual para el tiempo de frío.
-Eso es... –su oración fue interrumpida por la cobrizaa.
-Si me disculpan, yo me retiro. –dijo mientras se levantaba y se dirigió a la salida.
-Te acompaño. –espetó la rubia.
-No, no es necesario.
-Descuida, quiero estirarme un poco y caminar. –insistió.
La joven decidió darse por vencida, sabía que no aceptaría un no como respuesta.
-¡Vamos! –la joven de ojos color rojo tomó de la mano a la de hermosos ojos lavanda.
-Cuando regrese te pondré al tanto de todo. –le dijo esto último al hombre que estaba de pie a un lado de la puerta, y salieron.
-Claro... ¿Qué es lo que acaba de pasar? –se preguntó, confundido ante la escena que acababa de presenciar.
El camino a la casa de la joven dama fue silencioso, pero no era un silencio incómodo, por el contrario, era de esos silencios agradables que se disfrutaban. Cuando se encontraban a poca distancia de su hogar, ella emitió un sonido de alivio.
-No tenías que acompáñame, ¿sabes? -comentó.
-Lo sé... Pero yo... –ella no tenía ni idea de qué o cómo decir algo.
-No dejes que te moleste, si pongo fin a mi vida o no, no es algo que te afecte. –complementó su oración.
Detuvo su paso en la acera y se dirigió a su casa, subió los escalones que se encontraban justo antes de la entrada y cuando iba a abrir la puerta se dio cuenta de que aún traía puesto el desconocido abrigo. Inmediatamente empezó a quitárselo.
-No te preocupes, puedes dármelo la próxima vez.
Ella volteó a ver a la joven que se encontraba parada en la acera. Caminó hacia ella ya con el abrigo en manos y se lo entregó.
-No me lo tomes a mal, pero... no quiero ni espero que haya próxima vez. –repuso elocuente.
Ante las palabras dichas la joven rubia abrió su boca para decir algo pero ni un mínimo sonido salió. Por su parte la joven damisela dio media vuelta y se dirigió de nuevo a su casa.
-Lo siento y gracias... Por todo. –dijo y entró.
La joven de ojos borgoña se quedó ahí por unos instantes, se puso el abrigo y comenzó a alejarse lentamente.
-Ni siquiera me dijo su nombre.- suspiró. Metió sus manos en los bolsillos del abrigo y sonrió. -Bueno, siempre hay una próxima vez...
¿Qué les pareció? Bueno, a los que siguen "Algo más que amistad" El domingo sin falta la actualizaré, ya tengo una amenaza de muerte así que ... jhajha wiii mi primer amenaza de muerte l u l.
Saludos a todos y cuídense mucho.
