Secrets And Love In Class
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#SALIC
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Disclaimer: Los personajes pertenecen a Meyer, y la historia es totalmente mía.
Advertencia: Es una historia rated M, escenas y vocabulario en probablemente no apto para menores de 18 años, si no te gusta, abstente de leer
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Capítulo beteado por Manue Peralta, Beta FFAD
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Me gustaría dedicarle está historia a mi querida amiga Estela, (en Twitter la encontraréis como (arroba)HappyEstela, si antes no cambia de cuenta de nuevo. Este es su regalo de cumpleaños, y como me cumplió los dulces dieciséis me decidí a hacerle esta historia de Alice y Jasper, aunque también habrá mucho Edward y Bella, sin olvidar a Emmett y Rosalie, claro.
Con todo esto, que empiece mi primer Short-Fic, Secrets And Love In Class (#SALIC).
Chapter 1: Empiezan los cambios.
—Como el vector nos da las coordenadas…
Alice intentó concentrarse en las clases de matemáticas, de verdad lo intentaba, pero el ligero movimiento de los hombros que se producía delante de sus narices se lo impedía. Tenía la mala suerte de que la profesora había sentado a Jasper Withlock delante de su mesa. ¿Cómo iba a pensar en vectores con Jasper delante? ¿Cómo pensar en historia europea cuando su cabellera aleonada la distraía?
—Y la distancia entre los puntos es siempre, el radio…
Bella, desde el otro lado de la clase observaba por el rabillo del ojo a Alice. Más cara de idiota enamorada no podía tener. Un escalofrío le recorrió la espalda a Bella, y miró con disimulo a su alrededor. Nadie la estaba observando, pero no podía evitar tener la extraña sensación de que la estaban viendo. Bella volvió a ver a Alice y suspiró. Era ya tanto tiempo el que llevaba su amiga así, que no sabía qué más hacer para que su amiga cogiera algo de valor.
Cogió un trozo de papel y se dispuso a escribirle a su otra mejor amiga, Rosalie.
"¿Cada vez se le nota más el enamoramiento o es cosa mía?"
—Porque X al cuadrado debería darnos la solución para saber la posición del vector…
El profesor estaba escribiendo, y en un rápido movimiento, Bella lanzó el papelito a su derecha, cayendo encima de la libreta de Rose.
Rosalie vio como el papel caía delante de ella, y con mucho cuidado, pendiente de que nadie la viera, abrió el pequeño papel debajo de su pupitre. La despampanante rubia esbozó una sonrisa de ternura. Sabía que su amiga estaba enamorada de su gemelo, y la simple idea de imaginarlos juntos le daba ganas de soltar frases malsonantes de pura felicidad, al más puro estilo camionero mal hablado, por ejemplo un: "¡Jodete puta guarra arrastrada! ¡Te dije que mí hermano nunca se liaría con alguien más decente que una puta con complejo de reina como tú! ¡Jodete! ¡Esa es mí puta pequeña duende!".
Sí, sin duda le diría algo así a más de una.
Intentando parecer desinteresada, Rosalie, se giró un poco para ver la escena.
Jasper tenía el entrecejo fruncido, copiando sin parar apuntes de matemáticas, no separando la vista de la pizarra en ningún instante, mientras Alice, sentada detrás de él, estaba con una extraña mueca: mejillas sonrojadas de un rojo furioso, entrecejo y labios fruncidos y el cálido brillo del amor centelleando en sus ojos azules.
La rubia esbozó una sonrisa, se veían tan adorables. Al menos Alice, porque Jasper no se enteraba…
Con cuidado, y haciendo cuadrar los cuadrados de la nota con la cuadrícula de su libreta, se dispuso a responder a la pregunta de su otra amiga:
"La duende desborda amor por todos los orificios posibles. El idiota caballero ni se entera."
Y con cuidado se la pasó a Bella, que esbozó una sonrisa y se ajustó sus gafas de pasta negra.
Bella había odiado usar gafas de pequeña. Casi no leía, no le veía utilidad en aquel entonces. Grande fue su sorpresa al saber que no le gustaba leer porque le dolía la cabeza. Fue tener las gafas y devorar todos los libros que tenía a su alcance. Claro está, que los niños —que en ocasiones podía ser crueles— se habían metido con ella. Muchas veces llegó llorando a casa por que la llamaban cuatro ojos y miópe. Para una niña de seis años eso es una de las peores cosas que le puedes decir, pero ahora a sus dieciséis, pensaba que esas gafas tan Taylor Swift en el vídeo de "You Belong With Me" le daban un toque intelectual, el que por cierto le encantaba.
Claro que ciertas personas se seguían metiendo con ella por sus gafas, pero ella se limitaba a levantar el dedo del medio y decirles en su tono más frío y tranquilo: "Iros a la mierda, panda de cabrones"
Bella empezó a leer la nota esbozando una tímida sonrisa.
No muy lejos, la primera mesa en diagonal por el lado izquierdo de Bella, Edward veía la sonrisa que la castaña esbozaba. Él quería que ella le sonriera así, si algún día se llenaba del suficiente valor para declararse.
"Algún día" Se dijo Edward viendo aún a Bella, y como esta escribía frenéticamente.
Edward conocía a Isabella desde siempre. De hecho, fue él el que le puso el apodo de Bella. Edward se empezó a llevar estupendamente con el mellizo de ella, Emmett, y un día fue a la casa Swan para jugar con su amigo. Había visto varias veces a Isabella Swan a la hora del recreo —aunque iban en distintas clases— en un rincón leyendo algún libro para que nadie la viera y así se metieran con ella. A él no le gustaba que se metieran con las personas, coincidía con su mamá que siempre le decía "No le hagas a los demás lo que no quieres que te hagan a ti, Edward." La verdad era que Isabella no parecía meterse con nadie, si no que todos iban a junto ella. Por eso nunca se había fijado en ella a pesar de que la "conocía" desde párvulo.
Temblando un poco llamó a la puerta de la casa Swan.
Abrió los ojos desmesuradamente y su pulso se aceleró cuando vio a Isabella Swan frente a frente. Quedó más atrapado que el trasero de su perro Scooby al intentar entrar en la casa gigante para Barbie que tenía su prima Alice. Scooby era un San Bernardo.
Los grandes ojos color gris con motitas marrones, que no llevaban gafas en ese momento, le parecieron los más bonitos que había visto, al igual que su blanquecina piel, sus rojos labios con un extraño matiz anaranjado y su cabello marrón chocolate cayendo en ondas por sus hombros.
Le parecía una de esas extrañas hadas de las que le hablaba su madre. Una sílfide, ninfa o algo así…
Ese día no, pero después de ir repetidas veces a su casa, habían empezado a hablar y ellos rápidamente se hicieron amigos, junto a los demás. Desde que tenía nueve años, Edward Cullen había estado enamorado de Bella Swan.
Una colleja por la parte baja de su cabeza sacó a Edward de sus pensamientos.
—Deja de babear por mí hermana pequeña —le dijo Emmett con una sonrisa divertida en el rostro y volviendo a acomodarse en su sitio, detrás del de Edward.
—Ella nació dos horas antes. Fuiste tú el que se quedó dormido dentro de Renée –le respondió Edward sonriendo con suficiencia.
—Eso es lo que ella dice —Emmett hizo de sus ojos finas líneas que lanzaban dagas a su mejor amigo.
—No, eso me lo digo la misma Renée –sentenció Edward antes de darse la vuelta cerrando así la conversación con el bonachón de Emmett.
Edward se enfurruñó en su sitio y decidió centrarse en el final de la clase de matemáticas. No quería tener que aguantar más bromas respecto a Bella por parte de Emmett.
—Y como esto es lo último que damos sobre vectores, pondremos el examen para…
Emmett sonrió al ver como Edward se enfurruñaba en su sitio. Le encantaba fastidiar a su amigo, y cualquier motivo era bueno para ello, incluso el enamoramiento que le procesaba a su hermana.
Por el rabillo del ojo percibió un extraño movimiento. Giró la cabeza lo suficientemente rápido para ver como Rosalie le lanzaba una notita a Bella.
¡Oh Rosalie!
Ese era el gran dilema que tenía el joven Emmett Swan.
Emmett era alto, fuerte, casi se podía decir que una masa exclusivamente de músculos, pero tremendamente listo. A diferencia de su hermana, Emmett tenía los ojos marrones de su padre Charlie, junto los dos hoyuelos de su madre Renée y su pelo era rizo como el de su madre y negro como el de su padre. En la forma de ser, Emmett era como la alocada y simpática Renée, mientras que su hermanita era como Charlie. Y al igual que sus padres, los dos hermanos se llevaban a las mil maravillas, sin eso del sexo, claro.
Emmett se había fijado en la amiga de su hermana hace unos años, cuando ésta y la enana revoltosa adicta a las compras —el pseudónimo largo de la pequeña Alice Brandon— vinieron a dormir a su casa. Nunca había pasado realmente tiempo a solas con su hermana y sus amigas, casi siempre que estaban "Los tres ángeles de Charlie" juntos, él entablaba conversación con Jasper y Edward. Que quedara claro, lo de los ángeles de Charlie era porque su padre las llamaba ángeles, y eso al grandullón de Emmett le causaba gracia.
Pero aquella noche, claramente, ni Jasper ni Edward estaban. Rápidamente quedó impresionado por los conocimientos de futbol y mecánica que tenía la amiga de su hermana. Y también de la lengua viperina que tenía cuando hacía falta.
Los Hale habían llegado hacía cinco años a Forks desde Texas, y Jasper, con sus cómodos silencios, mente pacífica, gran astucia y espíritu de la amistad se ganó rápidamente a Edward y a Emmett.
Con Rosalie pasó algo parecido, solo que fue con las chicas y se las ganó por su gran inteligencia, lengua letal y ese gran espíritu que no permitió que nadie en la escuela pisoteara.
Y aquella noche fue la primera, en tres años, en la que Emmett Swan se fijó realmente en la amiga de su hermana para no olvidarla, porque a la mañana siguiente al verla en los pequeños pantalones cortos y camiseta de ositas que componían su pijama, Emmett, como adolescente con un cóctel de hormonas encima, tuvo una erección.
Rápidamente se dio la vuelta y subió las escaleras alegando que se le había olvidado hacer un trabajo.
Nunca había dicho que tipo de trabajo…
La rubia se le quedó mirando por un momento, y él como un buen Swan, se sonrojó casi imperceptiblemente, pero ese gesto no pasó desapercibido para Rosalie, que levantó de manera desafiante la ceja. Emmett se sonrojó aún más. Era como si Rosalie supiera que él estaba pensando en la primera erección que había tenido pensando en ella.
Emmett decidió quitar la mirada de la rubia que le traía de cabeza con su cuerpo lleno de curvas y centrarse, como sus dos amigos, en la clase de matemáticas, pensando en pedirle a Rosalie para ser su novia lo antes posible.
Bella se carcajeó silenciosamente al ver la cara de su hermano. La única persona capaz de hacerle sonrojar era Rosalie, y ella intuía el motivo. Por otro lado observó a Edward, que parecía estar viviendo al límite las dudas que estaba aclarando el profesor de cómo hallar la ecuación de la circunferencia con los vectores.
Edward era muy aplicado en los estudios, sobretodo en matemáticas, física y química y biología. Él era su milagro. Sin él, ella suspendería la segunda. Bella maldecía todos los martes, miércoles y viernes a los estúpidos átomos, protones, leyes del trabajo y los diferentes tipos de energías que habitaban en su mundo.
Ella era una chica de lenguas, cosa que Edward sabía. Y ambos tenían un trato. Él le ayudaba con física y química y ella le ayudaba con literatura inglesa, sintaxis, francés y español.
Sí, a simple vista parecía que ella hacía más pero la realidad era otra. Bella solo tardaba cinco minutos por materia para que Edward lo entendiese, mientras que el pobre Edward tardaba casi hora y media para que ella supiera hacer un triste ejercicio de fuerzas.
Sí, la física y la química era un asco para Isabella Swan…
Al otro lado de clase, Alice seguía embobada viendo el leve movimiento de los hombros de Jasper y como su pelo se balanceaba con suavidad. Ella, dentro de lo que le era posible, captaba lo básico para pasar el examen. Le pediría los apuntes a Edward y listo.
—Alice, se me ha acabado el tippex, ¿me puedes prestar el tuyo?
Alice parpadeó un par de veces al ver como Jasper le pedía el tippex con esa tímida sonrisa.
"Te dejaba el tippex y mi cuerpo si quisieras…"
Alice se sonrojó de un rojo feroz por ese pensamiento. Lo peor había sido que ese pensamiento había sonado con la voz de Rosalie. Visto así el pensamiento tenía sentido…
—Cl- claro, Jasper —dijo Alice tendiéndole el corrector rápidamente. Sus manos se rozaron por un instante. Hubo dos reacciones:
La primera: Jasper se giró con rapidez para no perder detalle de la clase. Era buen alumno, pero las matemáticas se le hacían duras cuando se despistaba, y no se podía dar el lujo de suspender la asignatura. Quería que su historial académico fuera impecable, para así poder acceder a la mejor universidad posible. Aunque por un instante se quedó en blanco pensando en el extraño hormigueo que sentía en la zona de su mano que había sido tocada por Alice.
La segunda: Alice empezó a híperventilar, se puso más roja si es que eso era posible, y en sus ojos se acumuló un poco de agua por pura felicidad mientras en su mente empezaba a cantar "Somebody To Love" de Queen. Ella ya tenía alguien a quien amar, y intentaría enamorarlo con todas sus fuerzas, que no eran pocas.
Alice desconectó por completo después de ese roce. Solo reaccionó cuando Jasper le devolvió el tippex y se vio obligada a responderle un "Ajá" para no parecer una idiota enamorada.
A la mente de Alice no pudo evitar venir el recuerdo de cómo conoció a Jasper, o como ella lo llamaba: su caballero sureño.
*Flashback*
La pequeña Alice, de once años, acaba de salir de casa. Se había esmerado mucho en ponerse guapa. Ella creía que en cualquier momento su príncipe aparecería, y ella no quería ser como La Bella Durmiente, que conoció a su príncipe en medio del bosque con sus harapos puestos. No. Ella lo conocería vestida ya como una princesa.
Por eso había optado por un vestido malva que le encantaba. Si giraba una vez el vestido se alzaba unos centímetros, del mismo modo que hacía el vestido de Aurora en el bosque mientras bailaba con su príncipe. Su pelo, largo hasta los hombros y negro como la noche más oscura iba suelto y tan liso como siempre, haciendo que su pequeña cara redonda son sus labios rosas y ojos azules como el cielo resaltara de manera impresionante.
Era pleno julio, y era un día caluroso en Forks. Le había dicho a su mamá que iría a casa de Bella. La casa de Isabella estaba a unas cuadras, y siempre había gente por la calle, por lo que Elizabeth Brandon accedió a la propuesta de su pequeña y adorada hija.
Alice salió de casa dando brincos y cantando el "eres tú la dulce ilusión que yo soñé…" que salía en la película Disney que tanto le gustaba. Yendo de camino para la casa de Bella vio como dos niños tomaban un helado, y como una furgoneta blanca con fotos de helados estaba a unos metros. Una idea cruzó por su mente. Le compraría a Bella un helado, y para ella otro. Eso sí, tendría que darse un poco de prisa, porque sino el helado se derretiría antes de llegar a la casa de su amiga.
Con la agilidad y belleza que caracterizan a una bailarina, Alice se acercó a la furgoneta e hizo su encargo:
—Un helado de chocolate y vanilla y otro de fresa y dulce de leche.
El hombre le dio los dos conos con una amable sonrisa en el rostro.
Ella feliz de la vida se dirigió a casa de su amiga cundo tropezó con algo en el camino, pero no llegó a caer, solamente perdió el equilibrio. Ella no era Bella para tropezar, por lo que ese hecho le sorprendió enormemente. Miró a sus manos y vio que los helados estaban en perfectas condiciones.
Sonrió.
—Dame los helados —dijo una voz seca a sus espaldas. Alice tembló de manera casi imperceptible. Era Félix, el niño que era un matón. Si Félix quería algo, tú debías dárselo si no querías que estropeara tu pelo, tu ropa o te insultara, eso siendo niña, porque si eras chico las cosas no eran tan buenas… Lo que la Alice de once años sabía era que Félix hacía eso para llamar su atención, porque él tenía un enamoramiento por la niña que parecía una hermosa bailarina, pero que ni él mismo sabía por la inocencia de la infancia.
—Pero son para mi amiga —dijo Alice frunciendo el entrecejo y sacando el labio inferior en un adorable puchero.
— ¡Te he dicho que me los des! —Gritó el niño empujando a Alice por los hombros.
Alice cerró fuertemente los ojos preparándose para la caída, pero por el contrario, alguien la sujetó por la parte alta de su espalda.
— ¡Te ha dicho que eran para su amiga! —dijo una cálida voz que estaba empezando a agravarse por la próxima adolescencia.
— ¿Te vas ya o tengo que darte una patada en tus pelotas, pedazo de imbécil? —dijo una voz de niña. Una niña que sabía defenderse. O eso pensó la pequeña Alice.
Alice vio como el rostro de Félix se contraía en una mueca de dolor y sus manos cubrían su entrepierna, pensando en lo que le podría pasar.
—Está bien, ya me voy… —murmuró el matón de mala gana. Alice pensó que a Félix le pasaba algo para irse tan rápido y por las buenas.
Con cuidado se separó de las manos que agarraban su espalda, sirviéndole de apoyo. Con un suspiro vio como del helado caía una pequeña gota, porque se estaba empezando a derretir. La pequeña pensó que lo correcto sería ofrecérselo a la niña y niño que la salvaron del matón, tal vez aún tendría suficiente dinero para comprarle uno a Bella…
Alice se dio la vuelta con el rostro gacho, pensando en el agradecimiento que le daría a los niños.
— ¿Estás bien? —Preguntó la voz de niño. Alice se sorprendió abriendo los ojos. Era una voz bonita, muy bonita, pensó para ella. Era infantilmente masculina, y suave, como lo sería el tacto del terciopelo.
"¡Mi príncipe!" Pensó la pequeña Alice.
Alice levantó la vista lo más rápido que pudo, y al instante sonrió ampliamente. Era muy guapo, y se veía preocupado por ella, como todo un caballero.
Eso era, un caballero, y no un príncipe.
El muchacho era rubio, con un pelo que le recordó un poco a la de un león, por las ondas y lo alborotado que estaba, pero eso no le quitaba belleza. Su rostro era alargado y podía ver como la mandíbula empezaba a sobresalir. Pero lo que más llamó la atención de Alice fue el color azul de sus ojos. Sus ojos también eran azules, pero los del muchacho eran diferentes, parecían del color de un témpano de hielo. Lo suyos eran diferentes, según su mamá y papá parecía casi violeta, como los de una actriz muy conocida, pero de la cual ella no lograba nunca acordarse. Intentó hacer memoria y se acordó que se llamaba Liz Taylor, o eso creía…
—Creo que se quedó en trance —dijo una muchacha rubia acercándose a ella. Alice parpadeó dos veces.
La muchacha era una réplica del caballero, solo que en mujer. Su pelo también era rubio y caía hasta su cintura. Su cara era redonda y sus ojos también parecían del color de los témpanos de hielo, solo que a diferencia de éste los ojos de los muchachos mostraban emociones y sentimientos.
—No... Yo... Emm… Estoy bien —dijo Alice, sin saber realmente qué decir. La rubia bufó, y Alice no pudo evitar sonreír.
—Odio a los matones —Alice asintió sin saber qué más hacer.
— ¿Cómo te llamas? —Le preguntó el muchacho clavando su mirada sobre la suya. Alice se sonrojó violentamente.
—Al- Alice Brandon —respondió con una voz demasiado aguda para su propio gusto.
—Rosalie Hale —le dijo la rubia con una sonrisa de paz.
—Jasper Hale —dijo el muchacho.
Alice quedó levemente aturdida. Después de unos segundos, cuando la gota del helado de fresa llegó a su mano se acordó de su idea de ofrecerles los helados.
—Tomad. Son por salvarme –le dijo tendiéndoles los helados.
—Tranquila, nosotros íbamos a comprar unos ahora mismo, así que te los puedes quedar —le dijo su caballero… Jasper, le gustaba como sonaba.
—Muchas gracias —dijo ella con una tímida sonrisa.
—Corre antes de que se derritan —le dijo Jasper guiñándole un ojo. Alice se sonrojó.
—Espero volver a verte, Alice Brandon —le dijo Rosalie revolviéndole el pelo con cuidado de no despeinarla mucho.
—Igualmente —le respondió Alice antes de seguir su camino hacia la casa de Bella, sintiendo como su corazón latía desbocado y su estómago estaba lleno de mariposas que parecían querer traspasar su carne.
*Fin del Flashback*
—Alice, Alice, Alice…
Alice oía el sonido de la voz de Bella de fondo pero ella seguía metida en el mundo de los recuerdos.
— ¡Alice! —gritó Rosalie pellizcándole el brazo. Entonces Alice sí reaccionó. Pegó un gritó mientras pegaba un salto.
— ¡Serás mala pécora! ¡Sabes que no soporto los pellizcos! —Le gritó a Rose que sonreía de miedo lado.
—Rosalie lo siente, Al —Bella miró de medio lado a Rose—, pero vas a llegar tarde a la próxima clase, y nostras también.
Alice abrió los ojos sorprendida justo antes de abalanzarse a meter el libro y el estuche en la mochila para dirigirse a francés.
— ¿Hace tanto que tocó? —Preguntó Alice saliendo por la puerta, justo detrás de Bella y Rose.
—Mi hermano te tiene en trance —murmuró Rosalie con malicia. Bella pensó que ya se parecía Emmett haciendo bromas a cualquiera por cualquier cosa.
—Ya. Podía ser así cuando vamos de compras… —murmuró Bella.
Rosalie y Alice levantaron las cejas sorprendidas. Era sabido que Bella odiaba ir de compras, pero ella necesitaba que le compraran ropa más o menos… necesitaba más ropa, ese era el punto.
Las dos vieron el conjunto que Bella llevaba. Una sudadera negra abierta dejando ver la camiseta, tres tallas más grande del grupo Kiss, unos vaqueros oscuros y las converses negras.
Era muy estilo Bella, o eso pensaron ellas.
Por lado de la receptora de la crítica de moda, ella solo se limitaba a torcer la boca con desagrado. Bella odiaba cuando Rosalie y Alice hacían eso de escanear su vestuario.
—Me voy para biología antes de que el señor Banner me deje de puerta afuera —murmuró Bella subiendo sus gafas antes de correr hacía la próxima clase.
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—Todos debemos saber quien es Charles Darwin, dado que sin sus investigaciones en el Beagle sobre la evolución nos permite…
Bella miraba atenta cómo el profesor de biología explicaba un poco la vida de Darwin, y Edward, por otra parte, miraba embelesado a Bella. Su pelo caía de manera desordenada sobre sus hombros, y sus gafas estaban en la mitad de su nariz. A ella le molestaba para ver de lejos, y él sabía que tenerlas en esa posición le permitía ver bien el encerado y con bajar la vista, ver bien el libro. Y lo que él también sabía era lo sexy que se veía en esa pose desinteresada mientras mordía tentativamente la punta del lápiz.
Edward había tenido ya varios sueños respecto a esas gafas en esa posición, una Bella vestida al estilo ejecutivo mientras le explicaba cómo hablar en francés. Solo que él no pensaba precisamente en el idioma.
Más de una vez se despertó en medio de la noche más duro que una piedra. Más de una vez fue al baño. Más de una vez se masturbó y llegó al orgasmo pensando en el sueño. En ese sueño donde la Bella vestida de ejecutiva lo miraba con sus grandes ojos grises mitad escondidos por sus gafas de pasta negra mientras ella le hacía un francés.
¡Joder! ¡Y qué francés!
Por culpa de eso no tardaría en salirle cayos en la mano derecha.
Edward se revolvió incómodo en su asiento, en un intento de acomodar mejor su pantalón. Con acordarse del sueño su pene cobraba vida propia. Bella le miró de reojo con el ceño fruncido.
—Edward, ¿estás bien? —le preguntó ella mirando a su amigo.
Por un minuto se quedó enganchada de los ojos verdes esmeralda. Era tan hermosos como el mismísimo Edward. Pero Bella siempre se limitaba a lo que había: Amistad. Ella pensaba que Edward era atractivo, muy atractivo, con su pelo color bronce, revuelto, que la llamaba en sueños para agarrarlo mientras lo besaba de manera pasional y pasaba sus manos por su bien formados pectorales y abdominales.
Pero tenía que quitarse esas ideas de la cabeza.
Seguramente eran las hormonas que le jugaban malas pasadas por querer descubrir los placeres de la carne.
Tenía que recordarse a sí misma quién era Edward. Uno de los más deseados del instituto. Y ella era Bella. Una de las más ignoradas y menos deseadas del instituto. Por eso volvía a pensar en que era Edward, su amigo.
—Sí, estoy bien, Bells, no es nada —le dijo él en un intento porque lo dejara pasar. Bella asintió. Sabía que no era verdad, pero lo dejó correr.
—Y quiero que hagáis un trabajo en parejas o grupo…
— ¿Juntos? —preguntó Edward.
—Juntos —se limitó a responder Bella con convicción.
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Rosalie se sentó al lado de Emmett mientras esperaba que el profesor de Educación Física saliera de la oficina situada al lado del gimnasio, para empezar a dar la clase.
— ¡Bonito culo, Hale! —Gritó Crowley desde una esquina del gimnasio. Rosalie le levantó el dedo del medio mientras que Emmett emitió un gruñido.
— ¡Que te jodan, Tyler! —Le gritó Rosalie al lado de Emmett.
— ¡Si lo haces tú, encantado muñeca!
Emmett se levantó de un salto. Ahora mismo veía todo de un color rojo, rojo sangre, y esa sangre era la del idiota de Tyler Crowley.
—Le vuelves a hablar de ese modo a Rosalie y te rompo los piños, pedazo de gilipollas —le amenazó Emmett a centímetros de la cara de Tyler.
Rosalie miraba la escena boquiabierta. Le encantaba cuando Emmett se ponía en ese modo tan sobre-protector. Normalmente tenía un aspecto de oso de peluche, pero cuando se enfadaba era todo un oso feroz.
Pero ese no era el momento ni el lugar indicado. En cualquier momento podría salir el profesor, y si veía en esa posición a Emmett podría castigarlo, y el pobre Emmett no merecía un castigo. Rápidamente se acercó a Emmett. Éste amarraba el cuello de la sudadera gris de Tyler mientras lo despellejaba vivo con la mirada.
—Emmett, déjalo, no vale la pena —dijo Rose en un dulce tono cerca del oído de Emmett.
Como si Rosalie fuera una experta amazona tranquilizando a un caballo, consiguió calmar a Emmett simplemente con el sonido de su voz y la caricia en su antebrazo.
Emmett lo empujó con fuerza contra la pared, y se fue a la otra esquina agarrando la mano de Rosalie…
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—Como mañana tenemos el examen, hoy repasaremos el Passe Composé…
Alice estaba sentada al lado de Jasper. Notaba como la dulce y masculina fragancia inundaba su espacio personal, aturdiéndola más por segundos.
— ¿Estás bien, Allie? —La sonrisa torcida que le dedicó causó que su corazón parara por un instante. Alice no dejaba de pensar en lo atractivo que se veía. Demasiado…
—Sí, es solo que no desayuné bien.
Jasper no la creyó. Sabía demasiado bien que Alice comía demasiado. Lo que no sabía era donde metía todo lo que comía, dado que parecía una pequeña bailarina de ballet. Pero él también sabía que Alice decía las cosas por un motivo, así que por eso decidió no seguir investigando.
—Pensé que éste sábado podíamos ir todos al cine a ver algo… —murmuró Jasper fingiendo escribir en su libreta.
Alice sonrió complacida con la idea. Ella conocía a Jasper. A parte de estar coladita hasta los huesos por él, era su mejor amigo. Bueno, Emmett y Edward también lo eran. Bueno, no podía evitar desconfiar —de manera divertida— de Edward por el hecho de ser su primo. De pequeños él siempre se chivaba de las cosas que hacía mal, pero ella no se quedaba atrás.
Volvió a fijar su mirada a la de Jasper. La violeta contra el frió témpano de hielo.
—Comentamos la idea en el grupo de WhatsApp.
Alice esbozó una sincera y dulce sonrisa, y Jasper, sin saber cómo, que quedó embobado viéndola, pensando que hacía tiempo que no miraba detenidamente a Alice…
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A las diez de la noche, los seis adolescentes se encontraban tumbados en cama, después de una larga mañana, repleta de emociones, sucesos y muchos, casi demasiados hasta llegar al punto del exceso, de deberes para casa.
Bella estaba tranquila leyendo Orgullo y Prejuicio cuando por el rabillo del ojo vio como la luz de su Blackberry brillaba. Ella empezó a leer los mensajes del grupo que tenían todos juntos. El número de mensajes que parecía en el grupo "Animals" rondaban los cien. Se acordó del día en que Emmett le cambió el nombre al grupo. Dijo llamarlo así porque todos eran unos animales: él era el osos, ella era una oveja, Rosalie un pavo real, Alice un gato, Edward un león y Jasper un tigre. Solo a Emmett se le ocurrían esas cosas. Después nadie cambió el nombre por pereza, más que nada.
Bella empezó a leer los mensajes. Los chicos hablaban de una salida al cine el sábado y a ella la idea le pareció buena, por lo que escribió sus ideas al respecto en el grupo.
"Por mí estupendo, pero por favor, nada de cursilerías, y pasteladas de amor.
Bella."
Los chicos y Rose la secundaron. Alice y su complejo de princesa Disney refunfuñaron.
Bella fue al grupo que tenía exclusivamente con las chicas y leyó la verborrea de una emocionada Alice, que en su casa estaba dando saltos sobre su cama mientras escuchaba y cantaba a pleno pulmón el "Happy Together" de The Turtels.
Bella se despidió de los dos grupos y se dispuso a acabar el libro antes de dormir.
En la habitación del lado, Emmett hablaba por el grupo de chicos. Comentaba lleno de emoción como tenía pensado pedirle a Rosalie que fuera su novia después de ver la película, y como había un espectáculo de coches Monster, tal vez podría llevarla, porque él sabía que Rosalie amaba dichos espectáculos.
Edward y Jasper le daban ideas, y una gran lista de cosas que no debía hacer. Pero lo que más hondo caló al oso fue lo que le dijo Edward:
"Sé tu mismo, Emmett.
Edward."
Y así, un muy ilusionado Emmett, y todos los demás que sentían sus corazones latir a un ritmo frenético, algunos sabiendo el porqué, como Edward y Alice, y otros sin saberlo, como Jasper y Bella, se fueron a dormir, esperando a que el día de mañana pasara rápido para ir al día siguiente al cine…
¡Hola! Este es el primer capitulo de #SALIC, y si queréis preguntar algo o comentar alguna parte que os guste y tener mi respuesta inmediata, usad el hashtag, que yo siempre estoy online en Twitter que es (arroba)lauNg_22.
Espero que a mi querida Estela, y vosotras, os guste la historia, porque yo la hago para vosotras :3
La historia será escrita durante el mes de Mayo, así que no actualizaré mis otras dos historias LLDM y THOP durante el mes.
Bueno, creo que ya está todo dicho.
Si creéis que me lo merezco dejadme un hermoso review, si no, no pasa nada :)
Besos, Lau.
