Bueno, bueno… a ver… ¿Por dónde comienzo? Esta es otra de mis ideas Locas, así que no le busquéis el sentido. He querido hacerlo según quisiese sin respetar "En llamas" porque he querido crear yo los quincuagésimos juegos del hambre, en los que participa Haymitch, y no me gustó mucho la versión que pusieron en "En llamas". ¿A quién se lo dedico?
A las del foro no oficial
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Y a la proveedora de canciones. Angelofmisteryum en Youtube.
La canción que sale aquí es esta: .com/watch?v=zCb4DibZVIA
.com/watch?v=Z9wRrH3lloE
Sinceramente, me gusta más la segunda pero son la misma ^^ (cantadas por distintas chicas xD)
Prólogo: por que hubo un tiempo en el que fui niño
Jonathan ha conseguido una pelota. Es en lo único que podemos pensar todos. Una pelota, una de verdad, de cuero. Seguramente no sea como las del capitolio, ni siquiera como las del distrito textil, pero es una pelota, al fin y al cabo. Y jugamos con ella delante del ayuntamiento, en la plaza, donde al día siguiente se celebrará la cosecha. Yo tengo tan solo ocho años, lo que quiere decir que yo no entraré al sorteo. Mi nombre no está dentro de la urna diez veces, como el de Rupert. Mi hermano tiene diecisiete años, y solo ha pedido seis teselas. No es su primera cosecha, pero si que lo es para Christian, al igual que la de todos los chicos de doce años del distrito. Y mientras sus familias están preocupadas, nosotros jugamos a la pelota que Jonathan dice que ha caído del cielo.
Yo por mi parte, decido que la pelota es más importante que cualquier cosa que pueda pasar por allá, así que las tareas de la escuela quedan abandonadas encima de mi pupitre en clase. Suspiro al salir de la escuela un día antes de la cosecha. Y me voy a jugar a la pelota con mi mejor amigo, Jonathan, con el hermano de Jonathan, Christian y con mi propio hermano mayor, Rupert. La pelota es algo divertido, jugamos a darle patadas y a tirarla lejos y luego a cogerla, por que no sabemos qué más se hace con una pelota.
Cuando llegamos a casa, ya está oscureciendo. Las luces de la casa están apagadas por que no hay corriente. Rupert y yo entramos adentro y saludamos a mamá con un abrazo. ¿Qué habrá de cenar? Seguramente más sopa de esa que le gusta preparar a mamá. Papá aún está dentro de las minas, trabajando, pero a mamá no le importa que se pase allí el día, por que siempre se discuten a gritos.
Nos sentamos en la mesa, y mamá pone las manos juntas para rezar a un dios en el que la demás gente no cree. Solo ella y tal vez yo también.
—Padre nuestro, que estás en el cielo, santificado sea tu nombre, venga a nosotros tu reino, hágase tu voluntad, así en la tierra como en el cielo, danos hoy el pan de cada día, perdónanos señor por nuestros pecados, así como nosotros perdonamos a quienes nos ofenden, y no nos dejes caer en tentación, líbranos de todo mal, amén.—reza ella.
Mamá se llama Eva. Dice que su nombre está bendito por Dios, pero a la vez maldito. Mamá me cuenta que existe un ser más poderoso que los del capitolo, que existe alguien que es capaz de hacer lo que sea por un bien común. Dice que ese alguien creó a la humanidad a partir de dos personas, Adán y Eva. Dice que lo creó todo en siete días.
Yo no le digo nada, pero me pregunto una y otra vez cómo es posible que exista ese dios, me pregunto si de verdad está el dios de mamá allá arriba, entre las nubes, y de ser así por qué no baja y nos ayuda. Mamá comprende mis dudas y siempre sonríe cuando le pregunto algo.
Luego toca comer, a mamá le gusta que le contemos cómo nos fue el día mientras cenamos, comienza Rupert. Rupert no le dice nada de la pelota, simplemente le cuenta que aprendieron las derivaciones del carbón. Luego es lo que yo opino que puede ser mi turno y con una sonrisa de oreja a oreja le cuento lo de la pelota.
—Mamá, hoy estuvimos en la plaza jugando a la pelota. ¡A la pelota, Mamá!—le digo muy emocionado tomando una cucharada de sopa. Gesticulo con las manos, lo cierto es que debo parecer un niño pequeño. Lo cierto es que SOY un niño pequeño.—Jonathan se la encontró, ¡dice que cayó del cielo! ¿Te lo puedes creer? ¡Es una pelota de verdad!—repito, como si no me lo creyese ni yo mismo.
Mamá esboza una sonrisa triste y me acaricia la cabeza, lentamente, es su forma de darme mimos, mamá es buena con todo el mundo. Papá no, papá grita y siempre está borracho, a veces le pega a mamá, Rupert y yo fingimos no verlo, ni saber nada, por que si no papá se enfada más y le pega más.
Llega la hora de dormir y me meto en mi cama. Lo cierto es que aunque papá sea un borracho y un malnacido por pegar a mamá, consigue dinero por que se mete en las minas más profundas y le pagan más. Por eso nos podemos permitir tener un par de mantas cada uno. Mamá me arropa con cuidado.
—Descansa, mi niño, descansa—me dice en voz baja. Y me canta para que me duerma, una canción que cantaba mi abuela Esperanza.
Hace mucho tiempo, en un pequeño puerto...
había una chica que no se podía mover,
una historia existió, en un gran océano...
La leyenda de mil mares.
Pide un deseo una nueva ilusión,
escríbelo en un papel,
Dentro de un frasco, avienta sin temor,
el océano te lo hará realidad...
Que la fe que hay en ti tu frasco pueda llevar,
llevándose consigo mi tristeza y alma,
si pudiera lograr volver a nacer...
Siempre me quedo dormido antes de que acabe la canción. Yo nunca he visto el mar, pero sí que lo hizo mi abuelo. El abuelo Ramiro era de un lugar antes llamado Centroamérica. Según el capitolio allí ya no queda nada, pero el abuelo no solo había sobrevivido al apocalipsis, sino a la rebelión. Le faltaba una pierna y una mano, aparte de un ojo. El abuelo Ramiro decía que el mundo no se había acabado, decía que di íbamos al capitolio y seguíamos por las montañas llegaríamos a un lugar donde el mar es estrecho. Decía que podíamos cruzar por el Estrecho de Berín y que nos hallaríamos en una tierra libre, que podríamos hacer lo que quisiéramos. Por sus ideas le mataron.
Y sueño. Sueño y sueño.
Sueño que llega el día siguiente.
En el capitolio es día de fiesta aunque yo no lo sepa, por que se celebra la cosecha. Sé que no me va a tocar, no tengo la edad y por eso sonrío al llegar allá. ¿Qué sabe de crueldad un niño de ocho años? Nada, ese es el problema. Llego dando pequeños saltos allá, y veo cómo seleccionan dos nombres. El del chico es... Christian. Su hermano, Jonathan grita e intenta ir, mi amigo Jonathan tiene también ocho años y por eso no soporta ver a su hermano irse con unos hombres extraños. Luego seleccionan a una chica. Selenia.
Sé que esa chica es la novia de Rupert. Sé que se habían prometido para cuando llegasen a los dieciocho años, al año siguiente. Oigo el grito de Rupert. Veo a mi hermano saltar al escenario e intentar alcanzar a Selenia. Veo que los agentes de la paz intentan pararle para que no cause estragos. Pero Rupert no se deja amedrentar, maldice al capitolio y ataca a uno de los guardias. Le disparan. En el corazón. Rupert se comienza a desangrar.
No quiero seguir con ese sueño. Me llevo la mano derecha al brazo izquierdo y me pellizco. No consigo despertar. Quiero que acabe la pesadilla, quiero despertarme ya, quiero amanecer en mi cama y ver que Rupert está bien.
Y no es hasta el momento en el que noto el abrazo de mi madre que sé que no es un sueño. No es hasta ese mismo instante en el que noto las lágrimas de mi madre en mis hombros que sé que Rupert ya no está. Mi madre llora incluso más que yo.
Y no hay despedida para nosotros, le vi esta mañana. Le vi hace dos minutos vivo. Y hace un minuto le vi morir. Una amiga mía, Sandrine, viene y me abraza. Igual que el resto de amigos que tengo, casi todo el distrito doce me conoce y aprecia, todos me dan el pésame. Pero yo solo puedo pensar en una cosa.
Dios, por favor... acaba ya con todo esto, déjame despertar, porfavor.
Pero no es un sueño, y por eso no puedo despertar. Mi vida comienza a hundirse poco a poco, desde abajo, desde esos cimientos sólidos que fui forjando a base de felicidad.
