EreMika Week 2017


Día 1

Superhéroe


Antes de nada quiero aclarar un par de cosas. Es la primera vez que decido participar por mi cuenta en este tipo de evento. Lo hago porque me encantan Eren y Mikasa y para hacer mi pequeña aportación. Los temas se fijaron en un fandom inglés mediante votación y bueno, creo que en algunos casos he interpretado los temas un poco a mi manera. Y puede que no haya acertado demasiado, por ejemplo con esta primera historia. Igualmente, espero que la disfrutéis.

La segunda cosa que quiero comentar es que seguramente no podré acabar el resto de oneshot que me quedan para sus días específicos. Lo he intentado pero soy tan chapas que me cuesta no detallar las escenas e ir despacio. Sino me da la impresión de estar precipitándome demasiado en la historia. Sigo trabajando en ellos sin parar. Intentaré subirlos pronto, lo prometo. ¡Muchas gracias por leer y por vuestro apoyo! ¡A leer!


Información de la historia:

Géneros: Angst, Hurt/Comfot, Romance, Supernatural.

Clasificación: K+/ T

Estado: Completo. Oneshot.

Personajes: Mikasa, Eren, Armin, Abuelo de Armin y Hanji.

Parejas: EreMika, leve AruMika.

Universo: Modern AU (Fuera del universo de SnK).


Conocía a la perfección aquella sala, las cuatro paredes que habían cumplido con la función de mantenerla encerrada durante un largo periodo de tiempo. Tanto, que no recordaba los días que habían transcurrido desde su llegada, quizás incluso fueran años.

No sabía muy bien si aquel lugar era mejor o peor que los demás en los que había estado porque apenas podía acordarse de ellos. Así que, simplemente, podía decir que se trataba de uno más. Otra zona preparada para privarla de su libertad al igual que el resto. Por eso, aunque aparentemente pareciera más cómoda, para ella seguiría siendo una cárcel.

A nadie le gustaría mantenerse atada de pies a cabeza, día y noche, y Mikasa no era la excepción. El suelo acolchado de color blanco era cómodo, al igual que las paredes o al menos esa impresión le daba, ya que nunca había tenido la oportunidad de tocarlas. Se las ingeniaban para darle de comer sin tener que desatarla, tres comidas al día durante las cuales la sujetaban entre varias personas mientras otra le introducía la comida en la boca. Todas ellas se aseguraban de entrar en el cuarto con trajes especiales de goma, sabían lo que les convenía si querían seguir con vida.

Con tan solo diecisiete años, Mikasa tenía la impresión de haber vivido mucho, demasiado. Y al mismo tiempo, una sensación contraria la invadía, como si hubiera echado a perder todos aquellos años. Bajó levemente la cabeza para echarse un vistazo rápido. No le cambiaban el camisón blanco desde hacía varias semanas. Estaba repleto de manchas de sangre de sus propias heridas, las cuales habían tenido que curarle en varias ocasiones. Y también de restos de comida y bebida que se vertía. Sus costillas se marcaban bastante a pesar de estar cubiertas por aquella tela fina, y justo debajo, en su cintura, se situaba aquel odioso chisme que tantas ganas tenía de hacer explotar.

Aquel instrumento era el causante de su estado y situación. De que se hubiera convertido en el muñeco de las personas que la retenían allí, pues reprimía su poder. En varias ocasiones había intentado despedazarlo con fuerza bruta pero no funcionaba.

Los odiaba a todos, a los científicos ansiosos de descubrir más sobre ella, al estúpido aparato que le impedía moverse y sobre todo, se odiaba a sí misma por ser un monstruo. Era consciente de todo el daño que había causado, sucesos imposibles de olvidar, porque los recuerdos eran las penas con las que debía cargar. Si pudiera olvidarlos entonces sería como si la liberaran de su condena y sabía que no lo merecía. En el fondo, estaba de acuerdo con aquel castigo, con todo lo que le estaba pasando y al mismo tiempo, era lo suficientemente egoísta como para anhelar la libertad. Un sentimiento mucho más poderoso que la culpa y la desgracia. Por eso, siempre debía intentarlo una vez más.

Cerró unos instantes los ojos para concentrarse en el ritmo de su propio corazón. Logró relajarlo para calmar sus propias pulsaciones y entonces poder soltar unas pequeñas descargas eléctricas que el aparato en su cintura extinguía casi de inmediato. Descargas que aunque no resultaran muy peligrosas, eran suficientes para causarle heridas en su propia piel. Casi de inmediato, una alarma comenzó a sonar acompañada de una luz azulada que parpadeaba en el exterior de la sala. El interior, por el contrario, se quedó completamente a oscuras a excepción de los pequeños chispazos que dejó de producir. Conocía lo que ocurriría a continuación, en cuestión de segundos, acudirían a ella para drogarla y hacer que se detuviera porque no les convenía que ella se autolesionara. La necesitaban en buen estado.

Mikasa mantuvo los ojos cerrados en todo momento. Le costaba controlar la electricidad que recorría por su cuerpo deseosa de escapar al exterior, pero estaba dispuesta a jugárselo todo y por ello debía aguantar. En esta ocasión, concentró toda la electricidad en su propio corazón, el cual pasó de pulsaciones pausadas a unas realmente aceleradas. Estaba segura de que aquello debía ser peligroso, quizás todo terminaría para ella si cruzaba el límite. Y aunque no quería, tampoco le resultó una solución desagradable.

La puerta blindada de su habitación soltó un fuerte estruendo cuando varias personas en sus trajes blancos entraron con urgencia. Uno de ellos llevaba la jeringuilla con el calmante que querrían darle.

-¿Qué ocurre?- preguntó una voz de mujer, la última en entrar al lugar. Los demás estaban tan concentrados en llegar hasta Mikasa que tuvo la sensación de que no le responderían.

-Código 052.- suficiente para que la mujer supiera lo que se estaba cociendo en el interior de la sala. Mikasa había logrado relacionar cada uno de aquellos malditos números con cosas que le ocurrían. El 507 cuando necesitaban revisar el aparato endemoniado, 620 para asearla, aunque esto no ocurría con frecuencia. El que más odiaba, el 981 que mencionaban los días en los que la sometían a numerosas pruebas horribles e inhumanas y finalmente, el 052 cada vez que intentaba autolesionarse y necesitaba calmantes.

Esperó pacientemente a que todos se acercaran a ella para poder causarles mayores daños. Con un leve soplido apartó un mechón de pelo que le impedía ver al científico de la aguja, de reojo, pudo contemplar que estaba cada vez más cerca de su cuello. Mientras, las otras cuatro o cinco personas se aseguraban de mantenerla bien sujeta al suelo para evitar que se moviera. Mikasa contuvo la respiración unos momentos y fue entonces cuando un sonido que jamás había escuchado antes inundó la sala. La máquina en su cuerpo empezó a pitar con fuerza. El ruido era chirriante y molestaba terriblemente a quienes la rodeaban. Aunque parecían más preocupados por la situación desconocida a la que se enfrentaban, ya que se trataba de la primera vez que presenciaban algo similar.

Cerró los ojos una última vez y exhaló pausadamente el aire que había mantenido en sus pulmones. Entonces, abrió los ojos de golpe y mandó una potente descarga a la zona concreta en la que se situaba el aparato. Éste estalló en mil pedazos y salió impulsado por los aires con fuerza. Lo había logrado, por fin. Se rodeó de una fina capa de electricidad que podía controlar a placer. Las cuerdas en sus manos se quemaron en pocos segundos y tuvo la oportunidad de ser testigo de las caras de horror de aquellas personas que habían convertido su vida en un infierno durante su estancia allí.

Todos corrieron, a excepción de dos de ellos que habían caído como moscas al suelo casi al instante. Víctimas por no haber reaccionado a tiempo en el momento en el que el aparato salió despedido. Ansiaban alcanzar la salida para encerrarla allí, al igual que ella anhelaba volver a respirar el aire fresco del exterior. Pero le habían privado de ello durante mucho, y ahora era su turno de devolverles el favor. Las manos de Mikasa resplandecían, estaban envueltas en chispas irregulares, incapaces de adoptar una forma estable y deseosas de arrasar. Le bastó con alzar el brazo hacia todos ellos y cayeron de inmediato entre gritos desgarradores. Aquellas intensas descargas recorrieron sus cuerpos de un extremo a otro logrando por el camino detener sus corazones para siempre.

Y entonces, la oportunidad que ella misma había creado y que tanto tiempo llevaba esperando apareció ante sus narices.

Tuvo dificultades para andar, su movilidad había empeorado a causa de pasarse tanto tiempo tumbada en el suelo sin moverse. Por eso, le costó llegar hasta la puerta e inevitablemente se chocó un par de veces contra las paredes de los pasillos, pero nada la detendría. Sus ojos vacíos resplandecían con un pequeño brillo de esperanza. Y entonces, corrió como nunca antes lo había hecho.

Pasó por diferentes pasillos sin saber a dónde se dirigía, pero fue suficiente con saber que se alejaba de aquellos que la perseguían. Las indicaciones la ayudaron un poco y la electricidad que aún mantenía acumulada en sus brazos también, pues había tenido que quitar de en medio a todo el que se cruzara en su camino. Los dedos le escocían, sentía cómo las uñas empezaban a levantarse y a sangrar por la potencia a la que las sometía. Pero era un precio que estaba más que dispuesta a pagar con tal de escapar.

Cuando vio la salida, al principio creyó que estaba equivocada porque no veía ni rastro de luz, pero entonces logró recordar que también existía la noche y que se encontraba en ese momento del día. Desde que la ingresaron allí, su reloj biológico estaba realmente afectado pues no distinguía en qué momento del día se encontraba. Debía seguir siempre las indicaciones de sus cuidadores.

La brisa nocturna la abrazó con suavidad dándole la bienvenida más fresca que jamás había recibido. Ya no había vuelta atrás, después de llevar aquel plan a tal extremo era conocedora de las posibles consecuencias. Solo debía intentar que no volvieran a dar con ella, a pesar de que mientras continuara con vida siempre seguirían su rastro hasta el mismísimo infierno.


Irales era un pueblo pequeño y campestre rodeado de bosques y un ancho río. Sus habitantes dependían en su mayoría de los productos que ellos mismos cultivaban, pues era difícil comunicarse con grandes ciudades debido a la distancia. Sin embargo, en los últimos días la actividad había disminuido considerablemente por no decir que era prácticamente nula. Y todo por culpa de aquellos carteles y comunicados pegados en los postes y escaparates de las tiendas. Armin estaba de acuerdo con su abuelo, todo apuntaba a que algo realmente grande se escondía detrás de aquello y no se habían dignado a dar ni una sola explicación al respecto. Con mandarlos a permanecer en sus casas les bastaba.

Daba la impresión de que nunca consideraban sus necesidades, las de ninguno de ellos. ¿Qué harían con la leche y los huevos que les sobraban? Normalmente, Armin y su abuelo recolectaban lo necesario para abastecerse ellos mismos y vendían el resto a un precio considerable a la gente del pueblo. Lo mismo ocurría con las verduras de la pequeña huerta que ellos mismos trabajaban y cuidaban con mimo. Si vivieran un poco más cerca del pueblo, Armin se arriesgaría a acercarse al menos a casa de sus vecinos más cercanos, pero aunque su abuelo y él formaran parte de Irales, la granja en la que vivían estaba un tanto lejos de allí, a las afueras.

-Armin, no te acuestes tarde.- escuchó el joven hablar a su abuelo en la puerta de su habitación. Como cada día, se había acercado para darle las buenas noches y recordarle que no era bueno quedarse despierto hasta el amanecer.

-Lo sé, no tardaré en irme a dormir. Buenas noches, abuelo.- se despidió de él ofreciéndole una cálida sonrisa. Él le sonrió de vuelta para desaparecer después en la penumbra del pasillo. Desde muy pequeño su abuelo se había encargado de él, concretamente desde el accidente que sufrieron sus padres y se sentía realmente agradecido de tenerlo consigo. Durante todos aquellos años se había encargado de que no le faltara nada y lo había cuidado como a su propio hijo.

Armin leyó un par de páginas más para después colocar el marca páginas en su lugar y cerrar el libro de golpe. Se levantó de la silla ante su escritorio para estirarse y tras apagar la lamparilla de noche observó el escenario en el exterior de su ventana. A pesar de la oscuridad, la luna brillaba en lo alto del cielo sin ninguna nube que se interpusiera en su camino, por lo que podía verse todo con claridad. Le tranquilizaba contemplar aquellas vistas en completa calma antes de conciliar el sueño, pero por algún motivo, aquella noche algo parecía salirse fuera de lo común. Aunque no era capaz de detectar el qué exactamente.

Repasó cada árbol y valla, creyendo que daría con el objeto mal colocado pero lo único que llegó hasta él fue un suave mugido que podía haberse camuflado con el susurro del viento. Dirigió su mirada al establo intentando concentrarse en los sonidos del exterior pero fue incapaz de percibir nada más. Quizás en cualquier otra situación se habría metido en la cama y lo habría dejado pasar, probablemente porque Armin no era un chico valiente y muchas veces su sensatez le hacía actuar de aquella forma. Pero en esa ocasión se quedaba intranquilo sin echar un vistazo antes. Por eso, se colocó un jersey sobre sus pantalones anchos marrones y tomó la linterna que encontró en el cesto de la cocina.

La tierra húmeda por la lluvia de los últimos días se adhería a sus botas, después tendría que limpiarlas bien para no ganarse una bronca. Caminó seguro hasta el establo y para su sorpresa, una vez ante la puerta principal pudo darse cuenta de un detalle que no alcanzaba a ver desde su ventana: la puerta estaba mal cerrada.

Armin posó la mano libre sobre la navaja que llevaba escondida en el bolsillo, aquello no podía haberlo hecho un animal salvaje, por lo que debía ser una persona con intenciones inciertas. Si le atacaba tendría que intentar defenderse. La idea más lógica habría sido volver a casa y avisar a su abuelo para que éste llamara a las autoridades y se encargaran de todo, sin embargo, había una razón que lo detuvo allí. Los animales no estaban inquietos ante la presencia del intruso, lo que debía significar que había pocas posibilidades de que lo consideraran una amenaza.

Abrió con lentitud las puertas de madera, sujetando con la boca la linterna para apuntarla todo el rato al frente y poder ver lo que tenía ante sus ojos. El olor propio de las vacas y los caballos lo envolvieron al instante, estaba más que acostumbrado a él. Todos los animales se encontraban en sus respectivos lugares. Pasó la linterna de uno a otro cerciorándose de que realmente estaban bien y que no faltaba ninguno. Le costaba creer que nadie se hubiera introducido en el interior, o quizás ya se hubiera marchado al no encontrar lo que buscaba. Pero se equivocaba al plantearse eso y lo supo en el instante en el que su mirada detectó unos ojos grises resplandecientes en la oscuridad.

"Salvaje" era la palabra que emplearía para describirlos. Se escondía en la esquina más lejana del establo junto a la vaca llamada Mary. No sabía qué o quién era pero estaba aterrorizado y no lograba ver muy bien su aspecto. Enfocó la luz hacia aquella zona pero sin apuntarlo directamente contra su objetivo pues aquello no era demasiado sensato. Y entonces, pudo hacerse una ligera idea. Sus finas piernas níveas pero totalmente embarradas y el vestido blanco le indicaron que debía ser una joven en muy mal estado y herida. Sería peligroso acercarse a ella en aquel momento pero tampoco podía dejarla allí así.

-B-Buenas noches.- habló con un hilillo de voz notando cómo el sonido la había sobresaltado. Contemplaba cada uno de sus movimientos atentamente a la espera de lo que Armin fuera a hacerle. Dispuesta probablemente a causarle daño si se sentía amenazada. Al no obtener respuesta el chico rubio, volvió a intentarlo una vez más. –oye, si quieres… podrías venir a mi casa. Allí estarás mejor y podrás llamar por teléfono para contactar con alguien.- esta última propuesta no fue de su agrado para nada porque la vio encogerse aún más en su lugar negándose a moverse de allí. -¿estás segura… de que quieres quedarte ahí?- pero nuevamente, no contestó.

Armin suspiró antes de marcharse del establo, aunque no hubiera logrado hacerla salir de su escondite, al menos se le había ocurrido una idea. Desconocía la razón que la hubiera podido llevar a quedarse en aquel lugar y de su estado actual pero no confiaba en él y eso era evidente, así que no podría acercarse mucho a menos que lograra que le diera un voto de confianza.

Regresó a la cocina para situar sobre una bandeja varias rebanadas de pan junto a gruesas rodajas de queso y una jarra repleta de agua. Después, cuando todo estuvo listo, volvió al establo procediendo con cuidado y lo dejó cerca de la chica. También le llevó una vieja manta para que pudiera cubrirse si tenía frío. Quizás no fuera suficiente pero era un primer paso. No tenía intenciones de decírselo a su abuelo de momento. Por eso, se encargaría de ella y de cuidar a los animales del establo durante los próximos días, así, podría mantenerlo lejos del lugar.


Mikasa observó día tras día a aquel chico delgado rubio que insistía en ocuparse de ella. Por alguna razón, se sentía segura estando cerca de él, como si supiera de antemano que no le haría ningún daño. Pero se había llevado tantas decepciones que era incapaz de confiar en alguien con tanta facilidad. Y estaba segura de que él era consciente de ello, de que no se fiaba en él. Y sin embargo, seguía insistiendo en cuidarla de alguna forma, en llevarle comida y agua cada día.

Con las mantas que le había dejado se había acomodado en el establo, rodeada de animales cuyas presencias no le importaban en lo absoluto. Incluso podría decir que se llevaba bien con la mayoría de las vacas. Las primeras veces que el chico le ofreció queso y agua, su primer pensamiento fue que podrían estar envenenados. Las personas pertenecientes a aquella organización debían estar buscándola y nadie le aseguraba que no hubieran puesto precio a su captura. A esas alturas ya habrían tomado ciertas medidas para dar con ella cuanto antes. Por lo tanto, muy a su pesar, Mary fue la catadora de cada comida, cena y desayuno. Solamente durante los tres primeros días. Podría decir que fue a partir de entonces cuando su confianza en Armin fue creciendo poco a poco. Si hubiera tenido intenciones de entregarla, ya lo habría hecho. De nada le habría servido mantenerla allí.

Por eso, tras una semana, por fin permitió que se acercara a ella.

-Buenos días.- saludó como acostumbraba a hacerlo cada mañana. Primero dejó la bandeja con un cuenco repleto de leche y algunas galletas junto a rebanadas de pan rociadas con aceite. Después pasó directamente a atender a los animales.

-M… Mikasa- susurró ella sin saber muy bien si la habría escuchado. Pero lo hizo porque sus ojos azules como el mar la contemplaron de inmediato entusiasmados por haber podido escucharla por primera vez.

-¿Mikasa? ¿Así es como te llamas?- preguntó al instante acercándose un poco. Aunque acto seguido se detuvo creyendo que podría haberla intimidado a causa del entusiasmo momentáneo. Ella asintió con la cabeza dejando ver un poco más su aspecto. Llevaba el pelo enmarañado y cubierto de suciedad seca. Tenía diversas heridas por todas partes, algunas comenzando a curarse y otras camino a infectarse. Sus pies también estaban al rojo vivo por haber recorrido una larga distancia totalmente descalza. –Oye, Mikasa, ¿podría verte un poco más de cerca?- quiso saber.

Ella se quedó callada un buen rato pero al final asintió con la cabeza en silencio. Armin incapaz de ocultar una amplia sonrisa, dejó en el suelo el cepillo que utilizaba para la crin de los caballos y acortó la distancia entre ambos lentamente para incomodarla lo menos posible. Por fin había surgido la oportunidad que tanto le había costado trabajar y estaba realmente entusiasmado por ello, así que debía proceder con cuidado para no arruinar el momento.

Se agachó a su lado repasando una y otra vez sus finas facciones cubiertas de lodo y sangre. A pesar de toda la imaginación que tenía era incapaz de teorizar acerca de lo que podía haberle pasado a la chica. Alzó su mano observándola encogerse por el gesto precipitado. Entonces se detuvo, pero Mikasa, al ver que Armin no tenía malas intenciones, relajó su cuerpo aún con los ojos cerrados dejando que tocara su mejilla.

-Vaya… es increíble la cantidad de barro que llevas encima… ni los cerdos de mi abuelo se ensucian tanto.- sonrió para sí mismo. –Mikasa, la mayoría de tus heridas también necesitan tratamiento, ¿por qué no vienes conmigo a casa?- el abuelo se pasaba las mañanas trabajando en la parte trasera donde tenía un pequeño taller con el que hacía piezas y herramientas que después podían utilizar, así que nadie los interrumpiría. El corazón de Armin latió con fuerza nervioso ante la posible respuesta, pues podría negarse de nuevo, pero en esta ocasión tuvo suerte porque ella aceptó su invitación. –Vamos, te guiaré.

Armin le tendió una mano y ella tras dudar la cogió. El joven tiró de ella ayudándola a levantarse y después, la sacó del establo en el que había permanecido durante siete días y del que solo había salido de noche por temor a que pudieran verla. El escenario ante ella era bastante diferente a lo que había visto y le gustaba muchísimo más. Pero Armin no le permitío quedarse contemplándolo mucho más porque en pocos metros ambos se encontraban dentro de su casa. En la cocina exactamente.

-Veamos… primero deberías asearte y después trataremos tus heridas, luego puedo darte algo de comer si quieres.- ella asintió abrumada ante tanta amabilidad que aún era incapaz de concebir.

Armin llevó a Mikasa al cuarto de baño del piso superior, habría menos posibilidades de que su abuelo pudiera dar con ella allí y también podría inventarse una buena excusa para alejarlo del segundo piso si se diera el caso. Mikasa se había quedado de pie junto a la bañera que Armin había empezado a llenar de agua para ella y poco después apareció con dos grandes toallas y ropa limpia.

-Toma, puedes usar esta muda de aquí. Era de mi madre pero creo que te irá bien.- aclaró. Ella asintió. –Bueno… yo esperaré fuera a que termines, si necesitas algo solo tienes que llamarme, ¿de acuerdo?- dijo finalmente, obteniendo otro asentimiento de cabeza. Pero entonces, cuando se dio la vuelta dispuesto a salir, notó un amarre en la camiseta, como si esta se hubiera enganchado con algún alambre. -¿Qué ocurre?

Si había algo en lo que Armin destacaba era en interpretar las situaciones y a las personas, analizarlas de la mejor manera posible y teorizar al respecto para poder hacerles frente. Por eso, supo lo que los ojos grises de Mikasa le confesaban: necesitaba ayuda para bañarse. Desconocía el motivo y en cierto modo le inquietaba tener que ayudarla en aquello pero tampoco podía negarse.

-¿No sabes bañarte?- preguntó sorprendido, a lo que ella apartó la mirada incómoda. Hacía tanto que no se tomaba un baño que no recordaba la última vez que lo hizo. En su cautiverio empleaban mangueras con potentes chorros de agua fría que enrojecían su piel. Y todo recuerdo anterior a ese se había ido quedando en el olvido. –Está bien, no pasa nada. Venga, te ayudaré.

Le echó una mano para desvestirse porque algunas de las heridas se habían quedado pegadas al vestido y le arrancaban quejidos. Mikasa se posicionó de espaldas a él y Armin trató de no alzar demasiado la vista pues se sentía bastante tenso, al contrario que ella. Por lo poco que vio, la joven estaba muy delgada y su cuerpo excesivamente maltratado. Era imposible no fijarse en los moretones, cortes y raspones porque contrastaban con su piel de porcelana. Además, muchas heridas tenían mal aspecto y Mikasa parecía haberse arrancado diversas postillas impidiendo que se curaran bien, quizás a causa de los picores que debían estar produciéndole.

Cuando ayudó a la joven a introducirse en el agua caliente, soltó un pequeño quejido, parecían escocerle en especial los pies pero no dijo nada. La cantidad de agua era suficiente para cubrirla casi hasta el cuello, algo que Armin agradeció enormemente. El chico le indicó que se lavara la cara inclinándose hacia adelante pero solo obtuvo una mueca de confusión por parte de ella. Entonces tuvo que hacerle un gesto con las manos para que supiera a lo que se refería. Y ella lo imitó. Mikasa se inclinó levemente y se frotó la cara con algo de brusquedad eliminando toda la suciedad que llevaba acumulada. Se sintió renovada, pero no tanto como cuando Armin le lavó el pelo. Le pidió que echara la cabeza hacia atrás y humedeció su cabello poco a poco pasando con cuidado sus dedos entre los mechones negros, asegurándose de que deshacía los nudos y quitaba todo el barro pegado.

Así, a medida que Mikasa quedaba cada vez más limpia, el agua comenzaba a tornarse de un color oscuro. Por último, tras indicarle que se lavara ella el cuerpo con una esponja, fue él quien la ayudó con la espalda. Tuvo cuidado con los cortes y cardenales, cada vez que encontraba alguno en su camino pasaba sobre ellos con extrema delicadeza. Cada minuto que pasaba junto a ella más y más preguntas bombardeaban su cabeza, cuestiones que esperaba resolver algún día.

Tras aquello, la dejó para que se vistiera con el pantalón marrón ajustado y la camiseta blanca ancha que le había dejado allí. Al rato, ambos se encontraban en la cocina tratando sus múltiples heridas. Armin utilizó el desinfectante que su abuelo siempre había usado con él cuando era niño.


Tal y como Armin había asegurado, todo salió a pedir de boca. Su abuelo apenas preguntó un par de cosas sobre Mikasa, y aunque probablemente sospechara algo, confiaba en su nieto lo suficiente como para aceptar que la chica se quedara allí con ellos unos días. Armin se ofreció a dejarle su cama pero ella se negó, así que durmió en una cama improvisada que acomodaron junto a la del chico. Era cómoda, mucho más que la paja envuelta en mantas o el suelo acolchado de la habitación blanca. No podía sentirse más agradecida en aquel momento.

Había algo que rondaba la cabeza de Armin y que le impedía conciliar el sueño, por eso no podía parar de dar vueltas en su cama. Estaba casi convencido de que aquella alarma que habían dado hacía unos días podía tener relación con Mikasa, pero no sabía de qué forma, pues le parecía una joven inocente e incapaz de hacer daño a nadie a menos que se sintiera amenazada.

-Mikasa…- esperó que ella estuviera despierta aún, y al notar cómo su cabeza se giraba hacia él, continuó hablando. -¿Crees… que algún día podrás contarme algo sobre ti?- quiso preguntar. No quería presionarla y tampoco confiaría menos en ella por ocultárselo, pues debía tener sus propios motivos para ello. Tampoco tenía intención de juzgarla de primera mano, era algo que despreciaba.

El silencio se hizo de nuevo, hasta que ella decidió hablar. En ese instante los oídos de Armin se prepararon para recibir gustosos cualquier respuesta.

-Si te lo dijera, posiblemente te asustarías de mí y no querrías volver a verme nunca más, Armin.- contestó arrastrando la voz con pesar. Él, por el contrario, se levantó de un salto de la cama reaccionando de inmediato.

-¡Eso no va a pasar! Te lo prometo.- aseguró mientras se mantenía sentado en el borde de su cama contemplándola en la oscuridad.

-¿Cómo puedes… estar tan seguro? ¿No temes a los monstruos?

-Sí, claro que me desagradan los monstruos. Pero me refiero a todas aquellas criaturas horribles que aparecen en historias de terror, y puedo asegurar que ninguno de ellos se parecía a ti.- esas palabras la sorprendieron. –No eres un monstruo, Mikasa.

Ella agachó unos segundos la cabeza notando las lágrimas acumulándose en sus ojos y amenazando con salir. No fue hasta que logró controlarlas que volvió a dirigirse a él de nuevo.

-Ven, te lo enseñaré.- el chico hizo lo dicho y se sentó junto a ella sobre su colchón. Mikasa los arropó a ambos con la sábana y se acercó a él hasta que sus hombros se tocaron. Entonces, la chica juntó ambos costados de sus manos como si fuera a recoger agua con ellas pero en vez de eso, se concentró para crear una pequeña bola eléctrica que los alumbró de inmediato. Aquellos últimos días había recuperado suficiente energía como para poder utilizar su poder de nuevo. Al principio, la chispa desapareció al de pocos segundos de crearla, pero después, volvió a hacerlo y logró mantenerla un buen rato.

Contempló la cara de Armin iluminarse como si hubiera visto la cosa más hermosa del mundo. Sus ojos brillaban con ilusión analizándola, jamás había contemplado tal expresión en alguien que la viera utilizar su poder.

-Mikasa… esto es asombroso- susurró incapaz de decir nada más.

-Perdí a mis padres… cuando tan solo tenía diez años, fue ahí cuando descubrí que podía controlar la electricidad, o más bien, crearla.- comenzó a hablar ella, dispuesta a saciar la curiosidad de su compañero, quien escuchaba atentamente. –tras eso… vagué por las calles de un sitio a otro intentando sobrevivir como me fuera posible, haciendo cosas de las que no me enorgullezco en absoluto.- aunque no las aclarara, Armin podía hacerse una pequeña idea de ello. –Un hombre… que no recuerdo muy bien me recogió de la calle y me dio un hogar. Al principio, todo fue bien hasta que se cansó de tener cerca a alguien como yo y entonces, solo recuerdo golpes y gritos.- Armin la contempló apenado pero ella no se dio cuenta de ello porque estaba inmersa en sus recuerdos, los pocos que aún tenía de su pasado. –Una noche, todo se descontroló, no pude hacer nada para detenerme y bueno… lo maté, yo maté a ese hombre, Armin.

El chico se encontró con los ojos grises y suplicantes de Mikasa que lo observaban vacíos pero con un toque de pena. No por la muerte que causó, sino por la manera en la que se veía a sí misma.

-No te culpes por ello, Mikasa. Es cierto que matar es algo demasiado extremo, pero tu situación no era buena. No fue tu culpa, no te martirices por ello.- agradecía lo que acababa de decir pero no lograba hacerla sentir mejor.

-Aquella noche, el hombre que cuidaba de mi no estaba solo. Cuando me di cuenta, sus compañeros se echaron sobre mi y más tarde me vendieron a una especie de circo en el que comenzaron a mostrarme ante los visitantes como un espécimen raro.- muchos de ellos la contemplaban al igual que Armin hacia unos instantes, pero la diferencia era que el chico rubio la veía como a una igual, mientras que para el público del circo no era más que un animal salvaje peligroso. –Me obligaban a utilizarlo, a electrificar la jaula en la que estaba si quería comer algo. Hasta que no fui capaz de hacerlo, intentaron forzarme pero no fueron capaces, no tenía suficiente energía para continuar con aquello. Estaba cansada. Unas semanas después, la noticia sobre mi debió extenderse porque un equipo de investigadores acudió al sitio para llevarme con ellos.- Armin pensó que si realmente la existencia de Mikasa se hizo conocida en algún momento, aquellos nuevos sujetos debieron encargarse de eliminar toda información sobre ella, porque jamás había escuchado hablar de una joven capaz de usar la electricidad. –Creí que mi suerte había cambiado pero me equivocaba. No sé muy bien cuanto tiempo pasé encerrada en aquella habitación blanca, solo me permitían salir para inspeccionarme o para hacerme pruebas que no entendía.

Sus palabras entristecieron a Armin, todavía no sabía cómo después de todo aquello había confiado en él, más aún para ser capaz de sincerarse de esa forma.

-Esos son quienes te buscan ahora, ¿verdad?- sabía la respuesta pero aún así tenía que preguntarlo. Ella asintió con la cabeza.

-Conseguí escapar después de muchos intentos. No sabía a dónde dirigirme y tras pasarme toda la noche huyendo de ellos, encontré vuestro viejo establo.

-Ya veo… ahora entiendo que te comportaras así.- bajó la mirada apenado, de repente la bola eléctrica se esfumó. –Mikasa, has sido muy fuerte todo este tiempo y has tenido que afrontar muchas situaciones… complicadas tu sola. Pero ahora… ahora ya no estás sola.- continuó susurrando. –Nosotros te cuidaremos como a una más de la familia, ¿de acuerdo?- propuso él atreviéndose a abrazarla. Mikasa se tensó ante aquel movimiento pero después se esforzó por disfrutar de él.


Los días transcurrieron con absoluta normalidad, el abuelo trataba a Mikasa como a una nieta más y Armin no podía estar más feliz de verla recuperarse con cada día que pasaba. En general la joven no sonreía mucho ni mostraba expresiones pero se relacionaba con ellos y también los ayudaba con los animales y la huerta, algo que les vino realmente bien. Algunas de sus heridas también habían comenzado a sanarse y ella por primera vez se sentía querida y aceptada.

Aquella tarde, Armin contemplaba a Mikasa preparar la merienda mientras los esperaba a su abuelo y a él. El chico rubio hablaba por teléfono tranquilamente con alguien a quien parecía apreciar bastante como para mantener el contacto, el tono que utilizaba también era muy cercano. Fue entonces cuando su vista alcanzó a detectar unos vehículos negros que se pararon justo en frente de la granja, habían sido tan sumamente silenciosos que sus motores no se escucharon en la distancia. Colgó de inmediato el teléfono para dirigirse a su abuelo que acababa de tomar asiento.

-Abuelo…- lo llamó con el miedo reflejado en su voz. El hombre de mirada afable comprendió al momento lo que asustaba a su nieto. En el fondo siempre supo que aquel día llegaría y que tendrían que afrontarlo de alguna manera.

-Armin, llévate a Mikasa arriba. Yo recibiré a la visita.- Antes de que subieran las escaleras, abrazó a ambos con ternura. –si algo sale mal… ya sabéis lo que tenéis que hacer.- le susurró a él para que Mikasa no pudiera escucharlo. Armin notó un gran nudo formándose en su estómago pero tenía que confiar en su abuelo, aquellas personas aún no sabían si Mikasa realmente estaba allí, tenían posibilidades de que todo saliera bien.

Armin arrastró a Mikasa hasta su propia habitación y cerró la puerta con pestillo. Justo después, movieron silenciosamente varios de los muebles para atrancar la puerta. Se escucharon voces en el interior de la casa y al abuelo darles la bienvenida.

-Armin… tu abuelo… no podemos dejarlo ahí.- dijo ella apenada.

-No te preocupes Mikasa, todo irá bien. El abuelo hará que esas personas se vayan, ya verás.- sonrió tratando de creerse sus propias palabras.

Esperaron lo que les pareció una auténtica eternidad. Los minutos transcurrían con muchísima lentitud y repentinamente el silencio se hizo en la cocina. Durante un buen rato no escucharon absolutamente nada, lo que podría resultar una buena señal. Armin miró a Mikasa con la esperanza reflejada en su cara.

-Creo que ya ha pasado todo.- se acercó con cuidado a la ventana para ver si los coches seguían parados allí y para su sorpresa no detectó a nadie salir de la casa. Entonces, ambos fueron testigos de un disparo que resonó en todas y cada una de las habitaciones, así como en el bosque cercano. Un disparo al que acompañó un ruido seco.

-No… puede ser.- susurró Mikasa llevándose las manos a la boca sorprendida, sus temores se habían hecho realidad. Una persona inocente había muerto por su culpa. –lo siento mucho, Armin. Yo… ayúdame con esto, me ocuparé de ellos.

-¡No!- la detuvo él agarrando su mano. –Vamos a escapar de ellos, Mikasa. Haremos lo que el abuelo me indicó.- trató de decir todo aquello aguantándose las lágrimas pero no fue capaz y varias de ellas se escaparon al tiempo que Armin descubría una pequeña puerta oculta tras un gran armario. Aquella puerta llevaba al camarote al que casi nunca subían. Primero abrió la ventana para que pudieran creer que habían escapado por allí y después se aseguró de ingeniárselas para que aquella abertura volviera a quedar oculta.

Allí arriba todo estaba oscuro y repleto de polvo. Era amplio y debían caminar con cuidado para que sus pasos no resonaran por la casa. Armin no soltó en ningún momento su mano y la guió hasta una trampilla que abrió para que pudieran salir al tejado. Fuera hacía un poco de frío y estaba oscureciendo.

-Armin…

-Te sacaré de aquí, pase lo que pase. No te entregaré a ellos, Mikasa.- aseguró sin apartar la mirada de los coches. No parecía quedar ninguno de esos hombres fuera, debían estar todos buscándolos en el interior. Esperaron allí, no podían precipitarse porque si no saldrían de inmediato tras ellos y podrían alcanzarlos. Tenían que esperar a que encontraran la entrada a aquel lugar para asegurarse. Y el ruido que escucharon cerca de ellos fue la señal que necesitaban para bajar del tejado e introducirse en el bosque.

Ambos corrieron con todas sus fuerzas atravesando el bosque, Armin parecía saber a dónde se dirigían, al contrario que ella. A aquellas alturas ya debían estar siguiéndolos por el bosque y los ruidos tras ellos no tardaron en llegar. Las fuerzas de Armin escaseaban, nunca había sido muy buen deportista y era incapaz de seguir el ritmo de la chica. Se paró unos instantes para recuperar el aliento hasta que ambos escucharon ladridos de perro.

-Perros… seguro que los están usando para seguirnos el rastro.- habló él.

-Estás agotado, Armin.- dijo ella volviendo a su lado. –Aún hay algo que podemos intentar, es la única posibilidad de poder escapar.- planteó ella, el chico supo a qué se refería. Si Mikasa usaba su poder podría eliminarlos a todos y huirían sin problemas pero no estaba dispuesto a permitir que ella volviera a pasar por eso.

-¡NO!- se negó, pero la chica no tenía intenciones de hacerle mucho caso. –Mikasa, no lo hagas, tienes que huir, ¿de acuerdo?- intentó convencerla pero no podía esperar que lo dejara atrás de aquella forma. No lo haría. Armin se sintió frustrado al contemplar el poco tiempo que les quedaba y cómo ella se mantenía a su lado sin huir tal y como le había pedido. –Escucha, Mikasa, no me harán nada si no me resisto. Te daré tiempo para que puedas escapar, ¿vale? Dirígete al norte, llegarás a un pueblo junto a un enorme lago, allí, busca a un joven llamado Eren Jaeger. Él te ayudará.- abrazó a Mikasa por un impulso y después la empujó en sentido contrario animándola a irse.

Ella tenía intenciones de volver a negarse pero Armin parecía haber tomado la decisión de protegerla a toda costa y quería que confiara en su palabra, en que todo saldría tal y como él lo había planeado. Cuando se dio cuenta sus piernas ya estaban corriendo alejándose de allí y volviendo a dejar una distancia segura entre sus perseguidores y ella. La noche se había echado lentamente sobre ella sin percatarse.

Llegó hasta un pequeño arroyo cuando una bandada de pájaros salió disparada de entre los árboles, asustados por un nuevo disparo de pistola. Y en ese momento las piernas le fallaron y toda fuerza la abandonó. Porque Armin no había estado en lo cierto, la había engañado o más bien, ella se había dejado engañar porque en sus ojos fue capaz de ver que ni siquiera él estaba del todo seguro de lo que decía y aún así, eligió la opción errónea. Había perdido a dos buenas personas, a las únicas que habían querido apostar por ella en toda su vida y no podía sentirse peor que en aquel momento. Todos los golpes y traiciones que había recibido no tenían comparación con la pérdida de seres queridos. Contempló su propio reflejo en el río, la luz de la luna le permitió verlo un poco hasta que sus propias lágrimas lo difuminaron. Golpeó la imagen con todas sus fuerzas logrando que el agua le salpicara y entonces metió la cabeza en el interior.

Todo aquello había ocurrido por no deshacerse de todos cuando tuvo oportunidad. Aunque resultara arriesgado, quizás lo idóneo habría sido buscar a todas y cada una de las personas dentro de aquella organización y matarlas. Algún día se aseguraría de hacerles pagar todo lo que habían hecho. Pero en ese momento, por mucho que se negara y le costara, tenía que continuar. Porque si no, la actuación de Armin habría sido en vano. Su muerte no habría tenido ningún sentido. Aquel chico con un corazón tan puro y cálido apostaba por ella, por su felicidad y lo había demostrado hasta el último instante. Por ello, no traicionaría esa confianza.

-Lo haré, Armin. Viviré, te lo prometo.


Aquella daba la impresión de ser otra noche fría de esas que hielan hasta los huesos. Aunque su trabajo usualmente era bastante ajetreado, nunca antes había tenido unas semanas como aquellas en las que apenas había podido parar para tomarse un descanso. Eren Jaeger no solía quejarse de su trabajo ni de su supervisora Hanji Zöe porque era lo que siempre había querido, pero una persona que caminaba entre las vacías calles a las cuatro de la mañana y con tan solo seis horas de sueño en los últimos cuatro días, tenía razones para hacerlo y también para querer mandarlo todo al traste.

Había esperado con ganas el día en el que por fin lo dejarían regresar a su casa. Tan solo le quedaban unas pocas manzanas para poder disfrutar al fin de su cómoda cama, aquella noche se aseguraría de dormir el triple por todos esos días en vela. O al menos, eso espera, pues había algo que no había podido quitarse de la cabeza desde hacía un par de días. Desde que recibió aquella llamada tan extraña. Y lo más curioso era que aquella persona había llamado a su móvil personal, posiblemente para que no pudieran identificar la llamada. Pero lo que más le inquietaba era el motivo oculto y el misterio escondido tras sus palabras: "Necesito que me hagas un favor, Eren. Cuando llegue el momento, tendrás que cuidar de alguien". ¿Cuándo llegue el momento? ¿Y cuando demonios sería eso? Podría haber sido claro desde un principio, los acertijos no eran lo suyo.

Media hora después, Eren se encontraba subiendo las escaleras al primer piso en el que se encontraba su apartamento. A pesar del trabajo que tenía, no podía permitirse algo mejor porque necesitaba seguir ahorrando dinero para algunos asuntos personales. Pero no le preocupaba, aquella casa era más que suficiente para él solo: Dos habitaciones, un baño, una pequeña cocina y un salón de estar bastante amplio.

Tras entrar cerró la puerta echando todos los pestillos y un extraño olor a tierra mojada llegó hasta él. Aún en plena penumbra y después de haber estado tanto tiempo fuera de su casa tenía la impresión de que algo allí no encajaba como debía. Dejó su chaqueta en el perchero pero se armó con la pistola que solía usar cuando estaba de servicio y no dudó en apuntar a todas partes. La última vez que salió de casa aún no era consciente de que no regresaría pasados bastantes días, así que las persianas se encontraban levantadas y eso permitió que la luz perteneciente a las farolas de la calle se filtrara en las habitaciones con aquel característico tono anaranjado. Caminó con paso seguro, sintiendo los nervios en su interior pero perfectamente capaz de controlarse, pues no era la primera vez que vivía una situación similar.

Y entonces, la vio. La silueta de una joven esbelta que se precipitó hasta él con tanta rapidez que fue incapaz de detenerla en el proceso. Su piel blanca era lo único que la delataba en las zonas de sombra del salón de estar, pero ahora que Eren se encontraba retenido e inmovilizado contra una de las paredes, podía observarla y analizarla con detalle. Su pelo fino y negro por los hombros rozaba levemente su mejilla, tenía rasgos delicados como los de una muñeca de porcelana. Y a pesar de ser delgada poseía bastante más fuerza de la aparente, la suficiente como para retener a un joven de veintitrés años entrenado para ser policía.

No tardó en darse cuenta de la procedencia del olor que había experimentado con anterioridad, podía estar seguro de que se trataba de ella. Era una mezcla de tierra mojada, con un poco de sudor que quedaba casi anulado por el dulce aroma que desprendía su cabello, a Eren le pareció que la rodeaba un olor a frutas bastante agradable. Pero en cuanto los ojos grises de la chica penetraron en los suyos, volvió a la realidad, al oscuro cuarto en el que se encontraba apresado por su atacante. La pistola se había quedado por el camino, ella se había encargado de alejarla de su alcance.

-Eren… Jaeger.- susurró entonces la joven con un tono bajo que le produjo escalofríos. – ¿Eres tú?- preguntó entonces. Eren se planteó su respuesta, ser sincero en aquellas situaciones podría causarle la muerte, pero tampoco comprendía exactamente las intenciones que podía tener la chica. Volvió a analizarla detenidamente en silencio de arriba abajo, todo lo que le permitía aquella posición en la que estaba. Y entonces se percató de algo realmente importante.

-Tú…- escupió la palabra con cierta repugnancia y desprecio hacia ella. Los ojos verdes del joven habían pasado de sentir curiosidad por cómo se desenvolvería la situación a tener un objetivo bien claro al conocer la identidad de la persona ante él. –… te están buscando todos.- aquellas palabras fueron suficientes para que el miedo volviera a Mikasa y para hacerla perder la concentración un instante, segundos que Eren aprovechó para soltarse del amarre y darle la vuelta a la situación.

Los siguientes minutos se convirtieron en un constante forcejeo en el que ambos emplearon todas sus fuerzas para no dejarse dominar por el contrario. El desgaste de Eren no le dejaba utilizar todas sus fuerzas, pero la joven parecía estar en peor estado que él y se valdría de ello para controlar la situación. Por fin tenía la oportunidad de acabar con la causa de todo el alboroto que se había creado, con eso, no solo lo ascenderían sino que se ganaría unas buenas vacaciones que se aseguraría de disfrutar.

Eren hizo retroceder a Mikasa contra la mesa del salón que solía emplear para comer, la joven soltó un quejido cuando se golpeó pero se resistió a retroceder aún más. Sin embargo, Eren entrelazó una de sus piernas con la de ella para hacerla perder el equilibrio y lograr tumbarla en el suelo. La chica se mordió el labio inferior durante la caída y aunque ya había perdido, se resistió a dejarse superar por él. Pero no pudo hacer nada cuando el cuerpo delgado pero musculoso de Eren la retuvo contra el frío suelo de baldosas. Durante su formación le habían enseñado diversas formas de inmovilizar a sus contrincantes y eran realmente eficaces contra enemigos que no sabían pelear.

Sus respiraciones estaban agitadas. Mikasa notó el escozor en su labio y en algunas de las heridas más profundas que debían haberse abierto nuevamente. Aquel chico de mirada feroz la contemplaba con repulsión, como muchos otros lo habían hecho a lo largo de su miserable vida. Una mirada totalmente contraria a la que Armin y su abuelo le habían ofrecido. Odiaba que la observaran así porque le hacía recordar lo que realmente era, lo único que todos veían en ella, el monstruo que llevaba dentro. Pero no derramaría ni una sola lágrima por ello, no por personas que únicamente querían su extinción. Por eso, Mikasa giró la cabeza a un lado para evitar seguir contemplando aquellos ojos verdes llenos de odio.

-Armin… se equivocaba.- susurró entonces dando por perdida la única esperanza que le quedaba. Todos ellos habían apostado por aquel chico y no había servido de nada. Mikasa notó la sangre caliente introduciéndose en el interior de su boca. Un sabor extraño que dejaba cierto regusto a hierro y el cual había tenido la oportunidad de probar muchas veces antes. En aquel momento, sintió como los amarres en sus brazos se aflojaban, la duda había vuelto al joven ante ella.

-Armin… ¿conoces a alguien llamado así? ¿Qué sabes de él?- preguntó con urgencia temiendo que pudiera haberle ocurrido algo. O más bien, que ella pudiera haberle hecho daño. Los ojos de la chica volvieron a posarse sobre los de él.

-Lo conocía…- lo corrigió. –Armin está muerto.- terminó de decir tratando de que sus propias palabras no la afectaran. Intentando que no volvieran a desenterrar todos esos sentimientos horribles que había conseguido enterrar en el fondo de su corazón, pues solo le producían dolor. Pero para Eren era imposible no reaccionar ante eso.

-¿¡QUÉ ES LO QUE ACABAS DE DECIR!?- gritó con furia agarrándola por los hombros con fuerza, hundiendo sus dedos en la piel de ella con rabia. Mikasa permaneció impasible, no gritaría ni se quejaría del dolor físico, pues ya había experimentado un sufrimiento mucho peor que ese y el cual no podía curarse con desinfectante. -¿¡Cómo que está… muerto!? ¡LO HAS MATADO, MALDITO DEMONIO!- Continuó gritando muy cerca del rostro de la chica al tiempo que las lágrimas se escapaban de sus ojos para aterrizar sobre la cara de ella. –No te lo perdonaré… nunca.- esto último lo dijo con voz temblorosa incapaz de mantener la compostura, a punto de romperse por completo. Llevó las manos hasta el cuello de Mikasa para ejercer presión poco a poco y acabar con su vida allí mismo. Poco le importaba que sus superiores necesitaran a aquella chica con vida, debía hacerlo, por Armin, por él, para poder sentir aunque fuera un poco de alivio. Y Mikasa no se resistió porque en el fondo sentía que aquello era su culpa, comprendía el sentimiento que se extendía por el interior de Eren porque era la personificación de cómo se había sentido ella el momento en el que escuchó el disparo en el bosque.

-Si… fue mí… culpa.- trató de hablar a duras penas pues empezaba a quedarse sin aire. –Armin… murió por mí… por ayudarme.

Aquellas palabras fueron suficientes para detener a Eren. Apartó las manos de su cuello pero sin liberarla de la presión de su cuerpo. Las marcas de los dedos se hicieron visibles poco a poco en el cuello de Mikasa que se amorató tras su intento de asfixiarla, lo que la obligó a hablar con voz ronca.

-Adelante… hazlo. Estoy cansada de huir, de ser lo que soy y de sentirme repugnante porque no hago más que traer desgracia a quienes me rodean. Le harías un favor a todo el mundo.- aunque podía dar la impresión de que Eren no prestaba atención a lo que le estaba diciendo, fue todo lo contrario.

Se encontraba inmerso en la mirada de la chica, en el dolor que podía ver en sus ojos grises y que no lograba exteriorizar de ninguna otra manera. En la verdad de sus palabras y sus sentimientos. No mentía, estaba seguro de ello. Un sentimiento de calma lo invadió entonces, tranquilizándolo y obligándolo a apartarse de ella con cuidado porque al fin lo había comprendido. Esa era la persona que Armin quería que él cuidara en su ausencia, tenía que serlo.

Aún así, no sabía qué hacer con ella, aunque Armin hubiera confiado en ella hasta el punto de dar su vida a cambio, los hechos de los informes habían sido probados y aquella joven era causante de numerosas muertes. De momento, no tenía más opción que dejar que se quedara allí con él. Nadie sospecharía que se encontraba en la mismísima casa de uno de los policías que le seguían la pista y además, aquello le daría la posibilidad de mantenerla vigilada.

-Toma, tendrás que conformarte con esto.- le dio una de sus viejas camisetas y unos pantalones largos que ya no utilizaba. No tenía ropa para ella allí y tampoco podría conseguirle nada a aquellas horas. Le indicó donde estaba el cuarto de baño y pasó a preparar rápidamente la habitación en la que le permitiría quedarse. Solo tuvo que poner unas sábanas limpias en la cama individual.

Mikasa tuvo algunos problemas para averiguar cómo funcionaba la ducha, se había acostumbrado a usar la bañera en casa de Armin pero aquello era diferente. Le costó un buen rato y varios intentos, hasta que lo consiguió. Después solo tuvo que secar el suelo del baño que había quedado repleto de agua por todas partes.

-¿Eren?- preguntó con un hilillo de voz cuando abrió la puerta del baño, el vapor escapó por todas partes. No sabía a dónde dirigirse así que simplemente se quedó quieta en su lugar. Se llevó una mano al cuello donde las marcas permanecían y seguían palpitándole como si sus dedos aún continuaran allí.

El chico no tardó en salir de la cocina para ir a donde ella. Sorprendentemente aquellas prendas gastadas le sentaban bastante mejor de lo que imaginaba. Se ceñían a su cuerpo resaltando su bonita figura. Además, la joven era bastante alta, aunque él le sacara casi una cabeza, pero era otro de los motivos por los que su ropa le quedaba bien. Se fijó entonces en su mirada perdida en el suelo y la mano sobre el cuello, en cierto modo se sentía culpable por haber reaccionado de esa forma y haber intentado matarla pero no se atrevía a decir nada al respecto. Lo mejor era pasar del tema y olvidarlo. Los mechones negros húmedos goteaban sobre su camiseta roja y también sobre las baldosas.

-Tienes que secarte el pelo para no enfermar.- cogió la toalla que ella tenía en las manos, la que habría empleado para secarse el cuerpo y se la echó sobre la cabeza para secar bien su cabello. No disponía de ningún secador, no era algo que él necesitara, así que debía conformarse con eso. Por suerte, la chica tenía el pelo corto y bastante manejable, por lo que sería suficiente con aquello. –Aún no me has dicho cómo te llamas.- preguntó de forma indirecta, a pesar de que sabía perfectamente quien era. Todo sería mucho más cómodo si su identidad se mantenía en secreto, sino la convivencia podría resultar bastante violenta teniendo en cuenta la fuerza con la que Mikasa podía reaccionar.

-Mikasa…- susurró ella.

-Mikasa, ¿tienes hambre?- dijo terminando con su pelo. Ella asintió con la cabeza a modo de respuesta. Eren no tenía ganas, ingredientes ni tiempo para preparar una cena elaborada, así que sacó de la nevera dos ensaladas con pasta y otros tantos ingredientes que venían ya preparadas. Solía consumir bastantes de aquellas cuando llegaba cansado del trabajo y no le apetecía preparar la cena o la comida.

Los dos comieron en absoluto silencio, intercambiando miradas de vez en cuando pero nada más que eso. Cuando acabaron, Eren le mostró su habitación y Mikasa se fue a dormir de inmediato. Él, por el contrario, permaneció ante la puerta unos segundos con una llave en las manos, planteándose la posibilidad de encerrarla para asegurarse de que no escapaba. Estuvo a punto de introducirla hasta que Armin se cruzó en sus pensamientos y se echó atrás.

Eren se sentó en uno de los sillones cercanos a la ventana de su apartamento. Estaba a oscuras con una cerveza en la mano recordando todo lo que había vivido junto a su amigo a la infancia, las diversas cosas que ambos habían compartido hasta que sus caminos se separaron y aún así, ambos habían dado su palabra de seguir en contacto en la lejanía.

-Lo diste todo hasta el último momento, ¿eh?...- susurró como si le hablara al chico rubio. –Recuerdo cuando me repetías una y otra vez que tenía un buen corazón, pero sigo pensando que te equivocabas en eso, Armin. Ese eras tú.- pegó un pequeño sorbo a la lata con ojos brillantes cubiertos de lágrimas. –Te lo advertí… te dije que algún día tanta bondad te llevaría a la tumba.


Tras aquello, cerca de un mes había transcurrido y Eren estaba tan indeciso como el primer día, aunque la relación entre ambos se había vuelto bastante más cercana y natural. No sabía mucho de Mikasa a parte de lo que decían los informes que tuvo la oportunidad de revisar antes de sus misiones de búsqueda. Estaba al tanto de su poder, de todo lo que era capaz de hacer, pero en ninguna ocasión la había visto usarlo contra él. No era tan peligrosa como aquellos papeles apuntaban.

Mikasa había aprendido a realizar labores del hogar, algunas de ellas ya las conocía gracias a Armin, pero el resto tuvo que enseñárselas Eren, quien tampoco era demasiado bueno. Cuando Eren se iba a trabajar temprano, ella limpiaba la casa y después intentaba preparar algo de comer siguiendo los pasos de los canales de cocina, o las recetas que encontraba en algunos libros. Aquel estilo de vida no le entusiasmaba demasiado, prefería estar en la granja, ya que tenía la oportunidad de salir al exterior con algo más de frecuencia. Desde que había llegado allí, solamente había salido a la calle de noche en dos ocasiones con ropa que no llamara la atención y un pañuelo cubriendo gran parte de su cabeza. Eren la había acompañado en todo momento y podía decir que aunque le hubiera sabido a poco, había disfrutado aquellos instantes el máximo posible. Había muchas cosas que desconocía y que ansiaba descubrir, aunque no lo demostrara abiertamente.

Mikasa podía confiar en Eren porque Armin lo había hecho anteriormente y creía en Armin ciegamente. El joven a veces malhumorado e impulsivo la trataba bien, era algo torpe en ocasiones, sobre todo con las palabras pero detrás de ellas se ocultaba una extraña delicadeza que solo él poseía y que ella era capaz de detectar. La cuidaba a su manera aunque no quisiera demostrarlo, pero en más de una ocasión lo había visto permanecer junto a la puerta unos instantes esperando a que ella se durmiera, velando por su bienestar. Y todo eso a pesar de estar agotado por su trabajo.

Aquel jueves, Eren había llegado pronto a casa, antes de lo usual y había insistido en que sería él quien prepararía la cena. Mikasa aprovechó para darse una ducha y asearse, con un poco de suerte, el chico estaría de humor y con fuerzas para salir a pasear aunque solo fuera un rato. Ansiaba volver a salir al exterior.

Cuando salió del baño, un sabroso aroma a carne guisada la envolvió. Su tripa rugió con fuerza pero aún faltaban unos minutos para que estuviera lista. Puso la mesa y entonces, algo captó su atención. Un ancho libro grueso estaba un poco fuera de su lugar. Empleó algo de fuerza para introducirlo en su sitio pero fue incapaz, algo obstaculizaba el camino. Lo sacó sobresaltándose por las fotografías que cayeron al suelo. Sin mirarlas se apresuró a colocarlas en su lugar cuanto antes, quizás a Eren no le gustara que anduviera en sus cosas, pero no pudo evitar quedarse perpleja cuando vio el interior. Eran fotos de Armin y Eren de jóvenes, también de la familia de Eren.

Creyó que nunca tendría la posibilidad de volver a ver al chico rubio, pensó que su cara se le olvidaría como las del resto de personas que habían pasado por su vida. Era algo que realmente no quería, pero inevitablemente ocurriría. Se sintió triste al verlo, al recordar que ya no estaba allí con ellos.

-Oh, veo que has encontrado el álbum de fotos. Pensaba que a estas alturas ya lo habrías hojeado.- la interrumpió Eren depositando la cena en el centro de la mesa. Después, se acercó a ella deteniéndola antes de que cerrara el archivador. –No hemos cambiado nada en todos estos años.- comentó. Y llevaba razón, Eren tenía la misma mirada de pequeño, aunque en aquellos años seguramente habría sido mucho mas revoltoso. Los años les habían dado madurez. –Vaya… qué guapa está aquí.- susurró para sí mismo señalando la foto de una mujer de ojos color ámbar y un pelo largo recogido en una coleta. Llevaba a un bebé brazos a punto de llorar que indudablemente se trataba de Eren. Mikasa observó al chico mirando a aquella mujer con cierta nostalgia.

-¿Quién es…?- se atrevió a preguntar. Era la primera vez que veía a Eren poner aquella expresión en calma y al mismo tiempo entremezclada con dolor. Él la miró sorprendido de que se hubiera atrevido a preguntar algo.

-Ella es Carla, mi madre.- acarició la foto con la yema de los dedos. –Hace un año que la ingresaron en el hospital, podría decirse que está enferma.- le contó sin saber muy bien el por qué. –Pero se curará, estoy convencido de ello. Mamá es muy fuerte.

Mikasa lo observó unos segundos más pero después se levantó de su sitio dándole a entender que sería mejor cenar antes de que se enfriara. Además, no parecía ser buena idea seguir hablando de aquello si el recuerdo le producía dolor a Eren. El chico comprendió el gesto y guardó el álbum en su lugar para después sentarse en la mesa y comenzar a comer.

-Toma, puedes quedártela si quieres.- junto a ella depositó una foto en la que salía Armin. Probablemente ahí tendría un par de años menos, estaba cerca de un río con una caña de pescar y una enorme sonrisa en la cara. Una sonrisa que ella conocía muy bien.

-¿Para mí?- quiso asegurarse.

-Sí, es tuya. Así, siempre podrás recordarle.- le aseguró. Era una de las ventajas de las fotografías, aunque a él nunca le habían agradado demasiado.. –Lo apreciabas, ¿verdad?- Mikasa bajó la mirada concentrándose en la foto que sujetaba sobre su regazo con ambas manos. Guardaría aquello como un pequeño tesoro y jamás la perdería. -¿Qué me dices… de tu familia?- preguntó repentinamente provocando que el ambiente se volviera pesado y tenso. El semblante sereno de Mikasa se volvió sombrío y vacío como si hubiera tocado un tema que jamás debió haber mencionado.

-Yo… no tengo familia.- fue su única contestación y con aquello la conversación durante la cena se terminó.

Eren repasó mentalmente la información que leyó acerca de ella semanas atrás. A pesar de que solían mantenerlo bien informado, nunca revelaban todos los detalles a miembros como él que todavía podían considerarse novatos. Por eso, solo conocía lo más básico como el aspecto de la persona que buscaban y datos importantes. También conocía las muertes que causó antes de que la llevaran a aquel centro, y que escapó de él en medio de la noche. Siempre tuvo curiosidad por saber cómo lo había hecho pero no le parecía adecuado preguntárselo directamente. Y desconocía totalmente cualquier dato relacionado con su pasado más allá de lo que ya sabía.

Eren, como de costumbre, dejó a Mikasa durmiendo en su habitación y se encerró en su propio cuarto. Tenía intención de dar un pequeño paseo con la joven pero la lluvia les impidió hacerlo y además, después de la cena ella ya no parecía muy animada. Así que lo mejor sería que descansara. En cuanto a él, aprovecharía para buscar aquello que quería saber. Dudaba que hubieran borrado unos archivos tan importantes al tratarse de un sujeto que era la máxima prioridad en aquel momento. Todavía tenía la oportunidad de hacerse con la información y lo lograría gracias a las claves que Connie le había facilitado tiempo atrás.

El chico se las ofreció a modo de agradecimiento por salvarle la vida en una ocasión. Se las dio por si algún día las necesitaba para algo importante y no estaría mal utilizarlas, tendría acceso a los archivos secretos de la operación de búsqueda y captura de Mikasa.

Cuando los encontró, se abrumó al ver tantísimos documentos. La mayoría de ellos contenían más de mil páginas de información de toda clase. Los más recientes estaban relacionados con los últimos incidentes durante su huída. Al principio pensó en saltárselos pero recordó a Armin y su muerte, aquella de la que Mikasa le había hablado, quizás allí pusiera algo. Leyó con atención todo lo recopilado durante el día en el que llegaron a la granja de Armin y su abuelo en busca de pistas sobre Mikasa. Al parecer, varios vecinos habían visto a una chica desconocida con ellos y fue aquello lo que los llevó al lugar.

"Uno de los sujetos, el de mayor edad, se negó a darnos cualquier información relacionada con ella. Se le acusó de ayudar a la fugitiva y tomamos cartas en el asunto. Tras eso, se registró cada rincón de la casa hasta dar con la vía que tanto Mikasa como el sujeto restante emplearon para huir hacia el bosque… Varios grupos de agentes les siguieron la pista con perros rastreadores, hasta que dieron con el joven que la había ayudado a escapar. A él también se le ofreció la oportunidad de colaborar en su captura mediante datos que pudieran facilitar el proceso, pero se negó y en consecuencia se tomaron las medidas que se consideraron necesarias."

Con eso había tenido más que suficiente, en el fondo no quiso creer que Mikasa tuviera razón, prefería pensar que Armin aún seguía con vida en algún lugar aunque no tuviera forma de comunicarse con él. Pero eso fue lo que ocurrió. Ellos lo habían matado sin dudar.

Dejó eso a un lado, no quería enfurecerse más de lo que ya estaba y tampoco era recomendable pasar demasiado tiempo revisando aquellos archivos. Aunque la clave era segura, si permanecía más de lo previsto podría levantar sospechas y no dudarían en rastrearlo hasta averiguar que había sido él. Así, Eren decidió hacer varios pantallazos del documento titulado como "pasado de Mikasa" y salió de los archivos para poder leerlo tranquilamente.

Fuera, la lluvia golpeaba con fuerza el cristal, una gran tormenta se avecinaba trayendo un montón de agua consigo. Su corazón palpitó con fuerza deseoso de saber de ese pasado del que ella no parecía querer hablar. Leyó atentamente todo; lo primero que apareció no fue más que datos sobre ella, sus padres, el lugar de nacimiento y demás. Pero después, a medida que fue avanzando, sus ojos se detuvieron en cinco palabras realmente significativas: "Asesinó a sus propios padres".

Eren se alejó un poco de la pantalla para frotarse los ojos, pues llevaba un buen rato sin pestañear. No podía creer lo que estaba viendo. Al parecer, hubo una especie de accidente que ella misma causó y en el que perecieron sus padres. Miró inmediatamente la fecha del suceso, pues recordaba haber escuchado algo similar mucho tiempo atrás cuando era pequeño y estaba totalmente seguro de que se trataba de eso. Sucesos sin resolver como aquel fueron los motivos que lo llevaron a querer convertirse en policía. Sin embargo, aquel llevaba resuelto mucho tiempo atrás, solo que era información confidencial que no podían revelar al público.

De repente, su teléfono móvil comenzó a sonar en la cocina. Eren se impacientó al no esperar una llamada a esas horas. No era tan tarde pero tampoco se trataba de lo usual, por lo que debía ser urgente. Temía que alguien pudiera haber descubierto sobre la presencia de Mikasa allí porque no sabía muy bien qué podía hacer para escapar de todo aquello. La persecución no parecía tener fin, y estaba seguro de que no se rendirían hasta encontrarla viva o muerta. Dejó la taza de café que estaba bebiendo sobre la mesa junto al teclado y salió disparado para atender la llamada telefónica.

De fondo, solo pudo escuchar la insistente lluvia que no dejaba de golpear los cristales y las persianas bajadas. Por eso, no se percató del momento en el que Mikasa salió de su habitación impacientada por la tormenta. Era incapaz de dormir y no sabía muy bien qué hacer. Se dirigió al cuarto de Eren del que vio salir luz, si todavía seguía despierto, quizás no le importaría que ella le hiciera compañía durante un rato.

Asomó la cabeza por el marco de la puerta a medida que susurraba su nombre pero se detuvo al no verlo allí, miró hacia el pasillo para contemplar su sombra salir de la cocina. Estuvo a punto de dirigirse hacia él pero no pudo evitar volver a reparar en la pantalla de la que procedía la luz, se parecía mucho a la televisión que ella usaba pero era diferente porque aquella imagen estaba congelada. Por el aspecto, era un documento con muchísima letra que ella no comprendía, pues no sabía leer. Armin tuvo intención de enseñarla pero al final no le dio tiempo a eso. Analizó lo que tenía ante los ojos y acabó detectando dos palabras que la hicieron inquietarse. Había dos cosas que el chico rubio si le había enseñado a escribir y leer; su nombre y el de él. Por ello, cuando vio "Mikasa" escrito en aquel documento, supo que algo no andaba bien. Sin querer, golpeó una especie de aparato que estaba unido al teclado mediante un cable, de su parte inferior salía una luz roja. Aquello la alarmó así que volvió a darle la vuelta pero cuando regresó a mirar la pantalla, lo que visto anteriormente había sido sustituido por varias imágenes de su casa en llamas. Si, era su propia casa, aquella que recordaba a la perfección. En una esquina, también reconoció tres imágenes, la de cada uno de sus padres y otra de ella con diez años. Después un montón de letras que no podía leer.

Pero no le hacía falta comprender lo que ponía allí para saber lo que estaba ocurriendo, dudaba mucho que cualquiera conociera aquello, pues ni siquiera Armin había escuchado hablar de ella. Lo que significaba que Eren debía estar colaborando con el enemigo en su búsqueda y por ello el primer día la reconoció cuando entró en su casa. Algo que en más de una ocasión se había preguntado.

Mikasa dejó caer inconscientemente la foto de Armin de entre sus dedos y retrocedió automáticamente asustada y dolida. Era incapaz de controlar el ritmo acelerado de su corazón pues se sentía traicionada. Se encerró en el baño, el único lugar en el que podía echar el pestillo desde el interior y se sentó sobre la taza del váter incapaz de pensar con claridad y de asimilar toda la información. Necesitaba escapar, salir de allí.

Eren colgó la llamada con un profundo suspiro. Las pocas veces que Hanji lo llamaba al móvil se enrollaba más que una persiana y le costaba horrores despedirse de ella. Aunque en esta ocasión agradeció internamente que lo avisara porque era de suma importancia. Al parecer, los agentes tras la pista de Mikasa ya habían revisado de cabo a rabo el resto de zonas cercanas a la granja en la que la vieron por última vez y a partir de esa noche comenzarían a buscarla sin descanso por donde él vivía. Así que probablemente tendría que prestarles ayuda si la requerían.

Regresó a su habitación arrastrando los pies con pesadez, hasta que se percató de que no recordaba haber dejado aquellas imágenes en la pantalla del portátil. Sus pies desnudos pisaron algo que lo hicieron apartarse al instante para agacharse a recogerlo. Era la foto de Armin que le había regalado a Mikasa. Por lo que eso no podía significar otra cosa más que el hecho de que ella había estado allí y debía haberse llevado una impresión equivocada. Salió de inmediato para dirigirse a la habitación de la chica pero no la encontró allí, así que probó en el baño, el cual encontró cerrado con la luz encendida.

-¿¡Mikasa, estás ahí!?- golpeó la puerta esperando que ella respondiera pero no dijo nada. –Se que lo has visto, pero no es lo que piensas, de verdad. ¡Tienes que creerme! ¡Debes confiar en mí!- pidió casi con desesperación. Sin embargo, Mikasa no pudo hacer nada más que llevarse las manos a las orejas para intentar no escucharlo más. Estaba tan bloqueada en aquel momento que no sabía cómo reaccionar, necesitaba alejarse de él tanto como le fuera posible. Buscó por el baño un lugar oculto como en la habitación de Armin que le permitiera salir de allí, pero no dio con nada más que la pequeña ventana.

Quizás, con un poco de suerte podría salir por ella. Se las apañó para abrirla con algo de fuerza y después sacar medio cuerpo fuera.

Eren en el exterior, no supo qué hacer. Pegó la oreja a la puerta para escuchar ruidos sordos que dieron paso a un sonido bastante más sonoro que pertenecía a la lluvia y entonces pudo suponer las intenciones que tenía ella.

-Mikasa, por favor, no lo hagas.- suplicó pero no bastó para detenerla.

Las primeras gotas de lluvia que se estrellaron contra su piel parecieron estar realmente frías pero una vez que se acostumbró a la temperatura no le importó en absoluto. Todo lo contrario, agradeció enormemente aquel frescor que solo podría disfrutarse en su totalidad permaneciendo en el exterior. Los pantalones anchos y la camiseta de manga larga se pegaron a su cuerpo volviéndose un tanto incómodos pero aún así continuó. Era un primer piso, aquello no estaba más alto que el tejado de la granja. Caminó sobre el borde de las ventanas con equilibrio agarrándose a los ladrillos del edificio con sus finos dedos hasta que encontró una especie de tubo por el que poder deslizarse. Le pareció ver a Eren asomarse a la ventana del salón buscándola con la mirada y dispuesto a salir por la ventana tras ella. Pero ignoró su presencia y puso rumbo al bosque, al mismo lugar del que había emergido para buscar al chico llamado Eren Jaeger.

Eren tomó el camino fácil. No tenía sentido colarse por la ventana y tardar el doble en alcanzarla arriesgando su propia vida cuando podía salir por la puerta principal y bajar unas pocas escaleras. Su melena castaña se caló al instante, al igual que toda su ropa pero no tenía intenciones de detenerse hasta alcanzar a Mikasa, aclararlo todo y volver con ella a casa. Porque a pesar de que no tenía motivos ocultos, se sentía culpable por haber indagado en su pasado sin permiso.

Tenía la ligera sensación de saber a dónde se dirigía, pues la había visto poner rumbo al bosque por el que debía haber llegado hasta allí. Se apresuró en llegar y no dudó en introducirse en el interior, a pesar de que el tiempo no los acompañaba. El cielo oscuro repleto de nubes limitaba muchísimo la visión, así le costaría bastante encontrarla, aunque no sería tan difícil si seguía dando con trozos de camiseta como el que acababa de hallar en ese momento colgando de una rama punzante. Mikasa debía haber pasado por allí.

La buscó sin descanso, con los cinco sentidos puestos en ella. Hubo un momento en el que pensó que jamás daría con ella, pero sus dudas se disiparon al ver su figura correr en la lejanía. La había alcanzado.

-¡Mikasa!- gritó alarmándola. Sabía que no era demasiado sensato darle a conocer su situación porque trataría de alejarse más de él, pero quería que supiera que su intención no era hacerle daño. Era incapaz de hacerle algo. -¡Detente! Es peligroso andar por ahí en la oscuridad.- la avisó sin éxito. Pero tuvo suerte porque momentos después, la chica se detuvo al borde de un pequeño barranco, imposibilitada para continuar con la carrera.

-No… te acerques.- lo amenazó ella con voz entrecortada a causa de todo el trecho que acababa de surcar corriendo sin parar. Eren se situó ante ella mirándola directamente a los ojos, esperando que le diera la oportunidad de aclararlo todo. A pesar de que no parecía muy dispuesta a ello.

-Mikasa… deja que me explique, eso que has visto no significa nada, no hay ningún motivo oculto detrás de ello. Yo… solo quería saber acerca de ti…- pero la voz de ella lo interrumpió bruscamente, pues había acortado un par de pasos la distancia entre ambos.

-He dicho… que no te acerques más.- repitió con voz escalofriante. Sus manos comenzaron a adquirir luz y a centellear rodeadas de diversas chispas que se extinguían y que eran sustituidas por otras nuevas. Eren la observó sorprendido, pues nunca antes había tenido la ocasión de verla utilizar su poder a pesar de saber de su existencia. Y le parecía extrañamente bello. Aunque en aquel momento pareciera tener la intención de utilizarlo en su contra.

-No quieres… hacerme daño ¿verdad?- Mikasa abrió los ojos de par en par. En vez de retroceder asustado y suplicar por su vida como todos hacían cada vez que amenazaba con utilizar su poder para hacer daño, él siguió avanzando. Recibió pequeñas descargas que ella le había lanzado con intenciones de intimidarlo pero no fueron suficientes para hacerlo parar. Los quejidos del chico taladraban sus oídos logrando que se sintiera mal por continuar haciéndole daño. Y entonces, instintivamente retrocedió.

Su pie pisó el aire, un suelo inexistente. La punta del barranco en la que se encontraba se desmoronó al aproximarse demasiado al borde embarrado y notó su cuerpo flotar en el aire mientras comenzaba a caer lentamente. Hasta que una mano firme logró agarrarla de su brazo izquierdo y detener la caída.

Tumbado sobre el suelo embarrado encontró al dueño de aquellos ojos verdes con el ceño fruncido, totalmente dispuesto a subirla de nuevo. El joven tenía mucha fuerza pero el terreno le dificultaba todo bastante y le estaba llevando más tiempo del estimado. Mientras tanto, Mikasa no pudo dejar de proporcionarle descargas eléctricas que erizaban su piel y también la de ella. Estaba tan asustada en aquel momento que no podía controlar su poder ni evitar que siguiera causándoles daño. Contempló con preocupación las quemaduras y rojeces que comenzaban a aflorar en la piel morena de Eren, ella ya estaba un poco acostumbrada a ese dolor.

-Eren, suéltame.- pidió con un hilillo de voz, prefería enfrentar la caída que seguir contemplando el daño que le estaba infligiendo, además, si continuaban así, ambos resbalarían.

-No pienso hacerlo.- fue su única respuesta. Las gotas de agua recorrían sus mechones de pelo castaños y aterrizaban en la cara de ella. No podía creer cuán testarudo podía llegar a ser aquel chico.

-Por qué…- preguntó ella apartando la mirada de la de él. No lograba entender el motivo de sus esfuerzos por ayudarla. No hacía más que causar problemas a quienes se acercaban a ella.

-¿Qué pregunta es esa?- respondió entre quejidos, no podía permitirse hablar demasiado seguido a causa del esfuerzo que estaba llevando a cabo. –Porque confío en ti, Mikasa. Ahora puedo verlo con total claridad.- le dedicó una pequeña sonrisa pero ella solo le devolvió una mirada sorprendida repleta de lágrimas. Entonces, los chispazos cesaron, se apagaron lentamente. Sin embargo, eso no evitó que ambos cayeran al vacío.

Eren alcanzó el cuerpo de Mikasa durante la caída para protegerla entre sus brazos. Tuvieron suerte de que los árboles y el montón de barro húmedo que se encontraba bajo ellos suavizaran el golpe.

-Ugh… ¿estás bien?- preguntó a la chica entre sus brazos que acababa de abrir los ojos de nuevo para alzar la mirada y contemplarlo directamente a los ojos. Eren se asustó cuando repentinamente Mikasa comenzó a sollozar totalmente rota y tratando de taparse la cara con ambas manos. -¿qué ocurre? ¿¡Te has hecho daño!?- insistió pero solo recibió llantos a modo de respuesta.

-Yo… yo no quería, no fue mi intención.- intentó hablar a duras penas, por suerte él logró entender lo que decía. –Aquella noche, ellos discutieron, todo se descontroló y ambos murieron.- confesó volviendo a mirarlo a los ojos en busca de algún tipo de perdón o comprensión. Eren la miró con lástima, al fin era capaz de entender por qué Armin lo había dado todo por ella, por salvarla. La joven que tenía ante él había pasado por toda clase de barbaridades sin que nadie tuviera jamás un mínimo gesto de piedad o bondad hacia ella, hasta que un día apareció en la vida de su mejor amigo y posteriormente en la suya. A pesar de que él ya no estuviera con ellos, no lamentaba su muerte porque había una razón de peso detrás de ella. Porque ambos querían proteger a la misma persona y probablemente Eren también habría hecho lo mismo de haber estado en su lugar.

Su única reacción fue abrazarla con fuerza y permitirle sollozar en su pecho hasta que se calmara. La fuerte lluvia ocultaría sus lamentos, por lo que él sería el único testigo de lo acontecido.

-Soy… soy un monstruo- la escuchó entonces, con un tono tan bajo que por un momento creyó habérselo imaginado. Eren la apartó unos centímetros de su cuerpo para hacer que lo mirara directamente a los ojos. Agarró sus mejillas obligándola a levantar un poco la cabeza y a acercarla a su rostro para que escuchara con atención.

-No lo eres, Mikasa. Escucha con atención, todos cometemos errores y muchas veces, no tenemos oportunidad de escoger. No te culpes por ello.- cuando logró asimilarlo, asintió con la cabeza agradecida. Las palabras de Eren le hacían tranquilizarse, calmaban el revoltijo de emociones que amenazaba con apoderarse de ella y hundirla una vez más. Pero el chico ante ella le transmitía fuerzas para seguir nadando hacia la superficie.

-Gracias… por ayudarme.- comenzó a hablar ella de nuevo. Eren la contempló patidifuso, pues Mikasa tenía unos preciosos ojos grises llenos de lágrimas pero brillantes como la mismísima luna y repletos agradecimiento. –Gracias… por cuidar de mí todo este tiempo. Y sobre todo… gracias por creerme, Eren.- tras estas últimas palabras, la chica le dedicó una bonita sonrisa, la primera que regalaba desde hacía años. Dulce y natural, una expresión que la hacía parecer una persona totalmente diferente. El corazón de Eren no pudo evitar dar un vuelco ante el gesto porque pudo verla con total claridad a pesar de la oscuridad.

Con sus manos aún sujetando la cara de la joven, no pudo resistirse y casi como si la chica lo hubiera embrujado, acortó los escasos centímetros que los separaban para unir sus labios con los de ella. La sensación que sintió en aquel momento fue como la de una chispa que recorrió todo su cuerpo hasta llegar a su corazón y acelerar el ritmo hasta niveles inimaginables, por un momento creyó que ella habría utilizado su poder con él pero se equivocaba.

Mikasa no comprendía del todo aquella acción y tampoco supo muy bien cómo reaccionar pero su cuerpo lo hizo por sí solo. Sus ojos se cerraron lentamente para permitirle disfrutar de aquella sensación de otra forma diferente. Los labios carnosos de Eren estaban fríos como la lluvia que caía sobre ellos, sin embargo, le proporcionaban una calidez indescriptible. Le resultó extrañamente agradable. Inconscientemente, llevó sus manos hasta las mejilla del chico para acariciarla con cariño, mientras que él acomodó la acomodó en su regazo y bajó una de sus manos hasta la cintura de ella notando las prendas húmedas que se ceñían al cuerpo de la chica.

Fue Eren quien volvió a tomar la iniciativa pues Mikasa era toda una inexperta en aquello y simplemente se dejaba llevar por él. El chico comenzó a mover sus labios sobre los de ella, los cuales respondieron como esperaba, y comenzaron los besos lentos y suaves que no los saciaba nunca. Transcurrió un rato en el que ninguno de los dos fue capaz de separarse a pesar de que les costaba respirar. Eren subió la mano que había depositado en la cintura de la chica hasta la parte baja de la nuca y de todo su cabello para agarrar aquella zona con cuidado. Mikasa soltó un pequeño suspiro que le puso la piel de gallina al chico, pues el recorrido que habían trazado los dedos de él por su espalda le habían producido escalofríos. Como una corriente eléctrica totalmente diferente a la que ella era capaz de crear.

-Eren…- En esa ocasión, la forma en la que había susurrado su nombre había sonado totalmente diferente a lo habitual. Y estaba seguro de que después de aquello jamás volvería a escucharlo igual cada vez que ella lo pronunciara. Aquella especie de suspiro fue el detonante para la oleada de besos pasionales que llegó a continuación. Y las ganas de sentirse el uno más cerca del otro, de sentir sus pieles frías y desnudas sin prendas de por medio. Entonces, Eren se volteó colocando con delicadeza el cuerpo de Mikasa bajo el suyo. Parecían haber olvidado que se encontraban sobre un montón de tierra blanda y repleta de barro, en medio de un bosque en plena noche y junto al barranco del que acababan de caer.

Eren colocó las palmas de las manos a ambos lados de la cabeza de Mikasa para contemplarla durante unos instantes. Aquellos rasgos finos, sus delgados pómulos como la nieve que habían adquirido cierto tono rojizo por la falta de aire. Sus largas pestañas negras entre las que se filtraban las gotas de aguas, algunas de ellas quedándose atrapadas ahí. Su pequeña y delgada nariz, los intensos ojos grises rasgados que lo miraban atentamente y los cuales le transmitían las diferentes sensaciones que estaba experimentando en aquel momento. Y finalmente, aquellos apetitosos labios rosados que lo incitaban a volver a probarlos. Con una de sus manos, apartó uno de los mechones de pelo que se había adherido a su cara. Depositó un suave beso en sus labios para pasar después a su cuello delgado y repasar con cuidado las zonas que una vez sus dedos oprimieron causándole daño. Aquella era su forma de disculparse por lo que hizo, la manera que tenía de mostrar arrepentimiento por haberse atrevido a dañar a tan bella criatura.

Pero varios ladridos que ella bien conocía llegaron hasta sus oídos devolviéndolos repentinamente a la cruda realidad. Una realidad que los dos odiaban y en la que Mikasa era una especie de ser destinado a estar encerrado. Eren se apartó de golpe contemplando su rostro horrorizado, pues los recuerdos de uno de los momentos más duros en su vida habían vuelto a ella para atormentarla. Los dos miraron hacia la parte superior del acantilado, desde allí abajo podían verse algunas de las luces de las linternas, por lo que no debían estar muy lejos.

Eren entonces recordó la llamada de teléfono, creía que la búsqueda comenzaría al día siguiente pero debían tener bastante urgencia en dar con ella cuanto antes hasta el punto de mandar agente con perros en medio de una noche tormentosa. Y para su suerte, los perros habían seguido su rastro con eficacia.

-Vamos, tenemos que irnos de aquí.- dijo él tratando de levantarse con cuidado. Pero no pudo evitar soltar un quejido de dolor al percatarse de que su tobillo no estaba en muy buenas condiciones. Se lo había torcido durante la caída y se había hinchado un poco. Aún así, no podían detenerse por algo como aquello. –No te preocupes, no es nada.- le aseguró a Mikasa, quien no lo creyó en absoluto.

Mikasa se posicionó junto a él pasando uno de los brazos del chico sobre su hombro, lo ayudaría a avanzar. Se introdujeron en el bosque, en sentido contrario al de sus perseguidores y en dirección al enorme lago por el que era conocida aquella ciudad. Caminaban realmente despacio, a ese paso, no lo conseguirían. Pero se negaba a dejar atrás a Eren, no cometería el mismo error.

-Eren…- lo llamó ella para proponerle lo que rondaba por su mente pero él le ofreció una mirada severa que desechó cualquier idea de la chica.

-Sigamos adelante.- respondió con tono seco. No estaba dispuesto a convertir a Mikasa en mártir para salvarse él. No la perdería de aquella forma. –Mira, ahí, nos esconderemos en esa vieja caseta.- propuso él.

La vieja casa de unos pocos metros, según le había dicho Eren se empleaba para guardar las herramientas que los cuidadores del lago empleaban para limpiarlo y mantenerlo en buen estado. Pero llevaba bastante tiempo abandonada porque apenas se utilizaba. Eren la detuvo antes de llegar allí para que se bañaran de los pies a la cabeza de barro, de ese modo los perros perderían toda pista. La tormenta se encargaría de borrar sus huellas a tiempo y de disipar todo rastro de olor que pudieran haber dejado. Al menos les pondrían las cosas difíciles.

Eren se empeñó en ser él quien abriera la puerta a empujones pero Mikasa no le permitió que lo hiciera solo, así que ambos se lanzaron un par de veces de costado contra la vieja puerta atascada hasta que ésta cedió y pudieron introducirse. Una vez dentro, la atrancaron y Mikasa ayudó a Eren a sentarse con cuidado en el suelo. En el interior no había más que viejas herramientas que de poco les servirían para defenderse ante sus atacantes. Así que no les quedaba otra que esperar a que dejaran de buscar, cosa que ambos dudaban bastante que fuera a ocurrir.

-Eren, esto tiene muy mal aspecto.- había logrado quitarle la zapatilla para echarle un vistazo al tobillo hinchado y amoratado. Aquello parecía un derrame y necesitaba atención médica. –Tiene que mirártelo un médico.- sugirió con tono de preocupación.

-Está bien, cuando todo esto acabe, iré a que me lo vean.- concordó tratando de sonreírle para que se tranquilizara.

-Ambos sabemos… cual es la forma de que esto termine, solo hay una solución y lo sabes, Eren.- volvió a sugerir ella. Podría enfrentarse a ellos y después podrían escapar juntos.

-He dicho que no, nos quedaremos juntos, pase lo que pase.- repitió con tono serio, su mirada indicaba lo mismo, haría todo lo que estuviera en sus manos para impedirle actuar por su cuenta. Por eso, Mikasa no tuvo más remedio que acomodarse junto a él en el suelo. Acarició el pelo de Eren hasta que bastante rato después el cansancio lo arropó y le ofreció una oportunidad de oro.

-Eren, gracias por todo. Armin y tú me habéis enseñado lo que es vivir de verdad. Me habéis cuidado a toda costa, pero ahora… es mi turno de protegerte. No pude hacerlo con Armin, fue mi culpa no haberlo hecho. Contigo, esta vez, será diferente.- susurró extremadamente bajo para que no perturbara su sueño y evitar que pudiera despertarse.

Por una de las ventanas distinguió algunas de las linternas que la rastreaban. Si Eren permanecía allí oculto, no darían con él y por tanto tampoco lo acusarían de haberla ayudado.

Desatrancó la puerta con más brusquedad de la necesaria, y en consecuencia, resonó un gran crujido que despertó a Eren e hizo que se levantara como un muelle. Su cara de espanto no fue algo agradable de contemplar para Mikasa pero aún así, cerró con fuerza la puerta para impedirle abrirla con facilidad. Eren comenzó a gritar su nombre suplicándole que se detuviera, que buscarían cualquier otra solución. Intentó abrir la puerta de madera pero su pie herido no le dejaba emplear la fuerza requerida para ello y se sintió impotente por no poder ir tras ella. Gritó con frustración, un alarido desgarrador que la chica pudo escuchar aún habiéndose alejado de la cabaña unos cuantos metros.

Miró horrorizada cómo gran parte de la orilla del lago estaba rodeada por agentes con linternas y perros, rastreando hasta el último milímetro en su busca. Se introdujo en el agua fresca por una de las zonas en las que no había nadie para detenerla y nadó como pudo hacia el centro del lago. El barro que la cubría se desprendió por completo y los perros comenzaron a ladrar con intensidad delatando su posición. Cuando llegó al centro, Mikasa esperó a que se acercaran hasta ella para capturarla, la mayor parte de los hombres se introdujeron en el agua nadando con rapidez hasta donde se encontraba, mientras que otros pocos permanecieron en la orilla cuidando con los perros o apuntándola con armas.

Echó un último vistazo a la cabaña a un costado y después de eso, se dejó llevar al fondo del lago. Al igual que hizo aquella noche en la sala blanca, Mikasa concentró toda la energía que pudo en su pecho. Contuvo la respiración tanto como le fue posible. Estaba preparada para soltar una gran descarga que nadie sería capaz de detener y que alcanzaría incluso a aquellos que se encontraban en tierra firme, a causa del lodo repleto de agua que llegaba hasta sus pies. Numerosas manos se acercaron a ella, precipitándose, momento en el que ella decidió descargar toda la electricidad que había logrado acumular.

En cuestión de unos segundos y tras gritos desgarradores, los alrededores se sumergieron en un silencio sepulcral. Ni perros, ni hombres con linternas, pero por desgracia, tampoco Mikasa.

Impulsado por la rabia y sin preocuparse por dañarse aún más el pie, Eren logró echar abajo la puerta resbalándose con el barro y aterrizando de morros contra el suelo. Sabía que era demasiado tarde para salvar a Mikasa, era consciente de que ya no había nada que hacer porque había sacrificado su propia vida. En el acantilado tuvo la posibilidad de comprobar aquello que los expedientes decían, y es que la chica seguía siendo incapaz de controlar aquel poder, por ello, siempre que lo utilizaba se lesionaba y causaba heridas graves. Aquel acto por salvarlo y acabar de una vez con ello también se había llevado su vida y él no había podido impedirlo. Nunca antes se había sentido tan inútil e inservible. Golpeó el barró con los puños tratando de descargar toda su ira y de deshacer aquel nudo en su garganta que solo se calmó un poco cuando estalló en llanto. Y ni siquiera así fue capaz de disipar aquel dolor similar al que sintió la noche que se enteró de la muerte de Armin. Sin embargo, el día en el que su mejor amigo murió no estaba presente, al contrario que en aquella ocasión en la que podía haberlo evitado.

Al cabo de varios minutos, se levantó con un leve tambaleo, no le molestó su lesión porque en ese momento ya no había nadie ni nada que le importara. Lo había perdido todo. Caminó hasta la orilla del lago en la que aún permanecían en llamas algunos de los cuerpos sin vida y se detuvo allí durante más de una hora esperando ver algo, esperando verla a ella. Pero nada ocurrió.

Su mente se encontraba nublada por un montón de recuerdos que ahora resultaban dolorosos, tratando de buscar algo a lo que aferrarse para poder seguir adelante y no rendirse a aquella tristeza. Pero era difícil en un momento como aquel. Hasta que llegó a su mente el día en el que revisaron el álbum de fotos y le habló de su madre. Aún la tenía a ella y continuaba dispuesto a hacer todo lo que estuviera en sus manos para ayudarla a vivir. Por ella y solo por ella, no podía rendirse aún.


La organización que iba tras Mikasa trató de esconder los hechos del lago lo mejor posible, aunque fue un tanto difícil hacerlo, pues la gran explosión de luz había sido contemplada por más de un ciudadano. Días después, cuando la tormenta amainó y el terreno se estabilizó un poco, la policía cubrió aquella zona para retirar los restos de cuerpos y asegurarse de que todo estaba en orden.

-Eren, deberías ir a que le echen un vistazo a ese pie, ¿no crees?- le aconsejó Hanji obteniendo una expresión de asombro por parte del chico, quien se había esforzado en ocultar tanto el cojeo como el vacío que sentía en el interior. No había vuelto a su casa desde lo ocurrido, se había pasado todos aquellos días en el hospital junto a su madre hasta que su superior consiguió contactar con él para pedirle que fuera aquella mañana a revisar la zona.

-Lo haré esta tarde.

-Por cierto, ¿dónde estuviste la noche del incidente?- preguntó la mujer con el pelo cobrizo recogido en una coleta alta. Se colocó las gafas adecuadamente sobre la nariz y se agachó para recoger algo del suelo. Aquella pregunta le había cogido por sorpresa y no supo qué responder pues parecía conocer todos los detalles de lo ocurrido. Se mantuvo en silencio hasta que su superior se giró para tenderle aquello que acababa de recoger justo en el montículo de tierra que se había desprendido del acantilado. Eren abrió los ojos perplejos, era la foto de Armin que le había regalado a Mikasa y que él había llevado en el bolsillo aquella noche después de encontrarla tirada en el suelo de su cuarto. La tomó con dedos temblorosos, estaba sucia y deteriorada pero no se desharía de ella. Trató de aguantarse las inmensas ganas de llorar. Hanji supo que aquella foto le pertenecía porque en el reverso aparecía escrito su nombre. –Será nuestro secreto. Toda esta locura ha llegado a su fin, y no me gustaría perder a un agente con tanto potencial como tú, ¿sabes?- le habló con sinceridad al tiempo que le guiñaba un ojo y continuaba caminando por allí.

Eren se tranquilizó, a pesar de lo terriblemente extravagante que Hanji podía resultar en ocasiones, confiaba en ella más de lo que le gustaría.

-Los cuerpos… ¿se recuperaron todos ellos?- preguntó de sopetón incapaz de controlarse, si habían recuperado el cuerpo de Mikasa, quizás podría tener la oportunidad de verla una última vez. Pero todas sus esperanzas se esfumaron cuando la vio agachar la cabeza y negarlo lentamente.

-Me temo que no… los que estaban en tierra ya han sido identificados, pero en el lago no se han encontrado más que trozos y restos. Es casi imposible averiguar sus identidades.- contestó con tono serio. –la potencia que empleó aquella noche fue tal que los calcinó casi por completo.

Las tareas que le habían asignado duraron todo el día y no fue hasta las siete de la tarde que Hanji le dio permiso para retirarse un poco antes que el resto debido al aparente agotamiento en su rostro. Además, le hizo prometer que iría a urgencias para que le miraran el pie si no quería que ella misma lo tratara en su laboratorio. Algo que jamás aceptaría si sabía lo que le convenía. Primero se daría una ducha para salir después hacia el médico y de regreso a casa compraría algo de comida por el camino. Lo último que le apetecía era ponerse a cocinar.

El motivo de que no hubiera regresado al apartamento en aquellos días se debía a que no podía evitar recordarla por todas partes, todos los momentos que habían vivido juntos en el último mes. Se había acostumbrado a tener a alguien que esperara su regreso con ganas y después de lo sucedido durante la tormenta, tras aclarar sus sentimientos, aquello solo podía haber ido a mejor, su relación solo podía evolucionar.

Introdujo la llave y pasó al interior para ser envuelto de nuevo por aquel olor a tierra mojada mezclado con el champú de pelo que él solía utilizar. Su olor dulce aún seguía en el ambiente y su corazón se encogía al recordarla. Sin embargo, al igual que le ocurrió la primera noche que la conoció, algo parecía estar fuera de lugar allí. Aparentemente, todo seguía en su sitio, pero su instinto le advertía que se equivocaba. Dejó caer las llaves y todo lo que llevaba en brazos al suelo de la pequeña entradita desde la que solo se veía una pequeña zona del salón, y salió corriendo hacia el interior buscando con desesperación cualquier rastro de ella en la oscuridad. Alguna señal que pudiera indicarle que aún estaba ahí con él.

-Lo logré, Eren. Conseguí controlar mi poder.- susurró ella apoyada contra la pared que daba paso al pasillo de las habitaciones y la cocina.

Eren pensó que se estaba volviendo loco, que no era real. Pero su dulce voz era auténtica y lo sabía. Mikasa estaba ante él y con el mismo aspecto que la última vez que la vio alejándose de él. Aunque ya no estaba cubierta de barro y se había cambiado de ropa. Llevaba puesta aquella camisa blanca por la que en repetidas ocasiones lo había halagado. Sin embargo, a él le pareció que a ella le favorecía muchísimo más. Más de lo que ella pudiera imaginar.

Se olvidó de parpadear porque no podía dejar de mirarla y tampoco pudo reaccionar de ninguna otra forma. Estaba totalmente bloqueado y con los ojos repletos de lágrimas de alegría porque toda la pena que había sentido anteriormente, todo aquel pesar, se había esfumado con su mera presencia.

-Siento no haber vuelto antes… perdona por haberte hecho sufrir.- se disculpó forzando una pequeña sonrisa. –Pero no había otra forma de hacerlo. Tenía que hacerles creer que yo también había muerto, era la única manera de acabar con esto.- se explicó. Y aunque llevara toda la razón del mundo, a él le hubiera gustado que hubiera contado con su ayuda porque siempre había otra opción. Además, había arriesgado su propia vida a unas escasas posibilidades de huir de la muerte, pues aunque seguía con vida, podía ver las diversas marcas que aquella descarga eléctrica había dejado por todo su cuerpo. Cicatrices que siempre la acompañarían y que él se encargaría de curar una por una.

En ese instante en el que ella ya no supo qué más hacer, Eren corrió a sus brazos y la estrechó con tanta fuerza que a Mikasa le costó seguir respirando. Permanecieron así varios minutos sin intenciones de separarse. Después, la miró de cerca revisando cada milímetro de su cara, de su preciosa piel, llenándola de besos por todas partes y sacándole una pequeña sonrisa por su extraña reacción y las cosquillas que le estaba provocando. Hasta que repentinamente se detuvo para hablar.

-Nunca más, ¿me oyes? No vuelvas a hacerlo jamás.- le advirtió. No pasaría dos veces por lo mismo. Pero esta vez Mikasa se lo prometió porque ya no había necesidad de seguir huyendo. Nadie volvería a perseguirla jamás y cuando la calma regresara a sus vidas, podrían vivir de verdad. Podría disfrutar al fin de su libertad junto a Eren.


¡Hasta aquí el primero! De momento para mañana tengo el siguiente preparado. Espero no haberos decepcionado. Me vino la idea a la mente cuando pensé en super héroes, aunque en realidad más bien pensé en un poder concreto jajaja. Por eso decía que quizás no me había ajustado mucho al tema. Pero bueno, podría tener un sentido más profundo y es que un héroe al fin y al cabo puede salvar a alguien sin necesidad de poderes, por lo tanto Eren y Armin podían haber sido los héroes que Mikasa necesitaba ¿no? Bueno, tampoco me hagáis mucho caso.

Tengo todos los temas pensados y habrá bastante variedad. Lo mismo veremos a Eren y Mikasa como adolescentes, adultos o niños. O los encontraremos en un universo alternativo o en el universo de SnK, por ese lado no creo que os vayáis a aburrir. Serán historias distintas, aunque necesitaré algo más de tiempo para terminarlas. ¡Gracias por leer! ^^