*Yume*
-¡Un batido de chocolate blanco con sirope de vainilla, por favor!
Un día de estos me voy a quedar sin voz, pero por suerte sólo me quedaban 20' en este local. Me acomodé mejor el delantal blanco con rayas azul pastel y me giré para atender al próximo cliente. Era un chico y, bastante atractivo.
-Buenas tardes. ¿Qué desea tomar?- Pregunté medio embobado.
-Hola, quería un batido de fresa.- Respondió sin mirarme directamente, observando el interior de la cafetería.
Me quedé congelado en mi sitio por un momento al reconocer a aquel chico.
-¿C-con sirope?- Tartamudeé.
-No.
Asentí y me di la vuelta para dar el pedido, aunque sin mucha prisa, ya que era la última persona.
-Y... ¿Cómo te van las clases?- Pregunté mientras limpiaba la barra interior con un paño.
-¿Nos conocemos? -Me miró extrañado.
-S-sí. Estamos en la misma clase desde primero.- Murmuré.
Eso me hizo sentir... triste. Y no sólo por el hecho de ser invisible para él, sino porque nos vemos todos los días y hemos hablado alguna que otra vez, pero igual no me recuerda. Levanté la vista y se quedó pensando algo durante un rato, mirándome.
-¡Ah, sí! Ya me acuerdo de ti.- Se apoyó en el mostrador, quedando a centímetros de mí.- Eres el niño bonito con quien tengo que hacer el trabajo de biología.
¡Niño bonito!
-S-sí, ese.- Asentí sonrojado.
-Vaya, así que trabajas cerca de mi casa.- Susurró.- Nunca te he visto por aquí.
-Es que entro muy temprano y, cuando me voy, salgo por la puerta de atrás.
-¡El pedido está listo!- Dijeron desde atrás, haciéndome sobresaltar.
Le entregué al ojiazul su batido y me dio el dinero.
-Gracias por venir.- Le murmuré con una sonrisa.
-Nos vemos, "niño bonito".
Cuando salió de la cafetería solté un suspiro que no sabía que había estado reteniendo desde que empezamos a hablar.
-¡Me voy, chicos! Hasta el próximo sábado.
-Nos vemos, Yume.- Respondieron mis dos compañeros de trabajo.
Fui directo al vestidor a cambiarme el uniforme y a recoger mis cosas. Hoy fue un día agotador, con mucho trabajo. Cuando dejé las prendas blancas dobladas en la taquilla, la cerré con llave, guarde mi cartera y revisé mi móvil, encontrando 5 mensajes de mi madre, diciéndome que no iba a llegar a casa hasta mañana porque estaba en el hospital con mi abuela y otros 2 de mi hermana, avisando que se había ido a casa de una de nuestras primas.
Salí de la tienda con los auriculares puestos, escuchando "The Monster" con las manos en los bolsillos de mi abrigo, observando el humito que salía de mi boca y nariz por el frío que hacía. Iba caminando a mi casa tan tranquilo y disfrutando de las canciones y el aire fresco cuando, de repente y sin saber la razón, mi corazón empezó a latir fuerte y rápido al pensar en Leo. A decir verdad, nunca me habían llamado la atención -y desde hace tanto tiempo- los chicos con pinta de "Fuck Boy", pero él no parecía ser así. Apuesto a que en el fondo es un buen chico. Con cara de haber chupado un limón, pero buen chico. Y hablando del rey de Roma... Le vi cruzar la calle justo hacia mí. También llevaba las manos en los bolsillos de su sudadera y escuchaba música. Entonces elevó la cabeza y me vio. Yo, avergonzado, agaché la mirada y me encogí intentando pasar desapercibido,. Por el rabillo del ojo le vi quitarse un auricular y sonreir de lado.
-Hey, hola de nuevo.- Dijo cuando estuvo lo suficientemente cerca para oírle.
-Hola.- Solté una pequeña risita nerviosa.
-¿Por qué tan sólo a estas horas?
-Oh, estaba volviendo a casa, pero mi madre no está, así que...- Pasé un mano por el bolsillo trasero de mi pantalón.
Y me alarmé. Palpé varias veces por todos los sitios donde podrían estar esas malditas llaves, con cara de horror.
-Oh, no.- Susurré.
-¿Qué ocurre?- Enarcó una ceja.
-No encuentro mis llaves...
