Disclaimer: Las tortugas ninja (Leonardo, Raphael, Donatello y
Michelangelo), el maestro Splinter, Oroku Saki, el clan del pie, April
O'neil, Casey Jones.... Son todos personajes propiedad de Mirage Studios. Ana
me representa a mí, así que es un personaje de mi propiedad, Oroku Steven,
también es un personaje inventado por mí.
Nota: Este fic está basado en el universo de las películas, más que el de los comics o las series animadas.
Atisbo de la muerte
Hace poco más de un año que Ana se había mudado, desde España a los USA, más exactamente a la ciudad de Nueva York, donde le habían ofrecido una beca para estudiar para dibujante de comics, en una conocida escuela del lugar. Con la ayuda de sus padres pagaba el alquiler de un pequeño piso, no muy lejos de donde estudiaba. Con el dinero de la beca que le suministraban todos los meses, pagaba la luz y el agua, como no recibía llamadas, salvo al móvil, no tenía teléfono en casa. Por las mañanas trabajaba en una librería, que le quedaba a dos paradas de metro. Sin contar con la delincuencia, aquel lugar no estaba nada mal, pero intentaba salir de noche lo menos posible, por si acaso.
Esta era una de esas noches que se salían de lo acostumbrado. Acababa de marcharse de la última clase del día y le pillaba la noche rumbo a su casa. Caminaba tranquila, pero rápido, entre más pronto llegase, mejor. El alboroto que salía de un callejón le hizo ralentizar el paso y pararse a ver. Unos cinco o seis tipos peleaban con otro, que era de una estatura menor pero parecía mucho más corpulento que ellos. En un suspiro, aquel tío había despachado al grupo, entonces se percató de su presencia. Los ojos de la chica se abrieron al máximo cuando vio la silueta de aquel luchador acercarse a ella con la rapidez de un demonio. La agarró por un brazo y la empujó dentro del callejón, acorralándola contra una pared. Ella no se quejó, sólo cerró los ojos al sentir el golpe. Al abrirlos, no creía lo que tenía ante ella, una tortuga enorme, con forma más o menos humana, le apuntaba al cuello con un arma punzante. Notó la punta del cuchillo rozar su piel.
- ¿Tú también quieres enfrentarte con el monstruo? – Sonó la voz de aquella tortuga, una voz masculina, fría y ruda. Tenía una mirada feroz, como de un cazador que acaba de pillar a su presa.
- ¡ Yo no quiero enfrentarme a nadie, tío, he visto la pelea al pasar por delante del callejón! – Intentaba no parecer asustada, su voz no temblaba y le miraba directamente a los ojos, a través de los cristales de sus gafas. El quelonio estudiaba a la chica, observando sus movimientos, pero no hacía ninguno.
- ¿Qué pasa contigo? ¿Acaso no me tienes miedo, humana?- Hundió el arma un poco más en el cuello. Ana estaba segura que como tragase saliva aquello le atravesaría la carne.
- ¿Cómo no voy a tenerte miedo? ¡Estás intentando hacerme una traqueotomía a lo bestia! – Gritó, más enfadada que asustada. El tipo alejó el pincho de ella, dejándole algo de espacio. Se estaba pensando seriamente aprovechar y echar a correr, pero heriría su orgullo y seguramente él la alcanzaría sin problemas.
Se fijó mejor en él, llevaba un antifaz de color rojo que le cubría parte del rostro y rodilleras y coderas.
- Deberías huir ahora, humana. – Guardó las dagas en el cinturón y se alejó un paso de ella. Ana se separó de la pared sin perder de vista al agresivo tipo. – ¡Vete, antes de que me arrepienta! – Señaló con una de sus manos de tres dedos hacia la apertura del callejón.
Antes de irse, le echó una rápida ojeada y luego corrió hasta llegar a su piso. Cerró la puerta tras ella y se dejó caer en la entrada. No podía creerse lo que había pasado. Había estado a punto de ser víctima de una tortuga gigante asesina.
Nota: Este fic está basado en el universo de las películas, más que el de los comics o las series animadas.
Atisbo de la muerte
Hace poco más de un año que Ana se había mudado, desde España a los USA, más exactamente a la ciudad de Nueva York, donde le habían ofrecido una beca para estudiar para dibujante de comics, en una conocida escuela del lugar. Con la ayuda de sus padres pagaba el alquiler de un pequeño piso, no muy lejos de donde estudiaba. Con el dinero de la beca que le suministraban todos los meses, pagaba la luz y el agua, como no recibía llamadas, salvo al móvil, no tenía teléfono en casa. Por las mañanas trabajaba en una librería, que le quedaba a dos paradas de metro. Sin contar con la delincuencia, aquel lugar no estaba nada mal, pero intentaba salir de noche lo menos posible, por si acaso.
Esta era una de esas noches que se salían de lo acostumbrado. Acababa de marcharse de la última clase del día y le pillaba la noche rumbo a su casa. Caminaba tranquila, pero rápido, entre más pronto llegase, mejor. El alboroto que salía de un callejón le hizo ralentizar el paso y pararse a ver. Unos cinco o seis tipos peleaban con otro, que era de una estatura menor pero parecía mucho más corpulento que ellos. En un suspiro, aquel tío había despachado al grupo, entonces se percató de su presencia. Los ojos de la chica se abrieron al máximo cuando vio la silueta de aquel luchador acercarse a ella con la rapidez de un demonio. La agarró por un brazo y la empujó dentro del callejón, acorralándola contra una pared. Ella no se quejó, sólo cerró los ojos al sentir el golpe. Al abrirlos, no creía lo que tenía ante ella, una tortuga enorme, con forma más o menos humana, le apuntaba al cuello con un arma punzante. Notó la punta del cuchillo rozar su piel.
- ¿Tú también quieres enfrentarte con el monstruo? – Sonó la voz de aquella tortuga, una voz masculina, fría y ruda. Tenía una mirada feroz, como de un cazador que acaba de pillar a su presa.
- ¡ Yo no quiero enfrentarme a nadie, tío, he visto la pelea al pasar por delante del callejón! – Intentaba no parecer asustada, su voz no temblaba y le miraba directamente a los ojos, a través de los cristales de sus gafas. El quelonio estudiaba a la chica, observando sus movimientos, pero no hacía ninguno.
- ¿Qué pasa contigo? ¿Acaso no me tienes miedo, humana?- Hundió el arma un poco más en el cuello. Ana estaba segura que como tragase saliva aquello le atravesaría la carne.
- ¿Cómo no voy a tenerte miedo? ¡Estás intentando hacerme una traqueotomía a lo bestia! – Gritó, más enfadada que asustada. El tipo alejó el pincho de ella, dejándole algo de espacio. Se estaba pensando seriamente aprovechar y echar a correr, pero heriría su orgullo y seguramente él la alcanzaría sin problemas.
Se fijó mejor en él, llevaba un antifaz de color rojo que le cubría parte del rostro y rodilleras y coderas.
- Deberías huir ahora, humana. – Guardó las dagas en el cinturón y se alejó un paso de ella. Ana se separó de la pared sin perder de vista al agresivo tipo. – ¡Vete, antes de que me arrepienta! – Señaló con una de sus manos de tres dedos hacia la apertura del callejón.
Antes de irse, le echó una rápida ojeada y luego corrió hasta llegar a su piso. Cerró la puerta tras ella y se dejó caer en la entrada. No podía creerse lo que había pasado. Había estado a punto de ser víctima de una tortuga gigante asesina.
