Renuncia de derechos: Avatar y todo su universo no son míos, mientras que Cuento de Navidad (A Christmas Carroll) es de Charles Dickens. Tomo prestado parte de ambas cosas sin fines de lucro. Trama, universo y algunos personajes con aparición esporádica sí son míos, por lo que me reservo su uso.

Advertencias: Universo Alterno (AU). Detalles relacionados con el One "Sonrisas para todos". Algunos spoilers de La Leyenda de Korra.

Este fanfic participa en el Reto "Navidad en las Cuatro Naciones" del foro "Las Cuatro Naciones"


Uno: Pasado.

Lu Ten Firelord había muerto.

Había que aclarar eso; en caso contrario, la historia no tendría sentido. Todos sabían que los Firelord eran dueños de Sozin & Roku, el negocio más lucrativo de la Nación del Fuego, y el fallecimiento de uno de ellos era cosa seria.

Pero volvamos al principio. Lu Ten Firelord había muerto, y hacía bastantes años. Otras desgracias ocurrieron, pero ninguna de gravedad para Sozin & Roku, sino para algunos de los Firelord, pero de eso hablaremos después.

Un hombre joven, cuyo traje negro era cubierto casi por completo con un largo abrigo también negro, caminaba por una de las aceras de la avenida principal a paso firme. Su cabeza, ligeramente inclinada, era coronada por un sombrero que le cubría el rostro, a lo que también ayudaba el cuello alto del abrigo. Apenas se distinguían sus ojos, pero eso era lo de menos. Lo importante era que, acercándose mucho a él, se distinguía en el cuello de su abrigo, del lado izquierdo, un broche circular dorado con una llama grabada.

La gente que llegaba a distinguir el broche y se fijaba en el atuendo del hombre, sumaba dos más dos antes de alejarse a toda prisa de él.

¡Feliz Navidad deseamos! ¡Feliz Navidad deseamos! ¡Feliz Navidad deseamos! ¡Y Nuevo Año feliz! —el villancico, interpretado por un pequeño conjunto en una esquina, sonaba alegre e invitaba a los transeúntes a menear la cabeza al compás de la melodía.

Cuando nuestro hombre pasó cerca, les dedicó una gélida mirada con sus ojos color ámbar.

—¿Navidad? ¡Sí, claro! ¡Tonterías! —masculló, enfadado.

El personaje no dejó de caminar con la cabeza gacha y refunfuñando entre dientes, al menos hasta llegar ante las puertas dobles de cristal de uno de los rascacielos más altos de la ciudad.

—Buenos días, señor Firelord —saludó cortésmente el portero, abriendo la puerta.

Con una cabezada, el recién llegado asintió y entró. Recorrió el vestíbulo, apenas hacía algún gesto de reconocimiento hacia las pocas personas que se atrevieron a saludarlo y únicamente al estar en la soledad de uno de los elevadores, dejó escapar un suspiro y se quitó los guantes (negros, por supuesto), antes de hacer lo propio con el sombrero.

En la última planta, el hombre bajó en silencio. Había llegado al pequeño y elegante vestíbulo de dos oficinas. En ese momento, solo un escritorio de asistente estaba ocupado.

—¿Y tu compañera? —inquirió, dirigiéndose a quien ocupaba el escritorio a su izquierda.

El aludido, un hombre un poco más joven de cabeza afeitada y ojos grises, contuvo un sobresalto y apretó los labios por un momento, antes de negar con la cabeza.

—Me sorprende que no sepas, Avatair.

—Lo lamento, Zuko, pero…

—Señor Firelord, Avatair, no lo olvides. Ahora pongámonos al corriente.

El aludido asintió, tomó de su escritorio una libreta encuadernada en piel roja y siguió al otro, que entró a una de las oficinas, dejó su sombrero y su abrigo en el perchero cercano a la puerta y luego fue a sentarse tras un largo escritorio.

—¿Qué esperas? Dime qué pendientes hay.

—Zu… Señor Firelord, un representante de la Fundación Jet solicitó una cita con usted…

—No me interesa ninguna caridad. ¿Qué más?

—Vino su tío Iroh y dejó recado de que lo invitaba a su cena de Navidad.

—Si llama, dile que se deje de tonterías y que no iré.

—Llamó la señorita Bleakblade y quiere saber…

—No saldremos, y díselo a ella.

—Ah… De acuerdo… Y por último, el recordatorio para los empleados administrativos sobre el día de mañana.

—¿Mañana? ¿Piensan que van a descansar?

—Es Navidad, señor Firelord…

—¡Navidad es una tontería! Pero es verdad, no se trabaja… Manda el aviso, recalcando que los quiero a todos a primera hora pasado mañana.

—Sí, señor —respondió el asistente con cierta tristeza, antes de retirarse.

La jornada transcurrió con tedio para Zuko Firelord, el actual presidente de Sozin & Roku. Quizá fuera demasiado joven para el cargo, pero a base de estudios y esfuerzo había demostrado su valía. Era lo único que le quedaba, según él, aunque si preguntaban a otros, dirían que la empresa familiar era lo único que le interesaba.

Esa noche, al dejar su oficina, Zuko Firelord vio que su asistente ordenaba su escritorio y se preparaba para marcharse, poniéndose al cuello una bufanda azul que desentonaba con su traje marrón, su camisa blanca y su corbata amarillenta. Sin darle más importancia, caminó al elevador, sin corresponder al débil "Feliz Navidad" que Avatair le dedicó a su espalda.

El camino de vuelta a casa también lo hizo andando, lo cual le permitió disfrutar de calles más silenciosas, aunque los adornos luminosos destacaran tanto que le herían los ojos. Así las cosas, Zuko pronto llegó al portón de su casa, una mansión amplia pero de ambiente frío, y entró sin muchas ceremonias, haciendo muecas a la corona navideña que algún sirviente debió colocar en la puerta principal más por costumbre que porque él lo hubiera pedido.

—Tonterías —masculló de nuevo Zuko, estirando la mano para quitar la corona.

Grande fue su asombro cuando, por el centro de la corona, se apareció una translúcida cara que, con voz resonante de ultratumba, gritó.

—¡Zuko Firelord, debería darte vergüenza!

El aludido cerró los ojos con fuerza y al abrirlos, la cara había desaparecido, lo cual aprovechó para entrar a su casa a toda prisa, cerrar con llave, activar las alarmas externas e ir a encender la chimenea de la sala, ante la cual se sentó poco después.

—Zuko, no finjas que no me oíste la primera vez.

El aludido, lentamente, miró por encima de su hombro y se topó con un hombre que aparentaba más o menos su edad y que incluso se parecía un poco a él, aunque poseía expresión más serena.

—¿Lu Ten? —inquirió Zuko, a lo que el otro asintió —¡Pero si estás muerto!

—Dime algo que no sepa —respondió el otro, sonriendo ligeramente.

—¡No digas algo así! Se nota que eres hijo del tío Iroh…

—Corrección, era hijo de Iroh —aclaró el casi transparente Lu Ten Firelord, ya sin sonreír —Me gustaría visitar a mi padre, pero no puedo, gracias a ti.

—¿Yo qué tengo que ver?

—Sencillo: iremos a dar un paseo. Dame la mano y sin discusión.

—¿Es una broma?

—Si no lo haces, vendré todas las noches de tu vida. Lo prometo.

Recordando que su primo siempre cumplía su palabra, Zuko no tuvo más remedio que ponerse de pie y obedecer. Al contrario de lo que creía, no cerró la mano en el aire, sino que se encontró con los dedos de Lu Ten, quien al instante lo aferró y miró hacia arriba, sonriendo.

Alrededor de ambos, los colores se difuminaron y el suelo desapareció, pero no cayeron. Zuko estuvo a punto de soltar a Lu Ten, pero no lo hizo. Menos cuando, delante de los ojos, comenzaba a formarse una imagen familiar.

Era la fachada de la casa que dejaran recién, pero bien adornada, iluminada y llena de gente.

—¿No estábamos aquí? —se quejó.

—Sí, pero no vinimos por el dónde, sino por el cuándo —aclaró Lu Ten, volviendo a sonreír y señalando la puerta principal, en ese momento abierta —Entremos.

Ambos pasaron sin dificultad y Zuko se dio cuenta que era una gran celebración. Mirando a su alrededor, creyó saber cuál era, más cuando echó un vistazo a la sala principal.

La estancia estaba llena de niños y entre ellos, estaba una versión joven de sí mismo.

—Fue una buena fiesta, ¿no? —comentó Lu Ten como si nada.

—No me acuerdo —espetó Zuko, siendo desmentido por su versión joven, que iba de un lado a otro riendo y perseguido por algunos niños y niñas.

—¡Ah, mira, recuerdo a Aang! ¿Cómo está, por cierto?

—Bien, supongo. Es mi asistente.

—¿Estás bromeando? ¿Con todo lo que estudió?

—Un día vino a pedirme trabajo con urgencia y no tenía nada más que ofrecerle.

—Zuko, ¿sabes por qué estoy aquí?

El nombrado se encogió de hombros, sin mirarlo.

—Sentí que algo no andaba bien y pedí permiso para venir —respondió Lu Ten con voz paciente —Temí que mi padre se encontrara mal, pero no pensé que tuviera relación contigo. Me pidieron mostrarte nuestros días felices y que te avisara que otros dos vendrían a enseñarte algunas cosas. De no escuchar a ninguno de los tres, las consecuencias serían desastrosas.

—¿Para quién? ¿Para mí, tal vez? ¿Acaso me has visto bien?

Lu Ten esbozó otra sonrisa, pero era tan triste que Zuko se arrepintió de su arrebato, más cuando su primo alzó una mano y le rozó con las yemas de los dedos el lado izquierdo de la cara, allí donde el ojo y la oreja habían sido dañados por una quemadura.

—Solo veo a alguien a quien aprecio, Zuko. Por favor, mira y aprende.

Acto seguido, Lu Ten desapareció junto con el escenario y Zuko quedó hundido en la oscuridad.

—&—

Bienvenidos sean a lo que es el primer capítulo de mi segunda participación al reto navideño de Avatar.

Sí, me gustó mucho ese universo alterno que se me ocurrió en "Sonrisas para todos", por lo que pensé si podía presentarme otra vez y revisando las opciones, la de los Espíritus de la Navidad era demasiado tentadora como para dejarla pasar. Dato aparte, ya antes he hecho una adaptación de Cuento de Navidad que, aunque apresurada, no me salió tan mal.

Zuko es un personaje que, al menos en el inicio de Avatar, es un gruñón de primera, enojado con el mundo, que luego parece resolver sus conflictos y es mejor persona. Por eso me pareció el ideal para mandarle espíritus que le den sermones y uno de los primeros es Lu Ten, hijo de Iroh al que también en este universo alterno he matado sin tentarme el corazón (a Bell le da pena Iroh, pero ni modo). Como solo se saben datos sueltos de Lu Ten, le he creado una personalidad tranquila y a la vez risueña, que hiciera que Zuko lo comparara con su padre, lo cual espero no disguste a nadie. Lo que sí recuerdo de Lu Ten era que salía guapo en un retrato que Iroh tenía de él y que era buen hijo, y solo por eso me duele tenerlo muerto en el fic.

De momento es todo. Cuídense y nos leemos en el siguiente capítulo, Presente.