Paseé por los restos que aún quedaban de la hermosa Sokovia mientras las lágrimas seguían resbalando por mi rostro. Eran muchas las historias que iban a contarse de aquel día. Historias de superhéroes con un valor incalculable. Historias de lucha, historias de valentía. Historias de vengadores.
Historias de venganza, la misma que había perseguido durante toda mi vida. La misma que finalmente se había vuelto contra mí. Quise convencerme de que aquello no era justo pero lo cierto era que no sabía qué destino merecíamos cada uno de nosotros. ¿Qué destino merece quién persigue la muerte?
Venganza. Valentía. Lucha. Superhéroes. ¿Qué sentido tenían esas palabras? ¿Qué sentido tenía yo sin él? ¿Qué sentido tenía su sacrificio, nuestra venganza o las historias que pudieran contarse? ¿Qué sentido tenía nada cuando te lo arrebataban todo?
¿Cuántas veces había soñado con una infancia feliz al lado de la persona que me complementaba? Nunca nos había sido posible volver atrás y cambiar el curso de la historia pero tenernos el uno al otro había sido suficiente para continuar, para avanzar, para vivir.
Allí, mientras paseaba por la hermosa Sokovia de la que ya no quedaban más que escombros y vidas destrozadas, entendí que también eran muchas las veces que había deseado una vida normal lejos de esa venganza para la que habíamos estado viviendo. Cuando, por fin, parecía presentarse ante nosotros un futuro construido lejos de rencores que parecían ser urgentes de resolver, un futuro en el bando de los buenos, libres de cualquier vínculo con un pasado doloroso... me lo habían arrebatado todo. Mi futuro, la persona que me complementaba y mis historias.
De poco me servía haber arrancado el corazón de ese monstruo de metal si a mí nadie iba a devolverme el mío.
