NERIMA. 16 años después

Era una tarde como cualquier otra en el distrito de Nerima, una calle desierta al lado de la cual corría el agua del acueducto llenando el silencio con su fluido canto, a lo lejos se escuchaban los gritos y el sonido del concreto romperse bajo los poderosos nudillos de un artista marcial. La anciana que siempre regaba agua frente a su porche con un cucharón cuadrado giró la cabeza ligeramente hacia el lugar de donde provenía el sonido sin tomarle realmente mucha importancia, alzó los hombros con indiferencia y continuó esparciendo el agua sobre el asfalto. No era nada raro para los vecinos el escuchar las escandalosas peleas de los herederos de las familias Tendo y Saotome, también se habían acostumbrado a los deterioros en la infraestructura urbana y las constantes visitas del desconcertado alcalde. A algunos de ellos inclusive todavía les resultaba razonablemente cómica la expresión del pobre hombre, hundido en su frustración al no poder comprender por qué todas las inversiones que el gobierno hacía ahí parecían no tener ningún efecto en la estropeada colonia. Una niña de cabello corto color azul rey corría por la calle sosteniendo una bolsa con vegetales un poco maltratados por la sacudida que les iba dando en su carrera.

- ¡Ten-Chan! ¡Ya basta, por favor! –exclamó al acercarse a los dos que peleaban sobre la cerca-. ¡Bajen de ahí inmediatamente! ¡Se lo voy a decir a nuestro padre! –levantó un índice amenazadoramente hacia el pequeño de cabello negro que se encontraba en medio de una patada al aire.

- Deja de molestar, hermana mayor –la distracción le hizo merecedor de un puñetazo en el estómago por parte de su contrincante- ¡Hey, no seas tramposo! –se quejó contraatacando con una patada que fue a dar en plena cara del otro niño- Y de todos modos papá no va a decirme nada, a él no le molesta que entrene –la retó a pesar de que de un salto se colocó frente a su hermana.

- No seas insolente –lo regañó ella extendiéndole la mano para que éste la tomara- Y ya deja en paz a Minoru-Kun, nunca entenderé por qué ustedes dos nunca dejan de pelear –frunció el ceño pero enseguida se le suavizó la expresión al dirigirse al aludido, que estaba en el piso sobándose sin darse cuenta de que ella lo miraba.

La sonrisa de la niña hizo que el chico que estaba tirado, quien tenía el cabello color azabache cubriéndole parcialmente la cara a pesar de estar recogido con una pañoleta moteada de color amarillo. Minoru se puso de pie de forma muy rígida al sentir los ojos azules sobre él y su rostro se tornó inmediatamente de color carmesí, lo cual hizo que saltara una vena de la frente del niño con el que había estado peleando. Sin haber notado ninguna reacción en el otro niño, el de la pañoleta bajó sus brillosos ojos aceitunados al piso y cambió su expresión feroz de unos minutos antes para dar paso a una dócil dulzura y tras vacilar por unos momentos en los que su sonrojo se intensificó aún más, no pudo evitar salir corriendo al escuchar que la niña de cabello índigo le preguntó si se encontraba bien. El hermano de ella, frunció el ceño aún más y observó incrédulo la expresión confundida que se reflejaba en sus ojos color chocolate, una gran gota de sudor apareció en su frente, no sabía si le irritaban más los sentimientos del otro niño por su hermana o la ingenuidad de ésta al no darse cuenta de lo que pasaba a pesar de las señales tan obvias que se presentaban constantemente frente a ella.

"Hola, mi nombre es Saotome Kimiko, tengo doce años y voy en primero de secundaria. Me gustan mucho los gatos a pesar de que a mi papá simplemente no le terminan de agradar, no sé por qué ¡Si son tan adorables! A pesar de que soy la mayor, mi hermano Ten-Chan es el heredero del dojo Tendo y la escuela Saotome del Estilo Libre en artes marciales. Yo me dedico a ayudar a mi abuelita Nodoka en los quehaceres del hogar y entre las dos cuidamos de mis dos abuelos Soun y Genma. Papá es un gran artista marcial, el mejor de todos, es tan fuerte que nadie puede enfrentarse a él y yo lo quiero mucho, siempre me cuida y es muy bueno conmigo. La escuela me gusta mucho, aunque también era divertido el año pasado cuando todavía iba a la misma escuela que Ten-Chan, es que él tiene muchos problemas, las niñas lo persiguen y algunos niños siempre quieren estar peleando con él… claro, como heredero del dojo tiene que entrenar mucho, pero algunas personas mayores dicen que él simplemente heredó la suerte de mi papá, la verdad es que no sé a qué se refieren. Personalmente yo creo que todo lo que le pasa es porque es un glotón despistado y a veces no se da cuenta de a quiénes pisotea en sus luchas por conseguir comida a la hora del almuerzo."

- ¡Ya llegamos! –exclamó la niña, al unísono con su hermano al entrar a la residencia, mientras se quitaban los zapatos, ella se dirigió a la cocina y él subió las escaleras ruidosamente- Siento haber tardado tanto, abuelita –se disculpó haciendo una reverencia frente a una refinada mujer que cortaba vegetales de espaldas a ella.

- No te preocupes Kimiko-Chan –le respondió Nodoka con una amable sonrisa a la que los años solamente habían tornado aún más maternal- Había unas cuantas cosas más que hacer antes de empezar a preparar el curry –le alargó un pequeño delantal mientras vaciaba el contenido de la bolsa en el fregadero.

"Me gusta mucho ayudar a mi abuelita en todos los quehaceres domésticos aunque al principio no todo me salía bien, pero con el tiempo he ido aprendiendo poco a poco, ella siempre es muy paciente y me enseña todo con amabilidad. De todo lo que hacemos, lo que más me gusta es cocinar. La primera vez que lo hice, papá y mis abuelitos pusieron una cara de susto que solamente les había visto cuando traje un gato a la casa y les pedí que me dejaran conservarlo como mascota. Afortunadamente la comida resultó estar bien, claro que la mayor parte la hizo mi abuelita, aunque ahora ya puedo ayudarla un poco más haciendo el arroz o la sopa yo sola e incluso me deja cortar algunas verduras para el curry, diciéndome con una sonrisa que pronto ya no necesitaremos su ayuda en esta casa. Pero la verdad es que no me imagino la vida sin ella, me ha enseñado tantas cosas y siempre está conmigo en momentos difíciles con el mejor y el más sabio de los consejos, es casi como una madre para mí… ¿Eh? ¿Que dónde está mi mamá?"

- ¡Hola a todos! –una voz femenina llegó hasta la sala en la que los dos hombres vestidos con su gi que solamente les sirve para conservar su inconfundible look, jugaban sogi sentados en el piso con las piernas cruzadas- Trajimos un pastel para comer después de cenar –una elegante ejecutiva de cabello castaño que le llegaba por encima de los hombros se asomó seguida de una pequeña vestida con un uniforme de kendo.

- Buenas tardes –saludó cortésmente y con toda propiedad el antiguo relámpago azul de la escuela Furinkan, ahora usando un elegante traje estilo occidental que hacía juego con el de su esposa, en sus brazos llevaba un bebé de escasos meses que dormía plácidamente envuelto en una manta.

El hombre se sentó frente a los otros dos, observándolos jugar en silencio y al detectar unos leves gemidos provenientes del bultito que descansaba sobre sus brazos, lo meció casi imperceptiblemente para evitar que la criatura se despertase. Soun y Genma parecían no haber cambiado gran cosa durante todos los años que pasaron desde aquellos años en los que tenían que batallar con sus testarudos hijos para persuadirlos de que se casaran. Unas cuantas arrugas en el rostro de ambos y un bigote más prominente y grisáceo sobre los labios del señor Tendo -del mismo tono de su cabellera- eran lo único que daba seña de que el tiempo había pasado en esa casa. No tardaron en llegar Kasumi y el doctor Tofú, quienes tampoco habían cambiado nada excepto por el peinado recogido de la ahora respetable señora y la actitud cuerda del quiropráctico a pesar de encontrarse tan cerca de ella. Detrás de ellos había dos niños, uno de 14 años –que era una réplica exacta de su padre- y el otro de 10, de actitud un poco introvertida y cuyas facciones se asemejaban un poco más a las de su madre. Sobre la cabeza de su abuelo, ya estaba la tercera hija de los recién llegados, una adorable pequeña de cabello negro y 6 años de edad.

La mayor de las hijas Tendo se encaminó a la cocina dejando a los hombres en la sala mientras los niños se iban a jugar al jardín con el más pequeño de los Saotome, su nombre era Tenma y había heredado los ojos color chocolate de su madre, al igual que su torpeza para las actividades manuales y su carácter explosivo, pero a la vez tenía el espíritu indomable de su padre y su facilidad para las artes marciales junto con su negro cabello atado en una pequeña coleta. Estaban observando las carpas del estanque cuando se dibujaron grietas circulares en la barda, para luego desmoronarse y salir volando para dar paso a una niña de largo cabello negro violáceo con un traje chino de color naranja pálido y unos graciosos lentes de espiral sobre la cabeza. En cuanto se posaron sobre el niño de mirada avellana, un destello luminoso apareció en sus enormes ojos color escarlata y se lanzó en un alegre salto para colisionar directamente… con la roca que estaba a la orilla del estanque y caer al agua semi-inconsciente. A todos los presentes les apareció una gota de sudor en la cabeza pero la chiquilla surgió del estanque completamente ilesa y tras acomodarse los lentes en el rostro, volvió a saltar para ahora caer directamente sobre el desprevenido mocoso.

- Tenma salir con Supu-Rai ¿Sí? –exclamó con acento chino y una voz melosa, estrujando al niño que ahora trataba de quitársela de encima- Yo preparar delicioso ramen para llevar a cita –agregó frotando su mejilla contra la de él.

- ¡Ya te dije que me dejes en paz, Spray! –se escurrió entre sus brazos para ocultarse detrás del mayor de sus primos, quien solamente reía divertido por la situación- ¡No voy a salir contigo porque tengo que entrenar!

"Mi mamá murió cuando yo tenía seis años, no la recuerdo muy bien pero siempre le pido a papá que me hable de ella, otras veces les pregunto a mi abuelita o a mis abuelitos, a mis tías e incluso a tío Tofú, que también la conoció desde que era muy pequeña. Me gusta saber cosas de ella, cómo era y las cosas que le gustaban, estoy segura de que era una mujer muy hermosa, mucho más de lo que puedo ver en las fotografías que papá guarda de ella y me gusta imaginar las cosas que ellos me platican, como si yo misma también la hubiera conocido un poco más. Sin embargo, no me siento sola, tengo una gran familia y estoy contenta, además, estoy segura de que mamá me está viendo desde donde esté y quiero que se sienta orgullosa de mí, por eso hago todo con empeño siempre, sé que si me pusiera triste eso no le gustaría… y entonces miro al cielo y le ofrezco mi mejor sonrisa, le prometo que voy a hacer mi mejor esfuerzo y siento cómo me brinda todo su apoyo, siento la calidez de su cariño en mi pecho y veo su sonrisa en mis labios reflejados en el estanque, porque todos me dicen que me parezco mucho a ella, y ése es mi mayor orgullo."

Toda la familia se sentó a la mesa, junto con la auto-invitada de anteojos de espiral que se ha vuelto a colgar del brazo del indignado mocoso y a quien las mujeres de la casa habían aceptado con una amable sonrisa, sirviéndole una generosa porción de arroz. La chinita agradeció con una sonrisa dirigiendo su reverencia hacia un rincón vacío de la habitación y Tenma aprovechó el momento de distracción para cambiarse de lugar, seguro de que ella sería incapaz de notar la diferencia hasta que se hubiera puesto de nuevo los anteojos. Después de la cena y un buen rato de convivencia familiar con muchas tazas de té, la familia Ono se retiró argumentando que se hacía tarde y los niños tenían que prepararse para ir a la escuela al día siguiente. Los Kuno se quedaron un rato más y después de un intento fallido por parte de Nabiki de convencer a su cuñado de que la dejara hacer un estudio de mercado en el área circundante del dojo y diseñarle un plan publicitario para elevar el número de estudiantes por una "módica cantidad" especial para parientes, también pasaron a retirarse. La mercenaria dama salió de la residencia con su bebé en brazos e ignorando frívolamente los teatrales elogios de su marido.

- Ya no me llamo Tendo Nabiki –le recriminó con una ceja levantada mientras subían al convertible color rojo flama- Aunque si no fuera por el renombre que me da tu apellido en el ambiente laboral, seguro que habría conservado el mío- se giró sobre su lugar y depositó al nene en el porta-bebé que estaba instalado en el asiento trasero del vehículo.

- Es para enfatizar el cumplido, Naki-Chan –replicó él, después de haber abrochado el cinturón del asiento trasero alrededor de la cintura de su hija mayor y tomar su lugar en el asiento del conductor- Es mucho más galante cuando un hombre le habla a la doncella de sus sueños como si ésta fuera una figura inalcanzable digna del respeto que se le da a una diosa –cerró los ojos dramáticamente como si estuviera haciendo una representación de telenovela- Además, no querrás que tu familia escuche cómo te llamo cuando estamos solos ¿Verdad?

- ¡Estás loco, Tachi-Chan! –rió ella dándole un ligero golpecito en la rodilla como restándole importancia pero un ligero rubor apareció en su rostro- ¡No sé de dónde sacas tantas tonterías tan cursis!

Se quedaron viendo fijamente durante unos instantes y se acercaron lentamente pero fueron interrumpidos bruscamente por el timbre del celular de la mercadóloga, ella lo contestó como si no hubiera estado inmersa en un momento romántico e inmediatamente se enfrascó en una discusión de negocios con uno de sus socios principales mientras Tatewaki alzaba los hombros y giraba la llave para encender el automóvil. Después de todo, así era su vida matrimonial, se había acostumbrado a entender la forma tan extraña en la que su esposa solía demostrarle su afecto y eso parecía ser lo suficientemente verdadero para él. Habían avanzado unas cuantas cuadras cuando sintió la mano de Nabiki sobre su muslo, al voltear a verla se encontró con el rostro concentrado de la mujer, aún inmersa en sus asuntos laborales, sonrió admirando la belleza que se desplegaba sobre ella cada vez que se apasionaba por un negocio nuevo, esa astucia con la que se manejaba era lo que más le había impactado. Volviendo su vista al camino, bajó una mano del volante y la posó sobre la de su mujer, la mujer a la que amaba, sin espejismos ni fantasías trastornadas, esto era real.

En el dojo Tendo, Ranma se encontraba entrenando, no había querido cambiarle el nombre a pesar de las constantes sugerencias de su padre, Nabiki e inclusive su mismo suegro, si bien era cierto que la popularidad de la escuela no iba bien últimamente, prefería verlo en bancarrota que tener que borrar de él el único recuerdo que le quedaba de Akane. El sitio donde tantas veces habían peleado juntos, donde se sentaba a meditar acerca de las groserías que le decía o de sus incontables peleas por algún motivo absurdo, no podía concebirlo como otra cosa que no fuera el dojo Tendo, a pesar de que todos insistían en que el nombre debería coincidir con aquel que diera las clases o esto le restaría credibilidad. Pero ella era la verdadera heredera y mantener el nombre original le hacía sentir como que estaba haciendo su tributo hacia su difunta esposa, aunque nadie más lo entendiera, sabía que ella lo hubiera hecho si aún estuviera a su lado, ella siempre lo entendía aunque la mayoría del tiempo estaba cegada por sus propias inseguridades. Concluyó la complicada kata para luego acercarse al altar, en el que conservaba la foto en la que ella miraba confusa hacia la cámara sosteniendo un vaso desechable de refresco, la misma que había salvado su vida en Jusenkyo.

- Papito –la niña de cabello índigo se asomó por la puerta del dojo, usando un gi amarillento que le quedaba grande, a pesar de que no practicaba las artes marciales de forma constante, las contadas ocasiones en las que se había presentado a aprender alguna técnica, lo hacía con la ropa de su madre- ¿Puedo practicar contigo?

- Claro, pequeña Kimiko –el hombre de ojos azules sonrió tiernamente y tomó su posición de ataque para indicarle que se acercara- Pero hace mucho tiempo que no lo haces así que te podrías lastimar si te esfuerzas demasiado –inició una sencilla kata que ella conocía muy bien, para guiarla paso a paso.

- Espero no estar interrumpiendo –una voz familiar se escuchó desde la entrada- Hubiera querido venir antes, Ran-Chan, pero tuve problemas en el restaurante… nada grave, Konatsu se encargó del bastardo que no quería pagar –llevaba un uniforme de cocinera y un paquete en las manos.

Ranma asintió para dar a entender que la atendería cuando terminara la kata y una vez que ésta hubo concluido, le dio instrucciones a su hija acerca de los ejercicios de relajamiento que debía hacer antes de irse a bañar. La niña sonrió dócilmente y se quedó en el dojo estirándose mientras su padre salía al patio para hablar con Ukyo, la cocinera le extendió el paquete que contenía okonomiyakis especiales y él lo aceptó agradeciendo distraídamente. Hablaron durante varios minutos, pero la joven no pudo dejar de notar que su compañero estaba demasiado ausente de la conversación, frunció el ceño preocupada a sabiendas de que no podía hacer nada por él. El hombre de mirada zafiro por su parte, se revolvía incómodo en su lugar, no era que no apreciara la compañía de su amiga, pero en esos momentos preferiría que no hubiera ido a visitarlo (("¿Por qué todos piensan que no pueden dejarme solo ni un momento durante este día del año? Es como si temieran dejarme a solas con Akane ¿De qué tienen miedo? ya no puedo hacerle nada pervertido ¿Saben? Ni siquiera puedo verla")). Ella lo conocía demasiado bien como para casi saber lo que estaba pensando y se disponía a irse cuando un grito desgarrador los hizo saltar a ambos de la impresión.

Los alaridos de terror continuaron llegando desde la segunda planta y Ranma llegó casi de un solo salto, corriendo a la habitación del más pequeño de sus hijos, visiblemente alarmado por sus escandalosos berridos. Se quedó petrificado en el umbral de la puerta hasta que sintió la esbelta figura de su amiga de la infancia estamparse sobre su espalda al no haberse dado cuenta de que él estaba obstruyendo la entrada. Giró la cabeza para preguntarle si estaba bien y la cocinera de Okonomiyakis asintió un poco avergonzada, para asomarse a la puerta y comprobar qué era lo que estaba causando que el niño se sobrecogiera tanto. Tenma estaba acostado sobre su cama, con el torso apoyado sobre los codos, la pijama a medio desgarrar aún en las manos del niño que estaba montado sobre él, el pequeño que intentaba desvestirlo tenía el rostro cubierto por una pañoleta negra y solamente se alcanzaban a ver sus ojos a través de la cortina de cabello negro que caía sobre su frente. Por todo lo demás, tenía puesto un uniforme de chef parecido al de su madre aunque tenía numerosas cintas en los brazos y piernas que sujetaban estrellas ninjas y otras armas punzocortantes.

- ¡Jubei! –exclamó sorprendida la mujer, observando las manos que aún jalaban furiosamente la pijama del niño de la coleta- ¿Qué estás haciendo aquí? –se abrió paso haciendo a un lado al dueño de la casa y cargó a su pequeño para separarlo del otro.

- La marca del Dios Peleador –replicó con una voz inexpresiva que hacía juego con sus penetrantes ojos grises- Él tiene el tatuaje de la Escuela Kimen de Caligrafía Marcial –señaló hacia un papel que estaba tirado cerca de la entrada.

- Has estado jugando con Minoru ¿No es así? –comentó el hombre de la trenza azabache, recogiendo el dibujo que reconoció como la ridícula cara sonriente que alguna vez llevó Ryoga dibujada en el abdomen- Te convierte en un hombre invencible –comentó con una sonrisa nostálgica.

- ¡Yo no tengo ningún tatuaje! –se quejó ruidosamente el chiquillo de mirada avellana- ¡¡Soy invencible porque mi papá es el mejor artista marcial de todo el mundo!! –anunció indignadamente pero después una gota de sudor apareció en su frente y tragó saliva al observar un kunai sobre su cama.

Después de que Ukyo se disculpó por el incidente y su amigo de la infancia tranquilizó a su propio hijo sin notar el arma que yacía a escasos centímetros de éste, la chica se dio la vuelta para salir de la habitación. Durante el breve instante en el que los ojos color chocolate de Tenma se cruzaron con los del pequeño que estaba en brazos de su madre, le pareció detectar cierto brillo inusual en sus ojos grises y podría haber jurado que una sonrisa apareció en su rostro cuando Jubei le guiñó el ojo coquetamente. Antes de que el chiquillo heredero del dojo Tendo pudiera reaccionar, la cocinera ya había completado el giro y lo único que alcanzaba a ver del mocoso era la parte de atrás de su cabeza alejándose hacia la puerta. El crío sintió escalofríos recorrerle por la espalda al pensar en cuáles podrían ser las verdaderas intenciones del otro mientras su padre le daba leves golpecitos en la cabeza para tranquilizarlo y después de arroparlo, le dio las buenas noches para luego levantarse a apagar la luz. La chica de largo cabello castaño y ojos azules se volvió a disculpar por la conducta de su criatura con un ligero sonrojo en las mejillas, Ranma simplemente se limitó a mover la cabeza negativamente para restarle importancia al asunto.

"Kenzan Jubei es uno de los compañeros más extraños que tiene Ten-Chan, para empezar no sabemos a ciencia cierta si se trata de un niño o de una niña, y tampoco de cuáles son sus verdaderas intenciones hacia mi hermano. En algunas ocasiones pareciera que quiere asesinarlo a sangre fría de la forma más cruel y en otras pareciera que le ofrece el amor más dulce y sincero que pudiese existir, claro que frente a nuestros padres siempre aparenta tener una relación de amistosa rivalidad con él. Creo que el único que puede comprenderlo es Minoru-Kun, su único amigo en toda la escuela, aunque normalmente esto le trae problemas con nuestra prima, Mayumi-Chan, porque ella está enamorada de Minoru-Kun y los celos la hacen atacar con su bokken a cualquier niña que se le acerque demasiado. A pesar de eso, es una niña muy tierna, siempre que Ten-Chan lo fastidia o se comporta de forma poco amable con él, ella lo defiende, por eso mi hermano y ella no se llevan muy bien. Esta mañana hicieron un escándalo en el cementerio por una de sus peleas y casi nos sacan del lugar… ¿Eh? ¿Qué que día es hoy? ¡Oh, claro! Hoy vienen todos los amigos de mi papi porque es el aniversario de la muerte de mi mamá."

Ranma salió al jardín, deslizando los pies descalzos sobre el césped, caminando lentamente hacia la poza donde tantas veces fue forzado a transformarse en chica. Observó la lisa superficie del agua con un toque de nostalgia en la mirada zafiro, el cristalino líquido que tanto odió durante sus días de juventud ya no le despertaba sentimiento alguno, el recelo se había desvanecido el día que el agradecido guía de Jusenkyo accedió a enviarle un segundo barril de agua del Nannichuan. Shampoo y Mousse también habían ido a china a curarse, aunque prefirieron volver a establecerse en Nerima porque la ley de su villa les impedía volver, aún así, iban de visita de vez en cuando fingiendo que eran amigos, revelando la verdadera naturaleza de su relación solamente a su núcleo familiar. Ryoga era el único que no mostró el más mínimo interés por la poza del hombre ahogado, después de perseguir la tan ansiada cura a su maldición y repetir incansablemente que había visto el mismísimo infierno, se dio cuenta de que era justamente su forma de cerdo la que lo hacía ver como el hombre perfecto frente a los ojos de su actual esposa. El chico del colmillo solamente dijo con una sonrisa, que así era feliz.

"El papá de Minoru-Kun se llama Hibiki Ryoga-Sama, es un señor muy amable y a veces lo encuentro en casa cuando llevo a su hijo herido por culpa de mi hermano, es que el pequeño se pierde hasta dentro de su propia casa y me da pena dejarlo lastimado sin saber si llegará bien a su casa. Hibiki-Sama me cuenta muchas historias acerca de muchos lugares increíbles de Japón, no sé de dónde habrá escuchado tantas cosas, no creo que haya estado realmente ahí… digo… son lugares muy lejanos y él no tiene un trabajo en el que viaje mucho. Él y su gentil esposa Akari-Sama tienen una granja de adorables puerquitos en el patio de su gran casa, donde los crían y les enseñan zumo entrenándolos desde pequeñitos. Son personas muy buenas y me gusta mucho que me cuente cosas acerca de mis padres cuando eran jóvenes, sobre todo ahora que me he enterado de que Hibiki-Sama fue un amigo muy cercano de mi mamá en su juventud ¡¡Hay tantas cosas que quiero preguntarle!! Ya quiero visitarlos otra vez. También tienen un cerdito negro que parece ser el preferido de todos porque es el único al que veo vagar libremente por la casa y cuando lo veo, me mira de una forma que me hace sentir una extraña calidez dentro de mí."

- Hay tantas cosas de las que me arrepiento, U-Chan… –comentó miserablemente, observando su reflejo en el estanque- De haber sabido que tendríamos tan poco tiempo, no lo hubiera desperdiciado comportándome como un cretino con ella…

- Ran-Chan, no es justo que te tortures así –se acercó a donde estaba él y le habló al reflejo, sosteniendo en sus brazos a su dormido retoño- Yo también estaba ahí ¿Recuerdas? –sonrió subiendo la mirada hacia la copa danzante del árbol- Yo también la vi, no había remordimientos en su mirada… un poco de tristeza porque no podría ver crecer a sus hijos, pero estaba satisfecha con todo lo que había vivido –el viento recogió unas hojas del suelo, formando una espiral que se elevó por encima de la superficie del agua.

- Sí, aún en sus últimos momentos, pareciera que su mayor preocupación era dejarme claro que había sido feliz –suspiró para sus adentros, con las manos en los bolsillos- Akane… mi Akane –miró hacia el cielo, desde donde casi podía ver el hermoso rostro de su difunta esposa, sonriéndole tiernamente.

"Una calidez parecida a la que siento cada vez que me siento sola, cada vez que estoy triste o cada vez que algo malo me ocurre… una calidez que surge desde el fondo de mi interior… que me envuelve como si mi mamá estuviera diciéndome que está conmigo, que desde donde quiera que esté, me está observando crecer, aprender cosas y divertirme con mis amigas… que ella vive dentro de mí…"

- Te quiero, mamá –la pequeña niña de cabellos azules cerró la ventana de su habitación, que era la que su mamá había ocupado en su juventud y se acostó en la cama- Haré que te sientas orgullosa de mí, ya verás –se cubrió con la sábana y se quedó dormida con una sonrisa en los labios.


Notas de la Autora

¡¡Hola!! Espero que les haya gustado el fic, es un poco distinto a lo que me gusta hacer (historias telenovelescas cursis que giran alrededor de la pareja R&A) y en realidad la hice porque quise experimentar un poco y creo que los demás personajes también merecían finales felices, pero no pude evitar la tentación de darle mi toque dramático con un poco de tragedia (jajaja, me encantan las cosas tristes). Si quieren ver fanarts, la dirección pueden encontrarla en el profile.

Sin más qué decir, me despido esperando sus comentarios.

Kunai. Es un arma ninja con forma triangular (como la punta de una estrella) que tiene un mango a modo de daga, con un arillo en el extremo, a través del cual se meten los dedos para sostener varios a la vez. Son muy útiles ya que se pueden lanzar como las famosas estrellitas (shuriken) o se pueden utilizar como cuchillos en combate directo. Para más detalles, consultar Naruto, jejeje.

LunaGitana