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Books » Harry Potter » EQUIVOCADA

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Author: Alemar107

Rated: M - Spanish - General/Romance - Reviews: 232 - Published: 10-15-08 - Updated: 02-03-09

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Equivocada

Capítulo 1

Hermione Granger era la bruja más inteligente de todo Hogwarts. En ese momento tenía grandes preocupaciones en su cabeza; la primera y más importante era descubrir como derrotar a Voldemort. Hasta ahora habían logrado resistir, pero el oscuro mago se hacía más fuerte y ellos no encontraban ninguna solución para detenerlo y ayudar a Harry.

Lo asesoraba como podía, colaborando con los deberes y a practicar lo más posible los hechizos, siempre y cuando Harry y Ron no se metieran en problemas.

Pero en su mente, además, había otros problemas, incluso aquellos que poseen un gran intelecto cometen grandes errores.

¿Cuál era la equivocación de Hermione? Sentir atracción hacia la persona, el ser menos pensado en todos los pronósticos.

Severus Snape.

La sola mención del nombre hiela la sangre y genera un rechazo muscular instantáneo. Pero no a Hermione, a ella la sangre le hierve y su cuerpo tiende a acercarse al siniestro ex profesor de pociones ahora dedicado a defensa de las artes oscuras.

Y es que para ella Snape es todo lo que buscaba en un hombre, sí, un hombre, no un adolescente.

Pero en ese instante sus pensamientos se centraban en la otra persona que turbaba sus pensamientos.

- ¡No lo tolero más! – Bajaba rauda las escaleras de la sala común. - ¡Por qué tiene que ser tan irracional! – Harry y Ginny se miraban, no debían siquiera decirse de quien estaba hablando ya que sabían muy bien a quien se refería y sin decir nada aguardaron la llegada de quien intuían, sin equivocarse.

- ¡Tú eres la irracional! – Le gritaba Ron bajando también por la escalera. - ¡Siempre buscas excusas para hacerme sentir equivocado!

- ¡No Ron! – Giraba la chica a enfrentarlo - ¡Tú sólo generas situaciones para hacerme sentir que estás equivocado! Incluso a veces me parece que lo haces a propósito. – El pelirrojo tembló, y cerró los puños.

- ¡Claro, porque a la señorita sabelotodo nada se le escapa!

- ¡No me gusta que me digan sabelotodo!

- ¡Come libros!

- ¡Ignorante!

- ¡Soberbia!

- ¡Inmaduro!

- ¡Mentecata!- Harry y Ginny sin darse cuenta se tomaron de las manos y volvieron a mirarse, ese insulto era el más grave que alguna vez pudieron escuchar salir de la boca de Ron. Hermione se quedó sin respuesta, no podía creer que él le dijera que era una necia, él lo era, si no se daba cuenta que ella lo quería.

- ¡Estás tan equivocado! – Sólo atinó a declarar saliendo de la sala común. Ron miró hacia abajo, respiraba agitadamente y su hermana y amigo podían ver que sufría mucho por haber discutido otra vez con Hermione.

- Ve y pídele disculpas – Le aconsejaba Harry.

- No te metas. – Lo frenaba Ron – Yo sé muy bien lo que hago.

- Pelearte con Hermione no hará que se arroje a tus brazos. – Le decía Ginny.

- Tú no opines, ella es mi amiga, y nada más. – Y se marchó, escaleras arriba a su dormitorio.

Harry y Ginny se miraron nuevamente y sin darse cuenta sus miradas bajaron a las manos que continuaban unidas y se soltaron poniéndose sonrojados al instante. Luego retomaron su charla, las peleas de esos dos eran conocidas por todo el castillo.

Hermione iba caminando rápidamente por los pasillos, pensando en su amigo, al que no veía de ese modo desde hacía muchos años, su corazón estaba partido en dos, una parte pertenecía al niño de sus sueños, a Ronald Weasley, el caprichoso, revoltoso, obstinado, infantil y poco dedicado pelirrojo que en millones de ocasiones le robó el sueño, pero lejos de pensar en algo sexual con él, le sacaba el sueño debido a las constantes rabietas que le prodigaba, y a la vez esa sensación de pertenencia, de amistad, de amor que la confundía; mientras que Severus Snape era quien le prodigaba sueños húmedos, eróticos y salvajes; imaginar el poder de ese magnífico mago, desplegándolo en una cama era demasiado poderosos para que su joven mente lo pudiera manejar y divagaba en pensamientos dicotómicos.

Amor adolescente o pasión adulta. Y definitivamente la balanza se inclinaba hacia el maestro.

Nadie en su sano juicio dudaría que la cabal decisión de ella sería Ron, sabía incluso que muchos habían apostado cuando comenzarían una relación, pero en ese momento lo veía como algo muy lejano; además sus más bajos instintos elegían al oscuro mago, que sin embargo nunca se dignó a darle el más mínimo ápice de interés, sólo meras burlas que la sacaban de quicio, pero que a la vez la ilusionaban de un interés oculto de Snape hacia su persona.

Por supuesto pensaba que nada estaba más lejos de la realidad, Snape era un maestro serio y dedicado, toda su vida la ofrendó a la tarea de educar las vacías mentes de niños que sólo pensaban en juegos sin sentido y seguramente nunca se jugaría el pellejo o su loable carrera en una estudiante, por más que dicha educanda fuera la más inteligente del colegio.

Continuaba pensando en las miles de posibles y millones de contrarias posibilidades de iniciar una relación con su profesor cuando sin darse cuenta, impactó contra alguien.

Cayó de bruces al suelo, no sin antes escuchar el estruendo que decenas de frascos provocaban al caer como ella al piso.

- ¡Maldición! – La fría y aterradora voz la hizo levantar la vista hasta el interlocutor de dicha falta total al digno vocabulario. Sus ojos se abrieron de par en par cuando notó que los casi azules y delgados labios de los cuales había salido tal atropello a las buenas costumbres eran los de su profesor soñado.

Snape la miraba con unos impertérritos y abismales ojos negros, fríos como la noche más helada de todo el invierno y peligrosos como el precipicio de una de las montañas más altas que ella conociera.

- Lo siento – Llegó a decir intentando levantarse.

- ¡Alto! – Pero la orden llegó tarde y ella apoyó el pie en uno de los frascos que no se habían roto al caer, el cual largó una nube de alguna poción aún desconocida para ella. - ¡Maldita sea! – ¿es que su profesor había pasado demasiado tiempo con Ron o realmente había cometido una tremenda estupidez?

Por supuesto que era la segunda opción.

Detrás del maestro llegaron corriendo Dumbledore y McGonagall y algunos estudiantes que deambulaban por el pasillo.

Snape invocó un escudo protector que los envolvió, dejándolos aislados del resto de las personas que pasaban por allí.

- Director – declaraba el maestro con una voz aún más fría que los mayores glaciares – La señorita Granger ha pisado la pócima Zafiro Nocturnus.

- ¡Qué! – Hermione sabía perfectamente de la letalidad de la poción.

- Despreocúpese señorita – La detuvo Snape – La pócima fue realizada hoy mismo, sus efectos deberían regir desde pasado mañana, así que no tenga en cuenta sus efectos – Hermione suspiró aliviada – Más allá de ello hay otros, no letales pero si nocivos y altamente contagiosos, que deberán ser tratados en una cuarentena.

- ¡Cuarentena! - Hermione comenzó a temblar.

- No se asuste, el término es genérico, calculo que por lo reciente de su elaboración con un par de semanas será más que suficiente.

Pero la chica había dejado de escuchar, para ella perderse dos semanas de clases era peor que la muerte misma, pero lo que aún desconocía que además de esa tortura, que esperaba fuera solventada con la posibilidad de dejarle la tarea de alguna manera, lo peor o mejor estaba por venir.

- Al menos podrá practicar sus hechizos de defensa contra las artes oscuras– Le decía McGonagall. Ella la miró aturdida, sin entender.

- Así que además de demorar mis clases, deberé estar acompañado por su insoportable presencia – La realidad de los hechos y la frialdad de las palabras impactaron en Hermione que aún descifraba si quería reír o llorar. Pero se quedó allí sin articular palabra – Si pudiera ser posible permanecer en esta muda tesitura las dos semanas me haría el hombre más feliz del mundo – Declaraba el profesor sin siquiera mirarla.

- Bueno alumnos, a sus casas – ordenaba Dumbledore al tiempo que Harry y Ron se acercaban.

- ¡Hermione! – El pelirrojo no pudo evitar demostrar la preocupación por su amiga - ¿Qué pasó? ¿Qué le hizo? – Miró a Snape de tal forma que por un instante Hermione pudo observar como las facciones cambiaban de niño a hombre y sus ojos se oscurecían por el odio.

- Tranquilo señor Weasley – Lo detenía el director – Hubo un accidente y su compañera y el profesor deberán estar un par de semanas en reclusión.

- ¿Reclusión? – preguntaba Harry ya que Ron se quedó sin palabras

- Si, para evitar un contagio masivo, mientras se evaporan los restos de una poción peligrosa.

- ¿Y no se pueden remover por otros medios? – Hermione miró a Ron ¿Desde cuando era tan ingenioso?

- Sería altamente peligroso, sobre todo con la posibilidad de dejar algún rastro.

- pero hay métodos…

- Señor Weasley, el mejor método es el aislamiento y esperar la evaporación natural de la poción, no hay más que discutir.

Ron se acercó al escudo que lo separaba de Hermione y apoyó la mano en él, la castaña sin darse cuenta correspondió el gesto.

Los pocos espectadores del suceso quedaron en silencio observando la romántica escena.

- Perdón por todo lo que dije. Te extrañaré – las orejas de Ron se colorearon ante la declaración tan directa – O sea… pelear contigo es algo… no tienes reemplazo… ¿Entiendes?

Pero Hermione sólo sonreía, había entendido perfectamente y esa era una de las tantas muestras del porque su corazón estaba dividido entre la persona frente a ella y la que estaba a sus espaldas observando a la dividida pareja con cara de inmutabilidad.

- Te entiendo Ron, pórtate bien y mira que ahora debes cuidar tú de Harry.

- ¡Que no soy un niño! – Se quejaba el moreno adelantándose y rompiendo la idílica escena. – Cuídate. ¿Podemos llevarle la tarea?

- Despreocúpese Potter, yo me encargaré de que así sea. – respondió McGonagall despejando una de las muchas dudas de Hermione.

- A sus casas – ordenó nuevamente el director marchándose junto a la profesora de transformaciones y Harry debió de tirar de Ron quien no volteó hasta que le fue imposible ver la imagen de su bruja preferida.

Hermione no bajó la mano del escudo hasta que de su vista desapareció la imagen de su pelirrojo favorito y luego una voz le hizo recorrer un escalofrío.

- Al parecer quedamos sólo usted y yo. – La castaña giró hasta quedar frente a frente al maestro – Muy conmovedora la escenita con su novio.

- Ron no es mí no… - Pero se detuvo – A usted no le interesan mis intimidades – Declaró altanera y orgullosa, no le daría el brazo a torcer, pero en su mente se dibujaban las miles de escenas eróticas que tenía plasmada con el profesor y no pudo evitar sonrojarse y mirar hacia abajo.

- Es una pena. Una bruja tan lista con un idiota de primera línea – Decía Snape negando con la cabeza

- Usted no conoce a Ron él es… es… es… - ¿Por qué no le salían ninguna de la cualidades de su mejor amigo? – valiente, decidido y valiente.

- Valiente como única cualidad, no es demasiado – Y antes de que ella respondiera ordenó - ¡Vamos! – Y emprendió la marcha seguido de la muchacha, no sin antes haber limpiado mágicamente todo el desastre de vidrios y ungüentos que habían quedado en el piso. Deambularon por algunos pasillos y pronto Hermione notó que no se dirigían a la enfermería.

- ¿Dónde vamos?

- A mi habitación – respondió tranquilamente Snape

- ¿Qué? – Hermione lo detuvo sosteniéndolo del brazo, una corriente le corrió todo el cuerpo

- No vuelva a tocarme – Le respondió el maestro desprendiendo el agarre del brazo femenino bruscamente.

- ¡Tenga cuidado! – Le gritó ella – Pidiéndomelo amablemente hubiera sido más que suficiente.- ¿Por qué vamos a su habitación y no a la enfermería?

- Porque la enfermería debe ser utilizada por aquellos que suelen lastimarse, como por ejemplo su amigo Potter que culmina allí casi todos sus años. Y además mi habitación está lo suficientemente alejada de cualquier posibilidad de contacto humano además que será aislada mágicamente para evitar el mismo.

Hermione no habló más, evidentemente no estaba preparada para tal noticia y continuó caminando hasta llegar a un rincón apartado de las mazmorras, frente a una abertura de hierro.

- Intelligenti pauca – declaró el maestro y la puerta se abrió, ingresó él en primer término y en un abrir y cerrar de ojos ocultó varias cosas en un armario, sin poder ninguna ser vistas por Hermione. Luego dejó entrar a la muchacha que aún temblaba del miedo y la emoción, no podía evitarlo, toda esa situación le era demasiado excitante.

Lo que aún no sabía que no era la única que estaba experimentando libidinosos pensamientos.