Disclaimer: Los personajes no me pertenecen, son propiedad de Masashi Kishimoto.

Naruto miraba fíjamente los papeles que tenía en sus manos. Conocía muy bien esos expedientes por experiencia propia, aunque nunca había tenido que topar con los tres juntos desde su nombramiento como Hokage. Apenas llevaba un par de meses al mando y ya tenía unas cuantas montañas de papeles a su espalda requiriendo su atención.

Se acercaban los exámenes Chunin, que en esa ocasión se iban a celebrar en la "villa oculta de la arena", por lo que estaban programando todo un despliegue de ninjas para acompañar a los candidatos y también como apoyo para la seguridad, siempre intentando no dejar la aldea desprotegida, ya que él mismo debía estar presente en dicho acontecimiento. Por esa misma razón, había tenido que tirar de los ninjas en reserva de la aldea, entre ellos su esposa Hinata, quienes habían pedido pasar de tener misiones regulares a ser llamados únicamente cuando fueran necesarios.

Gaara le había pedido que mandara un escuadrón de reconocimiento para ayudarles a mantener los alrededores seguros. Sabían de la existencia de un grupo de renegados que habían estado dándoles percances, y el Kazekage no quería ningún riesgo mientras a su cargo estuviera el futuro ninja de las cinco naciones. Sin duda alguna, Naruto sabía que el ex-equipo 8 era el mejor cuando se trataba de rastrear, pero no estaba muy convencido de enviar a Hinata de misión después de tanto tiempo en inactivo, a pesar de que él mismo era testigo de que ella nunca había dejado de entrenar.

Suspiró.

—Moegi—llamó.

Por la puerta entró la joven, antigua compañera de equipo de Konohamaru.

—Sí, Hokage-sama.

—Necesito que llames a Aburame Shino, Inuzuka Kiba y Uzumaki Hinata.

La muchacha se sorprendió al oír el nombre de su esposa, pero asintió y salió con rapidez.

Media hora después, escuchó el correteo de unos pasitos por el pasillo, y la puerta se abrió de golpe con la encantadora y aguda risa de la pequeña Himawari Uzumaki, seguida muy de cerca por un cachorro blanco que Naruto reconoció de inmediato como descendiente de Akamaru.

Naruto se levantó de golpe y abrió los brazos para recibir a la pequeña Uzumaki, quien saltó a su cuello rodeando la cintura de su padre con las piernas, mientras el cachorro saltaba a su alrededor para intentar alcanzar sus sandalias. Himawari volvió a reír y miró a su padre.

—Hola papi—lo saludó dándole un beso en la mejilla.

—Hola princesa—le dijo con cariño devolviéndole el beso en la coronilla.

En ese momento hizo acto de presencia su esposa, quien venía hablando animadamente con el dueño del can que ahora le tiraba del pantalón a él.

—Naruto-kun—saludó Hinata con una sonrisa, tan llena de amor que hizo a Naruto devolvérsela con una sonrisa boba.

—¡Naruto, hombre! ¿Qué tal por la jungla de papel?—se burló al ver como no tardaría mucho en ser sepultado por las torres que rodeaban el escritorio.

Naruto gruñó molesto.

—¡Un respeto, que soy tu Hokage, dattebayo!

Kiba sacudió la mano quitándole importancia al asunto.

—Dime, ¿para qué me haces llamar?

—¿A ti también Kiba-kun?—preguntó Hinata.

—¿Eh? Pensé que tú venías solo a verlo, para eso eres su esposa.

—Bueno, sí pero…

Naruto notó que tenía una mosca rondando alrededor de su cabeza e intentó alejarla de un manotazo, pasando esta a dar vueltas alrededor de Himawari.

—A mí también me ha llamado—comentó la voz de Shino detrás de ellos.

—¡Shino-kun!—lo saludó Hinata encantada.

Naruto se alegró de ver feliz a su esposa, sabía que no había tenido mucho tiempo últimamente para ver a sus antiguos compañeros y se sentía un poco culpable por ello, al fin y al cabo, ya no podía ayudarle tanto en casa.

—¿Es esto lo que creo que es?—preguntó sonriendo Kiba.

Naruto colocó a su hija en el piso, quién aún estaba intentando librarse del insecto que venía de acompañante de Shino. Este hizo un gesto hacia la pequeña y el bicho voló hasta él y se coló dentro de la capa.

—Sí, quería pediros ayuda con una cosa—comentó Naruto dirigiéndose a la parte trasera del escritorio, donde tenía los expedientes—necesito ninjas especialistas en reconocimiento para la seguridad de los exámenes Chunin en Sunagakure, tenemos la petición expresa del Kazekage de asegurarnos de que los renegados no intervengan y, si lo estiman, detenerlos. Necesitamos todos los activos posibles y he pensado que tal vez vosotros podríais encargaros de ello.

Hinata se lo quedó mirando sorprendida. Kiba sonrio y Shino… era Shino.

—¡Jujú!—gritó Kiba levantando un puño al aire y el cachorro ladró al unísono. No importaba cuantos años pasara, Kiba siempre fue de todos los antiguos nueve novatos, el que nunca envejecía. O maduraba—¡El equipo Kurenai de nuevo a la carga!

La pequeña Uzumaki rio ante el entusiasmo y acarició la cabeza del cachorro.

—Tendré que dejar un sustituto para las clases—comentó el Aburame a modo de confirmación.

Naruto puso la atención en su esposa esperando su respuesta. Ella se quedó mirándolo, pero luego se puso recta y asintió.

—¡Sí, Hokage-sama!—exclamó con más entusiasmo del necesario, haciéndole una reverencia a su esposo.

La reacción no se hizo esperar. Kiba estalló en carcajadas, Shino miró para otro lado y Naruto… se había quedado en shock, mirando a su esposa con los ojos y la boca abiertos. Hinata se sonrojó como no lo había hecho desde antes de traer a sus pequeños, quienes la habían curado de espanto demasiadas veces.

La pequeña Uzumaki miró a su madre con grandes ojos azules y ladeo la cabeza hacia un lado, curiosa.

—Mami, pareces un farolillo de navidad.

Eso solo intensificó las reacciones previas.

—E-esto… y-yo…

—B-bueno, con la aprobación de todos me gustaría que partieran mañana mismo a ser posible, dattebayo—dijo el rubio intentando disimular su rubor.

—Sí—respondieron los tres al unísono, demostrando que a pesar de los años, seguía habiendo compenetración entre ellos como equipo.

Después de eso, Kiba le dijo adiós con la mano, mientras Shino asintió a modo de despedida. Himawari le dio a su padre otro beso en la mejilla, a lo que el rubio le sonrió y luego se fue corriendo tras el cachorro de Kiba. A su esposa le iba a costar separarla de él ese día.

Cuando su pequeña salió por la puerta, Hinata se dispuso a ir tras ella, pero Naruto la detuvo y cerró la puerta.

—¿N-Naruto-kun?

El rubio Hokage la agarró por los antebrazos y la miró.

—Hinata, ¿te molesta que te haya mandado de misión? Sé que no estaba entre tus planes seguir luchando una vez nacieron los niños pero…

La peliazul acarició la mejilla de su esposo con ternura.

—Estará bien volver a salir de misión con ellos. Es… emocionante. No te preocupes Naruto-kun, estaré bien y ¡daré lo mejor de mí!—sonrió con entusiasmo.

Naruto suspiró y le devolvió la sonrisa aliviado.

—Ten mucho cuidado, les haré saber a esos dos que si no te cuidan como es debido se las verán conmigo, dattebayo—prometió colocándose un puño sobre el corazón—Y como los dos tenemos que estar en Sunagakure, me llevaré a los niños, si no te importa.

Hinata lo sopesó un momento, luego asintió. Sabía que la mayoría de sus amigos estaban incluidos en el personal que partiría hacia la arena, así que tampoco tenía opciones. De todos modos, aunque adoraba a sus hijos, podían llegar a resultar un poco… peculiares, para cualquiera que no supiera tratar con ellos, especialmente Bolt.

—Entonces iré a casa para ir preparando las cosas de viaje.

Naruto agarró la cara de su mujer y la acercó para darle un corto pero tierno beso en los labios, dejando un leve sonrojo en las mejillas de su esposa que no desaparecía a pesar de la confianza que tenían entre ellos después de tantos años casados.

—Te veré en la noche— E Hinata se marchó.

.

.

A la mañana siguiente, Naruto se despertó al oir los ruidos de su esposa trajinando en el baño, probablemente terminando de vestirse para su misión. Al Salir de él, el corazón del rubio comenzó a latir con fuerza.

Su esposa se había puesto su antigua ropa ninja, la misma que llevaba el día que se percató de que estaba enamorado de ella y eso le trajo recuerdos, además de un fuerte rubor. Los años le hacían a su esposa lo mismo que le hacían al buen vino. Su piel no tenía ni una sola arruga, su cuerpo seguía ejercitado y sus curvas si eso, se habían acentuado con los dos embarazos. Además, al tener el cabello cortado a la barbilla, parecía que el cuello subido de su blusa le daba un toque de elegancia que haría caer rendido a cualquier hombre. Incluyéndose, claro.

Hinata se estaba recolocando el cinturón, por lo que no se había percatado de las miradas de su esposo. Naruto entrecerró los ojos, para poder seguir mirando sin ser descubierto. Su esposa metió las armas y los pergaminos que había seleccionado la noche anterior en la mochila, colocó una pierna sobre la cama y comenzó a subirse los calentadores hasta las rodillas. Ese vaivén que ascendía, hipnotizó al rubio, quien tuvo que reprimir las ganas de estirar la mano y acariciar esa pierna que de repente se le hacía demasiado apetitosa. Hinata repitió el gesto con la otra pierna y luego miró alrededor para comprobar que no se había dejado nada atrás. Juntó las manos contenta con ello y entonces miró a su esposo.

Naruto tuvo que contener una sonrisa cuando sintió que su esposa daba la vuelta a la cama para acercarse a él por el otro lado. Sintió su dulce aroma cerca de la nariz y su suave cabello acarició su mejilla, donde luego recibió un beso de su esposa.

—Naruto-kun, me marcho—dijo bajito. Al ver que su esposo no respondía, lo llamó un poco más fuerte—Naruto-Kun.

Cuando intentó llamarlo por tercera vez, esta vez más cerca del oído, Naruto no pudo aguantarlo más, rodeó la cintura de ella y la tiró sobre él, a lo que la mujer soltó un pequeño chillido de sorpresa. Naruto rio estrechándola entre sus brazos mientras le daba un beso en la cabeza.

—Me asustaste—murmuró Hinata con la cabeza enterrada en el pecho de este.

—Lo siento, no pude evitarlo.

Naruto se sentó, haciendo que Hinata tuviera que incorporarse con las piernas a horcadas de las de su esposo. Pegaron sus frentes.

—Estás preciosa—murmuró Naruto. Hinata sonrió un poco roja. Su esposo podía ser muy tierno cuando quería—demasiado, creo—dijo mientras pasaba una de sus manos por el muslo de la pelinegra, haciéndola saltar.

—N-Naruto-kun, voy a llegar tarde—dijo alterada porque su marido comenzaba a acariciar con más fuerza.

Él rio.

—¿Y quién te va a regañar? ¿El Hokage?

Hinata rio y luego jadeó cuando su marido atrapó su boca en un beso pícaro, donde jugueteó con su labio inferior.

—Por cierto, nunca me habías dicho Hokage-sama antes—comentó Naruto mientras tiraba del cuello de su blusa para aflojarlo poco a poco mientras miraba a los ojos a su esposa.

Hinata lo miró apenada.

—Me salió impulsivo… tampoco había tenido que tratar contigo de ninja a Hokage, te… ¿te molestó?

—No—rio Naruto. Cuando tuvo abierta la blusa hasta el inicio de los senos de su mujer, se dio cuenta de la diferencia de ver esa imagen ahora a cuando era joven. Antes era un mar de hormonas desatadas que soñaba con acariciar esa piel de seda; ahora que ya la había saboreado, se relamía de gusto reconociendo las posibilidades que esa parte de su esposa le brindaba, no solo a él sino también a ella. Enterró la nariz en la curva de su cuello y aspiró—me encantó. Fue en cierto modo… caliente—comentó.

Hinata jadeó, no solo por esas palabras, sino porque su esposo aprovechó el momento para morder con ardor la piel bajo su boca. La mano del rubio subió por la parte desnuda de su muslo, pasando por la cintura y yendo a parar a uno de sus senos, el cual apretó con fuerza. Hinata, quien hasta el momento no se había movido, sacudió levemente sus caderas tras ese toque, y sus manos fueron a parar a la nuca del rubio, mientras sus dedos comenzaban a enredarse como podían en el corto cabello de su marido.

—Ahh… cariño…—susurró Hinata a su oído. Naruto gruñó. Hinata solo lo llamaba así cuando quería una cosa en concreto. La otra mano del rubio caminó hacia atrás por el pantalón de su mujer hasta apretarle el trasero, a lo que Hinata se sacudió. Luego poco a poco, deslizó su lengua desde el cuello hasta el suculento valle entre sus senos…

La puerta se abrió de golpe, dando un susto de muerte a la pareja que se quedó mirando hacia la entrada sin cambiar un mínimo su posición.

—¡PAPA! ¡¿QUÉ DIABLOS ESTÁS HACIENDO CON MAMÁ, DATTEBASA?!

Boruto los estaba mirando mientras los señalaba con un dedo acusador. Himawari intentaba asomarse detrás de él para ver a que venía el alboroto.

Naruto e Hinata se separaron de inmediato mientras ambos intentaban recolocarle como podían la ropa a la mujer.

—¡Boruto! ¿Qué te he dicho yo sobre ese lenguaje, jovencito? ¡Y toca antes de entrar!—preguntó un Naruto muy, muy molesto. No sabía cuántas veces en los últimos meses le habían interrumpido cuando alcanzaba este tipo de atmósferas con su mujer.

—¡Yo pregunté primero Dattebasa!—pateó el piso molesto.

Hinata se levantó azorada, mientras Naruto salía de la cama apenado por no tener su momento de calidad con su esposa antes de la partida.

—Y-yo… tu madre… ¡Te lo diré cuando seas mayor, dattebayo! Además, ¿qué hacéis levantados tan temprano?

Himawari consiguió por fin entrar a la habitación empujando un poco a su hermano.

—Queríamos despedir a mami—dijo abrazándose a la pierna de su madre. Hinata le sonrió con cariño y acarició su cabellera, idéntica a la suya aunque rebelde como la de su padre.

Naruto de pronto recordó, que era la primera vez que sus hijos veían partir a su madre a una misión. Se sintió conmovido.

—Espera, ¿no se supone que te cargaste el despertador hace tres días, dattebayo?

Boruto se sonrojó.

—Yo no me lo cargué, gammakichi saltó por la ventana cuando empezó a sonar, dattebasa—dijo a la defensiva.

—¿Entonces?

Su hijo sonrió orgulloso. Levantó las dos palmas de la mano y se las enseñó.

—Me bebí diez vasos de agua.

Hinata y su marido se miraron.

—Eso explica las ojeras—se sonrieron. Su hijo tenía unas ocurrencias dignas de su padre.

—Bueno, ya que estamos todos despiertos, ¿Qué les parece acompañar a su madre a la puerta de la aldea?

—¡Sí!—gritaron los dos niños entusiasmados.

Sin siquiera cambiarse de ropa, la familia salió de casa cuando apenas despuntaba el alba en el horizonte. Bromearon contentos por el camino, felices de que podían pasar más que fuera un rato todos juntos, pues desde que Naruto había pasado a ser Hokage, su tiempo en familia se había reducido considerablemente.

Al llegar a la entrada de la aldea, les esperaba el resto del equipo 8 visiblemente impaciente.

—¡Hinata! ¡No es propio de ti tardarte tanto!—exclamó el Inuzuka acusatorio.

Hinata se sonrojó e hizo una reverencia delante de él.

—¡Mis más sinceras disculpas!

—Ey, ey, que ha sido mi culpa que Hinata llegara tarde—comentó Naruto llevándose una mano a la nuca avergonzado.

Kiba se quedó mirándolo, aún en pijama.

—Menudas pintas para salir a la calle, lord Hokage—comentó burlón. Naruto rio entre dientes. Luego Kiba miró a los pequeños—¡Buenos días, enanos! Espero que se porten bien en mi ausencia.

Bolt y Hima—quien no le había quitado los ojos de encima al cachorro que dormía sobre la cabeza del ninja—se llevaron una mano a la frente de forma militar y gritaron:

—¡Sí, señor!

—¡Así me gusta!

—Bueno, ya nos hemos retrasado demasiado, mejor vamos saliendo ya—comentó el criador de insectos que hasta el momento no había dicho nada.

—Sí—dijo Hinata. Se agachó para abrazar a sus hijos y les dio un beso en la mejilla—pórtense bien y no le den muchos dolores de cabeza a su padre. Nos vemos en un par de días.

Los niños asintieron, un poco tristes de separarse de su madre.

Luego se levantó y miró a su esposo, quien le soltó una sonrisa traviesa, recordándole de repente lo que habían dejado a medias. Hinata avergonzada se acercó también con una sonrisa y lo besó en los labios. Cuando se fue a separar, Naruto la agarró por la cintura, acercándola de nuevo para alargar el beso.

—Puaj—exclamó Boruto, a lo que su hermana lo miró mal.

—¡Iros a una habitación!—exclamó Kiba abucheándolos. Naruto se abstuvo de responderle. Se separó de su esposa y le dijo al oído.

—Ten mucho cuidado. Estaré contigo lo antes posible, dattebayo.

Hinata asintió sonriente. Luego se acomodó la mochila y comenzó su camino junto a su equipo, con Kiba picándola como hacía cuando eran jóvenes y Shino pasando del mundo como siempre.

Sintió que tiraban de su pantalón y miró los ojos azules tan iguales a los suyos de su pequeña clamando por su atención.

—¿Mami estará bien?—preguntó con preocupación. Vio que Boruto a su lado tenía una mirada similar.

—¡Naturalmente que sí! ¡Aunque no lo aparente, su madre es una mujer increíblemente fuerte, tanto por dentro como por fuera, ttebayo!—luego sonrió y se puso ambas manos alrededor de la boca a modo de megáfono—¡Y MUY HERMOSA!—vio que Hinata agachaba la cabeza avergonzada y Kiba estallaba de nuevo en carcajadas.

Su pequeña miró de nuevo en dirección a su madre y asintió contenta, aunque sabía que no conseguiría despejar del todo sus dudas. Sin previo aviso, la agarró por la cintura y la alzó, colocándosela sobre los hombros. Su adorable risa le llegó al corazón.

—¡Hey! Bolt, Hima, ¿les apetece desayunar en el Ichiraku?

Ambos sonrieron cómplices a su padre. Sabían que a su madre no le gustaba que desayunaran ramen, para ella no tenía los nutrientes necesarios.

—¡Eso no se pregunta, dattebasa!—exclamó saltando sobre la espalda de su padre, quien se tambaleó un momento pero lo agarró a tiempo.

—¡Bolt!

El minirubio se carcajeó mientras se acomodaba, asomando su cabeza por encima del hombro de Naruto, al lado de los pies de Himawari.

Así, cargado como un burro, Naruto miró por última vez a su esposa que ya se veía lejos y puso rumbo a su restaurante de ramen favorito.

.

.

Teuchi recién estaba colocando los calderos para comenzar la nueva jornada laboral, cuando el trío Uzumaki llegó al puesto de comida.

—¡Hola viejo, dattebasa!—gritó un eufórico Bolt nada más verlo. Al pobre hombre casi se le caen al suelo los cacharros del susto.

—¡Boruto!—le llamó Naruto la atención dándole un fuerte coscorrón en la cabeza.

—¡Ay, ay, ay…!

—Buenos días Teuchi-san—saludó la pequeña girasol mientras intentaba asomar la cabeza por encima de la barra. Su padre la agarró por la cintura y la colocó en uno de los taburetes.

—Buenos días a todos—saludó el hombre contento de ver a sus clientes favoritos a pesar del susto mañanero que le habían dado—¿No vino Hinata-san?

—Nop. Está en una misión importante, dattebasa. ¡Mi mamá es la mejor!—cruzó los brazos y asintió orgulloso. Naruto sonrió.

—Lo mismo de siempre viejo, dattebayo.

Teuchi negó con la cabeza. No importa que este hombre ya pasara de los treinta, nunca conseguiría que lo llamara con respeto. Y encima reñía a su hijo cuando era idéntico a él.

Al rato salió Ayame para ayudar a su padre y se acercó a abrazar a los dos pequeños, quienes le tenían un gran cariño. Los niños comieron con avidez y repitieron tres veces cada uno, ganando aún Naruto por cinco platos. Eso le recordó la época en la que dejaba en la miseria a Iruka-sensei cuando lo invitaba a comer.

Todo en esta vida viene devuelto doblemente ¿eh?, Pensó Naruto contento. Su cartera era doblemente más pobre, pero él era doblemente más feliz.

Luego se despidieron y Naruto se llevó a los niños a casa para que se cambiaran. Como ya habían desayunado, recogieron las habitaciones como Hinata los había acostumbrado y salieron con la misma. Acompañaron a Boruto a la academia ninja, donde había empezado su primer año. El minirubio tenía una sonrisa que parecía partirle la cara en dos, pletórico de que su padre lo acompañara, dado que solo pudo ir con él su primer día de clase.

—¡Sarada!—gritó Boruto en cuanto vio a la pelinegra con gafas. La niña se lo quedó mirando y asintió con la cabeza.

Igual que su padre, pensó Naruto.

Detrás de ella estaba Sakura.

—¡Ah, Naruto!

—Hola, Sakura-chan—saludó el rubio. Probablemente hacía más de un mes que no la veía, su trabajo en el hospital no solía confluir mucho con el suyo como Hokage.

Sakura acarició la cabecita de su pequeña girasol con cariño. No había persona en Konoha ni en ninguna de las cinco naciones que se resistiera a su encanto.

—¿Qué tal el hospital, ttebayo?

—Bien, hemos tenido unas jornadas bastante tranquilas, será porque hay pocos ninjas disponibles ahora mismo en Konoha y no se meten en líos—rio Sakura—¿Y tú? ¿Cómo es que decidiste venir hoy?

—Hinata-chan está de misión, tengo a los niños a mi entero cargo durante unos días. Luego nos marcharemos a Suna.

—¡¿EHH?!—preguntaron a la vez los dos pequeños.

Naruto se rascó la frente.

—¿No os lo había contado?—los dos negaron—donde tengo la cabeza, dattebayo. Dentro de dos días partiremos a Sunagakure, donde envié a vuestra madre de misión. Allí se van a celebrar los exámenes chunin y como ninguno de los dos se puede quedar en Konoha, hemos decidido que vengáis con nosotros.

Los dos hermanos se miraron y de repente les brillaron los ojos.

—¿Me puedo presentar, dattebasa?—preguntó el rubio ilusionado.

—¡Ni loco, dattebayo!

El pequeño lo miró amulado, pero la pequeña Himawari daba saltitos de alegría.

Naruto miró de reojo como la Uchiha menor bajaba la vista. Sakura también se dio cuenta. Ambos adultos se miraron y asintieron, comprendiéndose a la perfección después de tantos años de camaradería en el equipo Kakashi.

—Sarada-chan, ¿quieres venir con nosotros?—preguntó el rubio.

La pelinegra lo miró y después miró a su madre, quien le sonrió.

—¡Sí! ¡Sarada tiene que venir, dattebasa!—dijo Bolt, y Himawari asintió entusiasmada.

La pequeña Uchiha se sonrojó levemente y asintió. Luego le regaló una pequeña sonrisa al Hokage.

—G-gracias, Hokage-sama.

Definitivamente esa niña le caía mil veces mejor que su padre.

—Solo dime Naruto—chocó palmas—¡Decidido entonces! ¡Nos vamos todos de viaje! Tú también puedes venirte Sakura-chan, al fin y al cabo tu misma has dicho que no tienes mucho trabajo, dattebayo.

La pelirosa se llevó una mano al mentón dubitativa.

—Lo pensaré.

—Bien. Bueno niños, pásenlo bien. Bolt, te vendré a recoger luego, espérame aquí cuando salgas, ttebayo. Vámonos Hima.

Los pequeños los despidieron con la mano y luego entraron al salón.

Al llegar a la oficina, lo recibió Shikamaru, como si de una agenda parlante se tratara y empezó a enumerarle uno a uno todo cuanto era urgente por hacer hoy. El resto, obviamente, era la montaña de papeles que tenía detrás del sillón, cosa que le daba escalofríos solo mirarla. Su pequeña se sentó obedientemente en uno de los sillones con un libro de colorear en las manos. Naruto se quedó mirándola unos instantes. Le encantaba tener la compañía de su pequeña. El colegio normal tenía una planificación diferente a la academia ninja. Donde Himawari estudiaba tenían dos semanas de vacaciones, lo cual a él le vino de perlas, porque su querido girasol no perdería más clases de las necesarias. Y teniendo en cuenta los profesores sustitutos que habían quedado en la academia ninja… no, Boruto tampoco se perdería gran cosa.

Se golpeó mentalmente y se puso a trabajar.

Una hora más tarde, cuando Naruto estaba a punto de caer dormido sobre el papeleo, Himawari se levantó y se acercó a la mesa.

—¿Puedo ayudarte en algo papi?—preguntó con timidez.

—No hay nada entre estos papeles que puedas hacer tú corazón—le dijo apenado al verla aburrida. Entonces tuvo una idea—¡Espera! Puede que sí que puedas hacer algo por mí.

La sonrisa que le regaló la niña iluminaría mil almas perdidas. Apuntó en una hoja de papel el nombre de lo que necesitaba y se lo pasó a su hija.

—Ve fuera con Moegi y pídele que traiga esto—se lo tendió a su hija.

La niña asintió y salió corriendo. Naruto sonrió enternecido. Se dejó caer en el respaldo de la silla y miró de reojo por la ventana, hacia las cabezas de los Hokages. Miró la imagen tallada en piedra de su padre y sonrió. Su pequeño Boruto era clavado físicamente a su abuelo y a él mismo, sin embargo, Himawari había heredado de su padre y de Hinata, su forma de ser calmada y pacífica, además de una educación intachable. Recordó a su madre y rió. Si, la forma de ser de su madre también había trascendido en el tiempo. Solo tenía que mirar a Boruto.

Tocaron a la puerta y entró Moegi con una máquina en los brazos. Detrás venía la pequeña.

—Muchas gracias Moegi, vete a descansar un rato.

—¿Estás seguro Naru… Hokage-sama?

Naruto sonrió. La joven se esmeraba en tratarlo con respeto a pesar que de niños se pasaba la vida echándole la bronca a Konohamaru por su culpa.

—Sí, ve tranquila.

Naruto se acercó a una pila de papeles que estaba en la esquina de la habitación.

—Himawari-chan, el Hokage tiene una importante misión para ti.

La niña lo miró y se puso recta, con una mano en la frente.

—Sí hokage-sama.

—Es de suma importancia que lo lleves a cabo con mucho cuidado, y siempre haciéndole caso a tu padre, dattebayo—dijo Naruto mirándola serio pero riéndose por dentro.

La niña asintió haciendo eco de esa seriedad.

Naruto se sentó en el suelo al lado de la máquina y su hija lo imitó.

—¿Ves esta pila de hojas? Son alto secreto para la villa y tienen que ser destruídos a la mayor brevedad. ¡Te lo encargo a ti, ninja de Konoha de rango girasol, ttebayo!

—¡Sí Hokage-sama!

—No te oigo bien.

—¡Sí Hokage-sama dattebane!—chilló la pequeña.

Naruto se quedó mirándola después de soltar la última palabra y luego estalló en carcajadas. Hasta el momento no había oído a su pequeña girasol soltar esa muletilla nunca, le resultó refrescante a la vez que melancólico, pues esa era la que usaba Kushina Uzumaki cuando hablaba. Había descubierto pues que su pequeña girasol no se había librado en ese aspecto de los genes Uzumaki, sino que lo mantenía latente hasta que algo la emocionara más de la cuenta.

Mira mama, tus dos nietos han heredado el mismo aspecto de ti, ttebayo.

Después de recuperarse un poco de la impresión, Naruto mostró a su hija como se usaba la trituradora de papel, enseñándole después donde tirar las tiras sobrantes. La niña escuchó atenta y sonrió feliz cuando trituró su primera hoja. Luego de eso, Naruto regresó a su escritorio y siguió con su labor, concentrándose a medias por el sonido de la máquina.

A mediodía, Naruto consiguió terminar con el papeleo que tenía previsto para esa hora sin percances—no iba a mencionar el momento en el que Shikamaru entró en el despacho y lo encontró jugando con su hija a tirar los papeles rotos como si de copos de nieve se tratasen, limpiarlo le había costado un riñón—, por lo que podía libremente tomarse par de horas libres para recoger a Boruto y dar de comer a sus retoños. Como ya habían gastado el cupo de Ichiraku del día—Naruto llegó a alimentarse mañana, tarde y noche de ello tiempo atrás, pero no quería que lo consideraran mal padre—se los llevó a casa y trató de hacerles una ensalada y algo de carne a sus hijos, pero estos no pudieron evitar reírse de la ensalada con lechuga pocha y de su carne bastante más que ligeramente chamuscada. Definitivamente tendría que haber buscado aprender de Hinata en vez de centrarse solo en comer lo que le ponía delante.

Más tarde, mientras recogían la mesa y la cocina, Naruto se dio cuenta de que en el congelador habían varios recipientes, cada uno con una comida diferente y enumerados por día y comida, elaborados por Hinata para esos tres días.

Boruto se retorció de risa en el suelo al ver la cara de vergüenza de su padre, pues había quedado doblemente en evidencia: primero por no saber cocinar—razón por la cual Hinata le dejó todo preparado para que no matara de hambre a sus hijos— y segundo porque no había prestado atención a la nota sobre la nevera que le explicaba lo de los recipientes, con lo cual llevaba dos comidas de retraso.

A petición de Boruto, Naruto llevo a ambos a casa de Sakura, quien se había tomado la tarde libre y le había dicho a Sarada que los invitara a jugar. El rubio Hokage en parte lo agradecía, porque aunque le gustaba llevar a sus hijos al trabajo, Boruto era un desmadre y sabía que aunque Himawari era un encanto y no se quejaba, estaba mejor jugando entre niños que entreteniéndose con lo que encontraba en su oficina.

Así pues, su día acabó sin más contratiempos. Terminó de trabajar más tarde de lo que esperaba, así que cuando llegó a casa de Sakura, encontró a sus hijos dormitando, por lo que para poder llevárselos a los dos cómodamente, creo un clon que lo ayudara. Una vez en casa y ya acostados, Naruto se fue a su habitación y se preparó para dormir, mirando el sitio vacío que había a su lado y echó de menos su Hinata. Su calor, su aroma, su simple presencia le proporcionaba a sus sueños una tranquilidad y una paz que espantaba cualquier pesadilla. Esos días sin ella se le iban a hacer demasiado duros.

Por esa razón, comenzó a dar vueltas en la cama sin llegar a ningún lado con eso. Así pues, cerró los ojos, se concentró, y apareció en otro lugar, mucho más espacioso y anaranjado, cálido. Muy diferente a como había sido durante casi la mitad de su vida.

Hey, Kurama.

El zorro que estaba tirado con la cabeza apoyada en sus patas alzó una oreja, pero no se movió para mirarlo.

Zorro vago y borde, ¡te pasas la vida durmiendo! ¡Por lo menos préstame un poco de atención cuando te vengo a ver, ttebayo!

El kyubi gruñó, pero giró la cabeza y se quedó mirándolo aburrido.

¿Qué quieres mocoso?

Naruto se sentó a pata abierta en el suelo delante de él. Se encogió de hombros.

No podía dormir, dattebayo.

¿Y eso es motivo para venir a romperle el suelo a los demás? ¡Anda y que te den…!

¡Kurama!—lo regañó el rubio.

El zorro volvió a gruñir de nuevo.

Mocoso impertinente…—dijo volviendo a cerrar los ojos.

Naruto lo miró pensativo.

¿No te apetece nunca salir a estirar las piernas?

¿Y a qué viene eso ahora?

No sé, pienso que pasas demasiado tiempo aquí solo, no haces más que dormir, deberías pedirme de salir de vez en cuando, dattebayo.

Estoy malditamente bien como…

¡Ya sé!—exclamó el rubio chocando una palma con el puño.

El zorro suspiró derrotado. No había quien pudiera convencer a ese cabeza hueca.

Dentro de tres días iremos a Suna y podrás ver a Sukaku. ¿Qué te parece? ¡Reunión de hermanos!

¿Por qué habría yo de querer ver al imbécil chillón de una cola?

Porque es tu hermano y en el fondo lo quieres.

¡Oye mocoso! ¡Tú y tu maldita idea de que ahora amo hasta a los excrementos! ¡Si vas a seguir tocándome los…!

¡Y se me acaba de ocurrir una idea aún mejor, dattebayo!—saltó del sitio emocionado.

Rikudou Sennin, dame paciencia… 1, 2, 3…

¡Nos vas a llevar tú!

4, 5, 6… ¿¡QUÉEEEEEEEEE!?

Naruto asintió poniendo los brazos en jarras, orgulloso de sí mismo.

De ese modo matamos dos pájaros de un tiro, consigo que salgas de aquí un rato y de paso con tu velocidad llegamos antes. ¡Además mis pequeños estarán mejor protegidos, dattebayo!

¡ESTÁS LOCO SI PIENSAS QUE TE VOY A HACER DE MULA DE CARGA!

¡Decidido entonces! ¡Muchas gracias, Kurama, prepara tus huesecitos para dentro de tres días!

¡NARUTOOOOOOOOO…!

El rubio volvió a encontrarse de nuevo en su cama. Cortó la comunicación rápidamente con el zorro, quien estaba soltando una sarta de improperios propia de un marinero de pura chepa. Estaba contento de haberle dado esa alegría a su amigo-se pusiera como se pusiera—, esto iba a ser bueno para él. Al fin y al cabo, él sabía mejor que nadie que era lo que mejor le convenía a su amigo gruñón y de malas pulgas.

Cerró los ojos y sonrió.

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¡Hola, hola!

Este es mi primer naruhina, me apetecía probar con algo de esta pareja y los adorables de la nueva generación. Será algo corto, no se de cuantos capítulos pero poquitos, ya que empiezo la universidad de nuevo en breve y no me quiero ver en la necesidad de tardar media vida para renovar.

¡Espero que se lo pasen bien leyendo!

¿Me hacen feliz comentando que les pareció? ¿Un review chiquitito?

Besitos, Sele.