Disclaimer: Axis Power Hetalia ni sus personajes me pertenecen.

Advertencia: Uso de los nombres personales en lugar del de los paises.

- Private Property

- ¡Idiota! ¡Mastica y traga antes de hablar! – exigió Arthur –. ¡Yo no te eduqué así! – terminó indignado.

- Mmfh sluurrp nmffpsjnfg – respondió el menor.

- ¡Ahora no me vengas con esas! – espetó. De verdad, ¿por qué había aceptado la estúpida invitación de Alfred para comer? No era como si lo hubiese echado de menos y tuviese la necesidad de verlo. Al fin y al cabo no se sentía solo ya que tenía a sus amigas hadas y a los demás.

- Bien, gracias por la comida – declaró el americano mientras se levantaba, golpeaba a Arthur en la frente y huía con una sonrisa satisfecha en la cara.

El inglés se quedó desconcertado un momento antes de asimilar lo sucedido. Con una sarta de coloridos insultos pagó por la comida y juró no volver a ir con Alfred a comer. Estaba tan molesto e indignado al volver a su casa que ni se dió cuenta de la coincidencia de encontrarse con Francis por el camino ni de la extraña mirada que este le profesó.

Sin embargo, al llegar a casa y verse en el espejo de la entrada, enmudeció. Sobre su frente, grande, cómo no, había una pegatina en la que se encontraba con letra clara un "Propiedad Única y Exclusiva de América". Arthur enrojeció. Obviamente de ira e indignación, no por otra cosa. Porque en serio, no estaba feliz ni nada con tal desisición tomada sin su consentimiento y pensaba irse en ese instate a exigir explicaciones. Pero mientras se preguntaba si cambiarse la ropa interior antes de partir, llamarón a la puerta. Farfulló algún insulto dirigiendose a abrir y cuando vió quién era, se olvidó de lo siguiente que iba a decir. Apoyado en el marco de la puerta se encontraba Alfred, su acostumbrada infantil sonrisa llevando cierto toque malignamente arrogante-seductor.

– ¿Alfr-? – intentó preguntar, pero el repentino beso que este le dió le hizo olvidarse de todo.

Al día siguiente, Francis descubrió que la pegatina que le había visto a Arthur sobre la frente el día anterior no había sido su imaginación ni una broma de Alfred. Las notables marcas en el cuello de Arthur y la demasiado satisfecha sonrisa de Alfred dictaban verdad.