Los personajes de Katekyo Hitman Reborn! no me pertenecen.

Qué se siente.

Allá donde la luz empieza y allá donde se apaga, ¿En que lugar estoy yo?

La luz penetra cada parte de la pequeña casa donde esta él mientras en la mía queda en penumbras, quiero encender aquella luz artificial para por lo menos ver algo más allá de mis pies, pero mis manos se topan con territorio enemigo, me tiembla el pulso cuando aprieto entre mis dedos la pared, porque siento que la pared irregular empieza a burlase de mí, es como si mi vista fuera nula por esta maldita venda que no quiere desenredarse de mis ojos, estoy desarmada, tiritando, apretando contra mi cuerpo el vacío.

Cuando creo que gritare, que chillare, que me erguiré del suelo para insultar a todos siento su mano, cálida, apretando mis nudillos, empujándome contra su cuerpo, siento su calor, dios, creo que nunca había sentido esto, ¿Qué es?

Lloró contra su hombro, no lo veo, no sé de qué color serán sus ojos, pero sé que tienen que ser bonitos, no sé que acento tiene su voz, pero sé que tiene que ser dulce, no veo su sonrisa, pero sé que tiene que ser brillante. Aprieto mi cara contra su cuerpo, sorbo aire con tanta rapidez que empiezo a toser, su voz sale suavemente, envuelta en preocupación mientras sus manos calientes tocan mi cara, abro la boca pero no sale nada, ¿Por qué no sale nada? ¿Por qué no puedo decir que estoy feliz de que alguien viniera a mi ayuda? ¿Por qué no puedo decir que quiero que me abrace y nunca me suelte?

Me empieza a empujar hasta la puerta, me doy cuenta de que la puerta es de color caoba, me doy cuenta de que hay una cocina, me doy cuenta de que el suelo estaba envuelto por una capa finísima de polvo, me doy cuenta de que el interruptor de la luz esta a lado de la puerta, entonces veo la sombra de su mano ir hacia el interruptor y apretar. Plaf.

Se hace la luz, los objetos sombríos que me parecían sombras de demonios son lámparas, son cuadernos, son teléfonos, son las cosas cotidianas que un ser humano tiene a su alcance, entonces levanto la mirada y lo veo.

Sus ojos son gentiles, son bonitos, suaves, son chocolate derretido cubierto por una espesa nata montada que es gentileza.

Se acerca a mí y besa suavemente mi frente, yo siento que tiemblo y él me agarra, ríe suavemente contra mi oído.