Se busca… Marido
Prólogo
Hay momentos en la vida que son definitorios para uno. Que te marcan, te cambian, que dan un giro de 180 grados a tu existencia. Esos momentos no necesariamente ocurren cuando uno quiere, tampoco se dan en circunstancias ideales. Sólo… pasan. Tampoco es fácil de aceptarlos, ¿Por qué? Porque tu idílica existencia se ve reducida a escombros…
Tokio 1995
Darien era un joven que lo tenía todo. Con apenas 18 años era sencillamente el mejor en todo lo que se proponía. Si, tal vez algunas pensaran que era un pedante, que era engreído, pero la verdad era que sólo le tenían envidia. ¿Y cómo no? Todas las mujeres se le tiraban encima, sin importar la edad. Tenía dinero, una buena familia. Era atractivo, su última novia lo había definido muy bien, sos condenadamente sexy; le había dicho. Le gustaba esa palabra, sonaba bien, e iba como anillo al dedo a su persona. Darien no creía en el amor, por eso se consideraba una persona sensata e inteligente. Había visto de primera mano que el amor no existía, que era sólo un mero cuento de las novelas y películas. Sus padres eran un claro ejemplo de eso. Los quería, y ellos a él y a su hermana. Pero no hacía falta ser un genio para saber que estaban juntos por sus hijos, nada más.
Darien nunca, de los nunca se iba a casar. Lo único que importaba era la satisfacción física, no se vería condenado a un matrimonio tan aburrido, tan… frío. Además, ¿para qué condenarse a una sola mujer? Si, Darien era joven, pero sus apetitos eran insaciables. Y le gustaba eso.
Aunque… últimamente el sexo no lo satisfacía igual que antes. Había algo que le faltaba, no sabía cómo explicarlo. Pero a veces se sentía vacío.
Pero rápidamente desechaba aquella molesta sensación, por Dios él era Darien Chiba, no tenía que quejarse por nada. Bueno si, tenia por qué. Odiaba la impuntualidad. Y su amigo Andrew se notaba que lo había olvidado.
Andrew se había ido a EE.UU hace cinco años, sus padres se habían mudado temporalmente a EE.UU por cuestiones de negocios. Y hoy volvían a Tokio. Si había una persona que lo entendía ese era su amigo Andrew. Se mantenían en contacto a través del maravilloso invento que es internet. Y hoy luego de cinco años de no verse la cara, se volverían a encontrar en su lugar favorito. La heladería en la cual siempre venían de pequeños, en las que compartieron miles de risas, de secretos.
Pero Andrew tenía un serio problema con la puntualidad, y por lo visto no lo había superado.
-¡¡Darien!!
Darien alzó la vista, su amigo había cambiado. Su voz era ahora más profunda, la de un hombre. Al igual que su físico, ya no era el pequeño del grupo. Si bien seguía manteniendo aquellos rasgos angelicales dignos de cualquier propaganda. Había crecido, rondaría el metro ochenta. Su físico era el de cualquier adolescente, flaco y alto, pero Darien vislumbraba músculos. Sólo había que darle tiempo, Andrew se iba a convertir en un rompecorazones por excelencia.
-Llegas tarde.
-Lo sé, lo sé. Pero es que Serena insistió en acompañarme, sabes cómo le gustan los dulces… y ser un grano en el culo para mí.
Darien se rió. Claro que se acordaba de la hermana de Andrew, era rubia al igual que su hermano. Pero en vez de tener los ojos verdes como su amigo, los tenía azules. Era… ¿Cómo definirla? Inquieta, aunque esa palabra no alcanzaba a describirla. Siempre fue la sombra de ellos dos, se metía en sus cuartos, revisaba sus cosas. Jugaba a los juegos que ellos jugaban, sin importar qué. Pero lo peor, era que parecía no entender el significado de la palabra vergüenza. Darien, aún se acordaba cuando había encontrado una revista para adultos en su cuarto y se la había mostrado a su madre. Vale decir, que ese fue uno de los peores momentos de su vida. Y Darien había tenido pocos. Lastimosamente para su persona, su legendaria sonrisa no había servido para calmar a su madre. Aunque no sabría decir que fue peor, si el discurso de su madre o… la charla de sexualidad con su padre. Sólo con decir que jamás vio colorado a su padre, da un pantallazo de lo horroroso que fue ese momento.
-¿Dónde esta?
-Se fue al bañ…
-¡¡Andrew!!
Darien estaba de espaldas, así que se dio vuelta. Ohh, su amigo sí que tenía un buen gusto. Una hermosa rubia se acercaba a ellos con el cabello largo hasta la cintura, con unos preciosos ojos del color del cielo en un día de verano. Que sólo hacían que Darien se imaginara tenerla desnuda en sus brazos con el calor del sol en sus cuerpos, acostado en alguna manta resguardándolos del picor del césped del campo que los rodeaba. La imaginaba de miles de maneras ilícitas, ¿y cómo no? A pesar de ser pequeña, tenía un cuerpo exuberante, unas perfectas curvas. Era joven, tendría 16 o 17. Pero ese cuerpo… esas piernas bien torneadas exhibidas por su corta minifalda, esos pechos que rebotaban a medida que avanzaba, esos labios… Darien sabía perfectamente que hacer con cada parte de su cuerpo.
-¿Darien? -preguntó cuando estuvo en su mesa.
-¿Me conocés?
-No seas tonto, claro que sí. Soy Serena.
Y le brindó una sonrisa que lo dejo reducido a cenizas. Ella no podía ser Serena, no había manera que esa pequeña de 10 años se haya convertido en semejante mujer. Aunque… tenía la misma nariz que Andrew, y si miraba bien…
Era Serena.
Y mientras la miraba, y miraba, y miraba… Darien se perdió en sus ojos. Se perdió, se ahogó en ellos. Y aunque Darien se repitió a lo largo de su vida que no existía el amor. Que jamás caería en aquella estupidez. Darien lo supo.
Se había enamorado.
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Reportándose aquí su Generala con (su harem de chicos)
Con nuevo fic, ¡increíble! Bueno, lo cierto es que este prologo lo escribí hace bastante. ¿A que no es re tierno? ¡Si que sí! Espero que les guste… Y si son buenas y dejan rr, no me tardo en subir el primer chap. Sino… ¡Muajaj! A Esperar. Nahh mentira, es que se viene Halloween y me gusta hacerme la mala.
Ahora soy más pro y como Madonna me reinvento…. Jajaja
Besos tamagochiteros (Mierda, que es largo)
•Gaby •
