Ok, aquí se los dejo, ahorita que la inspiración acaba de golpearme con un bat.

Derechos Craig Bartlett, etc.

Te recuerdo…

¿Qué cómo llegué aquí? La verdad, no tengo idea.

Simplemente salí a dar un paseo, y mis pies me trajeron aquí de manera automática.

Siempre vengo aquí. Eso dicen. Algunos lloran cuando lo dicen.

No sé quién esté en este lugar; sólo sé que no puedo dejar de visitarlo, y lo sé.

Antes de eso, voy por flores. Pero no cualquier clase de flores: flores rosas, y girasoles, y margaritas.

Porque yo puse una margarita en su cabello, ese que era rubio como los girasoles… y porque era rosa. Aunque ya no lo usara, yo lo sabía. En el fondo, el rosa siempre la iba a envolver.

Rosa… Le tenía miedo. Por un tiempo, se lo tuve; aunque no tanto. Algo me decía que no tanto…

Y un día, vi en sus ojos, y ellos me dijeron lo que su boca siempre calló.

Nunca me lo dijo. Jamás. Pero sus acciones siempre, SIEMPRE me lo mostraron… sus ojos siempre, infinitamente, me lo gritaron… Así que yo nunca se lo pregunté, porque lo sabía… ahora que lo recuerdo…

…Aunque eso de "recordar," últimamente, no es lo mío…

Si te recordara… Te recuerdo… Mi cerebro ya no lo sabe, pero mi corazón me lo grita, por eso siempre vengo aquí.

…Mi corazón…

¿Cuándo se detendrá? No ansío que lo haga, pero no me importaría si un día decidiera irse a dormir… Un día se irá a descansar, junto con el de ella. Aquí, bajo esta misma tierra, quiero que me entierren.

Porque mi cerebro ya no sabe, pero, mi corazón, la recuerda, y quiere venir aquí, con ella, todos los días. Siempre vengo y te leo… Cada día, uno de estos poemas, de este libro rosa como tú.

"A mi amado" se titula. "A mi amado" dice la dedicatoria también. Y, como firma, tres simples letras:

H. G. P.

No sé qué significan, pero mi corazón –mi corazón- tiembla cuando las lee… Esas palabras que escribió, y que le hablan a mi corazón, y, su vez, éste te nabla a ti…

A ti, que me esperas debajo de la tierra; debajo de las flores…

Pero no sólo estás ahí, también estás en mi corazón…

Olvidé mis lentes; rayos…

-¿Te ayudo? –una voz tras de mi me sobresalta.

-Hola, abuelo.

-Hola, jovencita –sonrío.

-Soy tu nieta, me dice con una sonrisa; con el ceño ligeramente fruncido.

-Ahora comprendo por qué mi corazón tembló…

Sus ojos; sus hermosos y grandes ojos azules se han puesto húmedos.

-¿Cuál quieres? –retira suavemente el libro de mis manos.

-El del ángel de dorados rizos –respondo.

-¡Eres un ególatra! –exclama ella.

-¿En serio?

Y reímos.

N. de la A.

One shot. Sencillito, conciso y al grano. El que le entendió, entendió.

Como siempre, todo tipo de opiniones serán bien recibidas : )