Para el Reto #40 del Foro 'Alas Negras, Palabras Negras': Cupido Haciendo de las Suyas. Me tocó Joffrey/Sandor y UGH! Pero esto resultó y creo que lo volvería a hacer :D

Obviamente, los personajes son de George R. R. Martin.


Los ojos con los que el Perro mira a Sansa... ¡Joffrey los odia! Aborrece esas miradas llenas de lujuria que deberían estar dirigidas a él. ¡Él es el Rey! El más poderoso hombre de los Siete Reinos.

¿Por qué el Perro ha de mirar a Sansa con los ojos que sólo le pertenecen a él? Pensó que con una capa blanca y un título nuevo, así lo miraría al menos con la mitad de la pasión con que mira a Sansa.

Joffrey detesta ver cómo el Perro muerde los labios con esos sucios dientes cada vez que la tonta Sansa se pasea por ahí con Margaery Tyrell. Pareciera que no puede controlarse al ver un trozo de carne, como el perro que es.

Debería mandarlo decapitar, poner su cabeza en alquitrán y pararse frente a ella a reirse del Perro. ¿Pero qué gana? Sólo que ya no mire a Sansa, pero lo pierde a él. Pierde sus feas cicatrices decorando esa cara que no es muy apuesta pero a él le encanta por verse tan amenazadora.

Y un Perro perdido no sirve de nada.


El jodido niño Rey piensa que quiere cogerse al pajarito. A Sandor le da risa, y a un perro como él pocas cosas lo hacen reir. ¿Cómo puede el niño Rey pensar que Sandor siente algo por la niña Stark?

Pero no se da cuenta, cegado por sus celos, que la obediencia de Sandor sólo existe por una razón. Y si el estúpido niño no sabe la razón, Sandor no se la dirá. De alguna manera el bastardo tiene que aprender a pensar.

Claro que si Tywin Jodiente Lannister sigue haciendo el trabajo del rey, su tonto nieto no aprenderá nunca.


"¡Perro!" grita Joffrey, autoritario y arrogante como siempre, con una mano en la espada que nunca ha visto batalla y la otra en el cinturón que vale más que Sandor.

Él se detiene, voltea despacio. No hay nadie más en esa parte del castillo. Por primera vez le sonríe al Rey.

"Majestad," reverencía Sandor antes de arrojar al Rey hacia un muro.

Sandor se pregunta si Joffrey puede distinguir el sarcasmo entre sus labios cuando lo besa contra la pared, pero a juzgar por su mirada de superioridad seguramente no lo hace.

"Aléjate de Sansa," dice Joffrey, testarudo y cegado de ira y celos, nuevamente. "Ella no es tuya. Y tú eres sólo mío. Eres el perro que mi madre me dió para hacer contigo lo que me plazca."

Sandor lo mira a través de los mechones del poco cabello que le queda y caen sobre su cara. Suelta un gruñido que hace al Rey retroceder. Sus manos callosas y llenas de pequeñas cicatrices toman la nuca de Joffrey, acercándolo a su cara. Se rozan los labios nuevamente, su aliento juntándose con el de él en una extraña mezcla de licor barato y el dorniense rojo que el Rey favorece.

Joffrey gime. Sandor no sabe si es placer o dolor, pero con ese Rey sadomasoquista ya no se sabe. El estúpido piensa que la rudeza es amor. ¡Ja! Como si alguno de ellos dos pudiera sentir esa mentira inventada para doncellas como el pajarito.

"Como ordene, su Majestad," le dice Sandor, mordiéndole los labios.

Más tarde, al mirarlo en el Trono de Hierro con el labio inferior rojo y algo hinchado, Sandor pelea con el deseo de carcajearse. Estúpido niño pavoneándose con la prueba de su debilidad, ¿no sabe que los perros siempre dejan marca en lo que es suyo?