Esta es la continuación de la historia El secreto. Espero que les guste. Si no han leído El Secreto léanla antes de leer esta.

gracias,

BirdsandStars

Si quieren leerla en inglés búsquenla por el mismo seúdonimo por el nombre The Mission

Hoy es jueves, han pasado tres días desde el incidente con mi auto y dos desde que Ryan me contó su secreto. Mi vida ha cambiado mucho en las últimas tres semanas.

Y el cambio mayor había sido conocerlo a él.

A mi jefe.

Habíamos pasado muy rápido de una relación de asistente-jefe a una de…

Bueno aún no estaba muy segura del tipo de relación que teníamos. A la vista de todos éramos una pareja normal. Había pasión, deseo, lujuria, éxtasis, sexo… aunque últimamente lo estaba haciendo sufrir un poco, pero amor…solo de mi parte.

Sí.

Estaba enamorada de él. Y él me deseaba, pero solo eso.

Deseo.

Desenfrenado, puro, crudo deseo.

Me estaba protegiendo hasta que terminara con su misión y se asegurara de que mi vida no corría peligro alguno.

Ni la de su madre.

Grace.

Si, definitivamente mi vida había dado un giro de 180°.

La semana casi se había terminado, solo me quedaba el día de hoy y el de mañana. Solo espero que no sea tan difícil como los últimos dos días.

Me ha costado un poco de trabajo hacerme a la idea de que mi auto ya no está y que mi vida peligra, que a cada rato y sin percatarme me veo mirando sobre mi hombro, para cerciorarme que nadie nos viene siguiendo. Sé que Ryan se ha percatado de esto y me ha prometido que no me sucederá nada. Pero me siento intranquila, inquieta. Siempre con la misma sensación de que estoy siendo vigilada y nunca veo a nadie. O no sé qué buscar exactamente.

Pero tan o más difícil que eso ha sido mentirle a mi madre y a Katerine con respecto a la relación que Ryan, o mejor dicho Christian y yo tenemos. Si, aun me estoy adaptando a llamarlo por su nombre verdadero. Solamente lo hago cuando estamos solos.

Hoy al igual que todos los días vamos en el auto de Christian hacia el trabajo. Debo recordar no llamarlo por ese nombre en público, solo en nuestro apartamento, donde ha instalado un sofisticado sistema que impide que alguien escuche lo que hablamos.

Al igual que los últimos días está nevando. Me gusta la nieve. Pero la odio al mismo tiempo.

Odio no poder conducir cuando está nevando.

Christian parquea en el garaje subterráneo y tras bajar nos encaminamos hacia el ascensor.

—Buenos días Sr. Chasting. —lo saluda un ejecutivo que sube junto a nosotros en el ascensor.

—Buenos días. —le contesta mientras presiona el botón de nuestra planta.

—Buenos días Anastasia. —me saluda muy sonriente.

En los últimos días esto pasa mucho. Todo el mundo me saluda y me sonríe. Bueno no todos. El mundo se reduce solamente al sexo masculino en general. Y no sé si será porque todo TecFall ya sabe que estoy liada con el jefe e intentan ser más cordiales conmigo.

—Buenos días. —lo saludo de vuelta.

Lo que más me gusta de todo esto es la reacción de Christian.

La misma todos los días.

En cuanto alguien me saluda así, tan sonriente, se pega más a mí, entrelaza su mano con la mía y me sonríe ladinamente.

Al menos algo bueno he sacado de toda la ola de desastres por la que he pasado en la última semana.

He logrado que me tome de la mano para ir hacia la oficina, y para salir. En general he logrado que me tome de la mano por todas partes. Y la verdad, no voy a negar que me encanta.

Sobre todo ver la cara que ponen las mujeres cuando vamos a almorzar y nos sentamos juntos, y él me pasa el brazo por los hombros.

Pero también sé, que no solo lo hace por demostrar su supremacía y que yo soy suya ante los ojos de los demás, aunque en realidad no sea así.

Lo hace como una forma de lograr un objetivo.

Sexo.

El último día que tuvimos sexo fue el domingo pasado, en New York. Y yo lo he estado evitando desde el martes en la noche en que me contó su secreto y quien era en realidad. No es que no quiera, o no tenga ganas, todo lo contrario. Simplemente es una especie de castigo para él.

Las puertas del ascensor se abrieron en nuestro piso y salimos tomados de la mano rumbo a nuestras oficinas.

—Buenos días Sr. Chasting, hola Ana. —nos saludó Katerine cuando pasamos frente a su escritorio.

—Hola Katerine, adiós Katerine. —le dije despidiéndome con la mano mientras era arrastrada literalmente por la mano de Christian que tiraba de la mía.

En cuanto entré a mi oficina, Christian me giró entre sus brazos y me acorraló contra la puerta.

— ¿Hasta cuándo piensas tenerme así? —me dijo mientras presionaba su cuerpo contra el mío.

— ¿Así como? —pregunté inocentemente.

—Sin besos, sin caricias, sin sexo.

—Hasta que tu pierna esté mejor. —dije apartándome de él. —Voy por su café. —abrí la puerta y desaparecí rumbo al pantry.

Me estaba costando mucho trabajo resistirme a él, pero tenía que lograrlo. Él tenía que entender que cuando le mientes a una persona, tiene consecuencias, y él tenía que pagar por haberme mentido.

—Estás muy pensativa esta tarde. —dijo a mi lado haciendo que volviera a la realidad.

Nos encontrábamos en el apartamento, después de un agotador y extenuante día de trabajo. Christian se sentó a mi lado en el sofá poniendo mis piernas sobre las suyas y apartando un mechón de pelo de mi rostro.

Se había sacado la americana, la funda con la pistola y la corbata. Deslizaba lentamente la mano por mis piernas y me miraba fijamente. Sabía lo que pedía su mirada.

Sexo.

Y yo estaba evitándolo, siempre buscando algún pretexto. No nos bañábamos juntos, dormíamos en habitaciones separadas. Ni siquiera había aceptado que me besara, aunque él lo había intentado en incontables ocasiones.

Y lo que más bien era un castigo para él, por haberme engañado y mentido durante tanto tiempo, se había convertido en una tortura para mí. Christian rápidamente comprendió lo que yo estaba haciendo y puso en marcha su propia estrategia para torturarme.

Y esta, era una de ellas.

—No es nada. —le contesté mientras continuaba perdida en mis pensamientos.

Christian tomó mi rostro entre sus manos y me miró fijamente a los ojos.

—Sé qué podría hacerte sentir mejor. —me decía mientras deslizaba sus dedos por mis mejillas.

Creo que mi autocontrol estaba a punto de resquebrajarse.

No podía continuar más tiempo negándole a mi cuerpo lo que más necesitaba en estos momentos. El suyo sobre el mío.

O viceversa.

Habíamos conversado de todo un poco en estos días. Pero aún no le había agradecido por los regalos que me había hecho.

Me quedé mirando su mano fijamente mientras se deslizaba ahora por mi muslo.

—Creo que nunca te di las gracias en persona por la rosa, y el vestido. Me encantó el vestido. —dije poniéndome de pie para ir hacia la cocina y así escapar de sus caricias.

Pero él se levantó rápidamente y tomó mi mano entre la suya.

—A mí también me gustó vértelo puesto, aunque no te voy a mentir, me gustó más quitártelo. —dijo mientras llevaba mi mano a sus labios y la besaba.

Aún estaba enfadada con él. Pero mientras sus labios besaban mi piel, el enfado se iba disipando un poco.

—No creas que te voy a perdonar tan fácilmente simplemente porque me excite el contacto de tus labios contra mi piel.

Christian me miraba ahora con curiosidad. Cada vez que lo tenía tan cerca, se me olvidaba pensar antes de hablar.

—Te excita...esto. —dijo mientras sus labios ahora ascendían dando besos por mi brazo.

Mi cuerpo comenzó a reaccionar ante el contacto cálido de sus labios sobre mi piel a medida que iban ascendiendo lentamente por mi brazo.

No iba a detenerlo, no esta vez, ya había estado muchos días sin sentir su cuerpo pegado al mío. Y pude ver una sonrisa de satisfacción en sus labios.

Para el momento en que sus labios iban llegando a mi cuello yo casi estaba derretida entre sus brazos. De no ser porque él me estaba sujetando, seguro estaría en el suelo.

Habían sido tres días.

Tres días sin sus caricias.

Sin sus besos.

Sin sentir su calor.

No podía más.

Muy en el fondo sabía que le había perdonado todo desde el momento en que me lo había contado. Y en ese momento lo que más deseaba era sentir sus labios sobre los míos.

Y como si me hubiese leído el pensamiento acercó sus labios a los mío.

Posesivos.

Sedientos.

Tentadores.

Justo como yo los recordaba.

Su lengua invadiendo mi boca. Su cálido aliento mezclándose con el mío, mientras sus manos bajaban por mi cuerpo y me apretaban por las nalgas contra su miembro duro y listo para mí.

Sus labios dejaron mi boca y siguieron un camino hasta mi cuello.

Apartó el cabello a un lado, y cuando sacó la lengua y la deslizó desde la clavícula hasta debajo de mi oreja todo mi cuerpo se estremeció y sin quererlo se me escapó un gemido.

—Humm. —sí, mi cuerpo solía traicionarme cada vez que estaba cerca de él, estaba consciente de ello.

— ¿Estás excitada?—me preguntó mientras tiraba del lóbulo de la oreja y me giraba entre sus brazos.

—No. —contesté rápidamente en un jadeo.

—Entonces si meto una mano en tus jeans no estarás mojada. —me dijo con voz sensual mientras deslizaba una mano dentro de mis jeans y mi ropa interior.

¡Mierda!

Esta era la primera vez que él me hacía algo así. Y su voz era tan sensual, y erótica.

—Creo que estas mintiendo. —dijo introduciendo un dedo en mi interior. —Estás muy, muy mojada.

Susurró en mi oído mientras movía el dedo en mi interior y yo me aferraba fuertemente a sus hombros con ambas manos para no caer al suelo.

—No crees que deberíamos conocernos más antes de hacer esto. —dije en un jadeo mientras el tocaba un punto sensible dentro de mí y se me escapaba otro gemido.

— ¿De veras quieres que deje lo que estoy haciendo? —dijo con voz sensual mientras comenzaba a sacar el dedo lentamente de mi interior.

— ¡No!—le grité agarrando su mano. —Si lo sacas, te mato. —él sonrió y volvió a introducir el dedo mientras yo me arqueaba de placer contra su mano.

Su cuerpo estaba pegado al mío, detrás de mí, por lo que podía sentir su miembro duro, dentro del pantalón, presionando contra mi trasero.

Introdujo un segundo dedo en mi interior haciéndome jadear aún más de placer. Me estaba volviendo loca.

Lo necesitaba urgentemente dentro de mí.

Empujé mis caderas contra su mano para sentirlo más profundo.

—Alguien está muy ansiosa. —dijo mientras sacaba la mano y me giraba rápidamente entre sus brazos. —Pero a menos que tengas preservativos creo que vas a tener que escoger.

— ¿Escoger? ¿Escoger qué?

Me sonrió con una sonrisa deslumbrante mientras pegaba sus labios a los míos.

—Con qué quieres que te folle. —dios esta forma de hablar definitivamente era algo nuevo en él, nunca antes me había hablado de esta forma.

¿Acaso era la misma persona? O es que apenas lo estaba conociendo.