Hola! Bueno aqui estoy dejando la prueba de fuego y el inicio de la historia, realmente ya tenia parte del prologo hecho anteriormente pero tenia que terminar la idea de manera adecuada, he estado tratando de mejorar un poco la escritura pero sigo sin beta, aunque Naru me ayuda de vez en vez. El fic esta basado en los fundadores de Hogwarts y en como hicieron que la magia estuviera en un solo lugar y en como crecieron como magos y brujas, hay algunas cosas que antes quisiera aclarar. Primero, esta es mi vision de los personajes, claramente no a todos nos parece lo mismo por lo que pido que vengan con la mente abierta, segundo me peleo con mi ortografia y mis errores, los capitulos iran mejorando segun sea el caso, y por ultimo pero no menos importante, pretendo publicar un capitulo todas las semanas que estoy en vacaciones.
ya esta. Disfruten de su lectura!
Disclaimer: Este fic participa en el reto anual "Long Story" del foro La Noble y Ancestral Casa de los Black. Ninguno de los personajes que salen en esta historia ni el universo en que se desarrolla me pertenecen salvo por aquellos que son de mi propia invención, todo esto pertenece a la maravillosa mente de J K Rowlling.
Prólogo
-¡Es ella!-exclamó uno de los habitantes del pueblo, mientras la hoguera se encendía con llamas fuertes y duras que no perdonarían la vida de quien se acercara.
Los puéblanos de Firhall salieron todos tras la mujer que, engalanada corría en línea recta intentando escapar de ellos. Deseándolo. Pero a la vez intentando proteger a su hijo de ocho años. La mujer sabía que no tenía salida, que no tenía remedio más que entregarse, y que Merlín la ayudara esconder a su hijo de la manera más rápida posible.
Los sentía cerca y la respiración era muy pesada ya. No podía correr más. Tampoco entendía porque lo hacía esos eran los padres de sus amigos, ¿porque corrían con fuego detrás de ellos? Salazar no entendía esto a su edad y mucho menos la forma cruel que mas adelante vería de los seres humanos, lo que acarrearía toda su opinión sobre ellos.
Mirando a su madre agitada, decidió callar sus preguntas y continuar corriendo, pero estaba cansado y el pesado vestido de la mujer le hacía ralentizar el paso. Nuevamente los gritos se escuchaban ¡Bruja! ¡Bruja! ¡Muerte a la bruja! Decían. Pero no entendía, su madre era una buena persona, no hacía daño a nadie y no era justo que la condenaran.
Escuchó el sollozo de su madre, era un callejón sin salida, no había escapatoria con su padre muerto por sus mismos vecinos, por sus compañeros; Un poco mas cerca se veía entonces las llamas de fuego que se acercaban rápidamente, los vestidos azules de las mujeres con los pañuelos blancos atados a la cabeza, que lo señalaba de baja clase social. Los hombres con aquellas botas de trabajo, sucias, no eran nada con el elegante vestido de su madre, sucio por el maltrato recibido.
La mujer desesperada por esconder a su hijo mirando a todos lados, no supo que hacer, más que tomarlo en brazos y darle una mirada mezclada entre terror y amor.
-Salazar-Le dijo suavemente la mujer de cabellos rubios ondulados. –Debes prometerme que te quedaras quieto y no dirás ni palabra-le instruyó la mujer con nerviosismo se veían cada vez mas cerca, dándole un beso de despedida y metiéndole en un cesto de basura agregándole más basura sobre el murmuró-
Nunca reveles a nadie tu condición de Mago, Cuando se vayan procura correr hasta donde tus abuelos.
El niño no respondió pero si que había escuchado lo que le habían dicho, nervioso y ansioso por proteger a su madre se quedó estático, tranquilo, casi sin respirar cuando llegaron los Muggles.
La mujer puso rostro fiero y se alejo del cesto de basura en el que había escondido a su pequeño Salazar, su único hijo.
-¡Ríndete Bruja!-le gritó Lacroix el cabecilla del pueblo, un hombre de ojos negros y barba de tres días, que olía a alcohol últimamente.
-¡Vamos Lacroix puedes hacerlo mejor!-respondió la mujer con voz altiva y definitivamente mucho mas burlesca a pesar de su situación.
Salazar nervioso vio por el pequeño orificio como el Sr. Lacroix se llevaba a su madre del callejón, pero no fue demasiado lejos al escuchar la voz de su madre gritar aterradoramente. La habían sometido a la prueba del fuego.
Sabía que eso solo lo hacían con criminales. ¿Porqué a su madre? Sintió como las lágrimas bajaban por su cara. Quería a su madre, a su padre. Y no estaban, la imagen de su madre cubierta de fuego, quieta, paralizada justo a quince metros de el, lo traumatizó. Prometió quedarse tranquilo.
La mujer no dio ni una mirada al cesto de basura, no mostró que tenía un hijo, ni siquiera dio a entender que hacían verdadero daño, pero no le pondría su hijo en riesgo a que lo mataran, y no se llevaría a nadie con ella, ya ellos pagarían todo lo que hicieran.
El odio de aquella mujer era tan grande como el amor que sentía a su hijo, y sabemos que son lazos muy fuertes. Tanto así, que la maldición quedó para el pueblo, para los descendientes, para todo el que terminara en aquel sitio, por alejarla de aquel que era su único consuelo luego de la muerte de su esposo, por el maltrato recibido a una mujer de su cuna y de su estrato social.
El fuego quemaba su pálida piel volviéndola carbón y el dolor, las lagrimas no la dejaron pensar lo suficientemente bien como para poder saber lo que hacia. -¡Acuamtum!-solo fue un susurro, uno de muerte, de maldición que los haría recapacitar a todos luego de haber hecho la primera cacería de brujas en el pueblo. Con un último aliento, y con el único pensamiento de que esperaba que su hijo estuviera bien, la mujer murió dejando caer su cuerpo entre la bulla y el estupor de los aldeanos. Ante la mirada de su hijo que cayó con dolor las lágrimas y los gritos de injusticia por la muerte de su madre.
-El niño-dijo uno de los vecinos-Puede ser como ella.-sugirió lo que hizo que el pequeño se encogiera y suprimiese toda su respiración. –Hay que buscarle.
Un escalofrío corrió por la espalda de Salazar, y ahora… ¿Qué haría?
-Debe estar en algún lado de los prados, Adriana lo tenía de la mano cuando íbamos tras ella-sugirió un hombrecito pequeño y de largos bigotes.
-Vamos a buscarle a los alrededores de su casa-murmuró Lacroix –Es un estúpido niño. Le haremos la prueba del agua-terminó y Salazar dejo de pensar se quedó asustado y sin poder dormir dentro del cubo de basura.
Dos horas después y sin poder olvidar lo que había visto de su padre y de su madre, la mujer que mas amaba en la tierra, se dijo que no lo olvidaría. "La naturaleza humana era imprevisible" y el lo arreglaría, desaparecería aquel pueblo de escocia aunque tardara su vida. Emprendiendo el camino y con las mejillas rosadas aun mojadas el niño de ocho años fue tragado por la oscuridad del camino.
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Salazar enterró a su abuela un día similar a esos diez años después en donde muchos de sus pensamientos quedaron especialmente enterrados junto a la tumba. Siendo, a la edad de dieciocho años hijo único y especialmente heredero de la fortuna de los Slytherin, del legado de la familia más poderosa de la Inglaterra. Y ahora acababa de enterrar a la mujer que más quería luego de su madre. La única que le consoló cuando su difunto abuelo estaba mal, cuando murió. Cuando todo se vino abajo. Y sabía que ahora le tocaba a él mejorar el camino que le quedaba a su familia. Elegir una esposa aceptable y continuar con su linaje.
Se encontraba en medio del bosque, frondoso y verde, espléndido el cual le daba una paz que era lo que andaba buscando. Silencio y específicamente tranquilidad que no tenía desde que su abuela había muerto días antes y las personas del condado iban a darle las condolencias mientras que el solo pensar que los mismos murmuraban detrás de el que se había quedado tan solo. "El pobre" le daba rabia. Su abuela y su familia le habían enseñado a defenderse y ser uno de los jóvenes más solicitados de ese lado de Inglaterra, uno de los herederos más deseables de aquella época.
El sonido del metal chocando contra otro le terminó quitando la paz que tenía anteriormente haciendo que frunciera el entrecejo y se levantara de debajo del árbol viendo dos figuras masculinas.
-¡No podrás contra mí!-Se escuchó la voz dramática, era ciertamente levemente aniñada y no parecía tener más de catorce años, la pequeña y delgada figura manejaba una espada con gran agilidad y desempeño.
-Ha-murmuró una voz más grave desde lejos se veía su color pelirrojo despeinado sorprendido por la forma de moverse tan grácil y ágil contra la espada del otro. -Solo porque serías mi primera elección, porque me entiendes no quiere decir que necesariamente te dejaré ganar-Sentenció el hombre le parecía de su edad, quizá solo un año más joven, era alto y su elegante capa negra le daba un aire misterioso.
Salazar siguió con la vista a los duelistas que le daban un gran espectáculo, especialmente el mayor que con gracia enseñaba al menor como hacer los movimientos correctos y en qué momento hacerlos. Salazar Con cierto entusiasmo que no había tenido desde hacía tiempo les siguió sigilosamente por toda la senda sin que los distraídos contrincantes se dieran cuenta de que alguien los miraba
II
Helga era una chica que se portaba bien, regordeta cuando era pequeña, ayudante de su madre y su padre en los que haceres del hogar incluso cuidaba de sus hermanos, era realmente humilde y especialmente inteligente. Tenía cinco hermanos y ella era la única chica de su casa, pero sus hermanos también ayudaban.
La pequeña Helga siempre supo que era un ser especial pues las cosas curiosas siempre le pasaban a ella. Tanto era que en algún momento de sus doce años hizo que algo se levantara y se quedara estático en el aire sin saber cómo lo había hecho, también casos aislados de que los platos alguna vez se secaron solos, o cuando le tenía miedo a la oscuridad, lo que no sabía era que ella era especial, era una bruja. Uno de esos días en los que había hecho que una rana se quedara congelada porque su hermanito menor Arthur la quería atrapar llamó a su madre y se lo dijo.
"Debemos esconderlo" le dijo la madre con cierto horror en la voz, no sabía de donde le había salido eso a su pequeña hija.
Desde entonces trato de esconderlo, conocía el hecho de la cacería de brujas que se había llevado a cabo hacía unos años y ahora con dieciocho años no sabía cómo esconderlo, se había convertido en una muchacha delgada que tenía algunos pretendientes pero que no quería a ninguno por no poder revelarle su secreto, no quería vivir incompleta, no quería ser una persona que no le tuviera confianza a la persona con la que pasaría el resto de su vida.
Tomó una de las margaritas del patio de su casa y la miró con cierta tristeza estaba casi muerta. Pero sabía que ella podía arreglarlo, solo tenía que cerrar los ojos y desear fervientemente que viviese, pero sabía que no podría su madre se lo tenía prohibido. Pero no había nadie allí. Podría hacerlo y nadie se enteraría, miró a ambos lados y estaban vacíos a muchos kilómetros a la redonda, se mordió el labio indecisa, pero al final pasó la palma de su mano por la margarita, cerrando sus ojos en el proceso y deseando que la misma margarita viviera, para que su color se volviese un blanco con amarillo brillante y saludable.
La chica sonrió y brincó feliz porque a pesar de todo y secretamente había dominado sus poderes...pero aquella margarita seria la que le traería problemas, la que la condenaría a dejar su casa para huir con sus amigos más adelante.
Se asustó al momento de escuchar espadazos y bandazos que no sabía de donde provenían y su instinto le sugirió correr pero su curiosidad pudo más que toda ella, así que se pegó detrás de un árbol viendo a dos figuras pelear fiera y fuertemente, manejándolas con mucho poder y aplomo. Terminó por ver una tercera figura que parecía tan escondida como ella misma.
Sonriendo divertida se acercó aquella figura masculina bien tallada, le parecía conocida, incluso por el color de la capa Verde, solo Salazar lo llevaba con tanta elegancia en un brazo, silenciosamente entonces, cuidando de no hacer ruido alguno se acercó a Salazar.
"¿Espiando Sly?"- Salazar se sobresaltó al escuchar el apodo en aquel sitio donde estaba, era imposible que esa chica lo descubriera siempre con la guardia baja. Se giró a ver los ojos marrones de Helga los cuales le miraban divertidos y brillantes.
Bufó levemente mientras la miraba-Huffy, no deberías sorprenderme de esa manera-murmuró el joven de ojos plata-y si, espío a aquellos dos-comentó señalando a los pelirrojos que aun batían sus espadas en un duelo que pareció no acabar nunca.
-Podrías hacerlo mejor-murmuró Helga poniendo atención a los dos duelistas.
Lo sé-sentenció con arrogancia Salazar a la vez que volvía a ponerle atención al duelo-Pero sigue siendo grato ver como aquel joven se maneja con la espada-terminó.
Los jóvenes duelistas al fin habían caído sentados en la espesa verde grama, tanto así que la figura más pequeña al final se quitó su gorro color rojo dejando caer un hermoso y sedoso cabello rubio ondulado que le llegó hasta la media espalda, para echarse a reír con evidente satisfacción. La misma melodía sorprendió a los dos inquilinos que habían estado mirándoles, sorprendiéndoles al ver que la figura más pequeña.
-¿Es una chica?-preguntó con alarme Helga mirando entonces como la recién descubierta joven se acercaba al su compañero pelirrojo a abrazarle
Salazar no sabía que decir, era una mujer y sabía manejar con mucha agilidad una espada. Era mucho más de lo que hubiese sido permitido, el nunca, estaría con una mujer que manejara una espada, y que se vistiera como un hombre como aquella que estaba sentada en aquel momento sobre las piernas del joven.
" Debe ser una ramera" pensó Salazar, pero era una ramera demasiado bonita y cuidada.- " Vamos Huffy"-comentó- " ya ha acabado y no queremos ser espectadores de lo que pueda pasar"-murmuró dándole una última mirada al ver como la pareja ahora sin recato alguno, y sin respeto a los demás se besaba con cierta hambre y deseo palpable.
Helga se dejó llevar por el joven amigo dentro del bosque hasta salir a donde en un principio estaba Salazar y en donde encontraron el estuche de una espada, era hecho en cuero negro, y la punta del mismo mantenía el filo para la espada, por cómo se veía parecía un artículo muy viejo pero estaba bien cuidado, y en la parte del mango del estuche solo había un nombre: Godric Griffindor. Salazar la miro con cierta curiosidad y la tomó bajo la atenta mirada de Helga quien recostada en el tronco del árbol, solo terminó diciendo "Yo no he visto nada".
Salazar dejó salir una sonrisa deslumbrante y Helga una vez más vio el atractivo en su amigo el de alto estatus Salazar Slytherin.
