Dulce Castaña.
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Disclaimer: los nombres propios aquí mencionados son propiedad J.K Rowling.
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Capitulo Uno.
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La feroz tensión recorría el ala norte de la prisión. La malévola excitación de sus presos mas peligroso se sentía en el aire. Algo sucedería. Draco Malfoy, o Malefoy como se hacía llamar, iba a morir. Ese mismo día. Y para todos y cada uno de ellos sería un placer ver como ese cerdo engreído exhalaba su último aliento.
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Draco ya había visto morir hombres ahí, había escuchado sus gemidos, sus gritos mientras eran destrozados. No pudo evitar que un miedo visceral se apoderara de él. Era tan fuerte, tan intenso que sentía como le carcomía desde dentro produciendo en él unas inmensas ganas de vomitar. Le impedía hasta respirar.
Jamás creyó poder llegar a sentir nunca un miedo así. Siempre pensó, hasta ese momento, que incluso la muerte era preferible a seguir en ese inmundo lugar pagando un crimen que él no cometió. Ahora lo sabía, tenía miedo a morir.
Pero arrogante y orgulloso como solo él podía ser, ni siquiera mostró temor mientras caminaba solo por los pasillos de la prisión repleta de asesinos, y cualquiera podía ser el suyo.
No era muy diferente de todo ellos. Con el uniforme anaranjado todos lucían igual. Era mas alto, eso si, y su cabello casi platinado siempre lograba sobresalir.
Sus anchos hombros se encontraban hundidos, el rubio cabello caía desordenado sobre su frente ocultado los intensos ojos grises, los cuales en esta ocasión miraban perdidos el suelo que pisaba. Las drogas que le dieron comenzaban a causar efecto.
Como en toda prisión el frío del ambiente parecía capaz de congelar hasta los huesos, pero a pesar de eso, Draco sudaba copiosamente. Las tibias gotas de agua salada corrían por su rostro hasta la fuerte quijada desde donde caían al suelo o se perdían en la tela del horrendo uniforme.
Aún podía escuchar el retumbar de la risa del guardia que lo sacó de la celda. La perversa sonrisa se dibujaba en su rostro mientras lo tomaba por el brazo y le decía que "serpiente" lo estaba esperando. Que entre él y los demás presos iban a destazar su cuerpo cual cerdo en matadero. En ese momento le causó gracia, pero ahora no encontraba el chiste por ningún lado.
De un momento a otro se vio solo en el oscuro pasillo apartado de todo y de todos aquellos que podrían ayudarle. Y no supo ni como ni desde donde, pero de repente "serpiente" atacó haciéndole honor a su apodo. Fue tan rápido que no tuvo tiempo de defenderse.
Lo atacaban entre cuatro, los muy cobardes, pero no por eso menos peligrosos. Todos y cada uno de ellos eran asesinos consumados. La sangre ya había corrido por sus manos, disfrutaban cada gota que por su causa era derramada, y con él en ésta ocasión no iba a ser diferente. Podía ver la muerte tomar la forma de la navaja que "serpiente" llevaba en su mano derecha y que de repente se dirigía furiosa en dirección a su garganta.
Salto hacia un lado, librándose de una muerte segura, aunque no lo suficientemente rápido como para que el filo no rasgara su camisa. El fuerte golpe en su entrepierna hizo que se doblara de dolor. Uno de los agresores, aprovechando la situación, lo tomó fuertemente por los cabellos exponiendo su cuello listo para la siguiente cuchillada, pero una vez más erró.
Draco luchó, peleó, rodó de un lado a otro tratando de liberarse de quienes lo atacaban. En uno de esos movimientos, y en medio de la confusión "serpiente" cayó al suelo soltado la navaja que antes se encontraba fuertemente sujeta a su mano. Draco viendo en esto su oportunidad de vida, tomó el afilado objeto y lo clavó en el pecho de "serpiente", también logró herir a otro dos mas. Luchó como un loco animal lo que a él le pareció una eternidad. Quería vivir, quería salir de ahí.
Poco después los ruidos, y los golpes cesaron. Estaba completamente solo. Y en medio de la oscuridad solo el grito de "¡pelea!" retumbaba en la noche.
Envuelto en una cortina de sangre, lo último que pudo escuchar fue el tintinear de unas llaves.
La pelea había terminado. Él estaba vivo.
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La superficie bajo su cuerpo era dura y fría. Podía sentir un bulto frío y sin vida justo a él. Giró su rostro y vio la serpiente tatuada en el brazo del otro. Estaba muerto y pronto él iría por el mismo camino.
El ruido en el lugar se comenzó a intensificar. Podía ver, aunque de manera borrosa, el joven rostro del guardia que lo miraba desde arriba. Una toalla limpia se apretó sobre su garganta y hombro para cortar la hemorragia, pero sabía que era ya demasiado tarde, la camilla a su lado era seguramente para llevar su cuerpo a la morgue. La oscuridad cada vez se hacia mas fría y el halo de muerte se cernía sobre él con mas intensidad a cada minuto. Y entonces Draco se encontró rodeado de una niebla blanca y en medio de todo fue el rostro de ella el que vio. Sus terribles pero encantadores rasgos, la misma mirada encantadora que lo había atormentado desde que la conoció. Porque aun sin saberlo, ella había sido el fin de su vida, y el inicio de su peor pesadilla.
La miraba tal y como la recordaba. La blusa de seda blanca rodeando su cuerpo. Los hermosos rizos castaños peinados en un moño mientras dejaba mechones sueltos que le acariciaban las mejillas. Con esa expresión tan suya, inocente y vulnerable.
De un momento a otro el viento comenzó a soplar y la brisa del lugar le alborotaba el cabello deshaciendo su peinado y obligando a sus rizos a caer sobre los hombros como manto de lluvia. Sus dedos lentamente desabotonaban la blusa mientras permitía que esta se deslizara hasta la cintura. Su expresión era otra, dejó de ser inocente, ahora era tan tentadora, tan seductora.
Entonces ella se inclinó sobre él y le besó los labios de la forma más increíble que Draco jamás hubiese imaginado. Antes de ella él creía conocer todo, haber vivido todo lo que tenía que vivir. Pero entonces probó sus labios, recorrió su cuerpo, le hizo el amor.
Aquello no era un sueño. Era un recuerdo. Una memoria de un tiempo perdido.
La creyó un ángel y resultó el diablo que lo condeno al infierno.
No era la primera vez que lo traicionaban. Cuando tan solo era un niño su padre Lucius Malfoy lo hizo y siendo un hombre Astoria, la mujer que creía haber amado. Pero nunca, nadie como ella, como esa bruja con cara de ninfa. Por ella Pansy estaba muerta, y él en la cárcel.
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Sus signos vitales estaban decayendo. Se estaba muriendo. Y mientras vía su rostro entre la neblina se dio cuenta que no quiera hacerlo. Quería vivir. Verla, saber quien era ella, porque lo había traicionado como lo hizo y hacerle pagar.
Luchó con todas sus fuerzas, con la misma o mas intensidad con la que se enfrentó a serpiente, pero ¿Y si no lo lograba? ¿Realmente quería morir mirando el bello rostro de quien lo traiciono? No, no quería. Debía pensar en otra cosa. En su hogar en Wiltshire, Malfoy Hall y las hermosas colinas que la rodeaban. O tal vez recordar a su madre, o a su pequeña hermana Briana. Pero lo único que llegaba a su mente era amargura y soledad.
Se miró a si mismo de pequeño, corriendo a refugiarte de su padre tras un lienzo. Se escondía y protegía mientras miraba a su hermosa madre pintar tan contenta y encerrada en sí misma. En esos momento como hubiera deseado que su madre sintiera tan solo un poco de cariño hacia él, que demostrara pasión de madre tanto como lo hacia para con sus pinturas. Se moría de ganas de sentirse protegido entre sus brazos, que lo cuidara del tirano de su padre, aunque solo fuera una sola vez. Pero nunca pudo ser. Para esa mujer sus hijos eran las pinturas, y cuando dejaba de pintar salía de casa. Prefería estar con la gente culta y refinada que con sus propios hijos.
No pudo evitar recordar como se encogía al final de la cama en la espera de su madre. Pero ella un día murió y él se quedó junto a un padre que lo odiaba.
No, le resultaba más cómodo y fácil olvidar Wiltshire como lo había estado haciendo todo ese tiempo. Y otra vez la imagen de ella invadió sus recuerdos.
Parpadeando ligeramente, movió sus labios muy despacio, dejando salir de ellos el único nombre con el que la había conocido.
El guardia, al notar sus movimientos y creyendo que serían las ultimas palabras de un hombre moribundo, inclinó la cabeza y acercó su odio para escuchar mejor.
—Dulce castaña—, susurró
Después de eso Draco dejó de moverse y se hundió de lleno en el negro y delirante mundo de las pesadillas.
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N/a:
Aclaración: Esta historia es una adaptación de la novela llamada Wild Inocence de Ann Major...Pero con mi toque personal. Espero que les guste.
"REVIEWS"
Gracias por leerme.
Besos Gely :)
