Quise explicarle cómo era mi situación. Cada detalle, cada momento clave para que entienda el por qué las grietas en mí. Ella estaba esperando a que comenzase mi relato, expectante de cada movimiento nervioso que hacía. Suspiré y lo dejé ir sin tantos rodeos.

—Me sigue gustando—susurré ocultándome en mi pañuelo—Para serte franco me sigue gustando y no sé qué hacer.

—Mirá, chico—ella habló tan calmada aún con la mirada fija en mí—Sé por lo que estás pasando pero no te conviene. Él no es de esos tipos y tenés que entenderlo porque sino será una tortura de por vida. Además, Chris no es como vos creés y nunca se fijaría en un soldado a su mando, mucho menos si es un hombre—comentó con palabras que me destrozaban poco a poco pero que al final eran ciertas. La ilusión se me desplomaba, haciéndose pedazos como una jarra al caer.

—De acuerdo—asentí cabizbajo. Ella torció el gesto afligida por mí.

—Deberías olvidarlo—me dijo firme y tratando de convencerme. De nada serviría para hacer entrar en razón este estúpido joven. Sólo el tiempo dirá qué pasará conmigo.

—Recordame cómo olvidar—dije vacilando.

—¿Para qué quieres acordarte?—me dijo enarcando las cejas— Sólo olvidalo como si nunca lo hubieses conocido.

—Ese es el problema—murmuré alzando mi mirada hacia ella— No sé cómo olvidarlo...necesito recordar cómo se hace.

—Te entiendo...

Entrelacé mis manos apretando fuerte de ellas. No estaba en mis planes el enamorarme y mucho menos de Chris. Pero así pasó y ahora no puedo despegarme de ese sentimiento. Yo soy un hombre de guerra, el amor no está en mis planes y no tengo tiempo para ello. Debo concentrarme en mi objetivo: dejar de lado estas emociones.

Me levanté de la mesa y caminé a la puerta, tenía pensado irme a un lugar que nadie conozca así pensaría dos veces antes de acercarme a ese hombre sólo para enamorarme de su sonrisa.