7 Días de crucero
1 Antes de partir
Eli Pov
Suspiré con indecisión al contemplar la maleta. La habitación hecha un desastre y aire ya otoñal filtrándose. Las dudas me asaltaban una tras otra pero yonestaba en empeñada en no darles un mal sentido. La dichosa maleta no se cerraba pero esa no era la causa de mi indecisión… Umi y Kotori me habían conseguido convencer de que salir de mi absurda rutina y olvidarme del dichoso club nocturno en el que trabajaba iba a mejorar ese estado de ánimo gris y taciturno en el que me encontraba a diario. Mejor dicho, Kotori había conseguido convencernos a Umi y a mi; y mi indecisión se debía a que creía que en el fondo Kotori pretendía utilizar el crucero como excusa para poder abordar a la tímida de Umi de una vez por todas sin que mi inocente kohai tuviera escapatoria.
"Esto no puede salir bien…" me dije resignada intentando de un tirón la maleta.
Yo había aceptado la invitación del crucero pero sin contarles la absoluta verdad a la pareja, y es que me estaba estancando en mi burdo (pero cómodo) trabajo hasta que algo inesperado partió en dos todos mis esquemas…
Todo comenzó poco después de haber entrado a trabajar en un famoso club de Osaka. Mis turnos de trabajo nocturno me hacían la vida social imposible pero poco me importaba, porque mi única obsesión era la música. Mi éxito había alcanzado tal punto que podía cantar y bailar lo que quisiese sobre el escenario porque los organizadores y promotores del club ganaban más dinero las noches que trabajaba yo. Nunca quise compañía en el escenario, ningún bailarín podía seguirme y ningún cantante podía acompañar mi voz. No porque fueran mejores o peores en cuestión de técnica o talento sino porque nadie acababa de encajar conmigo, después de todo yo era y una ex bailarina de ballet y me encontraba en un punto intermedio entre la técnica profesional y el baile casual; al parecer tocar fondo en el mundo artístico había conformado mi estilo de baile propio. Umi, mi compañera de piso y fiel kohai desde la preparatoria, estaba a diario preocupada por mi:
"Eli, no me gusta mucho ese club" me decía al verme salir de casa cada noche "tú vales mucho más, la música, el ballet…"
"El ballet no pagará el alquiler por sí solo" solía responderle yo sin enfado ni emoción alguna. Había dado por perdida mi pasión y me dediqué al escenario del espectáculo por comodidad, supongo.
Todas las noches preparaba un par de vestidos, me maquillaba, me arreglaba el pelo y fingía una sonrisa seductora ante el espejo de la habitación que hacía las veces de vestidor en el club. Los ojos azules que me observaban en el reflejo me miraban con reprobación pero yo era una experta en desobedecerme a mi misma. Mi vestido favorito era el azul de tirantes, era un azul oscuro y profundo que resaltaba el dorado de mis mechones sueltos, y el escote no era demasiado pronunciado por lo que dejaba los mejores detalles a la imaginación y en realidad no mostraba nada. Quizá esa era la parte que le desagradaba a Umi: las miradas indecentes que podía atraer desde el escenario. Pero yo siempre le decía que no podía protegerme de todo siempre y me reía, después de todo las miradas indecentes podría atraerlas sin querer en cualquier trabajo, no solo sobre un escenario. Las canciones las decidía en el mismo momento en el que me acercaba al micrófono, de vez en cuando añadía alguna al repertorio pero la banda ya las conocía casi todas así que con unas pocas indicaciones susurradas ya sabían lo que pretendía cantar aquella noche. Era un trabajo, sin más.
El caso es que una de tantas noches al acabar el espectáculo y llegar a casa sonó el teléfono. Era de madrugada y recuerdo como tuve que descalzarme los tacones para correr esperando descolgar el teléfono del pasillo antes de que Umi se despertara, pero el caso es que Umi no se despertó porque no estaba en casa:
"Hola, Kotori. Umi no parece estar en… " creí que se trataba de la insaciable novia de mi amiga pero me equivoqué.
"Oide, oide, yuuwaku no dance again...oide yo oide, Kaguya no shiro e…"
Me quedé sin habla. La historia de la princesa Kaguya. Una voz femenina que cantaba y la oscuridad clara de la madrugada envolviendolo todo… el cuento de la princesa Kaguya era una gran leyenda para muchos y un tierno cuento para otros. Yo fui toda la vida una romántica empedernida así que la canción enseguida llamó mi atención pero la voz... el recuerdo de aquella voz que cantó para mí en la madrugada me acompañó hasta la cama y me arrancaba suspiros a la mañana siguiente. Absorta en su canto incluso me faltó la respiración y no pude decir nada hasta que acabó la canción. Hubo unos segundos de espera en los que pude adivinar una sonrisa de mi misteriosa interlocutora pero pasados esos instantes se cortó la llamada y no pude hacer nada más que mirar con asombro el auricular que tenía en la mano.
Al día siguiente al despertar temo que la llamada hubiera sido solo un sueño, un dulce sueño que prometía la esperanza de algo de magia en el mundo; y mi temor no era otro que el de descubrir que la magia no existía y que debía por tanto resignarme a mi vida gris. Pero la llamada se repitió y me cantó la misma canción con dulzura y suavidad. En su voz podía leerse cariño y podía oírse también algo que nunca podía descifrar. Era tierna y me cantaba cada noche desde entonces y cada noche ese algo que no podía adivinar era distinto, a veces pícaro y a veces triste, a veces alegre y otras misterioso,sin más. Todas esas cosas que me transmitía por teléfono iban disfrazadas de invitación: oide, oide, Kaguya no shiro e, es decir "ven, ven a bailar al Castillo de la Princesa Kaguya" y cuando me di cuenta de lo que estaba pidiendo le respondí; un día esperé la llamada y, por supuesto, le permití su actuación privada de cada noche para mí antes de decirle:
"El patio del Castillo de la Princesa Kaguya sería un gran escenario para un primer encuentro."
Estaba muy nerviosa y noté que no se esperaba que le hablase. Después de todo yo nunca era capaz de decir nada, simplemente descolgaba el teléfono y ambas sabíamos que yo deseaba oír su voz y ella cantar para mí. Sentía por dentro que ninguna noche hicieron falta palabras.
"… Voy a acudir a las laderas del monte Fuji donde construyeron el castillo en honor a la leyenda. Estaré allí en una semana ¿Vendrás y cantarás en persona para mi?"
Debió cogerle por sorpresa más de lo que yo imaginaba porque no me respondía y el miedo a haberlo estropeado todo atenazó mi garganta y mi estómago pero conseguí articular algunas palabras más:
"Oide, oide, yuuwaku no dance again…"
"Iré a bailar contigo al castillo." Respondió.
Y colgó. No podía saberlo de ninguna forma pero habría jurado que ninguna de las dos quería soltar el teléfono. El amanecer me sorprendió asomándose por la ventana de cocina y llegando al pasillo, y yo seguía agarrada al auricular con la sensación de estar cogiendo su mano, la tímida luz de sol me despertó de ese ensueño en el que ella y yo por fin nos cogíamos la mano. Kotori y Umi me acaban de ofrecer la oportunidad de viajar con ellas y yo acepté pero no les dije por qué, puede que fuera egoísta pero quería guardarme este secreto un poco más de tiempo para mi sola.
Así que con la maleta hecha un desastre a última hora lo saque todo y metí en una bolsa de deporte todo lo que creí imprescindible para sobrevivir una semana, hecho lo cual cerré con decisión la cremallera de la bolsa, me la colgué del hombro y salí de mi habitación en busca de Kotori y Umi. Eche un último vistazo al teléfono desde el que esa maravillosa voz me cantaba por teléfono y baje a la calle corriendo escaleras abajo para dejarlo todo atrás y encontrarme con la pareja que me esperaba junto a un taxi.
Y ahí comenzó la aventura.
