Disclaimer: Shingeki no kyojin y sus personajes le pertenecen a Hajime Isayama. No lucro con este fic.
Beta: Faby Kaban y Federico.
Muchas gracias a ambos por ayudarme tanto con este fic. Me encantó haber trabajado con Faby Kaban, es realmente genial. A Fede siempre lo vuelvo loco con mis fics y siempre me ayuda, por eso quiero darle crédito esta vez.
Advertencias: AU (Universo alternativo). Mikasa en Ooc (fuera de personaje). Lenguaje de adultos. Referencia a temas sexuales.
Notas: No saben lo mucho que me costó este fic por la forma en la que lo planteé. Tuve largas discusiones y desacuerdos con Fede e incluso con mis hermanas. Les costó mucho asimilar la trama xD. No sé si me quedó bien, espero que les guste.
Dedicatoria: Quiero agradecer a no olvides tu sonrisa, GishelSasuhina, RipperRose y 241L0RM3RCUR1 por haberme dado ánimos con esta pareja. Gracias a ustedes surgió este fic.
En plan de conquistarte
Capítulo 1: Final prematuro.
—¿Qué estás esperando? —me preguntó ella con ansiedad.
—¿Acaso esto no te gusta? —Fue lo que le respondí sin mirarla a los ojos.
—Sí, pero ya me estoy cansando. —Noté que había algo de reproche en su tono de voz. Quise ignorarlo y prolongar la situación lo más que pude.
—No seas ansiosa. Disfrútalo.
—Ya lo hice, ahora quiero disfrutar "otra cosa".
—Solo… aguarda. Me gusta estar así contigo, de esta forma.
—Déjate de bromas y hazlo de una vez.
—Solo un poco más.
—Oye, si me haces esperar demasiado te golpearé. —Temí por dentro al saber que lo que decía era verdad pero en ese momento no me importó nada, no podía detenerme.
Solo quería acariciarla más tiempo, abrazarla, estrujarla con mis brazos, tomarme el tiempo de recorrer esa piel perfectamente suave y tersa, embriagarme de su aroma; sentirla.
—Me estoy impacientando. Hazlo ya. —Su insistencia comenzó a hacer eco en mi mente. Sabía lo que ella quería, yo también de hecho, pero no era lo único que me interesaba. Yo solo quería estar a su lado, rozar ese cuerpo que tanto me gusta, besarlo, morderlo, acariciarlo.
Me acerqué a su mejilla y, al confirmar una vez más el rechazo de sus labios, acomodé mi rostro en su cuello, anidándome allí. Rocé mi boca con su piel y luego dejé que una de mis manos se paseara por su muslo derecho que se enredaba en mi cintura; era perfecto.
—Armin, ¿quieres moverte de una jodida vez?
—¿Por qué? ¿No puedo pretender algo más? ¿Acaso esto solo tiene que ser sexo y nada más? —Y ahí reparé en el error que había cometido. Casi al instante de haber dicho eso, me retracté de mis propias palabras. Sabía que debía hacerlo por la mirada acusadora que me había dedicado—. No, no. No quise decir eso. Es decir, me encanta estar contigo. Yo… —Al ver su expresión seria y recriminatoria, supe lo que tenía que hacer. Para eso venía cada tres o cuatro tardes, solo para eso nos reuníamos.
Sin más palabras de por medio, le di lo que quería, temeroso de obtener una represalia después. Fui agresivo y salvaje, estaba realmente asustado. Ella no dijo nada y tampoco opuso resistencia, pareció quedar complacida mientras duró pero no fue así luego de que todo terminó.
—No quiero que nos veamos más. —De repente, de una manera fría y sin piedad, me escupió esas palabras amargas que jamás hubiese querido que las pronunciara.
—¿Qué? No, no. E-espera, Annie. Yo… si es por lo de hoy, mejoraré, l-lo prometo. —Lo había arruinado, en verdad lo había hecho.
—No, es mejor que ya no nos veamos.
—P-pero Annie, por favor, yo…
—Escúchate a ti mismo. Dijiste "me encanta estar contigo". La frase correcta hubiese sido "me encanta follar contigo". ¿Lo entiendes? Ya no me sirves. —No había enojo en sus palabras. Estaba tranquila, serena y hablaba de esa forma lenta y pausada como siempre hacía cuando decía algo en serio.
—No, no. Annie, por favor. Yo… no volveré a decirlo, no volverá a suceder, lo juro.
—No, basta. Esto se terminó aquí. No quiero verte de nuevo.
—Pe-pero… —No hubo tiempo de nada más. Se vistió rápidamente y salió por la puerta sin mirar atrás, sin importarle dejar a un idiota herido y destrozado.
Esta es la manera en la que he estropeado la perfecta relación de solo intimidad que tenía con la muchacha rubia de mi salón. Desde el comienzo acordamos que esto sería solo así: sexo y nada más.
(…)
—No quiero nada de mimos o palabras dulces. Tampoco citas o cosas como esas. Yo solo quiero follar, ¿lo entiendes? No me interesa nada más. Si te gusta, bien, te aseguro que no la pasarás mal conmigo. Y si no te gusta, entonces vete al demonio. Y si encuentro una pizca de afecto, adiós. Al diablo contigo.
Así de terminante fue en nuestro acuerdo para encontrarnos cada vez que ella me llamara. Echándole una mirada general, parecía el muñequito sexual de ella. Y aunque lo sabía, no me molestaba en absoluto. Solo me utilizaba para pasar un buen rato, igual que yo a ella. Pero como nada en la vida es perfecto y duradero, aparecieron en mí esos bichitos molestos en el estómago cada vez que la veía. Poco a poco, sin darme cuenta, me fui enamorando de esa chica imperiosa, ruda y fría. Adoro la escasa sonrisa que ponía cuando le hablaba de cosas sucias al oído en clases, el color cielo de sus ojos, sus labios rosados que nunca quisieron besarme, la manera imponente en la que camina, la forma en que me sujetaba el cabello para lamerme la oreja, todo, absolutamente todo de ella me encanta. Pero por desgracia no es lo que busca en una relación. Ella solo quiere intimar, nada más.
(…)
—¿Qué voy a hacer Mikasa? Lo he arruinado, ¡lo he arruinado!
—¿Y por qué no te quedaste callado y simplemente le dabas duro hasta el cansancio?
—¿Por qué siempre eres tan vulgar y directa?
—Soy sincera. ¿Prefieras que te mienta? ¿Que te diga: "Oh Armin, no te preocupes, seguro que ella te volverá a llamar"? No, nada de eso. Estás jodido, amigo. No la volverás a ver.
Duras palabras de una desalmada mujer que conozco desde el jardín de infantes. No pude evitar soltar algunos lagrimales al escucharla. Supongo que al ver mi cara de perrito mojado, quiso agregar algo más pero se arrepintió en el último segundo. Mi mejor amiga nunca había sido buena para dar consejos cálidos y delicados. Siempre decía las cosas a su manera burda y ordinaria. No la culpo, a ella le gusta ser así y a mí me causa gracia las palabrotas que puede llegar a soltar en situaciones totalmente desubicadas.
—¿Qué puedo hacer, Mikasa? Ahora… ahora ya no puedo estar sin ella. La necesito —dije mientras me acostaba en la cama de mi amiga con los brazos extendidos. Ella seguía sentada en su sillón negro, del tipo ejecutivo, con las manos entrelazadas y oliendo su bufanda roja.
—Ya, ya, tranquilo. Primero cálmate. No llegarás a ningún lado si caes en la desesperación.
—¿Y qué sugieres que haga? ¿Que me quede aquí simplemente sin hacer nada? Ella me dejó, ¿lo entiendes?
—Sí, sí. Para un poco. Déjame pensar en algo. Mientras tanto, ve a tu casa, toma una ducha fría y luego acuéstate. Duerme un poco. Ya pensaremos en algo.
—Pero…
—Ya, haz lo que te digo.
No tenía sentido contradecirla. Solo tenía dos opciones: aceptar lo que me decía o aceptar lo que me decía. No había otro camino.
Al día siguiente, al ver a Annie en el salón, me lamenté nuevamente de haber sido tan tonto al decir aquellas cosas. Yo sabía bien cómo era la relación entre nosotros y aún así, lo arruiné todo.
—Mírala, Mikasa, tranquila, sin preocupaciones. Ni siquiera le molesta que hayamos roto.
—Más bien, que te haya dejado. ¿Lo recuerdas, que ella te dejó a ti?
—¿Quieres hacerme el favor de no mencionármelo? Lo sé perfectamente pero… pero… ella es tan hermosa.
—Deja de babearte y entremos al salón. ¿O es que acaso quieres quedarte aquí, en el patio, mirando por dónde vino esa perra?
—¡Oye! No le digas así.
—Cierra el pico, Armin y entremos de una vez.
Prácticamente me llevó arrastrando del brazo hasta la clase. Cuando nos sentamos no pude resistir la tentación de voltear hacia donde estaba ella y mi amiga me dio un golpe en la cabeza.
—Auch. Sé más cuidadosa, ¿sí?
—Pues no, la verdad no. Eres un idiota y como tal, te mereces que te abofetee.
—Ah, gracias por el gran apoyo que me da mi amiga de toda la vida. Es muy alentador. Por cierto… ¿pensaste en algo? Lo hiciste, ¿cierto?
—Ahora no. Luego.
—¿Cuándo?
—Después.
—¿Y cuándo es después?
—Cuando terminen las clases y vayamos a mi casa, ¿de acuerdo? Deja de inundarme con tus preguntas ansiosas.
—No seas mala, dímelo ahora.
Se tomó todo el tiempo que quiso para voltear completamente hacia mí, se acercó, me miró fijo a los ojos y luego respondió:
—No. Aguanta. —Juraría que lo hacía a propósito. Me quejé en silencio y luego volteé hacia mi pupitre.
Esperar a que terminara la jornada escolar fue todo un castigo. Me pasé todo el día mirando a Annie e imaginando que ya nunca podría volver a sentir su dulce aroma a lavanda.
(…)
Cuando al fin el reloj marcó el cierre de la clase del estricto profesor Rivaille, tomé a Mikasa de la muñeca y la llevé fuera del colegio para que pudiéramos hablar a solas.
—Aún no, hay mucha gente alrededor. Esperemos a llegar a mi casa —me dijo ella, sospechando lo que yo pretendía.
Me quejé en silencio nuevamente.
—¿Y? —le pregunté al llegar al fin.
—¿Tan desesperado estás?
—Sí, así que habla de una vez.
—Bueno, bueno. Estaba pensando en un plan.
—¿Un qué? —cuestioné mientras me sentaba en el borde de la cama y ella en su sillón.
—Un plan para conquistar a tu Julieta. Debe haber una forma para que caiga rendida a tus pies. ¿Cómo podría resistirse a un apuesto rubio de ojos celestes, ¿eh? Es lo que toda chica quisiera.
—Pero ella no es igual a todas las demás.
—No me vengas con eso de que es especial, que no hay nadie como ella y todas esas ñoñerías. A lo que voy es que en el fondo, todas tienen un ideal de hombre al que quieren. Nuestro trabajo será descubrir qué tipo de sujeto es el que le gusta a ella.
—¿De veras me ayudarás? Haré todo lo humanamente posible para conquistarla, iré hasta el fin del mundo por ella.
—Ah, ya cállate. No quiero escuchar tus comentarios pasados en azúcar. Cielos, en verdad estás loco por esa chica.
—Claro que sí. Estoy metido hasta los huesos con ella. La amo.
—Sí, sí. Guárdate esas cosas para cuando la tengas comiendo de tu mano, por ahora concentrémonos en cómo vamos a lograrlo.
—Tiene que ser algo que le guste a las chicas.
—Ajá. ¿Y qué podría ser ese "algo"?
—No lo sé, tú eres mujer. ¿Qué les gusta a ustedes?
—Follar, igual que a los hombres.
—¡Mikasa! Yo me refiero a… otra cosa. Un presente. ¡Ah, ya sé! Flores, ¿qué tal si le llevo flores?
—Pagaría por ver cómo te rechaza pero… inténtalo de todos modos. —Como siempre, no pierde oportunidad para burlarse de mí, le encanta.
—¿Qué actitud es esa? Se supone que tienes que apoyarme no reírte de mí.
—Ajá, sí. Lo que digas.
Y así, con mi mejor amiga, pensamos en una serie de actos mediocres con el fin de lograr el aprecio de mi linda Annie.
(…)
En el primer round quise sorprenderla cuando salía del colegio, cuidando que no estuviera acompañada de ninguna persona. Sé lo mucho que odiaría que alguien presenciase tal escena.
En cuanto la vi llegar, me acerqué despacio por detrás y le mostré el ramo de rosas blancas que llevaba oculto a mis espaldas.
—¿Qué es esto? —me preguntó mirando el ramo con asco.
—E-es u-un presente. Para ti. —Pésimamente mal. Absurdamente mal.
—No las quiero —dijo dando la vuelta. No supe qué decir en ese entonces. Miré las flores, la miré partir a ella y luego volví a las flores. Fui un estúpido—. Ah, y por favor, no tartamudees delante de mí. Pareces un idiota. No hagas que me arrepienta de haber estado contigo. —Suspiré abatido ante mi pequeña derrota.
(…)
—¿Y? ¿Cómo te fue? —me preguntó mi amiga cuando llegué a su casa con los ánimos por el piso.
—Un asco —le contesté—. Me fue muy mal. Ni siquiera miró las flores.
—¿Y qué cara puso? Cuéntame. La próxima vez, grábala.
—No es gracioso, Mikasa. No le gustó. —Me senté en el suelo poniendo las manos en la frente mientras apoyaba los codos en mis rodillas—. ¿Y ahora?
—Prueba otra cosa.
—¿Cómo qué?
—No sé, dulces, tal vez.
—Buena idea, excelente.
(…)
Segundo round. Como las flores no funcionaron, decidí llevarle chocolates. Aunque ella distaba mucho de los gustos promedios de las mujeres, al menos eso debía gustarle.
Nuevamente esperé a que se encontrara sola después de su práctica de vóley en una de las canchas del colegio. Cuando cruzaba una vereda fui tras ella y le mostré la cajita morada que traía en las manos.
—Hola, Annie. Em… yo… Te traje chocolates. No sabía cuáles te gustaban más así que aquí tienes de distintos sabores…
—No los quiero. —No me dejó terminar de hablar cuando la vi pasar a mi lado sin siquiera mirarme.
Me volteé a verla partir, se veía hermosa con su falda azul marino con una calza negra debajo y luciendo su playera blanca ajustada, la cual dejaba notar su sostén azul con finas rayas blancas. Las conocía bastante bien, sabía que eran sus favoritas puesto que cuando se las sacaba ella me ordenaba que tuviera más cuidado y no las rompiera, como sí hice una vez con unos rojos. Solo me quedé admirándola, olvidando por un momento que me había rechazado nuevamente.
(…)
—¿Y?
—Nada. Fue igual que la vez anterior.
—A ver, cuéntame lo que le dijiste con exactitud.
—Pues… que le traía chocolates, que le llevé de muchos sabores porque no sabía cuáles le gustaban más y…
—Ya, no hables más. Ya sé en qué fallaste esta vez.
—¿Ah, sí? ¿En qué cosa?
—Sé firme, amigo. Si desde un principio vas con esa actitud de inseguro, es más que obvio que te pateará. Debes imponerte, mostrar firmeza. Nada de "¿te gustaría salir conmigo el viernes?". No. Debes decirlo simplemente, ordenárselo: "Annie, ven conmigo el viernes". ¿Entiendes?
—Sí, creo que sí.
—Así que, como ya he anticipado que no te iría bien, pensé que a la próxima podrías invitarla a salir.
—¿Tú crees que funcionará?
—Mejor que tus pobres intentos, seguro. Pero recuerda lo que te dije.
—De acuerdo. Lo haré.
(…)
Tercer round. Esperé a que pasaran tres días esta vez, de lo contrario parecería un pesado.
Como siempre, la esperé unos minutos en una esquina hasta que estuviera sola. En cuanto me vio parado contra la pared, automáticamente se dio la vuelta.
—¡Annie! ¡Por favor, espera!
"No tartamudees. Demuestra seguridad, a nadie le gusta los chicos inseguros" pensé mientras corría para detenerla.
Aproveché los pocos segundos que me concedió por haberse detenido y me lancé con la sugerencia de Mikasa.
—Ven conmigo al cine.
—¿Qué?
—Lo que oíste. Vamos a ver una película. —Sin pensarlo, la tomé de la mano y comencé a caminar. Ella me siguió unos cuantos pasos y luego se detuvo.
Realmente el consejo que me dio mi amiga pareció funcionar en un principio porque se quedó en silencio por un largo rato.
—No —respondió luego de unos instantes. Tomé valor nuevamente e insistí.
—Solo una vez. Iremos a comer, a pasear, a donde te plazca. Saldremos el viernes. —Me temblaban las manos. No sabía si me daría un golpe, una bofetada o simplemente me gritaría por el descaro de hablarle así.
—No, nada. No quiero volverte a ver, ¿no lo entiendes? —Me miró fijo a los ojos con el ceño fruncido mientras me mostraba el puño de su mano derecha. Esa última señal que me decía que iba en serio, que no lo tomara a la ligera y que si no declinaba, me iría realmente mal.
Para mi desgracia, como actividad extracurricular ella practica Kick boxing. Así que si quería, podía partirme la cara con una sola patada. Maldita sea mi suerte.
Me alejé solo un poco tras verla partir mientras pisoteaba lo que quedaba de mi integridad.
(…)
—¿Por qué Mikasa? ¿Por qué tuve que enamorarme de ella? —Le pregunté a mi mejor amiga cuando llegué a su casa. Ella seguía en su sillón limándose las uñas, dándome la impresión de que no escuchaba ni una sola palabra de mis lamentos.
—Quizás porque tienes la apariencia de una niña. Córtate el cabello, ya te lo he dicho miles de veces.
—No es ese el problema, sino jamás se habría acercado a mí.
—Para follar no hace falta la vestimenta o el peinado. Solo un buen pedazo de carne y nada más.
—Pero algo le habré gustado, por eso me llamó.
—Quizás intuyó que debajo de esos pantalones desgastados había algo interesante.
—Pero, además de eso, la apariencia cuenta. El buen porte, la postura, el trato.
—No, solo la apariencia de tu cremallera. Si le da la luz de esta manera…
—¡Ya Mikasa!, estoy hablando en serio.
—Y yo también. La tipa solo quiere acción. No le interesa otra cosa. Tu pene es lo único que le importa.
—Pero debe haber algo más, alguna forma de impresionarla.
—Ya te he dicho, córtate el cabello. No es ninguna broma. Según lo que veo, no creo que le gusten los chicos delicados y tímidos sino los tipos rudos y con presencia. Demuéstrale que eres un hombre, Armin. Que tienes los pantalones bien puestos y las pelotas bien grandes.
—Olvida lo del final, ¿quieres?
—¿Te lo vuelvo a decir? A ella solo le interesa…
—No, no. Ya entendí. —La detuve a tiempo antes de que soltara otra vulgaridad.
—Bien, entonces, como ya te conoce al desnudo ahora solo queda demostrarle lo estúpidamente fiero que puedes ser en actitud. Y empezarás por cortarte ese maldito cabello.
—Y dale con eso.
—Pero es verdad. Ese maldito peinado no te llevará a ningún lado.
—Vale, vale. Me convenciste. Mañana iré a cortármelo, ¿ok?
—¡Sí! —exclamó ella a modo de triunfo. Desde la primaria había querido organizarme un encuentro con la tijera pero nunca lo había logrado.
(…)
Efectivamente, después de ese día, fui a la peluquería acompañado de mi mejor amiga. Insistió en que ella debía acompañarme y elegir el corte más varonil que le agradaría más a mi bella Annie.
Eligió algo parecido al peinado del director Smith. Bien cortito y llevado todo hacia atrás. Recuerdo que estalló en risas en cuanto el peluquero terminó de hacer su trabajo.
—Pareces… pareces un político —carcajeaba ella desde su asiento de espera—. No, no. Mejor aún, pareces el hijo no reconocido de Erwin.
—Ya cállate, esta fue tu idea. Además… no me veo tan mal —dije mirándome al espejo—. Hasta parezco más grande, con más presencia, más… más…
—Más hombre, Armin. Ahora pareces uno de verdad.
—Cierra la boca, bruja. —Ella solo se reía mientras yo empezaba a encariñarme con este nuevo look.
Al día siguiente, cuando llegué a clases, todos se sorprendieron con mi nueva apariencia. Me alababan cuando pasaba por el pasillo, desfilaba para los curiosos. A todos les impactó menos a ella, la que de verdad quería impresionar.
—No cometas la estupidez de preguntarle si le gusta. Pensará que lo has hecho por ella —me comentó mi amiga en el oído, antes de entrar al aula.
—Pero si ese es el caso.
—No, tonto. No debe saberlo, pensará que estás desesperado.
—¡Pero si ese es el caso! —Mi amiga se golpeó la frente con la mano—. Cállate y siéntate. No digas nada.
Así fue, no dije ni una sola palabra. Solo le hablé tres veces y fueron para saludarla, pedirle un borrador y para rogarle que nos viéramos otra vez... Bueno, lo último fue realmente estúpido, retrocedí los pocos centímetros que podría haber avanzado con mi cambio de imagen. Idiota.
(…)
Pasaron tres días y mi angelical lucero seguía sin prestarme atención.
—¡Aaaaaa! Nada funciona, ¡dijiste que si me veía más varonil ella accedería! —exclamé nervioso mientras me paseaba una y otra vez por su habitación.
—La apariencia no lo es todo, también debes actuar como un hombre.
—¿Qué quieres decir? Soy un chico, por si no lo sabes. Te lo demostraré si quieres. —Amenacé con quitarme el cinturón y ella bromeó de la peor manera.
—Uh, adelante. Quiero saberlo. —Me detuve indignado. Siempre busca la manera de ganar una discusión—. ¿Qué, no vas a hacerlo?
—No, claro que no.
—Oh vamos. Quiero ver la razón por la cual te ha mantenido cerca estos últimos meses. Porque si no te dejó y se fue con otro es porque había una razón bastante importante.
—Solo le daba lo que ella quería, eso es todo.
—¿Nada más? Bah, y yo que pensé que sí había una razón importante. Qué lástima. —La miré casi enojado, dándole el gusto de verme así. Sé bien que lo dice solo para lograr esa expresión que siempre le dedico cuando dice algo desubicado, pero no puedo evitarlo.
Me senté en la cama, apoyándome en la pared y mirando hacia la ventana.
—Ya sé, ¿y si le das celos?
—¿Tú crees que funcione? —Me incorporé emocionado.
—Sí, ¿por qué no? Las mujeres somos muy posesivas a veces. Tú eras su pequeño juguete, no le gustará que otra lo tenga.
—Mmmm… tiene sentido lo que dices. Bien, ¿y a quién se lo pediré?
—¿Pues a quién más tienes aquí? A mí, por supuesto.
—Pero ella sabe que somos amigos.
—La sacaremos de esa certeza. Me besarás en su cara para que lo sepa.
—¿Que t-te bese? —le pregunté descolocado y muy alarmado.
—Sí —contestó muy segura.
—P-p-pero… tú eres mi mejor amiga, no podemos.
—Es solo una actuación, Armin. Es por ella, recuérdalo.
Lo medité un rato. Jamás pensé en tener que besar a mi mejor amiga para atraer la atención de alguien. Ni siquiera había pensando en ella como una chica. Siempre fue eso: mi mejor amiga desde pequeños, nunca me permití sentir nada más. Y ahora me estaba diciendo que tenía que besarla, ¡y enfrente de Annie!
—Vamos, no será tan malo, joder. Si solo tienes que apoyar los labios en los míos. No es la gran cosa.
Suspiré acorralado.
—Está bien, lo haré. ¿Cuándo crees que será conveniente?
—Pasado mañana. Ella tiene práctica de vóley, ¿cierto? —asentí con la cabeza, mientras me sentaba en la orilla de la cama para escucharla mejor—. Seguramente pasará por la plaza María, allí estaremos nosotros, muy melosos y a los abrazos. Y cuando ella pase por ahí, ¡tas! Me comes la boca de un tajo.
Ella siempre tan "delicada" al hablar.
—De acuerdo. Pero si no funciona, te las haré pagar.
—Tranquilo, chiquito, esto funcionará. Créeme.
Algo dentro de mí me decía que era una completa estupidez, que no le importaría lo más mínimo y que era mejor no hacerlo. Pero su teoría de los celos tenía mucha firmeza y peso. Hay que admitir que las mujeres muchas veces sienten celos de una etiqueta que no les pertenece.
(…)
—Bien, aquí estamos. ¿A qué hora sale ella? —me preguntó mi amiga, mirando su reloj cuando llegó el día de nuestra flamante actuación.
—A las seis. No tardará en pasar por aquí —le contesté mirando hacia una vereda que estaba atrás mío, atento a su llegada.
—Bien, entonces abrázame. Yo miraré cuando ella venga y a mi señal, nos besaremos. —Obedecí un poco desconfiado.
Comenzaba a arrepentirme de haberme dejado convencer. Pareció una buena idea al principio pero cuando estuve allí, enfrente de Mikasa, me arrepentí profundamente.
—Ahí viene ella. Está con unas amigas —advirtió de pronto. Entonces, con mucha naturalidad, la tomé entre mis brazos y puse una mano en su mejilla. Visualicé esos labios tan ajenos que nunca me atreví a ver de esa manera y luego… y luego ella me besó con impaciencia.
Fue lo más extraño que pude haber vivido en toda mi vida. Bueno, no tanto como… otra cosa. Se podría decir que fue la segunda cosa más extraña que viví con ella.
Cerré los ojos, agitado y nervioso. Me dejé llevar por ella, quien parecía querer comerme en ese preciso instante.
Luego de un minuto de tortuosa actividad, me soltó de imprevisto y sin sutileza.
—Ya se fue.
—¿Y? ¿Nos miró, dijo algo, qué cara puso?
—Nada por ahora. Estoy segura de que nos vio pero no nos dirigió una mirada fija. Nos habrá mirado de reojo. En cuanto a comentarios… ¡joder, que estamos bien lejos, no soy un perro! No podría escuchar algún comentario aunque quisiera.
—Lo siento, quizás… no sé, las amigas gritaron algo. Ya sabes cómo son las chicas cuando están juntas.
—Muy escandalosas, claro. Pero esta vez no dijeron nada.
—Rayos.
—Descuida, puede que no haya dicho nada pero de seguro sintió algo. No es alguien que demuestre sus emociones, deberías saberlo.
—¿Cómo? Si lo único que hacía conmigo era pasarla bien.
—¿Así lo llamas tú, "pasarla bien"?
—No me interesa utilizar tus burdos lenguajes y términos. Yo sí soy educado.
—Pufff, déjate de bromas, Armin. ¿A quién quieres engañar? Le metiste el pene hasta lo más profundo de su… —Me apresuré a taparle la boca antes de que continuara.
—Sí, sí. Lo hice con ella, es verdad. Pero eso no me convierte en un ordinario chico sucio. Yo… en verdad quería eso, y luego terminé mal. ¿Por qué es tan difícil conquistar a una chica?
—Ya, ya —me dijo palmeándome la espalda—. Por el momento debemos esperar a ver qué reacción tuvo nuestra actuación. Propongo que nos sentemos juntos en clases.
—Siempre lo hacemos.
—Pero más juntos. Tú sabes, yo te tomo de la mano, te acaricio el cabello. Cosas así.
—De acuerdo pero no me pidas que te vuelva a besar. Fue… extraño.
—Sí, lo sé. Para mí también.
(…)
Los próximos cinco días pasaron así, tal cual como lo había sugerido Mikasa: nos abrazábamos en clases y delante de la gente, nos tomábamos de las manos, chocábamos nuestras narices, todo tipo de ridiculeces típicas de las parejas. Sin embargo nada parecía surtir efecto, cada vez ella estaba más lejos de mi alcance. Ya ni siquiera me saludaba.
—¡Annie!, ¿cómo estás? —Fingí sorpresa al "encontrármela" en el pasillo durante el receso. Ella me miró y alzó un poco la cabeza, en señal de saludo—. Y… ¿Cómo has estado?
—Bien. —Simple, sin rodeos. No necesitaba decir nada más. En tanto a mí, me cerraba cualquier brecha para poder entablar una conversación. En verdad es perversa.
—¿Te gusta mi nuevo corte?
—Sí, te ves bien. —Al menos un alago, eso es bueno.
—Me lo corté así para Mikasa, ella me lo pidió. —Una apuesta en escena. A ver cómo reaccionaba ante esto.
—Pues te sienta bien.
—¿Sabes? Estoy con ella ahora.
—Ah, qué bien.
—¿Y tú… estás… con alguien? —me arriesgué a preguntar. En verdad no quería hacerlo por temor a la respuesta.
—Sí, más o menos. —Lo que me temía. Se me cortó la respiración al escucharla.
—¿Qui-quién es él? ¿Con quién estás? ¿E-es del salón? —Me olvidé de todo, todo lo que había conseguido hasta el momento y dejé que mis emociones actuaran por sí solas.
—No es del colegio.
—¿Y… tú… con él…?
—Sí. Solo para eso salgo con chicos. —Y me dejó así, helado hasta las orejas, perplejo de lo que había oído.
Ella se fue sin decir más, dejándome con el corazón en la boca.
(…)
—¡Mi-Mikasa!… hablé con ella, me dijo que está saliendo con otro sujeto. ¡Me dijo que lo hace con otro tipo! ¿Qué voy a hacer? —le consulté desesperado a mi mejor amiga cuando nos encontramos a solas en un pasillo.
—¿Qué? ¿Hablaste con ella?
—S-sí, en el receso, la saludé.
—Ay, Armin, no eres más idiota por falta de neuronas. Solo quédate callado, ¿es mucho pedir?
—Le quise decir que me había cortado el cabello para ti, que tú y yo estábamos juntos y…
—Y no te aguantaste las ganas de preguntarle por su estado actual, ¿no? Eres un idiota.
—¡Lo sé! Y ahora la he perdido, ya no importa nada, ¡nada!
—Ya, ya. No es tan grave. Apenas empieza con el sujeto, si es que de verdad hay un "alguien".
—¿Y por qué mentiría?
—Para contraatacar. ¿Para qué más?
—No lo sé. Creo que de verdad está con alguien. Voy a matarlo si se acerca a ella, le daré la paliza de su vida.
—¿Discúlpame? ¿A quién vas a moler a golpes? Eres muy pequeño y debilucho, cualquiera te podría dar una buena tunda. ¿Y si resulta más grande que tú, más fornido y alto? No, no. Es una pésima idea. Es mejor seguir con el plan.
—¿Cuál plan, Mikasa?, ni siquiera voltea a verme. —Casi lagrimeo en esas últimas palabras pensando que en verdad debía alejarme definitivamente de ella. La sensación de tener que olvidarla me golpeaba el pecho.
—No llores, tonto. Sé hombre. Mira, lo que haremos ahora será usar el arma más poderosa que puede haber: la indiferencia.
—¿La qué? Eso no funcionará, al contrario, ella me está ignorando a mí.
—Claro, y tú caes como todo un insecto atrapado en una telaraña. Sigamos su juego.
—A ver, ¿qué propones?
—Es simple: completa indiferencia. Olvida que existe. No le hables, no la saludes, no la busques, ni la mires. Has como si no existiera.
—Pe-pero…
—Nada de peros. Tendrás que seguirlo al pie de la letra. En eso fallas cada vez porque te le acercas y la cagas todo. Ni una palabra a ella, ni la nombres. Si esto no resulta entonces, amigo, búscate otra.
—Está bien —dije más calmado, pensando en las posibilidades—. Lo apostaré todo a esta última jugada.
—Bien, así se habla.
Notas finales:
Como dije, este fic me costó horrores. Y ustedes se plantearán ¿por qué?, ¿qué tiene de especial y fantástico? En realidad no tiene nada demasiado elaborado. Solo que me plantié esta forma de narración y me costó salir de ella jeje.
Este será el último o anteúltimo fic en AU, luego, se vendrán los canon de lleno xD.
Bueno, no tengo más que decir. Creo que fic lo dice todo. Saludos.
