Bueno, si reconocéis algo, no es mío. Solo la trama.
Aquellos días
.
Cada momento tiene una pausa
1. Desconocidos
Respiré profundamente por tercera vez en cinco minutos, tiempo que llevaba observando los interfonos. Había localizado de inmediato el que correspondía al apartamento de Alice, pero algo me impulsaba a seguir completamente quieta, con la maleta en la mano, como una completa idiota. Quizá era la timidez, o quizá el miedo a afrontar que realmente iba a empezar una nueva vida a miles de kilómetros de casa. Fuera como fuera, debía superarlo.
Puse mi dedo índice en el botón y cerré los ojos mientras llamaba. No los volví a abrir hasta que una voz diferente a la que recordaba pero familiar a la vez respondía:
—¿Diga? ¿Eres Bella? ¡Seguro que eres ella!
—Eh…sí, soy yo.
No recibí respuesta salvo un grito de emoción, mientras escuchaba el sonido de la puerta abriéndose. Escasos minutos después me encontraba entrando en el apartamento en el que iba a vivir a partir de ese momento, siendo recibida por una enérgica Alice, quién se abalanzó sobre mí a penas había puesto un pie dentro.
—¡Ya estás aquí! —gritaba sin parar, sin soltarme.
Alice y yo nos conocíamos desde niñas, aunque habíamos perdido el contacto cuando tuvo que mudarse aquí a Nueva York, seis años antes. Habíamos hablado realmente poco desde su marcha, y he de reconocer al menos para mí, que no había contemplado la opción de vivir con ella cuando supe a ciencia cierta que iba a asistir a la universidad en Nueva York. Fue idea de mi madre, que al contrario que su descuidada hija, sí había mantenido el contacto con Esme, la madre de Alice. Al llamar mi madre y preguntar si había algún inconveniente en compartir piso, tanto la hija como la madre estuvieron más que encantadas con la idea. No era exactamente mi caso, pues no sabía como actuar con Alice después de tanto tiempo, pero mejor eso a vivir con algún desconocido.
—¡Te va a encantar tu habitación! ¡Y vivir aquí! ¡Tenemos tanto que hacer, y que hablar…! —me costaba un poco seguirle el ritmo de lo que estaba diciendo. Y es que Alice, con su metro cincuenta y poco de altura, era todo nervio, pero estaba segura de que no iba a aburrirme nada con ella.
Antes de que pudiera decir nada, me cogió de la mano y echó a andar por el amplio y moderno salón —o al menos eso me pareció con lo que pude ver— hasta un largo pasillo y detenerse enfrente de una de las puertas.
—Esta es tu habitación. La he decorado yo, pero si algo no te gusta lo cambiamos y solucionado.
Por el tono, entendí que si ofrecía cambiar algo quizá no viviese para contarlo. Sin embargo, la habitación que me encontré al abrir la puerta no me disgustó para nada. Era bastante sencilla y acogedora. Me gustaba. Alice debió de verlo en mi expresión, pues volvió a sonreír ampliamente y a dar palmas.
—¡Sabía que te gustaría! Recuerdo que no te gustaban las cosas…¿como decías? ¡Ah, sí! Ostentosas.
Reí y me giré hacía Alice, asintiendo.
—Así es, gracias. Es perfecta.
Dejé mi maleta junto a la cama y luego salí con Alice, quién me quería hacer un rápido tour por la casa. Salón, cocina, baño…todo era increíblemente moderno y me dejaron con los ojos abiertos como platos. Porque vamos…¡el mismo baño era tres veces el mío común en mi casa!
—Hay algo que no te comenté, pero supongo que no tendrás problema…—dijo de pronto Alice, girándose hacía mí, tras mostrarme su habitación. Y la sonrisa que vi la recordaba perfectamente. Era la sonrisa de completa inocencia que esbozaba cuando había hecho algo malo, muy malo. Esa que usaba siempre para salirse con la suya, para más señas.
—¿De qué se trata? —me aventuré a preguntar, no sabiendo si iba a gustarme la respuesta.
—Verás, Bella…no vivimos solas. Edward también compartirá piso con nosotras.
La cara de estupefacción que debía de tener en ese instante bastó para que Alice perdiera su sonrisa maligna. Claro, no iba a culparla. Ella no sabía que su hermano se fue dejándome el corazón roto en mil pedacitos en su día.
—No…no me digas que os peleasteis antes de que nos fuéramos…¡siempre lo había sospechado, pero…!
—¡Tranquila, Alice! —me di prisa en decir, no queriendo que se hiciera ideas equivocadas. Bueno, mejor dicho ideas muy acertadas pero que nadie sabía— No hay ningún problema, solo es que no me lo esperaba. Mi madre me dijo que estaba en Londres.
La expresión de Alice se aligeró un tanto, aunque por un momento pensé que no se había tragado mi excusa. No en vano siempre me decían que mentía de pena.
—Volvió hace poco para seguir aquí sus estudios. —respondió ella, dejando ver lo mucho que le agradaba la idea de que su hermano hubiera vuelto después de algunos años— Esa de ahí es su habitación.—dijo señalando la puerta contigua a la mía, y que yo había supuesto que era la habitación de invitados. —¡Es genial! Podremos volver a estar los tres de nuevo. A Emmett no lo cuento.
Reí, aunque más bien por el último comentario que por el hecho de que realmente me hiciera ilusión lo primero.
—Por cierto, entre unas cosas y otras no le he podido decir que venías. Y se ha ido este fin de semana con Emmett. ¡Así que tenemos hoy y mañana el apartamento para nosotras! —añadió Alice, aplaudiendo de nuevo, emocionada.
—¿Pero sabe que voy a vivir con vosotros? —pregunté, con un poco de temor en la voz.
—¡Claro, claro! Le parece bien, pero eso ya lo sabía yo.
Tras un prolongado suspiro, me excusé diciendo que tenía que deshacer mi maleta y que quería dejar al menos eso listo hasta que llegaran mis cosas al día siguiente. Pero lo cierto es que quería estar sola un rato. Volver a ver a Alice me había asustado en un principio porque tenía miedo de que ella hubiese cambiado, pero no había sido el caso. Sin embargo, no estaba preparada para volver a encontrarme con el que había sido mi mejor amigo hasta los doce años.
Edward y yo habíamos sido inseparables desde la guardería, por lo menos. Se convirtió en la persona en la que más confiaba, a la primera que acudía cuando me pasaba algo, fuera bueno o malo. Con quién siempre jugaba, y quién siempre aparecía en mis mejores recuerdos de niña. Junto con Alice y Emmett, sus hermanos, hacíamos un grupo de cuatro realmente peculiar, pero nos lo pasábamos bien. Cuando se fueron, durante mi primer año de instituto, por motivos de trabajo de sus padres, me sentí tan sola que estuve bastante tiempo sin salir de casa. Echaba de menos a mis amigos, pero en especial echaba de menos a Edward. Él siempre me entendía. Con tan solo una mirada ya sabía de qué humor estaba. A veces era un tanto callado, pero porque podía estar pensando en las cosas más inverosímiles. Cuando reía de verdad, con ganas, cerraba los ojos y siempre agarraba la barriga. Siempre que quería consolarme, me pasaba un brazo por los hombros y me tarareaba una nana que aún a día de hoy tarareaba para mí misma en mi mente para relajarme. ¿Cómo no iba a echarle de menos? Me conocía mejor que nadie, y yo a él. Y sin embargo, nunca me llamó, ni me escribió una vez se hubo ido. Podía haberlo hecho yo, pero tenía miedo de que realmente no significara tanto para él, que no hubiese sido una pérdida.
Seis años más tarde era inútil pensar que hubiera pasado si hubiera descolgado el teléfono o si hubiera enviado esa carta que nunca llegué a escribir.
Después de mi reclusión, empecé a salir con amigos del instituto. Y aunque me llevaba con todos medianamente bien, fue Ángela la que se supo ganar merecidamente mi amistad, con la que podía sincerarme y recibir buenos consejos. También me sirvió de apoyo emocional el volver a encontrarme con Jacob, el hijo del mejor amigo de mi padre. No lo había visto en años pues se había ido a Hawai con su hermana mayor unos años, para después volver para cuidar de su padre, que iba en silla de ruedas. Tras una comida familiar un domingo en su casa, pronto me encontré quedando de vez en cuando con él. Y aunque muchos pensaron que estábamos saliendo, lo cierto era que Jake y yo tan solo éramos buenos amigos.
No había vuelto a saber de Edward, hasta que mi madre me dijo que Alice estaría encantada de compartir apartamento conmigo. Y añadió de forma muy casual que Edward no iba a estar, pues estaba en Inglaterra. Entonces sentí una mezcla de alivio y pena, pues una parte de mí quería volverle a ver después de tantos años. Y es que por más que me hubiera ido bien después de que él se fuera, nadie había podido cerrar esa herida que ocasionó su marcha. Era un hecho que echaba de menos a mi mejor amigo y que una parte de mí siempre anhelaría volver a aquellos días en los que era feliz junto a él.
Ahora, quizá tenía la oportunidad, tal y como había dicho Alice.
—¡Bella! ¿Ya lo tienes todo? ¿Puedo pasar? —preguntó la voz de la susodicha al otro lado de la puerta, sacándome de mis pensamientos.
Tras darle permiso para pasar, Alice asomó su cabeza azabache por la puerta e hizo un mohín, al ver que ya lo tenía todo en su sitio.
—No creerías que tengo toda la ropa que tienes tú, ¿verdad?
—Esperaba que tu sentido de la moda se hubiera desarrollado, pero ya veo que no. —dijo, frunciendo el ceño al ver mi armario que aún estaba abierto, e inspeccionando la ropa. —¡Decidido, nos vamos de compras!
—No vas a obligarme a ir de compras. —me crucé de brazos, muy decidida en mi decisión. No tenía dinero suficiente como para costear la ropa que Alice querría comprarme, lo más seguro.
—Sabes que siempre salgo ganando, Belly. —el echo de que usara aquel horripilante apodo después de tantos años hizo que se me escapara una sonrisa, pero negué con la cabeza y me senté en la cama.
—No voy a ceder, Alice. Es un hecho.
Como respuesta recibí un resoplido, para acto seguido situarse enfrente de mí, con ojos suplicantes.
—¡Una sola prenda, aunque sea! ¡Por favor, Bella!
—No, Alice.
—Pues al menos saldremos a cenar por ahí. ¡Para celebrar tu llegada! ¿Qué te parece? ¡A eso no le puedes decir que no!
Admiraba su capacidad de decir tantas palabras en menos de cinco segundos. Y claro, aquella era una oferta que no podía rechazar. Ya había tenido suerte rechazando la primera. Alice me dejó que me diera una ducha antes de salir. Como no sabía donde iríamos, terminé poniéndome unos vaqueros y camisa cualquiera.
Error, debí de habérmelo imaginado.
Alice puso el grito en el cielo y me dejó en mi habitación, dándome un vestido azul demasiado sofisticado para mí y con órdenes de ponérmelo si quería salir de allí. Como mi estómago empezaba a reclamar comida, lo hice sin rechistar. Me sentía un tanto extraña metida dentro de aquel vestido, pero no iba a replicar a Alice. Yo iba a ir más cómoda con unas deportivas y unos vaqueros, pero eso seguro que no estaba a la moda. Suspiré, a sabiendas que iban a ser unos meses muy largos hasta Navidad, época en la que podría volver a casa y usar mis deportivas todo el día.
—¿De verdad tengo que ponerme tacones? —pregunté al salir de la habitación y entrando en el salón, intentando no matarme.
Sin embargo, todos mis esfuerzos casi fueron el vano al encontrarme con un chico en medio del salón, mirándome con la misma sorpresa con la que yo le miraba a él.
—¿Bella?
No había visto fotos de Edward desde que se había marchado. Cuando Alice había hablado de él, seguía imaginando al chico de mi estatura y delgado. Sin embargo, ahora estaba enfrente de un chico que me sacaba una cabeza, por lo menos, con un cuerpo trabajado. Sin embargo, el cabello broncíneo despeinado y los ojos verdes con los que me miraba sí los reconocí.
—H-hola, Edward. —conseguí decir, aunque seguía clavada en mi sitio, intentando ignorar el incesante martilleo de mi corazón y reprimiendo las ganas de llorar por volverle a encontrar.
Él esbozó una breve, casi imperceptible, sonrisa, sin desviar su mirada de la mía, hecho que no me tranquilizaba, precisamente.
—Estás…cambiada.
Me sonrojé, aunque no sabía exactamente si me había hecho un cumplido, a decir por el fruncimiento de ceño que había aparecido en su rostro cuando había hablado. Fui a replicar, cuando el torbellino que era Alice apareció corriendo en el salón, clavándose delante de su hermano.
—¡Me dijiste que volverías mañana!
Edward había despegado su mirada de mí, por fin, y había bajado la mirada hacía su hermana, alzando ambas cejas.
—Que gran recibimiento, hermanita. He vuelto porque Emmett ha tenido que atender un asunto urgente en el trabajo—respondió con desgana— Pero si quieres me vuelvo a ir.
—Nah, ya que has venido a molestar, te quedas. Y te vienes a cenar con nosotras. ¡Vamos a celebrar que Bella ha venido a vivir con nosotros! —antes de que Edward pudiera replicar, Alice se giró hacía mí y esbozó una gran sonrisa al ver que había cumplido con lo mandado. —¡Sabía que te quedaría perfecto!
—¿Es necesario que lleve esto? —pregunté señalando mis zapatos, intentando recuperarme del shock y aparentar que el frío reencuentro con Edward no me había afectado tanto como lo había hecho.
—Está bien, supongo que era mucho pedir. ¡No te muevas, voy a buscarte unas planas! —y así desapareció, sin ser consciente de que volvía a dejarme sola con su hermano, y por ende, con más tensión de la que podía soportar. Eché un vistazo hacía Edward, que se había sentado en el brazo del sofá y seguía mirando el punto por el que Alice había desaparecido. Pero la pequeña no tardó en volver a aparecer, y antes de que nos diéramos cuenta ya estábamos de camino hacía el restaurante favorito de Alice.
Al llegar y entrar, entendí que si hubiera ido con mis vaqueros y aquella sosa camiseta habría desentonado bastante, así que agradecí en mi fuero interno que Alice me hiciera de estilista y eligiera mi indumentaria.
—¡Cuéntanos, Bella! ¿Cómo te ha ido todo desde que nos fuimos? —me preguntó Alice, tras pedir la comida.
Antes de que me diera cuenta estaba sonriendo, recordando a mis amigos y sintiéndome cómoda con el tema de conversación. Hablar de Ángela y Jake siempre me iba bien.
—Bueno…tengo dos grupos de amigos, por así decirlo. Los del instituto y los de la Push.
—¡La Push! Que bien nos lo pasábamos allí en verano. ¿Verdad, Edward? —Alice se giró hacía su hermano, pero él tan solo asintió, con su mirada seria clavada en la copa que tenía enfrente.
—La verdad es que del instituto con quién mejor me llevo es con Ángela. ¿Os acordáis de ella? —Alice asintió, así que me di por satisfecha. No me atrevía a mirar a Edward, pues sabía que me descentraría— Me acompaña muchas veces a ver a los chicos en La Push. Y luego está Jacob.
—¡¿Es tu novio?! —los ojos verdes de Alice brillaban, emocionados. Reí ante esa imagen y negué con la cabeza.
—Es mi mejor amigo, supongo.
No pareció desanimada, todo lo contrario. Cuando terminé de ponerles al día, fue el turno de Alice de explicar que Emmett estaba trabajando en un periódico, que durante el instituto había conocido a su actual prometida, Rosalie, y que junto al hermano de ésta, Jasper, habían formado un grupo de amigos.
—Y aunque veas aquí de huraño a Eddie, se emocionó mucho cuando Emmett y Rose nos dijeron que iban a casarse. ¡Lloró y todo!
—Deja de decir chorradas, Alice. ¡Y no lloré! —replicó su hermano, cruzándose de brazos.
—¡Como un bebé lloraste!
Les observé a ambos, por un momento recordando aquellos momentos en los que discutían de pequeños y sin poder evitar sonreír. Quizá había pillado a Edward en un mal día y en realidad sí podría volver a ser todo como antes. O eso pensé durante escasos segundos, antes de que Alice zanjara la pequeña discusión con su hermano sacándole la lengua y excusándose para ir al servicio un momento.
La observé marchar, aún sonriendo, para después volverme hacía Edward, que me miraba un tanto curioso.
—Me habéis recordado a cuando éramos pequeños. —respondí a la pregunta que no había formulado.
—Bueno, hay cosas que nunca cambian, supongo.
—Tú has cambiado. —dije de pronto, sin saber muy bien por qué. Edward alzó una ceja, mostrando perfectamente que sí, él era consciente de que había cambiado, y no físicamente.
—Han pasado seis años. No íbamos a ser niños toda la vida, ¿cierto?
Asentí, agachando la cabeza. Cierto, no íbamos a ser niños. Todo había cambiado entre nosotros. Ya no estábamos empezando la secundaria, ahora ya estábamos en la universidad. Ahora ya no éramos los mejores amigos, éramos desconocidos.
Y no había posibilidad de que volviéramos a esa felicidad que disfrutamos de pequeños. No podíamos volver a aquellos días.
¡Gracias por leer! Espero que te haya gustado este primer capítulo. Quizá es un poco caótico para ser un primero, no lo sé, y quizá doy muchas cosas por sentadas, pero es que creo que a estas alturas conocemos bastantes detalles de los personajes que no hace falta explicar. Hace mucho que leo fanfics, y mucho más que no escribía uno. Así que, aquí estoy. Agradecería opiniones (tanto buenas como malas, todo es bienvenido), para saber si lo sigo o es un despropósito.
Nos leemos en el siguiente episodio,
MaronProngs.
