PREFACIO

La noche había vuelto a ser larga. La pequeña Cissy había vuelto a pasar una mala noche y, por consiguiente, una vez más, Draco a penas había dormido. Mientras se miraba en el espejo del baño, Draco pensaba que ya era hora de contratar a alguien para cuidar a la pequeña Cissy. No podía seguir así.

Un año antes, cuando nació su hija y su esposa murió, Draco creía que no sería tan duro criar a su hija él solo. Tenía dinero de sobra, negocios propios y, podía permitirse dejar de trabajar un par de años hasta que la niña estuviera lo suficientemente criada como para poder dejarla con alguien. No quería perderse los primeros años de su hija. Sin embargo, ahora veía que no era tan fácil criar un bebé sin ayuda, sin tener a alguien con quien turnarse para levantarse a dar de comer a la niña en la noche y así poder dormir un poco, sin nadie con quien turnarse para bañarla, cambiarla, o simplemente jugar con ella. Y, lo más importante, sin tener a su esposa para disfrutar con ella de su hija.

Estaba tremendamente agotado. La pequeña estaba echando los dientes y a penas podía dormir. Mientras se tomaba un fuerte café sentado en la cocina, sonó el timbre. Debía de ser la señora Huff, la vecina de al lado, que se había prestado amablemente a cuidar a la niña mientras él iba a la oficina a ver el balance del último trimestre.

-Buenos días, señora Huff -saludó Draco con voz apagada y cansada.

La señora Huff era una mujer de unos sesenta años, de estatura media, con el pelo teñido de rubio para ocultar las canas y los ojos azules. Era una mujer encantadora y amable, mujer de uno de los hombres más ricos del vecindario. También era hija de muggles y, a pesar de que nunca hubiera dejado a su hija con una "sangre sucia", eso ahora no le importaba demasiado. Estaba realmente agotado y en el último año, la amable señora se había encargado de la pequeña, cuando éste lo había necesitado.

-Buenos días, señor Malfoy -contestó con una sonrisa la mujer, mientras entraba en la casa y lo observaba -. No tiene muy buen aspecto, joven. Apuesto lo que sea a que no ha dormido bien.

¡Qué astuta! Pensó con algo de sarcasmo, Draco. Pero cuando contestó no había pizca de sarcasmo en su voz. La pobre señora no tenía la culpa y, pensó que no sería buena idea descargar su mal humor con ella.

-Exacto. Le están saliendo los dientes y no duerme mucho. Hace solo una hora que ha conseguido dormirse.

-¡Vaya! ¿y cuanto tiempo lleva así? -preguntó la mujer, sentándose en la silla que le ofrecía Draco.

-Tres días -dijo, después de beber un sorbo de su café.

-Si me lo hubieras dicho antes, Draco -le dijo amablemente, cambiando el tono formal hacia él-, ni la pequeña Cissy ni tú, habríais pasado unos días como estos. No te preocupes, yo me encargaré de la pequeña. Te voy a preparar una crema que les daba yo a mis hijos cuando les salían los dientes. Verás como esta noche dormís mucho mejor los dos -Terminó la mujer cogiéndo la mano de Draco, como si fuera su hijo.

-Se lo agradezco mucho, señora Huff -contestó Draco, con una leve sonrisa en los labios-. Le agradezco mucho todo. Como siempre, está en su casa. Volveré para la comida -añadió, amablemente, mientras se levantaba de la mesa y le daba un beso en la cabeza a la señora Huff-. ¿Qué haría sin usted?

-Pues lo mismo, pero con la diferencia de que no podrías descansar nunca -le contestó sonriente la mujer-. ¿Te he dicho alguna vez que necesitas una mujer cuanto antes?

-Miles de veces -contestó este, parándose en la puerta de su casa y cogiendo su maletín-. Y yo le he dicho otras mil veces, que aún no estoy preparado para otra relación -. Añadió con un tono más triste de lo normal.

La señora Huff rió entre dientes.

-No tiene por qué ser un nuevo amor, Draco. Te bastaría con contratar a una niñera. No puedes seguir así, ¿has visto las ojeras que tienes? ¡Por Merlín! Si parece que te van a llegar a Australia.

Draco no pudo más que reír ante ese comentario. Estaba de acuerdo con la señora Huff; había llegado la hora de contratar a alguien, sentía que no podría aguantar más aquel agotamiento, era lo que había estado pensando toda la mañana.

-Lo sé, señora Huff. Ya he pensado en eso y me ocuparé de ello en cuanto pueda. Ahora debo irme. Volveré para la comida. Y, muchas gracias por quedarse con mi pequeña.

Volvió a besar la cabeza de la señora Huff con cariño y, con un "PUF", se desapareció.