CAPITULO 1: QUINCE AÑOS DESPUÉS...
En el Santuario, todo era paz y tranquilidad. Y así había sido desde hacía mucho tiempo. Ya habían pasado varios años desde la última pelea que se había disputado para salvar al mundo. Quince años. Los caballeros dorados de entonces se habían retirado, dejando los puestos a sus discípulos.
Kiki, el aprendiz de Mu, ahora vigilaba la casa de Aries. Pierre, un jóven canadiense, vivía ahora en la casa de Tauro. Sebastián, de los Estados Unidos, era el guardián de la casa de Géminis. Roberto, un joven italiano, vigilaba la casa de Cáncer. Ikki había heredado la armadura de Leo, así como Shun la de Virgo y Shiryu la de Libra. En Escorpión, una chica llamada Umi había ganado la armadura dorada luego de entrenar largamente con Milo y de competir con otro chico. Seiya había heredado la armadura de Sagitario (n/a: bueno, eso no es ningún misterio). En Capricornio, un chico español llamado Miguel era el guardián. Hyoga había heredado la armadura y la casa de Acuario de su maestro Camus. Y por último, una chica llamada Arika se había quedado en la casa de Piscis, y era la más joven de los nuevos caballeros dorados.
Los antiguos caballeros dorados vivían en Grecia, excepto tres: Mu había vuelvo a Jamir, Shaka a la India, y Dokho a China, a disfrutar su libertad y nueva juventud.
Saori se casó y siguió viviendo en el Santuario, protegida por los nuevos caballeros dorados.
Pero, para comenzar, debemos situarnos en la casa de Sagitario, donde Seiya se encuentra. Después de quince años, Seiya ya es un joven de 27 años, responsable, que se encarga de su familia al mismo tiempo de proteger a Saori.
-¡Ya te dije que no!- gritó Seiya.
-¡Que sí!-
-¡Que no!-
-¡Que sí!-
-¡Dido, una palabra más y estarás castigada!-
Dido, la hija de Seiya, era la versión femenina en miniatura de su padre. La niña de ocho años tomó un cojín de un sillón y se lo lanzó a su padre.
-¡Te odio!-
-No ocupo cariño- dijo Seiya, sonriendo- ahora, jovencita, a tu entrenamiento...-
-No quiero-
-No te estoy preguntando...-
-No me importa- dijo Dido.
-Dido, obedece a tu padre- la reprendió Miho.
-¡Mamá!-
-Vamos, pequeña- dijo Seiya- yo no quiero castigarte. Sé que quieres salir hoy pero no se puede, ¿de acuerdo? Tal vez mañana...-
-Bueno...- dijo Dido, tranquilizándose- está bien...-
-¿Ves?- dijo Seiya- no es el fin del mundo. Ahora, vete a entrenar y haz los ejercicios que te encargué...-
-Pero papá- protestó Dido- ya me cansé de hacer lo mismo... meteoros y meteoros...-
-Si no dominas los meteoros- dijo Seiya- no podrás hacer nunca un cometa...-
-Está bien- dijo Dido,
-Y ponte la máscara-
-¡Papá!- dijo Dido de mal humor, y se fue.
-Seiya- dijo Miho- ¿no crees que es demasiado pronto para ella?-
-No lo creo- dijo Seiya- a esa edad, nosotros fuimos enviados a entrenar...-
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Mientras, en la casa de Acuario, las cosas no iban mejor con Hyoga y su hija Cristaly.
-¡Papá!-
-¿Otra vez?-
-Papá, los papás de Dido la dejan hacer lo que ella quiera...-
-Pero nosotros no somos los papás de Dido- dijo Hyoga- somos tus papás...-
-Pero...-
-Nada de peros, jovencita, a entrenar...-
-¡Mamá!- protestó Cristaly- dile a papá...-
-Tu papá tiene razón, Cristaly- dijo Flare- obedécelo...-
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En la casa de Libra, en cambio, Shiryu no tenía ningún problema. Shady, su hija, estaba sentada en silencio, con las piernas cruzadas y los ojos cerrados, concentrada.
-Shady, hija, ¿no tienes hambre?- preguntó Shunrei.
-Claro que la tengo, mamá- dijo Shady abriendo los ojos.
-Comamos, Shiryu- dijo Shunrei- ya han practicado bastante, y no les vendría mal un descanso...-
-Tienes razón, Shunrei- dijo Shiryu- comamos...-
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En la casa de Leo, Ikki entrenaba a su hijo mayor, Izzy, de diez años. El entrenamiento era duro, pero Izzy no decía nada ni hacía mueca alguna de cansancio o dolor.
-Basta, Ikki- le dijo Shaina- Izzy ya no puede más, aunque no quiera admitirlo-
-Está bien, Izzy- dijo Ikki- lo has hecho muy bien hasta ahora. Descansa-
-¡Papá!- una niña pequeña, de cabellos y ojos verdes llegó corriendo y abrazó a Ikki.
-Esmeralda, no molestes a tu papá...-
-No me molesta, Shaina- dijo Ikki, devolviendo el abrazo a su hija. La pequeña tenía ocho años, pero era muy tierna y noble.
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En la casa de Virgo, un niño de ocho años lloraba amargamente, y Shun lo abrazaba.
-Ya no llores- le dijo.
-¿Dónde está mamá?- preguntó el niño entre lágrimas.
-Mamá vendrá enseguida, hijo...-
-¿A dónde fue?-preguntó, secando sus lágrimas.
-Está en su casa- dijo Shun- no tienes porqué llorar-
-¿Qué sucede, Shun?- dijo Umi, el caballero de Escorpión, apenas llegando.
-¡Mamá!- gritó el niño, y se lanzó a los brazos de Umi.
-Tu hijo te extrañaban...- dijo Shun con una sonrisa.
-Ya me di cuenta- dijo Umi.
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Todo en el Santuario estaba tranquilo. Aburrido, mejor dicho. Los nuevos caballeros dorados no entendían lo excepcional y fantástico que era serlo, pues no habían estado presentes en ninguna batalla de importancia, como el nuevo caballero de Aries y los que habían sido caballeros de bronce.
Kiki estaba excepcionalmente aburrido ese día. Quince años, quince largos años desde la última batalla, la de Hades, en la que él solo fue un espectador. Y lo recordó: llevaba casi quince años sin siquiera ver a su maestro. Supo que se había casado casi inmediatamente después de que dejó el Santuario, y unos meses después se enteró de que tuvo un hijo. Desde entonces, no supo nada de él. Sabía, claro, que llevaba todos aquellos años en Jamir.
Kiki pensó que tal vez sería buena idea ir a Jamir a visitar a Mu un día de esos. Estaba a punto de teletransportarse, cuando sintió que lo llamaba el cosmo de Saori. Obedeciendo, subió a través de las doce casas para llegar con ella.
-¿Me llamaste, Saori?-
Saori no estaba sola. Julián Solo y un chico estaban con ella. Kiki recordaba cómo se habían casado ambos unos meses después de que Mu se había marchado a Jamir. Saori y Julián también habían tenido un hijo de la misma edad que el de Mu, que era el chico que los acompañaba. Julián se limitó a mirar a Kiki algo molesto, y el chico junto a ellos cruzó los brazos. A Saori no le molestaba que la llamaran por su nombre, pues Kiki la conocía desde hacía muchos años.
-Kiki, tengo una noticia agradable para ti-
-¿Cuál es?- preguntó Kiki.
-Tu maestro ha vuelto de Jamir- dijo Saori- a partir de esta semana vivirá en Grecia, como el resto de los caballeros dorados...-
-¿Es en serio?- exclamó Kiki emocionado. Saori asintió, y Kiki sonrió. Después de quince años, vería a su maestro Mu de nuevo. Saori le dio un papel con la dirección de Mu. Kiki dio las gracias a Saori, bajó corriendo las doce casas y se dirigió a la ciudad.
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Mientras tanto, Shaka se encontraba en la India, en el templo de Buda. Oraba y meditaba en silencio. Todos los días, durante quince largos años, Shaka iba al templo a meditar, desde el amanecer hasta el ocaso. Sentía siempre una enorme paz en todo el universo. Sin embargo, durante las últimas semanas, Shaka sintió un extraño disturbio en él.
-Shaka- dijo una voz - por fin lo has sentido...-
-Cierto- dijo Shaka- algo está a punto de cambiar... es extraño, que después de quince años...-
-No digas más, Shaka- continuó la voz- debes volver... tu amigo Mu seguramente lo ha sentido también, porque volvió a Grecia...-
-Sin embargo, tenemos que confiar en los nuevos caballeros dorados...-
-Ellos no han soportado guerras ni dolores, salvo los que una vez fueron caballeros de bronce, y eso, Shaka, lo sabes muy bien...-
-¿Qué debo hacer entonces?- preguntó Shaka.
-Lo mismo que hizo Mu- dijo la voz- vuelve a Grecia con tu familia, y espera a que suceda lo que tiene que suceder...-
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Kiki pasó por la casa de Camus, y encontró a Milo con él.
-Hola, caballeros- saludó Kiki- ¿conocen esta calle?-
-Claro, Kiki- dijo Milo- está unas cuadras más hacia el norte... por allá- señaló una dirección.
-Gracias, Milo- dijo Kiki.
-Por cierto, ¿a dónde vas?- preguntó Milo con curiosidad, porque era muy raro que Kiki dejara el Santuario.
-Mu ha vuelto- dijo Kiki, sonriente- voy a visitarlo...-
-¿Mu volvió?- preguntó Camus, quien se había limitado a escuchar en silencio.
Kiki asintió y se despidió de los caballeros, caminando hacia donde Milo le había indicado.
-Camus, ¿escuchaste eso? Mu volvió...-Camus asintió. Milo continuó- Es increíble; yo nunca creí que dejaría sus montañas y su palacio de Jamir...-
-Es ciertamente un misterio...- dijo Camus, pensativo. Mu y Shaka siempre habían rechazado todas las invitaciones de volver a Grecia. ¿Por qué esta vez Mu lo hacía sin que se lo pidieran? Un niño de seis años interrumpió sus pensamientos.
-Papá, dice mamá que ya está lista la comida...-
-Iré enseguida, hijo- dijo Camus. Se despidió de Milo con un gesto y entró a su casa siguiendo al niño.
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Kiki llegó a la calle indicada. La casa era relativamente grande, de dos pisos, y color blanco. Alrededor de la casa, había un enorme jardín, cerrado por una barda de piedra. Kiki entró al jardín y se acercó a la entrada de la casa. En el porche, había un columpio, en él se mecía una chica que estaba muy concentrada leyendo un libro, el cual ocultaba su rostro, y no se dio cuenta de la presencia de Kiki.
-Disculpa- dijo Kiki- busco a...-
La chica bajó el libro y levantó la vista. Kiki se sorprendió. Era una chica de trece o catorce años. Sus cabellos seguían el mismo patrón que los de Mu, con la diferencia de que eran castaños. Sus ojos eran verdes, y tenía en la frente dos lunares rojizos. Kiki se dio cuenta de que debía ser, sin duda, la hija de Mu. La chica lo miraba tan sorprendida como él a ella, asombrada de ver a alguien así. Kiki había crecido mucho. La disposición de los largos cabellos rojos del nuevo caballero de Aries recordaba mucho los de Shion.
-Disculpa- repitió Kiki- busco a Mu...-
-Sí, un momento- dijo ella, y entró a la casa. Kiki esperó unos segundos cuando, frente a él, apareció el que había sido su maestro.
Mu no parecía haber envejecido siquiera un solo día, a pesar de que ahora tenía más de treinta años. Esto no le sorprendió a Kiki, pues sabía muy bien que los de su raza eran bendecidos con una larga vida de un par de cientos de años, como Shion. Y se seguía sintiendo en él el mismo poder que cuando usaba la armadura de Aries. Mu sonrió, y quiso saludarlo con la mano, pero Kiki lo abrazó.
-¡Maestro!-
-Ya, Kiki, no es para tanto- dijo Mu, algo apenado- yo también te he extrañado...-
Maestro y alumno platicaron largamente durante toda la tarde hasta el anochecer, sentados en un escalón en la entrada de la casa. A ambos les recordaba cuando hacían lo mismo en la entrada de la casa de Aries.
-Pero maestro- dijo Kiki- ¿porqué decidió volver después de tantos años?-
-Porque...- Mu vaciló un poco, pero luego continuó- por varias razones. Una de las más importantes es por mi hija, que tiene que estudiar aquí...-
-¿Estudiar?- preguntó Kiki- creí que ella sería caballero...-
Mu negó con la cabeza.
-No, ella no está hecha para cosas así- dijo Mu, con cierto aire de tristeza. Kiki no comprendió lo que Mu decía, pero decidió no insistir, porque su maestro no parecía dispuesto a continuar.
-Padre- dijo la chica, asomándose por la puerta- ya está la cena...-
-Enseguida voy- dijo Mu- ven, Myra, hay alguien a quien debes de conocer-
La chica obedeció a Mu y se sentó junto a él.
-Myra, él es Kiki, fue mi aprendiz... ya te he contado mucho sobre él...- dijo Mu- Kiki, ella es mi hija Myra-
Ambos chicos se miraron a los ojos de nuevo, y se sonrieron. Myra observaba a Kiki con gran interés, pues no había conocido nunca a otro caballero más que a su padre. Kiki observaba el gran parecido que había entre Myra y Mu, y que solo diferían en el color de sus cabellos. Después de unos segundos, Mu se levantó.
-Me alegra mucho que hayas venido, Kiki- dijo Mu- te veré mañana, porque iré al Santuario a hablar con Saori...-
-Está bien- dijo Kiki- hasta mañana-
Antes de irse, Kiki observó a Mu y Myra entrar de nuevo a la casa.
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-¿Qué sucede, señor?-
-Se han dado cuenta. Uno de ellos ha vuelto, y el otro se prepara para hacer lo mismo-
-¿Debemos dar marcha atrás?-
-No. Tengo planes para ellos... sigamos de acuerdo a lo planeado...-
-Como ordene-
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CONTINUARÁ...
Chicos, este fic se trata del futuro de los caballeros... (jeje, creo que ya lo notaron, pero por si las dudas...) Ya está casi terminado, así que no podré cambiar mucho las cosas... pero prometo no tardarme en actualizar... Utilizaré varios de mis propios personajes de otros fics, así que no se asusten, aunque los cambié un poco... Espero que les guste... Alguna felicitación, reclamación, duda, aviso, sugerencia, comentario, receta de cocina, por favor manden un review...
Abby L.
En el Santuario, todo era paz y tranquilidad. Y así había sido desde hacía mucho tiempo. Ya habían pasado varios años desde la última pelea que se había disputado para salvar al mundo. Quince años. Los caballeros dorados de entonces se habían retirado, dejando los puestos a sus discípulos.
Kiki, el aprendiz de Mu, ahora vigilaba la casa de Aries. Pierre, un jóven canadiense, vivía ahora en la casa de Tauro. Sebastián, de los Estados Unidos, era el guardián de la casa de Géminis. Roberto, un joven italiano, vigilaba la casa de Cáncer. Ikki había heredado la armadura de Leo, así como Shun la de Virgo y Shiryu la de Libra. En Escorpión, una chica llamada Umi había ganado la armadura dorada luego de entrenar largamente con Milo y de competir con otro chico. Seiya había heredado la armadura de Sagitario (n/a: bueno, eso no es ningún misterio). En Capricornio, un chico español llamado Miguel era el guardián. Hyoga había heredado la armadura y la casa de Acuario de su maestro Camus. Y por último, una chica llamada Arika se había quedado en la casa de Piscis, y era la más joven de los nuevos caballeros dorados.
Los antiguos caballeros dorados vivían en Grecia, excepto tres: Mu había vuelvo a Jamir, Shaka a la India, y Dokho a China, a disfrutar su libertad y nueva juventud.
Saori se casó y siguió viviendo en el Santuario, protegida por los nuevos caballeros dorados.
Pero, para comenzar, debemos situarnos en la casa de Sagitario, donde Seiya se encuentra. Después de quince años, Seiya ya es un joven de 27 años, responsable, que se encarga de su familia al mismo tiempo de proteger a Saori.
-¡Ya te dije que no!- gritó Seiya.
-¡Que sí!-
-¡Que no!-
-¡Que sí!-
-¡Dido, una palabra más y estarás castigada!-
Dido, la hija de Seiya, era la versión femenina en miniatura de su padre. La niña de ocho años tomó un cojín de un sillón y se lo lanzó a su padre.
-¡Te odio!-
-No ocupo cariño- dijo Seiya, sonriendo- ahora, jovencita, a tu entrenamiento...-
-No quiero-
-No te estoy preguntando...-
-No me importa- dijo Dido.
-Dido, obedece a tu padre- la reprendió Miho.
-¡Mamá!-
-Vamos, pequeña- dijo Seiya- yo no quiero castigarte. Sé que quieres salir hoy pero no se puede, ¿de acuerdo? Tal vez mañana...-
-Bueno...- dijo Dido, tranquilizándose- está bien...-
-¿Ves?- dijo Seiya- no es el fin del mundo. Ahora, vete a entrenar y haz los ejercicios que te encargué...-
-Pero papá- protestó Dido- ya me cansé de hacer lo mismo... meteoros y meteoros...-
-Si no dominas los meteoros- dijo Seiya- no podrás hacer nunca un cometa...-
-Está bien- dijo Dido,
-Y ponte la máscara-
-¡Papá!- dijo Dido de mal humor, y se fue.
-Seiya- dijo Miho- ¿no crees que es demasiado pronto para ella?-
-No lo creo- dijo Seiya- a esa edad, nosotros fuimos enviados a entrenar...-
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Mientras, en la casa de Acuario, las cosas no iban mejor con Hyoga y su hija Cristaly.
-¡Papá!-
-¿Otra vez?-
-Papá, los papás de Dido la dejan hacer lo que ella quiera...-
-Pero nosotros no somos los papás de Dido- dijo Hyoga- somos tus papás...-
-Pero...-
-Nada de peros, jovencita, a entrenar...-
-¡Mamá!- protestó Cristaly- dile a papá...-
-Tu papá tiene razón, Cristaly- dijo Flare- obedécelo...-
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En la casa de Libra, en cambio, Shiryu no tenía ningún problema. Shady, su hija, estaba sentada en silencio, con las piernas cruzadas y los ojos cerrados, concentrada.
-Shady, hija, ¿no tienes hambre?- preguntó Shunrei.
-Claro que la tengo, mamá- dijo Shady abriendo los ojos.
-Comamos, Shiryu- dijo Shunrei- ya han practicado bastante, y no les vendría mal un descanso...-
-Tienes razón, Shunrei- dijo Shiryu- comamos...-
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En la casa de Leo, Ikki entrenaba a su hijo mayor, Izzy, de diez años. El entrenamiento era duro, pero Izzy no decía nada ni hacía mueca alguna de cansancio o dolor.
-Basta, Ikki- le dijo Shaina- Izzy ya no puede más, aunque no quiera admitirlo-
-Está bien, Izzy- dijo Ikki- lo has hecho muy bien hasta ahora. Descansa-
-¡Papá!- una niña pequeña, de cabellos y ojos verdes llegó corriendo y abrazó a Ikki.
-Esmeralda, no molestes a tu papá...-
-No me molesta, Shaina- dijo Ikki, devolviendo el abrazo a su hija. La pequeña tenía ocho años, pero era muy tierna y noble.
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En la casa de Virgo, un niño de ocho años lloraba amargamente, y Shun lo abrazaba.
-Ya no llores- le dijo.
-¿Dónde está mamá?- preguntó el niño entre lágrimas.
-Mamá vendrá enseguida, hijo...-
-¿A dónde fue?-preguntó, secando sus lágrimas.
-Está en su casa- dijo Shun- no tienes porqué llorar-
-¿Qué sucede, Shun?- dijo Umi, el caballero de Escorpión, apenas llegando.
-¡Mamá!- gritó el niño, y se lanzó a los brazos de Umi.
-Tu hijo te extrañaban...- dijo Shun con una sonrisa.
-Ya me di cuenta- dijo Umi.
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Todo en el Santuario estaba tranquilo. Aburrido, mejor dicho. Los nuevos caballeros dorados no entendían lo excepcional y fantástico que era serlo, pues no habían estado presentes en ninguna batalla de importancia, como el nuevo caballero de Aries y los que habían sido caballeros de bronce.
Kiki estaba excepcionalmente aburrido ese día. Quince años, quince largos años desde la última batalla, la de Hades, en la que él solo fue un espectador. Y lo recordó: llevaba casi quince años sin siquiera ver a su maestro. Supo que se había casado casi inmediatamente después de que dejó el Santuario, y unos meses después se enteró de que tuvo un hijo. Desde entonces, no supo nada de él. Sabía, claro, que llevaba todos aquellos años en Jamir.
Kiki pensó que tal vez sería buena idea ir a Jamir a visitar a Mu un día de esos. Estaba a punto de teletransportarse, cuando sintió que lo llamaba el cosmo de Saori. Obedeciendo, subió a través de las doce casas para llegar con ella.
-¿Me llamaste, Saori?-
Saori no estaba sola. Julián Solo y un chico estaban con ella. Kiki recordaba cómo se habían casado ambos unos meses después de que Mu se había marchado a Jamir. Saori y Julián también habían tenido un hijo de la misma edad que el de Mu, que era el chico que los acompañaba. Julián se limitó a mirar a Kiki algo molesto, y el chico junto a ellos cruzó los brazos. A Saori no le molestaba que la llamaran por su nombre, pues Kiki la conocía desde hacía muchos años.
-Kiki, tengo una noticia agradable para ti-
-¿Cuál es?- preguntó Kiki.
-Tu maestro ha vuelto de Jamir- dijo Saori- a partir de esta semana vivirá en Grecia, como el resto de los caballeros dorados...-
-¿Es en serio?- exclamó Kiki emocionado. Saori asintió, y Kiki sonrió. Después de quince años, vería a su maestro Mu de nuevo. Saori le dio un papel con la dirección de Mu. Kiki dio las gracias a Saori, bajó corriendo las doce casas y se dirigió a la ciudad.
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Mientras tanto, Shaka se encontraba en la India, en el templo de Buda. Oraba y meditaba en silencio. Todos los días, durante quince largos años, Shaka iba al templo a meditar, desde el amanecer hasta el ocaso. Sentía siempre una enorme paz en todo el universo. Sin embargo, durante las últimas semanas, Shaka sintió un extraño disturbio en él.
-Shaka- dijo una voz - por fin lo has sentido...-
-Cierto- dijo Shaka- algo está a punto de cambiar... es extraño, que después de quince años...-
-No digas más, Shaka- continuó la voz- debes volver... tu amigo Mu seguramente lo ha sentido también, porque volvió a Grecia...-
-Sin embargo, tenemos que confiar en los nuevos caballeros dorados...-
-Ellos no han soportado guerras ni dolores, salvo los que una vez fueron caballeros de bronce, y eso, Shaka, lo sabes muy bien...-
-¿Qué debo hacer entonces?- preguntó Shaka.
-Lo mismo que hizo Mu- dijo la voz- vuelve a Grecia con tu familia, y espera a que suceda lo que tiene que suceder...-
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Kiki pasó por la casa de Camus, y encontró a Milo con él.
-Hola, caballeros- saludó Kiki- ¿conocen esta calle?-
-Claro, Kiki- dijo Milo- está unas cuadras más hacia el norte... por allá- señaló una dirección.
-Gracias, Milo- dijo Kiki.
-Por cierto, ¿a dónde vas?- preguntó Milo con curiosidad, porque era muy raro que Kiki dejara el Santuario.
-Mu ha vuelto- dijo Kiki, sonriente- voy a visitarlo...-
-¿Mu volvió?- preguntó Camus, quien se había limitado a escuchar en silencio.
Kiki asintió y se despidió de los caballeros, caminando hacia donde Milo le había indicado.
-Camus, ¿escuchaste eso? Mu volvió...-Camus asintió. Milo continuó- Es increíble; yo nunca creí que dejaría sus montañas y su palacio de Jamir...-
-Es ciertamente un misterio...- dijo Camus, pensativo. Mu y Shaka siempre habían rechazado todas las invitaciones de volver a Grecia. ¿Por qué esta vez Mu lo hacía sin que se lo pidieran? Un niño de seis años interrumpió sus pensamientos.
-Papá, dice mamá que ya está lista la comida...-
-Iré enseguida, hijo- dijo Camus. Se despidió de Milo con un gesto y entró a su casa siguiendo al niño.
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Kiki llegó a la calle indicada. La casa era relativamente grande, de dos pisos, y color blanco. Alrededor de la casa, había un enorme jardín, cerrado por una barda de piedra. Kiki entró al jardín y se acercó a la entrada de la casa. En el porche, había un columpio, en él se mecía una chica que estaba muy concentrada leyendo un libro, el cual ocultaba su rostro, y no se dio cuenta de la presencia de Kiki.
-Disculpa- dijo Kiki- busco a...-
La chica bajó el libro y levantó la vista. Kiki se sorprendió. Era una chica de trece o catorce años. Sus cabellos seguían el mismo patrón que los de Mu, con la diferencia de que eran castaños. Sus ojos eran verdes, y tenía en la frente dos lunares rojizos. Kiki se dio cuenta de que debía ser, sin duda, la hija de Mu. La chica lo miraba tan sorprendida como él a ella, asombrada de ver a alguien así. Kiki había crecido mucho. La disposición de los largos cabellos rojos del nuevo caballero de Aries recordaba mucho los de Shion.
-Disculpa- repitió Kiki- busco a Mu...-
-Sí, un momento- dijo ella, y entró a la casa. Kiki esperó unos segundos cuando, frente a él, apareció el que había sido su maestro.
Mu no parecía haber envejecido siquiera un solo día, a pesar de que ahora tenía más de treinta años. Esto no le sorprendió a Kiki, pues sabía muy bien que los de su raza eran bendecidos con una larga vida de un par de cientos de años, como Shion. Y se seguía sintiendo en él el mismo poder que cuando usaba la armadura de Aries. Mu sonrió, y quiso saludarlo con la mano, pero Kiki lo abrazó.
-¡Maestro!-
-Ya, Kiki, no es para tanto- dijo Mu, algo apenado- yo también te he extrañado...-
Maestro y alumno platicaron largamente durante toda la tarde hasta el anochecer, sentados en un escalón en la entrada de la casa. A ambos les recordaba cuando hacían lo mismo en la entrada de la casa de Aries.
-Pero maestro- dijo Kiki- ¿porqué decidió volver después de tantos años?-
-Porque...- Mu vaciló un poco, pero luego continuó- por varias razones. Una de las más importantes es por mi hija, que tiene que estudiar aquí...-
-¿Estudiar?- preguntó Kiki- creí que ella sería caballero...-
Mu negó con la cabeza.
-No, ella no está hecha para cosas así- dijo Mu, con cierto aire de tristeza. Kiki no comprendió lo que Mu decía, pero decidió no insistir, porque su maestro no parecía dispuesto a continuar.
-Padre- dijo la chica, asomándose por la puerta- ya está la cena...-
-Enseguida voy- dijo Mu- ven, Myra, hay alguien a quien debes de conocer-
La chica obedeció a Mu y se sentó junto a él.
-Myra, él es Kiki, fue mi aprendiz... ya te he contado mucho sobre él...- dijo Mu- Kiki, ella es mi hija Myra-
Ambos chicos se miraron a los ojos de nuevo, y se sonrieron. Myra observaba a Kiki con gran interés, pues no había conocido nunca a otro caballero más que a su padre. Kiki observaba el gran parecido que había entre Myra y Mu, y que solo diferían en el color de sus cabellos. Después de unos segundos, Mu se levantó.
-Me alegra mucho que hayas venido, Kiki- dijo Mu- te veré mañana, porque iré al Santuario a hablar con Saori...-
-Está bien- dijo Kiki- hasta mañana-
Antes de irse, Kiki observó a Mu y Myra entrar de nuevo a la casa.
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-¿Qué sucede, señor?-
-Se han dado cuenta. Uno de ellos ha vuelto, y el otro se prepara para hacer lo mismo-
-¿Debemos dar marcha atrás?-
-No. Tengo planes para ellos... sigamos de acuerdo a lo planeado...-
-Como ordene-
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CONTINUARÁ...
Chicos, este fic se trata del futuro de los caballeros... (jeje, creo que ya lo notaron, pero por si las dudas...) Ya está casi terminado, así que no podré cambiar mucho las cosas... pero prometo no tardarme en actualizar... Utilizaré varios de mis propios personajes de otros fics, así que no se asusten, aunque los cambié un poco... Espero que les guste... Alguna felicitación, reclamación, duda, aviso, sugerencia, comentario, receta de cocina, por favor manden un review...
Abby L.
