Me estaba acordando de lo mucho que quiero a mi bestia salvaje llamada Monoma Neito y que esto llevaba escrito desde el año pasado. Este cuadrado amoroso es una de mis ideas más estúpidamente divertidas. Y pues, sí. Quería compartirlo. Terminé de escribirla hoy, al fin. Mientras caminaba. Que qué aburrido es caminar en una caminadora sin cambiar de paisaje. Fue un entretenimiento terminarlo.
Sale el MonoKendō. Viene otro en camino, bye.
Disclaimer: My Hero Academia no me pertenece.
Vómitos de amor
Por Blue-Salamon
Kendō y Tetsutetsu se entretienen hablando.
Él se queja. Ella se ríe. Y el total de ambos es como una combinación extraña y curiosa.
A Tetsutetsu no le gusta que se rían de él. Kendō suelta risas más por diversión que por burlarse. Y aún así, Tetsutetsu no le hace ningún reclamo que suene en serio. Incluso cuando sí se siente como si ella se estuviera riendo de él.
Es claro. Porque Kendō de todas maneras le ofrece ayuda, para con las materias y temas que no entiende. Y le explica siempre, con mucha paciencia.
Así que Tetsutetsu está agradecido con Kendō. Y Kendō está encariñada con él.
De una forma muy rara.
Monoma los ve y cada que visualiza a Kendō moviendo su largo cabello, no deja de hacerse a la idea de que si se está riendo y está tan animada, y si le tiene tanta paciencia a ese cabeza dura de Tetsutetsu, la conclusión es obvia.
Tetsutetsu se queja. Kendō se ríe. El muchacho con menos de dos dedos de frente se atasca en un tema que no comprende y no se entera de que Kendō le está coqueteando.
Tan sólo hace falta mirar su balanceo natural. El contoneo de sus caderas. La forma que tiene de sacar el pecho. Los estiramientos innecesarios de sus brazos. Y esa cosa que hace con su cabello, echándoselo para atrás, luego para adelante, como si no se decidiera por cómo llevarlo en el hecho de tenerlo atado en una coleta de lado.
Neito los observa. Sus ojos quedándose siempre bien fijos en los movimientos de su compañera. Y destila, (irradia), molestia profunda, (casi odio), por sus poros.
—Qué desperdicio... —mastica las palabras. Sus ojos entornados todavía esperando a que Kendō deje de hacer el tonto y se aleje del muchacho metálico. Y es que.
Ella ni siquiera lo nota.
Que está coqueteando y que su coqueteo pasa por alto a los ojos del muchacho.
Y Tetsutetsu no se entera por andar en la lela con Shiozaki.
Monoma lo sabe porque ha visto cómo es que la mira y la tiene muy bien cuidada. Todos en el salón lo saben, porque si cualquiera se acerca a hacerle algo a Shiozaki, el primero que salta a la vista de estar a su alrededor es Tetsutetsu.
Tetsutetsu resguardando a Shiozaki es lo más natural del mundo.
Incluso Kendō lo sabe. No puede no saberlo si para ello sólo hace falta echarles una mirada. Pero aún así, no parece que tenga nada en contra de Shiozaki. O de Tetsutetsu estando enamorado de Shiozaki.
« No lo sabe. »
Es lo único que Monoma puede pensar. Que Itsuka no está, al parecer, para nada consciente de ella misma. En ese aspecto. En cuanto a sus sentimientos.
Se pregunta si será verdad. Y el mejor momento para tratar de averiguar es cuando Tetsutetsu se levanta y va detrás de Shiozaki, dejando a la presidenta de la clase sola sin ningún tipo de aviso.
A él no se le ha acercado nadie porque ese día se ha levantado especialmente de mal humor y entonces los demás, como una regla implícita de la clase B, siempre se dejan espacio cuando ocurre algo como eso. Porque lo notan. Porque se conocen ya bastante bien.
La única que ignora todo y va por su causa es la pequeña de ascendencia americana, que a veces luce tan perdida como un cachorro incluso cuando se trata de leer el ambiente.
Pero algo como eso no importa tanto como la expresión contenida que se dibuja en el rostro de Itsuka. Y por un segundo Monoma cree que se va a quebrar. Se alza de su pupitre, pero nada más el tiempo que le toma realizar aquella acción, Kendō ya parece recompuesta en su lugar. Y ahora su mirada está que se pasea por el grupo, revisando que todo estuviera en orden. Sus miradas se encuentran y ella no parece demasiado sorprendida, pero él un poco sí se siente así, aunque no lo demuestre. Ha sido un buen momento para encontrarse con niveles bajos de energía y por eso apenas ha reaccionado (aunque normalmente algo como eso lo habría hecho, aunque fuera, mirar a otra parte).
En esa ocasión, sus miradas se quedan enganchadas y Monoma siente que se va a desinflar en cualquier momento, preso de aquella sensación de apatía que lo ha sobrecogido todo el día. Entonces, Kendō se le acerca, un poco preocupada, y se jala un asiento para poder sentarse frente a él. —De acuerdo, señor no me hablen que estoy de malas, ¿puedo saber la razón por la que estás hoy especialmente así?
Por cualquier respuesta, Monoma entorna los ojos cuando la tiene en frente. De alguna manera, esperando intimidarla.
No va a funcionar.
Lo sabe, pero aún así lo intenta. Todos le han huido sólo con ponerles esa mirada, pero Kendō no es todos. Ella es la presidenta. Y es, quizá también por eso, que nadie ha querido meterse con él hasta esos momentos.
Porque saben que Itsuka, tarde o temprano, intervendrá para encargarse de ello.
Siempre que alguien se encuentra así, ella acude a su rescate. Para hablar sobre ello, e intentar ayudarles. Es muy convincente siempre que se trata de intentar resolver los problemas de los demás, por eso es que ha acabado siendo escogida presidenta. Y no al revés.
Itsuka no hace más que regresarle la mirada, insistiendo y esperando, con paciencia, a que le cuente de lo que se pueda tratar esta vez. Le sonríe y a él le dan unas espantosas ganas de devolver lo poco que pudo obligarse a desayunar esa mañana. Deja de lado su expresión con la que ahuyenta, y se relaja porque sabe que no importa cuánto más la haga, la pregunta permanecería flotando en el aire hasta que dijera algo. —No hay ninguna, sólo me siento así... —responde en voz queda, ronca.
—¿Bromeas? Porque no creo que se trate de algo así.
Monoma agradece que ella haya tomado asiento en vez de hablarle desde arriba, como a veces suele hacer. Porque no se siente con la energía suficiente para mirar a otra altura que no sea la de su cabeza. —No dormí muy bien —se limita a responder.
Kendō no parece satisfecha, pero lo cierto es que él no tiene ninguna respuesta además de esa. Se ha sentido así de apagado todo el día y no piensa molestarse en sobre pensar las cosas. Está cansado. Las cosas, como las ve, son de un tómalo o déjalo. Y se deja caer con todo su peso en el pupitre.
—Ahh. Entonces de eso se trata... —Itsuka todavía se lo queda mirando, aunque suavizando el gesto de insistencia. Monoma la observa y, de alguna manera, le parece todavía incrédula; aunque, condescendiente, se traga sus palabras como si fueran verdad líquida e incuestionable.
Y no es que su respuesta fuera así, de incuestionable. Pero él no sabe qué lo ha hecho sentirse así en especial.
Bueno, que el caer en cuenta, otra vez, de la situación que tiene Kendō pendiente con Tetsutetsu no es que le haya ayudado a mejorar su ánimo.
—Tampoco me siento muy descansada. ¿Sabes? —luego de cabecear y cavilar, Itsuka parece arreglárselas para adentrarse naturalmente en su mismo estado anímico. Y Monoma, por un segundo, vuelve a sorprenderse.
De esa facilidad para ser convincente. De la empatía tan natural de Itsuka Kendō.
Que esa chica parece tener una facilidad imposible para entrar en el mismo ritmo enérgico de la persona con la que habla, como si colaborara con ella sin presionarla a salir de su zona de confort, para luego arrimarla lentamente hacia el lugar que creía más adecuado para el bienestar del otro.
Y todo eso sin parecer que fingiera. O estuviera en busca de algo distinto al bienestar emocional de alguien más.
Todo sin dejar de mostrar el rostro real de sus emociones.
No parece que finja. Más bien, Monoma no se cree que finja.
Menos en ese momento.
Que la mirada de Itsuka se le escapa, a saber de lo que estaría pensando, pero puede observar por un momento que el sitio para el que mira no es otro que aquel por el que Tetsutetsu se ha abierto camino para ir con Shiozaki.
—¿Si?
Pensándolo bien, eso podría ser lo que lo ha dejado con una sensación de apatía y la razón por la que ha intentado alejarla a ella. Precisamente a Kendō "si te veo de un modo diferente al usual me aseguraré de que eso no traiga nada malo para nadie" Itsuka. La presidenta, hermana mayor, de la clase b.
Alejarla a ella cuando se siente así de malhumorado.
Itsuka parpadea cuando se vuelve a mirarlo y, de nuevo, Monoma siente como si el piso se moviera debajo de sus pies. Como si un nudo se le hiciera en la garganta al mismo tiempo en que su estómago quiere devolverse a sí mismo. Y las palabras le queman en la garganta. Junto con una bilis, que no es imaginaria.
—... Pero, mira, incluso así, siento que hay energías para hacer algo. Seguir adelante con el día, ¿me entiendes? Porque dejarlo pasar así, lo hace sentir todo más como un desperdicio.
Es suave. La voz de Itsuka siempre que trata de hacer sentir mejor a alguien se siente como una tierna caricia, casi como una palmada de aliento que recibirías en la espalda.
A Monoma siempre le llama la atención su entonación.
No es diferente cuando a quien trata de animar es a él y no a algún otro de sus compañeros, pero.
Pero, particularmente, eso sólo lo hace sentir, tan sólo un poco más caótico de lo que ya es por lo general. Su mundo se mueve y se desordena, cuando es ella la que le habla y trata de detenerlo.
Y él no quiere ese desorden. No soporta ese desorden.
Ser desordenado no es lo suyo. Lo suyo es ser un malvado ego maniaco meticuloso a la hora de elegir sus palabras para poder robar los poderes de los demás y tener ventaja sobre ellos.
Él debe tener ventaja. Ventajas sobre las emociones de los demás.
Nadie debía de tener ventajas sobre él. Nadie podía tener ventajas sobre sus emociones.
Pero Itsuka. Kendō Itsuka.
—Oye, ¿no crees que ya te has humillado lo suficiente?
Tiene que pisar. Firme. Tiene que dar dos pisadas firmes para evitar irse de bruces contra el suelo mismo en la inevitable caída. O pisotear, serviría igual. Por más mal que eso esté.
—¿Perdona?
Y sabe. Sabe que está haciendo mal. Lo sabe porque en su pecho su corazón se estruja y se agita a sí mismo al verle la cara de simpatía a Kendō terminando por ser deshecha y pasar a una desagradable expresión de sorpresa y cautela.
—Lo que escuchaste. ¿No te cansas de ser- ¿no te cansas de estar- —y él mismo se tiene que detener porque si dice lo que va a decir, él sabe que ella se va a dar cuenta.
Porque Itsuka sí es lista, no como Tetsutetsu.
Itsuka es brillante. E inteligente. Y muy capaz y buena. Y es muy bonita y tiene una gracia natural. La clase de gracia que querría quedarse a contemplar como baboso mientras sólo deja el tiempo pasar. Si tan solo tuviera tiempo para eso.
Kendō lo mira. Es un arrebato interrumpido por él mismo y ella espera a que termine de hablar. Es esa muestra de no actuar tan precipitada en momentos extremos lo que le recuerda porqué es que le gusta tanto una chica como ella. Y él se va a ahogar.
Se va a ahogar porque antes de que termine de pensar en las consecuencias de lo que va a decir.
—¿No te cansas de coquetearle a un chico que ni siquiera te toma en cuenta como algo más que una tutora?
Ya ha abierto la boca y se dejado ir directo, en caída libre, hacia las profundidades del océano.
—¿No piensas que a alguien más podrían resultarle atractivos esos movimientos de cadera que haces? ¿O que le gustaría tener esos brazos de los que estás tan orgullosa alrededor de él abrazándolo? ¿O que tu cabello le parezca- le parezca...
Monoma ni siquiera sabe en cuál momento fue en el que él se puso de pie. O en cuál fue en el que Itsuka también se alzó y todos los demás hicieron silencio al ruido de su voz discursiva que siempre había mantenido el tono preciso para llamar la atención en medio de las masas. La razón por la que era fácil escucharlo a él y sus ideas. La razón por la que es fácil escuchar ahora que Kendō está enamorada de Tetsutetsu y que él, Monoma Neito, está enamorado de ella. Y celoso. Terriblemente celoso por no recibir el mismo trato.
Kendō aún aguarda. Aguarda a que termine de hablar pero parece que Monoma ha hecho otra predicción acertada. Una predicción incompleta, porque a pesar de que sí, es verdad que ella se ha dado cuenta, también se la ve enfadada. Mucho. Demasiado. Como nunca antes la había podido ver.
La sensación de haber hecho algo muy malo lo hace entrar en razón. Como sea, ya no puede regresar al pasado y desdecirse. Bueno, lo último tal vez sí. Pero eso implicaría también renegar de una parte de sí mismo. Y él era terco. Y. Él no había dicho nada que no pensara que fuera verdad.
—A Tetsutetsu le gusta Shiozaki.
Aún así, no consigue evitar sentirse como un niño. Uno pequeño y regañado. Y eso se refleja, mientras ligeramente desvía la mirada de Kendō y habla, rápido, arrastrando las palabras.
Escucha a Kendō tomar una respiración. Luego a sus oídos llega su voz apenas contenida por la ira, hecha un susurro que quiere ser grito: —Lo sé.
Y él se siente un completo idiota. Pero, un completo idiota con el impulso de haber sido retado.
—Y a mí me gustas tú.
Y no espera a ninguna reacción. No espera a verle más que los ojos tan solo para. Tan solo para dejarlo claro. Y luego irse. A esconder en la enfermería porque, ahora sí, va a vomitar.
