El sonido de sus pisadas se escuchaban débilmente en la amplia habitación, tenuemente iluminada por los rayos del sol. Era su primer día en esa ciudad, acababa de mudarse allí por…. razones que prefería olvidar, y establecerse junto con su padre en una de las tan fastuosas casas de la ciudad.
Se desperezó y dio un largo suspiro. Sí, a partir de ese día su vida mudaría por completo, eso podría asegurarlo, ya no volvería nunca más a sufrir como antes, no quería volver a sentir aquel dolor, que por su culpa alguien pudiera…
Sacudió energéticamente su cabeza, como si con ello pudiese despejar sus pensamientos y concentrarse en su meta actual: terminar de desempacar.
Comenzó entonces a retirar toda la ropa que había en aquellas cajas, una a una, pieza por pieza, una y otra y otra y otra y otra vez…
Era realmente desesperante la lentitud con la que desarrollaba tal acción, pero no dejaría esto hecho a la mitad, por supuesto que no. Una vez empezaba algo, no lo dejaría hasta terminarlo.
Poniendo más énfasis en su tarea esta vez, se dispuso a continuar desempacando. Pero, ¡¿Desde cuándo había tenido tanta ropa?! Realmente no lo recordaba.
Necesitaba un descanso…
Toc, toc, toc…
Unos golpes en la puerta lo alertaron, y viendo una oportunidad de tomarse una pequeña pausa de su ardua labor se apresuro a bajar rápidamente las escaleras.
Al abrir la puerta se encontró con un niño peli-azul, cuyos ojos del mismo color reflejaban mucha curiosidad, y con una amplia sonrisa que le daba un aire verdaderamente angelical, lo esperaba allí observándole detenidamente.
-Oh…Hola, ¿Puedo ayudarte en algo? – preguntó el nuevo ocupante de aquella casa.
-Hola! No, de hecho, vivo aquí al frente- dijo el niño apuntando hacia una casa que estaba pasando la calle- he visto que por la mañana llegaba un camión de mudanzas y a varias personas entrando a esta casa, por lo quería venir a ver si mi ayuda podría servirles de algo.-dijo dando una cálida y brillante sonrisa-¿Tú eres el dueño de este lugar? ¿Qué edad tienes? ¿Cuál es tu nombre? ¡Oh!, lo siento, yo mismo aun te he dicho mi nombre. Me llamo Aladdin, mucho gusto.
-¡Vaya! Si que tienes energía, ¿eh? Respondiendo a tus preguntas, veamos, sí, podría decirse algo así, ya que mi padre es el que ha comprado esta casa hace algunas semanas. Tengo 17 años, mi nombre es Alibaba y sí, es un gusto conocerte.- el muchacho con mirada dorada extendió su mano hacia el más joven que, alegre acepto el saludo.
-Es muy amable de tu parte el haber venido aquí a ofrecer tu ayuda- continuo el mayor- no hay muchos niños de tu edad a los que les agrade ayudar... -Se fijó entonces que el niño llevaba lo que era un uniforme escolar.-Aunque… ¿No estarás ofreciendo tu ayuda solamente para no ir a clases, verdad?
-¡Por supuesto que no! –Aladdin sacudía energéticamente su cabeza, alboratando de este modo su reluciente cabellera- Solamente quise ver si alguien necesitaba ayuda, una mudanza siempre es muy cansador pero, ahora que lo dices, ¡creo que sí se me hace tarde!- dijo mirando el reloj que se encontraba en el pulso del rubio.
-Creo que deberías de marcharte…- Alibaba bajo lentamente el tono de voz a medida que lo decía.
Espera… esto es lo que estaba buscando ¿no?, un descanso, entonces en este caso, lo que hare será…
- Te acompañaré- dijo sin previo aviso, saliendo fuera de la casa y cerrando la puerta tras sí- Es decir, seremos vecinos ¿no? Lo mejor será que seamos amigos a partir de hoy, ¿No te parece?
Aladdin observo al mayor con una amplia sonrisa, como si el simple hecho de haber mencionado la palabra amistad, hubiera activado en él una bomba de extrema felicidad.
-¡¿De verdad?! ¡¿Quieres ser mi amigo?!- el niño simplemente, desbordaba alegría.
- ¡Por supuesto!- dijo el mayor tomando la mano del más pequeño y jalándolo hacia la acera- Pero ahora deberíamos preocuparnos de no llegar tarde a tus clases ¿no lo crees?
-¡Sí!
Los dos muchachos entonces se apresuraron hacia el colegio del menor. A medida que avanzaban Alibaba le explicaba a Aladdin que, al ver su uniforme rápidamente lo había reconocido, pues el día anterior había estado tramitando con esa misma institución para comenzar a estudiar allí.
-….Pero, como solo hoy terminaríamos de mudarnos, empezare a ir al colegio desde mañana.- Explicaba el rubio- ¡Mira allí está la entrada!
-¡Vaya! ¡Entonces iremos al mismo colegio!- decía el niño de cabello azulado- También, ¿Podemos ir al colegio juntos todas las mañanas verdad?
Antes de que Alibaba pudiese abrir la boca para responder, un grito se escucho desde el gran portón de la entrada.
-¡¿Y tu quien carajos se supone que eres?!
