Hola!
Aquí va algo nuevo.
Os aviso de ante mano que esta historia se compone de capítulos cortos. Y quizás alguno sean un poquillo más largos, pero otros van a ser MUY cortos, tenedlo en mente, y no lo olvidéis.
Mi idea inicial era subirlo de una manera muy distinta, con capítulos formados por varios mini capítulos, pero según avance la historia, habrá momentos que quizás resulten complicados de seguir, así que he decidido, junto con mi querida beta Casey87carter, que mejor hacerlo así (Gracias por aguantarme).
Pues nada... espero que os atraiga la idea.
Gracias por leer.
Disclaimer: Twilight pertenece a Stephenie Meyer, cuya historia y personajes han inspirado este fanfic.
No sabes lo que tienes… hasta que lo pierdes.
I
Sus dedos fueron de la bolsa de M&M's a sus labios, introduciendo el dulce lentamente en su boca, volviendo después a la bolsa.
Masticó el caramelo, que crujió en su boca.
Volví a admirar sus dedos largos y delgados de pianista.
—¿Seguro que no quieres?
—No.
—Bueno, como quieras.
Estaba molesto.
—¿Por qué estás tan serio? —Se aclaró la garganta, pero no dijo nada—. ¿Edward?
—Es Tania.
Hice una mueca de disgusto que él no pasó por alto.
Tania era la novia de Edward y era todo lo que yo no era: alta, delgada, rubia, ojos azules, piel perfecta, extrovertida, simpática con todos —menos conmigo—, tenía don de palabra, era popular, le caía bien a todo el mundo —menos a mí y Alice—, sacaba buenas notas, los profesores la adoraban, era presidenta del comité de estudiantes... la lista podía seguir y seguir eternamente.
Yo soy solo Bella.
Edward y yo nos conocíamos de toda la vida, nuestras madres fueron juntas a las clases de preparación al parto cuando estaban embarazadas de mí y Alice.
Mi madre estaba aterrada porque era primeriza y Esme Cullen, después de 2 partos fue el apoyo perfecto para ella.
Ellas siempre pensaron que sería como un cuento perfecto. Salían de cuentas con días de diferencia y las dos esperaban niñas. Estaban convencidas de que seríamos tan amigas como ellas.
Pero según fuimos creciendo las cosas no salieron como nuestras madres pensaban.
A los cinco años Alice era una auténtica princesa vestida de rosa, jugando con muñecas y dando clases de ballet, mientras que yo —a pesar de ser muy torpe— me pasaba el día en chándal jugando en el bosque con Edward y Emmett, fingiendo que éramos aventureros y volviendo a casa llena de barro, con la ropa rota y las piernas llenas de arañazos y moratones.
Así que fuimos Edward y yo, y no Alice, los que tuvimos la amistad que nuestras madres habían soñado.
Fuimos uña y carne hasta que empezamos la secundaria.
En mi fuero interno, los sentimientos de amistad y hermandad que compartía con él evolucionaron, y sí, sonará infantil, ñoño y totalmente típico, pero, me enamoré de él.
Y cometí el error de no decírselo.
Tardé meses en decidirme, dándole vueltas a las palabras, al donde y al cuando, en ese afán que tenemos las chicas de imaginar como nos gustarían que fueran las cosas: perfectas.
Quizás me hubiese rechazado, pero al no decidirme, le perdí.
Aún recuerdo con horror el día en el que me dijo que había besado a Jessica Stanley detrás de las gradas del campo de fútbol.
Tras Jessica, hubo varias novias con los que iba al cine o a tomar pizza, y como iba con ellas, dejó de hacerlo conmigo.
Con ellas compartía besos, y poco más. Pero el año que cumplió los 16 empezó a salir con Tania.
Lloré durante horas cuando me dijo que Tania y él iban en serio, y que nunca se había sentido así con nadie. Para mí, a mis poco agraciados 15 años, los 16 de la ya perfectamente desarrollada Tania, fueron como una losa.
Y la peor parte no era esa, Tania me odiaba, odiaba la relación de amistad que Edward y yo manteníamos —aunque para mí ya no era como antes— a sus ojos, era demasiado cercana.
Incluso la primera y única vez que me dirigió la palabra por voluntad propia, fue en una fiesta en casa de Jessica Stanley, para decirme claramente a la cara que era una zorra y que no quería que me acercara a Edward nunca más.
Pensé que romperían porque evidentemente cuando empecé a evitarle, Edward se dio cuenta y cuando preguntó que ocurría y le conté lo que Tania me había dicho la discusión que tuvieron fue descomunal.
Pero no solo hicieron las paces sino que oí a Edward decir las palabras que nunca hubiese querido oírle decir:
"Bella, es como mi hermana pequeña, Tania".
Desde entonces él y yo nunca hablamos de su relación con Tania, a no ser que sea absolutamente necesario.
Hoy no era una excepción, Edward no iba a decirme que le había hecho Tania para que estuviese enfadado ene se momento. Aunque no hacía falta, porque Alice me lo había dicho esta mañana.
Y una vez más era por mí.
Edward llevaba una semana recogiéndome para ir a clase y luego me volvía a traer a casa porque mi coche se había estropeado y había que cambiar una pieza que Edward prometió comprar y cambiar, pero aún no lo había hecho.
Por las mañanas íbamos con Alice, pero por las tardes volvíamos solos.
Tania le dijo que estaba harta de esta nueva rutina y que por qué no podía llevarme Alice en su coche, y discutieron.
Alice dijo que les oyó desde el salón mientras estaban en el piso de arriba, en el cuarto de Edward, y que las palabras exactas de Tania, gritando fueron: "Estoy harta de que pases más tiempo con esa mosquita muerta que conmigo".
Alice me dijo que no pudo oír lo que contestó Edward, porque él no gritaba como ella, pero que menos de medio minuto después Tania se fue de su casa bajando las escaleras de muy mal humor.
Eso en realidad no me consuela en absoluto, se que Edward me defenderá siempre frente a Tania, y su defensa será siempre la misma "Bella, es como mi hermana."
Edward suspiró.
—No entiendo por qué no os podéis llevar bien.
—No le gusto.
—Bueno, a ti ella tampoco.
—Es difícil que te caiga bien alguien cuando lo único que te ha dicho a la cara por propia voluntad es "Eres una zorra."
—Bella... no empieces— Suspiró pesadamente pasándose los dedos por el pelo.
—Sabes qué es cierto, tengo testigos que te lo confirmaron. Yo en cambio no le he hecho nada para que me odie... ¡Ay, no! —Dramaticé—, espera, claro que lo he hecho... soy tu amiga, ¡Qué fatalidad! —dije ácidamente.
—Mañana sales una hora antes que yo, ¿vas a esperarme?
—¿Cambiando de tema descaradamente, Edward?
—No.
—No te voy a esperar.
—¿Por qué?
—Porque Tania no quiere.
—No quiero hablar de Tania contigo, ya lo sabes, terminaré discutiendo contigo también y no estoy de humor, Bella.
