Música inspiradora: Utopía Soundtrack
La detective del amor
1
—¿Quién te crees que eres, perra estúpida?
—Ven acá, rubia de porquería, ¿acaso quieres que me muera? ¡Riégame de una buena vez!
—Morirás sola, fracasada, solo que en lugar de gatos estás rodeada de flores. ¡Perdedora!
—¡Cállense!
—Ino, nadie está hablando.
La rubia se sobresaltó cuando la voz de Sakura se escuchó como un grito horroroso que harían reventar sus tímpanos y la florista se aguantó las ganas de taparse las orejas con las manos porque ya tenía claro que el papel de esquizofrénica lo estaba haciendo demasiado bien. Y la mirada preocupada de Sakura así se lo hacía saber.
—Yo… —comenzó Ino con esa mirada de loca que había adquirido luego de una maratónica sesión de interrogatorios que había efectuado en el Cuartel de la División de Inteligencia. Veintitrés horas después la habían despachado a su hogar por un cuadro ansioso y trastornos del sueño con la esperanza que su sobrecarga mental se atenuara pero sus síntomas solamente estaban comenzando.
Tenten había reportado verla hablando en la florería, asegurando que no había ningún alma en el interior de la tienda y se permitió mirarla a través de la vitrina hasta convencerse de que la loca no era ella. Ino le hablaba al aire como si estuviera aburrida de respirarlo y sin esperárselo, fue testigo de cómo comenzaba a destrozar flores con rabia, primero quitándole los pétalos y las hojas a puñados y después destrozando los tallos aunque tuvieran espinas. Tanta fue la locura que Tenten no vio mejor solución que llamar asistencia médica.
Para cuando llegaron la señorita Shizune y Sakura, la tienda era un desastre colorido. El suelo tenía una alfombra de pétalos, salpicados de maceteros rotos y tierra de hojas esparcidas al azar. Ambas tardaron un momento en entender lo que estaban viendo y la única explicación que le pudieron sacar a Ino fue una tontería.
«Se lo merecían por perras», había dicho Ino con la mirada perdida y Shizune ordenó que se la llevaran al Hospital por presentar un terrible cuadro de estrés post traumático.
—No puedes decirles que nos escuchas, ¡pensarás que estás loca!
—¡Shh! —mandó a callar a esa maldita rosa blanca con un siseo para que pasara desapercibido para su amiga pero no fue así. Sakura frunció los labios, mucho más asustada que antes.
—Ino… —le llamó su amiga a punto de llorar—, ¿qué es lo que te sucede?
—¡Dile que estás demente! —le gritó con burla un jazmín a un lado de la rosa blanca y ella y el lilium la acompañaron en la risa. Las ganas de destrozar el ramo de flores que le habían colocado dulcemente en su mesa de noche volvieron a atacarla con fuerza pero otro diálogo entró en su mente para descolocarla.
—Ino, estás asustándome…, jamás pensé que un Yamanaka pudiera volverse…
—Volverse qué, Sakura —preguntó molesta la rubia y la médico abrió los ojos a más no poder, meditando la posibilidad de que hubiera cometido el error de pensar en voz alta—. Escuché lo que dijiste: jamás pensaste que un Yamanaka pudiera volverse loco. ¿Acaso eso era lo que querías decir?
—Pero yo no dije…, ¿cómo fue que supiste?
—Lo escuché claramente —le dijo la demente con los ojos de una poseída y una voz que necesitaba un exorcista con urgencia—, lo dijiste, ¡dijiste que estaba loca!
—Yo no…
—¡Sí!
—Mierda, esto no está pasando… —pensó nuevamente su mejor amiga y la otra abrió los ojos mientras gritaba con la boca cerrada el qué—. Ino, ¿es que acaso puedes escuchar lo que pienso? —le preguntó sin siquiera hablar y de súbito, la rubia se quedó tiesa y callada—. Repite lo que digo, si es que logras escucharme. ¿Lista? —Ino asintió y Sakura se puso muy pálida—. Un cerdo se fugó al monte.
—Un cerdo se fugó al monte —repitió con una frialdad que dio miedo, incluso a ella misma y el veredicto fue claro—. Oh, Dios mío, sí estoy loca —reflexionó llevando la vista hacia la cama, completamente devastada y tras unos momentos de calma, se cubrió las orejas con los puños para dejar de escuchar. Sakura intentó no pensar para no perturbarla más de lo que ya estaba pero simplemente no podía parar de hacerlo. Pensaba en que pensaba, pensaba en que debía dejar de pensar y pensaba y pensaba. Al final, Sakura decidió concentrarse en algo que la haría dejar de hablar en su inconsciente y se vio a sí misma haciendo lo mismo que hacía Ino, sólo que no sólo se tapaba las orejas con las manos, sino que también cantaba una canción casi gritando, y si se equivocaba o decía algo incoherente, simplemente seguía porque tenía la mente en función apagada.
Ino dejó de alejar los pensamientos de las personas que pasaban por el corredor cercano y en lo que decía la Sakura mental para concentrarse en lo que la última gritaba y trató de hacerla parar, pero su volumen impidió que la rosada la oyera y terminó siendo el blanco de una pantufla y todo volvió al silencio habitual, con uno que otro pensamiento de las personas que fueron a mirar el pequeño incidente con la canción mal cantada.
—¡No seas estúpida! —le gritó Ino después de despachar a la gente con la otra pantufla que le quedaba y quedaron solas en la habitación a puerta cerrada—. Si quedo sorda no vas a impedir que siga escuchando lo que dice el resto. ¡Se supone que yo soy la loca ahora! ¡No tú!
—¡Estaba intentando ayudarte! —le gritó de vuelta la médico, mientras le lanzaba la pantufla que le había aventado antes e iba a buscar la otra, que había caído más cerca de la salida. Ino se cubrió la cara con los brazos.
—¡Detente!
—¡No seas una llorona!
—¡Deténganse las dos! —les gritó la recién llegada para luego sonrojarse, Shizune no estaba acostumbrada a detener ese tipo de escándalo, para eso siempre estaba la señora Tsunade pero ella estaba en unas termas muy lejos en ese momento—. ¡Esto es un hospital! ¡Pensé que eso lo tenían claro ustedes dos!
Ambas miraron hacia abajo diciendo al unísono lo mucho que lo lamentaban y Shizune respiró más tranquila al tiempo que cerraba la puerta de la habitación para darles más privacidad y se les acercó con sólo sus tacones haciendo ruido ahí. Bueno, y los pensamientos de los curiosos, de la señorita Shizune y Sakura hacían otros ruidos en la cabeza de Ino.
—Y bien, alguna de las dos me dirá lo que está pasando aquí —les dijo a las chicas con la voz dura pero fingida y en su mente rezaba algo distinto: —Oh, Dios, ¿qué estoy haciendo? No tengo madera de directora del Hospital, estas niñas tienen más personalidad que yo, ¿cómo es que las pondré en su lugar si lloraré si me gritan?
—Señoria Shizune, ¡Ino está…!
—Lo sé, Sakura —la interrumpió con la voz suavizada, como si no quisiera perturbar a la enferma—, ya estoy enterada del…, incidente de la tienda —replicó la morena como para que Ino no se diera por aludida pero todo lo que maquinaba en su mente, la rubia podía escucharlo incluso antes de que Shizune se decidiera a decirlas—. Pobre Ino, todos están comentándolo…
—¡No estoy loca! —gritó la aludida tras leer ese último pensamiento y como nadie había mencionado nada más, quedó como no quería quedar, como a la loca que se le habían ido las cabras al monte, la que le susurraban los duendes al oído, la esquizofrénica, a la que se le caían los tornillos.
—No, señorita Shizune, no es lo que piensa. Bueno, puede que sí… Al parecer Ino quedó sensible y ahora puede leer los pensamientos del resto con tan sólo estar cerca —explicó Sakura muy asustada y Shizune asintió muchas veces con la intención de calmarla pero cuando digirió las palabras, sus ojos se abrieron a más no poder, ruborizándose a tal punto que comenzó a transpirar.
—Espera, ¿qué? ¿Ino puede qué…? —La señorita Shizune se volvió hacia la rubia con la mirada asustada y retrocedió unos pasos cubriéndose la boca con una mano—. Oh, no, Ino sabrá lo que hice esta semana, no puede ser…, lo que hice ayer, todo eso que Yamato me…
—Señorita Shizune, ¡por favor! No podré saberlo si no lo piensa, ¡tranquilícese! —intentó calmar la rubia a la morena, pensando en que debería ser al revés—. ¡No! ¡No es su culpa que el capitán Yamato la haya llevado a comer y que haya pensado que el olor a puerco era medianamente delicioso! ¡No lo comió y no es pecado haber pensado aquello! ¡Y Sakura, deja de pensar en lo que piensa Shizune!
Tras aquellos griteríos incluso la mente de Ino estaba callada y la compostura de Shizune volvió a su cuerpo como una máscara de seriedad. Se acercó a ella ante la mirada de las dos y le acarició el cabello con una sola mano, mientras que con la otra buscaba algo en su bolsillo, totalmente visible para Ino.
—Esto no puede seguir, Ino. Es algo que está mal y te traerá problemas después. Como dormir o desenvolverte en la vida cotidiana —le explicó con la suavidad de un médico hacia su paciente y su mano dejó de buscar. Ino no podía dejar de mirar ese bolsillo no pensante imaginándose qué cosa sacaría de ahí—. Iré a buscar a alguno de los miembros más antiguos de tu Clan ahora, ¿sí? Alguien debe saber cómo remediarlo —sonrió.
—Señorita Shizune, lo que sea que tenga ahí, no es necesario…
—Ino, sólo te haré dormir, escuchar tantas cosas te estresará —le dijo mientras intentaba apuñalarla con una aguja embebida en alguna toxina pero la rubia detuvo su brazo con sus manos y la aguja se enterró imaginariamente en sus ojos—, ¡no te resistas! ¡Sakura, ayúdame!
—¡Pero yo no tengo nada…!
—¡Ya sabes qué hacer! —le ordenó forcejeando con Ino para que la dejara adormecer y Sakura se aterró y le confesó indirectamente a Ino que no sabía qué hacer a través de sus pensamientos—. ¡Sakura!
Un puñetazo dejó inconsciente a Ino de manera más eficaz que la toxina de Shizune y ambas se quedaron mirando a la mentalista sin decir ninguna palabra, hasta que la morena pinchó apenas el brazo de Ino con su aguja como si fuera un zancudo.
—Quería que la sujetaras —le confesó la señorita Shizune con un poco de culpa—, la toxina le ayudará para el dolor.
Cuando Ino despertó, las voces seguían ahí y se sacudió sobre la cama del Hospital con furia, tenía la remota esperanza de que su hipersensibilidad se pasaría con el regalo de la inconciencia del puño misericordioso de Sakura o que se tratara de un mal sueño, pero el puño era a la vez misericordioso y doloroso, y definitivamente no era un sueño.
—Me alegra que despertaras, Ino. Cuando llegué a la Aldea me informaron que te dio un ataque de ansiedad y que te habían traído al Hospital —la saludó el inexpresivo de su novio desde un lado de la cama y lo observó con los ojos de una persona que ve una aparición.
—No te escuché —le dijo Ino absorta, sin explicar que se refería a la audición mental y no la sensorial.
—Es porque no he hecho ruido mientras dormías ni he pensado absolutamente nada porque Sakura me lo advirtió —explicó con calma para luego sonreír—. Me dijeron que ahora puedes leerle los pensamientos a la gente con tan solo estar cerca. Te volviste aún más poderosa que antes, bonita.
—¡No! Es una pesadilla, Sai, no entiendes. Puedo escuchar todo lo que la gente piensa, ¡todo! —Pero Sai simplemente le asentía, quedando todavía más convencido de que era un poder y no una maldición. Ino intentó abordar entonces su explicación de otra manera y se le acercó a Sai como si le confesara un crimen terrible—. Todo lo que decimos tiene un porcentaje de mentira asociado pero no lo que pensamos, Sai. No podré estar con nadie sin que saber exactamente lo que piensan de mí, estaré invadiendo la privacidad del resto, ¡y sus pensamientos no me dejan tranquila! Es como si estuviera en una habitación con mucho ruido, ¿cómo podré llevar una vida normal así?
—No podrás —le susurró una voz dulce y lejana. Ino enseguida inspeccionó a la mesita de noche que tenía una sencilla lámpara, un botón para llamar a las enfermeras y un ramillete de flores perfumadas de jazmín y las indeseables que rezaban el mucho amor que le tenía Sai se rieron como pequeños duendes malignos.
—¿Quién trajo esto? —preguntó Ino con los ojos entrecerrados.
—Pensé que te gustaría despertar con su aroma dulce —respondió Sai e Ino se cruzó de brazos con los ojos cerrados.
—Hazme un favor y bótalas —ordenó con un tanto de enfado y Sai la miró sin comprender—, sólo hazlo. Me hará sentir mejor.
—No te atreverías —le advirtió el ramillete mientras era sujetado por el artista y la llevaba con el hasta el basurero pero Ino lo detuvo y le señaló la ventana. Si la dejara en el basurero seguiría escuchándola—. ¡Déjame! No hablaré más, lo prometo. ¡Zorraaaaaaaa!
Por primera vez Ino se vio sonriendo cuando el pobre arreglo floral gritaba y gritaba en su caída libre y sus lamentos se fueron apagando con cada metro que avanzaba para abajo. Sai miró por la ventana hasta que su víctima estuvo tirada en el suelo, luego se volteó hasta su novia.
—¿Acaso ya no te gustan las flores?
—Las escucho también —respondió con un tanto de reserva—, y ellas son unas zorras conmigo. No sabía que las flores podrían odiar a las floristas.
—Bueno, tiene sentido, las arrancas de sus raíces y las atas con listones, las envuelves en mortajas de papel y las vendes para que mueran lentamente hasta que se marchitan.
—No tenías que decirlo de esa manera. —El sólo hecho de escucharlo de ese modo hacía de la florería una carnicería, o mejor dicho una floricería—. De todas formas, ¿cómo es que no puedo oírte pensar?
—Ya te lo dije, bonita, Sakura me dijo que no lo hiciera para no perturbarte. Así que no pienso.
—¿Eso es todo? ¿No piensas en nada durante tanto tiempo?
—Así es. —Ante la sorpresa de Ino, Sai le alisó la sábana con la que ella se cubría e inmediatamente la rubia se recostó de vuelta sobre la cama para dejarse arropar—. Hablé con uno de tus tíos cuando estabas…, durmiendo.
—Inconsciente por el puño del olvido de Sakura querrás decir —lo interrumpió con un bufido y Sai simplemente sonrió.
—Inconsciente, entonces —repitió como para complacerla y luego continuó—. Lo que nos ha dicho es que ustedes los Yamanaka pueden quedar muy sensibles a la mente cuando están expuestos mucho a su técnica y me ha contado de las veces con sólo tocar a las personas ha experimentado a los mismos síntomas tuyos. Ahora bien, tus poderes han ido más allá de un simple roce y lo haces simplemente sin necesidad de usar tu tacto.
—¿Y eso significa que…? ¿Cómo puedo remediarlo?
—Significa que eres más sensible que el resto de tu Clan. Tienes más capacidad sensorial que los demás, Ino —le respondió feliz y la rubia se desesperó—. No sabemos cómo remediarlo pero nos ha recomendado que dejemos que el tiempo lo solucione. Así, al menos, lo han solucionado tus pares. —Al verle su cara de decepción infinita, Sai intentó por otro ángulo—. Según mis libros todas las situaciones negativas tienen algo positivo que puedes aprovechar. Piensa en algo en lo que pueda ser útil tu «maldición».
Sai la escoltó a su casa esa misma tarde. Tanto Shizune como Sakura estuvieron de acuerdo de darle el alta cuando fue obvio que no podrían hacer absolutamente nada además de darle sedantes y dejarla inconsciente para que no le viniera otro ataque de histeria. Su diagnóstico final tampoco fue muy satisfactorio pero dejaron por escrito en los informes que Ino había llegado al Hospital luego de sufrir un colapso nervioso postraumático tras las largas sesiones de interrogatorios por los que había pasado. Al menos sonaba bien y ambas convinieron que de haber estado la señora Tsunade en servicio, el informe médico simplemente hubiese rezado «demencia.»
—¿Estás bien, Ino? —cuestionó el artista mientras cruzaban una avenida concurrida y la florista sufrió una inconveniente crisis de pánico cuando escuchó el sinfín de pensamientos que tenían las personas al unísono—, quizás deberíamos haber esperado hasta la noche para salir.
Pero Ino simplemente estrechó con más fuerza su mano y Sai pudo sentir el sudor del pánico en su palma.
—Sólo sigamos —le pidió con los ojos bien apretados, intentando alejar las imágenes mentales que le venían—, no podré tolerar un viaje de vuelta —confesó quejumbrosamente al recibir un par de pensamientos pornográficos de ella misma, ejecutando posiciones que jamás habría imaginado, con trajes de mal gusto e incluso dejando que le lamieran el glóbulo ocular. Si bien ninguno de los hombres que la miraban con sigilo tenía una conducta que los delatara como depravados mentales cuando la veían pasar, para Ino era exactamente igual que le gritaran piropos asquerosos en medio de la calle.
—¡Miren a esa chica! ¡Qué buen par de piernas! ¿A qué hora abren, preciosa?
—Quién es tu ginecólogo, niña, para lamerle las…
—¡Ahh!
—¿Qué pasa? —le preguntó Sai, deteniéndose en mitad de la calle pero Ino lo tironeó para que continuaran y en su huida frenética la rubia empujó a una mujer sin querer. El pálido de su novio pidió el perdón que Ino no podía dar debido a su ceguera mental pero la chica simplemente masculló arreglándose el bolso en el hombro antes de darles la espalda con una arruga acentuada en el entrecejo.
—Zorra maldita —la oyó decir a la malnacida—, ¿qué te vio tu novio, mastodonte ciego?
Si bien Ino se enfadó muchísimo, no se detuvo en su carrera por llegar a la paz mental que suponía su casa. Como Sai parecía llevar muy bien el no pensar, estar con él era exactamente igual que estar sola, estaría bien acompañada, aunque se sentía un tanto inquieta al no escuchar sinceramente lo que pensaba. ¿Qué pensaba Sai de ella? ¿La creía un mastodonte ciego?
—En primer lugar, no eres un mastodonte, eres una humana. Y en segundo lugar, no estás ciega. ¿Quién te ha dicho eso, bonita?
En todo el tramo a su casa, se toparon con muchos conocidos e Ino se enteró lo mucho que Inuzuka Hana odiaba a Shinarui Genma, eterno exnovio que habitaba en su mente aunque su ruptura se remontara hacía muchos años atrás. Que a pesar de que Genma tenía la fama de ser un mujeriego por excelencia y que contaban leyendas de sus habilidades amatorias, sus pensamientos estaban lejos de ser los de un hombre nacido para complacer a las mujeres de la villa y más allá. Su mente estaba poblada de bromas pesadas, pereza, informes pendientes que dejaba pendientes por siempre y más pereza. Incluso cuando la saludó al pasar a su lado, su cerebro simplemente maquinó las frases «hija de Inoichi» y «altoparlante mental». ¿Acaso no era lo suficientemente bella para que Genma la considerara como su próxima víctima? Del compañero de Genma, el capitán Raidô y con quien había cumplido un par de misiones en su equipo, supo que la consideraba una chica muy bonita y sus pensamientos hacia ella la hicieron mirarlo de una forma que lo hizo sentirse notoriamente incómodo.
Más adelante, se enteró del crimen serial cometido recurrentemente por una mesera de su restorán favorito de toda la Aldea y decidió que jamás volvería a comer ahí dado que la chica en cuestión escupía en los refrescos de los clientes que le caían mal, y la rubia recordaba perfectamente que la había recriminado un par de veces por tonterías. Un par de esas mismas veces había probado su saliva y ni siquiera se había dado cuenta.
El capitán Yamato se quedó conversando brevemente con ellos porque cuando Sai le comentó del problema de Ino, Yamato la miró como si fuera la mismísima peste y se dio a la fuga lo más rápido posible diciéndose lo siguiente.
—Mierda, la chica lee las mentes, ¿habrá escuchado lo que pensaba antes? —Sí lo había escuchado ciertamente, se estaba recitando diálogos del libro favorito de Kakashi—. ¡Oh, no! ¡Le dirá a Shizune que comí cerdo antes de juntarme con ella ayer!
Y así fue conociendo los secretos oscuros y obscenos del resto hasta que llegaron a su casa. Sai, como si fuera un esposo diligente, la acompañó hasta su cama para arroparla mientras él le preparaba una sopa caliente, el remedio culinario para las enfermedades según sus libros aunque no tuviera nada que ver con su psiquis y claramente, no curara su demencia mental. Acostada en la penumbra y mirando el techo, pensó en lo último que Sai le había aconsejado en el Hospital. El chisme era su hobby y según su filosofía de vida, el chisme era bueno para conocer al resto. Así fue como fue maquinando con rapidez y hasta creó a la «Detective del Amor», ¿algún problema amoroso? ¿Quieres saber si realmente te ama? ¡Yo soy la solución a tus problemas!
Una risa le brotó fácilmente de su interior y se estuvo riendo cerca de un minuto porque estaba segura que se haría millonaria con su nueva idea. Lo estaba planeando todo, entablaría conversaciones con sus potenciales clientas para ofrecerles su servicio y luego difundiría el rumor de que estaría atendiendo casos en un callejón oscuro, para salvaguardar su identidad. Y lo mejor de todo era que no la llamarían a misiones hasta que su problema de sensibilidad mental se solucionara, por lo que disponía de todo el tiempo del universo para poder ejercer su profesión oculta, dejando a Sai a cargo de la Florería Yamanaka para suplir sus ausencias.
Siguió riéndose cuando todo comenzó a cobrar sentido y hasta le sonó un tanto maquiavélica, pero eso no la detuvo al momento de seguir riendo y Sai se detuvo en el umbral de la puerta para estudiarla en silencio. Ni siquiera cuando la analizaba, pensaba.
—¿De qué te ríes? —le preguntó él mientras entraba y para Ino fue claro que Sai decía lo que pensaba y así se ahorraba el pensar. Además de que tenía un poder de concentración inhumano.
Ino saltó de la cama para correr a su encuentro sin decir nada y lo abrazó efusivamente sabiendo que él se las arreglaría para no quemarla con la sopa—"remedio para el alma".
—¿Qué es lo que piensas de mí?
—Esa es una pregunta demasiado general, Ino, además sabes que estoy haciendo lo posible de no pensar.
—¡Oh! —suspiró ella mientras se mecía sujeta de su cuello con los ojos cerrados, enamorada. Algo de ese amor que ella sentía debía retribuírselo al mundo en forma de chismes serviciales, se convenció. Sai sabía cocinar, era limpio, no tenía traumas atroces que lo empujaban en la senda de la venganza ni era un asocial; aunque sí tenía problemas con sus filtros a la hora de hablar, sus obscenidades a veces la hacían reír—. Deberíamos casarnos —le dijo de pronto y abrió sus ojos ante su divagación no meditada.
—¿Qué?
—¿Qué? No dije nada. ¿Acaso dije algo? —se separó de él para volver a la cama como una niña buena y por más que leyó la mente de su novio lo único que logró resultó ser la misma información que le daría la mente de un cadáver. Ahora le molestaba el que fuera tan bueno no pensando.
—Dijiste que…
—¡No! ¡No quiero escuchar! ¡No estoy escuchando! —gritoneó ella con las manos en las orejas más avergonzada de lo que pensaba que estaría y tomó la precaución de cerrar los ojos para no leer accidentalmente los labios de él. Y para evitarse el drama de que alguna palabra díscola llegara a atravesar la barrera física de sus dedos, Ino comenzó a cantar la misma canción que Sakura había utilizado con ella en el Hospital.
—Dijiste que deberíamos casarnos —pensó él para saltarse todas sus barreras auditivas y llegar directo a su mente. Ino se cruzó de brazos al no encontrar ninguna pantufla arrojable cerca.
—Oh, claro, así que ahora puedes pensar, ¿no? Creí que estabas haciendo el gran esfuerzo de no pensar por mí pero ya veo que no lo es tanto porque lo hiciste de todas maneras —regañó ella mientras Sai le extendía la bandeja con la sopa, cuchara, servilletas y una galleta de cereales para untar. Todo bien ordenado, incluso más ordenado de lo que ella misma lo hubiese hecho—. No quiero tu sopa.
—Pensé para que me oyeras, Ino.
—Me traicionaste, Sai —exageró ella—. ¿Y si sabes lo que dije por qué no me respondes? ¡Respóndeme!
—Bueno..., sí, Ino. Casémonos.
—¿Enserio? —gritó ella pero pronto se arrepintió—. ¡Oh! Lo lamento, no quería ser la que lo pidiera así que te borraré la memoria.
—¿Qué? ¿Por qué? Estás siendo machista, Ino, no tengo por qué ser yo el que…
—No es romántico, Sai. Adiós. —Y lo tocó con el índice sobre la frente para que el chico olvidara su propuesta de matrimonio, técnica que usaba recurrentemente en el Cuartel de Interrogaciones. Sai demoró unos segundos en volver a prestarle atención y que el efecto raro de la supresión mental pasara.
—¿Acaso me borraste la mente? —le preguntó él mirando la entrada y su posición actual a un lado de la cama, sin recordar cómo se había trasladado instantáneamente. Ino se llevó la cuchara colmada de sopa a la boca mientras Sai se acariciaba la cabeza.
—¿Qué? ¿Cómo crees que te haría eso, mi amor? —cuestionó inocentemente y volvió a su sopa—. Te quedó exquisita, Sai, es una suerte que supieras copiarla del restorán, descubrí que la chica me escupe en los refrescos así que no volveremos nunca más allí.
Pero Sai seguía sintiendo la cabeza extraña.
—¿Me has borrado la memoria antes?
—¡Jamás!
Nota de la Autorísima: Ragdoll Physics Entretaintment proudly presents el primer no-oneshot SaixIno sort of de la vida :D Pero en realidad no fue pensado como tal, quería que fuera un long shot pero me fui por las ramas, mi barra de estupidez creció enormemente y no vi la luz al final del tunel así que lo corté para sentirme bien conmigo misma y tener la alegría de leer un par de reviews jajajajajaja pero no es presión, si no quieren dejar un review no se sientan mal, con su hit me basta... si, me basta. Again, sin presiones jajajajaja :)
Lo de Ino siendo capaz de leer pensamientos no tengo idea cómo empezó, creo que primero fue que escuchaba a las flores y después subió a nivel DIOS xD todo fue escrito en tono bien idiota y me ayudé en un principio en el soundtrack de la serie inglesa Utopia porque es bien demente ajajaja si pueden leer los siguientes capítulos (o capítulo) sería fantástico xD Aquí estoy inspirada brígidamente en la historia de mi hermana Sybilla "La Reina de los Fracasados", para los que no la han leído (léanla) le hago muchas referencias, por ejemplo, a Yamato-Shizune; a la capacidad de los Yamanaka de borrar la mente y su uso indiscriminado jaja y un gran etc. Te ami, hermaniwi del mal. No recuerdo qué más, sólo que la última escena la escribí sin pudores, puede que en otra ocasión la hubiera obviado por su carga cursi-idiota jaja
Sin más, espero que la disfruten, no esperen capítulo(s) seguido(s) porque debo esperar a que mi ridiculez esté al máximo jaja pero aviso desde ya que MÁXIMO tendrá tres capítulos y mínimo, bueno, dos, bleh.
Muchos besos ragdollozos, sean felices siendo imbéciles y fracasados, adiós. RP.
