DISCLAIMER: Hellsing no me pertenece (por desgracia ¬¬), es propiedad de Kouta Hirano – sensei (que envidia ¬¬) simplemente soy una fan más perdida en el infinito (pero muy feliz de serlo n.n) pero eso no me quita la oportunidad de jugar un poco con mis personajes favoritos (y ponerlos en las situaciones más extrañas que puedan imaginar X3). Para aumentar mi desgracia tampoco poseo los derechos de las canciones que uso en mis fics (pero me gustaría T.T), le pertenecen a los cantantes, cuyos nombres no voy a decir por que seria una lista demasiado larga.
Era el año del Señor de 1683, en la ciudad de Cádiz se lloraba la muerte de la hija de los Duques de Alcántara.
La muchacha, de sólo dieciséis años, había muerto de una misteriosa enfermedad, en cuestión de una semana, su prometido, el conde de Villanueva, había quedado destrozado por la repentina muerte de la muchacha.
María Montalvo había sido una muchacha muy bella, de piel clara y labios rojos, tenía el cabello rubio y ondulado, y unos dulces ojos verdes.
Entre la gente que se arremolinaba en la calle para llorar a los duques junto con la muchacha, había un hombre alto de cabello negro y ojos rojos, que se ocultaba del sol bajo una capa negra.
A diferencia del resto de la gente, este hombre sonreía al ver pasar el ataúd en dirección al cementerio.
Al caer la noche todo el cementerio y el mar estaban llenos de pequeños pedazos de madera con velas. Todos lloraban afuera de la cripta familiar de los duques de Alcántara.
La ciudad estuvo de luto tres días, al cuarto día, todos había regresado a sus rutinas normales.
Cuando llegó la noche, el hombre de la capa negra se había deslizado por el cementerio hasta la tumba de la muchacha. Cuidadosamente movió la tapa.
La muchacha rubia que yacía en el ataúd se levantó sonriendo. El hombre le ofreció su mano y la ayudó a salir suavemente del cuarto. María Montalvo acompañó al vampiro a afuera de la cripta.
Misteriosamente varias personas comenzaron a morir de la enfermedad misteriosa que había matado a la duquesa.
Y la conmoción aumentó con la desaparición del cuerpo María. Todos pusieron cruces sobre las camas de los enfermos y en las puertas y ventanas de las casas.
Algunas semanas más tarde, María, increíblemente débil se dirigió hacia la única casa que tenía un acceso por el cual podría entrar y alimentarse, el castillo del conde de Villanueva, su antiguo prometido.
Para su desgracia, una vez ahí, fue emboscada por la Santa Inquisición. Fue encarcelada por herejía y preparada para una ejecución pública, pero escapó.
Creyéndola muerta, el vampiro regresó a Rumania, su tierra natal. Sin embargo en su memoria quedó grabado el recuerdo de su duquesa española, la Duquesa María Montalvo de Alcántara.
María Montalvo escapó hasta llegar a Marbella, dónde algunos meses después dio a luz a una niña, Esperanza Montalvo.
Pero no estaban a salvo, y María se dio cuenta de eso demasiado tarde.
Una noche miembros de la división trece del Vaticano atacaron la villa de María y Esperanza, y mataron a María sin piedad.
Sin embargo, un sacerdote se encontró con una niña de once años encogida en un ropero, el hombre miró a la niña temblar de miedo mientras sus ojos rojo intenso se escondían detrás de una despeinada mata de cabello rubio.
El sacerdote se hincó frente a la niña –quédate aquí y no te muevas hasta que todos se hayan ido –le dijo el hombre, de cabello castaño y ojos azules,
Esperanza asintió y el hombre cerró las puertas del ropero.
La siguiente noche, Esperanza salió despacio del armario y vio todo destruido a su alrededor.Después de ese día, Esperanza Montalvo, ahora Duquesa de Alcántara, se las tuvo que ingeniar sola para sobrevivir.
Sin embargo, cuando su madre la había escondido en el armario donde la había encontrado el sacerdote,
Le había dicho –ve a Cádiz, y busca en el alcázar de mi familia un medallón dorado, ábrelo y busca a tu padre, él podrá ayudarte cuando lo necesites –le dijo la vampiresa
– Sí mamá –le dijo la niña. María le dio un beso a su hija en la frente y salió corriendo en dirección contraria.
MUCHOS AÑOS DESPUÉS
Han pasado trescientos años desde que la pequeña Esperanza se quedó sola y se fue a Cádiz.
Ahora su imagen era la de una esbelta mujer de veinte años.
Ha pasado todo ese tiempo buscando a su padre sin encontrarlo, y ha recorrido una gran parte del mundo y ha visto las cosas que un mortal no hubiera tenido tiempo de ver.
Ahora se encontraba en un pequeño hostal de Rumania, el lugar debía de tener unos doscientos años.
Una muchacha rubia de ojos rojos bebía una botella de vino en una esquina, algunos de los huéspedes habían visto como revolvía el líquido rojo y espeso de un frasquito con el vino con cara de asco y bastante asustados.
En el fondo contrario del lugar estaba sentada una mujer muy anciana a la que todos se referían como abuela, la mujer no le había quitado la vista de encima a Esperanza desde que había visto el frasquito.
Esperanza había notado la mirada de la anciana y le estaba costando todo el trabajo del alma ignorarla.
Para distraerse de la sensación de que estaba siendo examinada sacó una pequeña libreta y se puso a revisar sus notas anteriores.
Algunos minutos más tarde se acercó una chiquilla de unos once años, Esperanza levantó la mirada y la miró con sus profundos ojos rojos
–dice la abuela Ivonne que le gustaría que te acercaras a hablar con ella… dice que no le molesta lo que has mezclado con el vino y ya sabe lo que es… por cierto ¿Qué es? –Preguntó la niña con curiosidad,
Esperanza sonrió, esa niña le había recordado a ella cuando era pequeña –es una medicina que necesito, algún día lo entenderás… gracias –le dijo,
Guardó sus cosas y se acercó a la anciana, se sentó junto a ella y acomodó sus cosas
–Yo sé quien eres, niña, y eso que traes ahí no es ninguna medicina –le dijo la anciana tomando sus manos entre las suyas, Esperanza la miró escépticamente y la anciana sonrió con su sonrisa desdentada
–sí, muchacha, aunque no lo creas… yo ya he visto mucho –dijo la anciana sin borrar su sonrisa,
Esperanza decidió entrar en su mente para saber de qué exactamente hablaba la mujer, tenía unos ciento quince años, sabía que era una vampiresa y algo le llamó la atención dentro de su memoria
–sí, mi niña, yo sé lo que viste, déjame contarte esa historia, sé que la puedes ver en mi mente, pero déjame contarte un cuento –dijo la anciana
–Sí señora –contestó Esperanza
–mira niña, hace más de un siglo que pasó esto que te cuento, me acuerdo como si fuera ayer… mira, antes el más poderoso de tu raza vivía en estas cercanías… vampiros ha habido toda la vida, pero recuerdo que ninguno como él… bueno, un día llegó un extranjero, en ese momento no sabía quien era ni de donde era, después me enteré de que era inglés, pero yo tenía nueve años no me importaban esas cosas –dijo la anciana y tomó un largo trago a una gran taza de té que tenía en frente,
Esperanza la miró sorprendida
–sí muchacha, yo sé algo de esas cosas… bueno, recuerdo que ese extranjero asustó mucho a mi madre, iba a salir en esa noche en que los muertos regresan a la tierra, la noche de San Jorge, el cuatro de mayo… lo que recuerdo es que el extranjero no entendía por que mi madre no quería que se fuera… después de eso él se fue y no supimos de él por meses, mi madre hizo bendecir su cuarto más de una vez –recordó la anciana tomando otro sorbo de té
–lo que recuerdo fue que algunos meses más tarde llegó una muchacha que tenía una horrible quemadura en forma de hostia en la frente… me acuerdo que me asusté mucho y que venía acompañada de un anciano –dijo la anciana,
Esperanza estaba cada vez más interesada en el relato de la mujer
– ¿entonces qué ocurrió? –Preguntó
–la verdad niña, no podría decirte exactamente que pasó… no estuve ahí, pero de una cosa estoy segura… de alguna manera lograron dominarlo… no lo destruyeron, eso te lo aseguro, eso lo habían intentado por años hombres, mujeres y niños, y moros, paganos y cristianos, y nunca lo lograron… pero algo hicieron bien este grupo de hombres, lo dominaron y lo regresaron a Inglaterra con ellos –dijo la anciana cerrando los ojos y recargándose en su sillón,
Esperanza estaba pasmada – ¿Cómo se llamaba¿Cuál era el nombre de ese vampiro? –Preguntó ella
–Drácula –contestó la anciana
– ¿en dónde puedo hallarlo? –Preguntó Esperanza
–hay un viejo castillo muy cerca de aquí, allí sabrás donde encontrarlo –contestó la anciana,
Sacó de su cuello una cruz de plata, tomó la mano de Esperanza y se la pegó en la palma de la mano,
La vampiresa chilló de dolor al sentir el contacto de la plata con su piel
La anciana retiró la cruz con cuidado y en la mano de Esperanza quedó la marca de la cruz como si la hubieran hecho con hierro al rojo vivó
–Eso te protegerá niña… ten cuidado –le dijo la anciana y se quedó dormida,
Esperanza guardó sus cosas y subió corriendo al cuarto que había rentado, todavía soplándose en la mano.
Irrumpió en el cuarto donde estaba una muchacha más o menos de veinte años, de cabello castaño y ojos azules, que hizo una rápida inclinación cuando entró Esperanza
–Manuela ¡nos vamos! Empaca todo… pero ¡ya¡No te tardes! –le ordenó Esperanza agitando su mano, donde todavía ardía la forma de la cruz
–sí, doña Esperanza –le contestó la muchacha y comenzó guardar la ropa de ambas en unas bolsas que traían.
Esperanza se acercó a un escritorio y guardó sus documentos y otras cosas en su morral y bajaron corriendo,
Manuela le pagó al posadero y salieron corriendo del lugar, montaron sus caballos y salieron disparadas hacia un castillo que se alcanzaba a ver en la distancia.
Una vez ahí, después de una semana de estar buscando entre documentos y libros destruidos por los años, encontraron una dirección en Londres
La guardaron junto con los diarios de Esperanza y salieron disparadas del lugar de regreso a España.
Había pasado un mes desde que Esperanza y Manuela habían dejado Rumania,
Ahora estaban en una pequeña villa al norte de España, cerca de Asturias.
El lugar había cambiado muy poco en los últimos tres siglos.
Esperanza detuvo su caballo frente a una herrería muy antigua y bajó. Manuela bajó del caballo y la esperó junto a la puerta
– ¿hola¿Doña Carmina¡Soy yo¡Pea! –Dijo ella entrando en el oscuro lugar
–Pea… santa Pea de los pies ligeros ¿Qué te trae por aquí¿Necesitas una espada¿Flechas¿Balas, tal vez¿Para Manuelita o para ti? Tu solo dime y yo te lo doy mi cielo –le dijo una mujer algo mayor acercándose
Tomó el rostro de Esperanza entre sus manos y besó la frente de la vampiresa.
–información, Carminita… vinimos por dos equipos completos y por información –le dijo Esperanza sonriendo
–entonces, necesitamos sentarnos y ajustar cuentas… –dijo la mujer un poco más seria, se sentaron en una mesa algo vieja y destartalada
–Manuela… entra –le gritó Esperanza a la castaña, entró y se sentó junto a ellas.
Una niña le trajo un café a Carmina y le dedicó una enorme sonrisa a Esperanza antes de irse –ve con ella… yo te platico luego –le murmuró Esperanza a Manuela, la castaña asintió y sonrió dejando ver unos afilados colmillos mientras se iba. Esperanza miró a Carmina muy seria
–necesito que seas muy honesta… creo que podría estar llegando al final de mi búsqueda –le dijo Esperanza
–Pea, tu ya sabes que no te voy a mentir –le dijo Carmina dándole un sorbo al café
– ¿Qué sabes sobre Drácula? –Preguntó Pea, Carmina miró el café nerviosa
–sé que es el más grande de tu raza, sé que él fue el que convirtió a tu santa y dulce madre, sé muchas cosas… pero lo que sé es que si crees que él es tu padre… podrías tener razón, eso no lo sé… lo que sé es que él ya no es libre de ir y venir a su antojo –contestó Carmina
–Cuanto misterio mujer… mira, necesito hacer esto por la memoria de mi madre… y por que es algo que quiero y que en cierta forma necesito –replicó Pea
–Peita, princesa… ese hombre esta ligado a la familia Hellsing desde hace poco más de un siglo… tuvo la desgracia de ser mujeriego… y por una mujer perdió su libertad –dijo Carmina mirando la cara triste de Esperanza
–y ¿Dónde encuentro a esta familia Hellsing? –Preguntó Esperanza
–mira, no creo que debas ir… podrían matarte… la familia Hellsing en Inglaterra es como los De Giacomi en Italia y los Peña Garcés de aquí en España –le dijo Carmina
–entonces debo ir a Inglaterra ¿Londres verdad? –Preguntó de nuevo la mestiza
–sí mi niña, pero no vayas, regresa a Cádiz y no arriesgues tu vida –le insistió Carmina
–Carminita, esto es algo que tengo que hacer… ¿cuento contigo? –preguntó Esperanza
–por supuesto que sí… chavala mensa ¿Qué preguntas son esas?… pero prométeme que te vas a cuidar mucho –le suplicó la mujer
–Sí, Carmina –dijo Esperanza.
Un mes más tarde, Esperanza y Manuela estaban en el ferry de camino a Londres.
Esperanza estaba nerviosa y repasaba la información de dónde podría encontrar a Drácula.
El barco paró en un pequeño muelle en Londres y las vampiresas bajaron.
Habían dejado a sus caballos en España y se sentían extrañas sin ellos, caminaron un rato por las calles de Londres hasta que llegaron a una vieja casa victoriana en ruinas.
No había candado en la puerta y las paredes estaban llenas de graffiti, Manuela empujó la reja suavemente y entraron al jardín delantero, corrieron hacia la casa y entraron.
Después de recorrer algunas habitaciones, donde sus huellas habían quedado marcadas en el polvo se toparon con otra dirección,
Esperanza la anotó en su diario y se fueron hacia el otro lado de Londres.
Llegaron frente a lo que habría sido un viejo manicomio y que ahora era un museo médico.
Entraron y pidieron ver al encargado, las llevaron frente al director del museo, a una vieja oficina.
Un hombre algo mayor la recibió amablemente
–soy la doctora Margaret Seaford, vengo de U.C.L.A. estoy trabajando en un informe de la manera en como se trataban los casos de daños mentales a mediados y finales del siglo XIX… y esta es mi asistente, Sandra –le dijo Esperanza, que era una excelente mentirosa.
Estuvieron hablando por horas y el director les mostró todo el lugar, al final del recorrido regresaron a la oficina
–mire, hay algunos sucesos que tuvieron lugar cerca de aquí y aquí mismo. Esto fue a finales del siglo antepasado alrededor de 1895 y 1900… pongo en su poder una copia de los documentos que guardan memoria de esos sucesos –le dijo el hombre con mirada seria y puso un paquete de papeles en las manos de Esperanza.
Esperanza se despidió y las muchachas salieron del lugar con la información y el espíritu en alto.
Caminaron por una rato hasta que Manuela vio un letrero que la hizo pensar en un detalle que no se habían planteado "¿dónde dormirían?" tomó el letrero y lo revisó –doña Esperanza… mire –le dijo mostrándole el letrero.
Era una casa de jovencitas donde rentaban cuartos y tenían lugares vacíos.
Caminaron hasta la dirección del lugar, era una gran casa frente a un parque, y tocaron la puerta.
Las recibió una mujer rolliza de cabello negro y mirada bondadosa.
Después de que les explicaran las reglas de la casa la mujer les enseñó a las vampiresas un cuarto en la cima de la casa, en el ático.
Era un lugar bastante grande con el piso de lámina de madera y las paredes de un azul muy pálido.
Había dos enormes camas en un rincón y la habitación tenía un enorme armario y baño propio.
Acomodaron sus cosas y se pusieron a repasar la información con toda atención.
Algunas horas más tarde se encontraron con una dirección a pocas calles de ahí, guardaron los datos que le faltaban por revisar y bajaron a reunirse con el resto de las chicas de la casa.
Todas estaban fascinadas con los ojos rojo sangre de Esperanza, su acento español y los relatos de sus viajes (con ciertas modificaciones para no delatarse).
Manuela se había mantenido a cierta distancia dejándole el protagonismo de la escena a Esperanza
La mayoría eran chicas que venían del campo a estudiar a Londres, o como ellas, venían de otros países, estuvieron hablando hasta entrada la noche.Cuando despuntaba el sol Esperanza se fue a dormir con el corazón a mil por hora, en tres horas había conseguido la información que en trescientos años no había encontrado.
La siguiente tarde fue sola a la dirección que había encontrado, era una gran mansión que tenía una enorme seguridad.
Se acercó despacio y miró la mansión con la boca abierta
– ¿puedo ayudarla? –le preguntó fríamente un soldado que cuidaba la casa.
Esperanza lo miró sobresaltada
–no, está bien… solo veía la casa… es enorme… bastante imponente –le dijo Esperanza nerviosa antes de alejarse corriendo.
El soldado miró la calle por donde había desparecido Esperanza
–chica loca –suspiró y volvió a su trabajo
