Disclaimer: Kanazuki no Miko no me pertenece, uso sus personajes solo con fines de entretención y sin animo de lucro. Tampoco me pertenece Siempre es de noche de Alejandro Sanz. Solo esta historia me pertenece, si alguien desea adaptarla, publicarla en otro medio o recomendarla agradezco me informe, gracias.
Siempre es de noche
Chikane caminaba como todas las tardes hacía una playa que no estaba muy lejos de su casa, había un sitio en especial en el que le gustaba sentarse, una cómoda banca, allí podía sentir en su rostro la fresca brisa de otoño que tanto amaba.
Ese día como todos pudo percibir como dos personas se sentaron en la banca siguiente a la de ella. Comenzaron hablar de lo que habían hecho ese día. Él hablaba de la reunión de trabajo que había tenido, ella de los exámenes de la universidad.
En un instante ella comenzó a expresarse como todas las tardes del atardecer, a aquella chica al parecer le fascinaba esa hora del día, siempre hablaba de las tonalidades que veía y como se combinaban. Siempre comentaba que haría un cuadro de ese atardecer o podía percibir el sonido que hacen las cámaras al tomar fotos.
Cuéntame cómo va cayendo el sol.
mientras hablas pensaré:
qué guapa estás, qué suerte ser
la mitad del cuento de un atardecer
que observo al escucharte,
porque mis ojos son tu voz.
A Chikane de alguna forma le gustaba como se expresaba aquella chica, tan alegre y llena de vida. Como sí pudiera encontrar magia en lo que veía. Ella quería acercarse, pero pensaba que sí lo hacía de alguna forma la situación sería muy extraña. Aun así quería saber más de ella, todo de ser posible, por eso cada tarde se sentaba allí, para escucharla.
Acércate, que cuando estemos piel con piel,
mis manos te dibujarán,
tu aroma me dirá tu edad.
junto a ti, unidos sin saber por qué,
seguramente se me note
el resplandor de una ilusión,
porque a tu lado puedo olvidar.
Se preguntaba si ella amaba a aquel chico, sus conversaciones eran muy triviales, casi que monótonas, en el único instante en que notaba alegría y emoción en su voz era cuando comenzaba el atardecer, bueno cuando ella creía que iniciaba eso, no estaba muy segura de cómo se daba el cambio en el cielo o bajaba eso llamado sol. Se preguntaba por qué se enfrascaba mucho en hablar de cómo era que caía el sol, ¿con hacerlo una vez no sería suficiente? ¿O es que aquel chico tampoco veía? No, eso era tonto de pensar.
Que para mí siempre es de noche,
pero esta noche es como un atardecer,
si logras que a la vida me asome,
tus ojos sean los que brillen.
y la luna que la borren
que en mi eterna oscuridad
el cielo tiene nombre: tu nombre.
qué no daría yo por contemplarte
aunque fuera un sólo instante.
Esa tarde Himeko, así se llamaba aquella chica con voz suave y que le trasmitía tranquilidad le comentaba a Souma el chico que siempre la acompañaba, que deseaba continuar sus estudios en otra universidad en Italia, ella hablaba de cómo sentía que en esa universidad no aprendería ya nada nuevo, que ya no avanzaba, que no le ofrecería algo más. Él solo respondía con algunos "hmm" casi ajeno a la conversación, como si lo que la chica hablara no tuviera importancia para él, o como si los sueños de ella fueran tontos, y quizás era eso, por lo que Chikane logró entender entre sus muchas pláticas él se dedicaba a llevar las finanzas de una empresa y ella quería ser artista, al principio pensó que era una pareja muy extraña, pero los opuestos se atraen, ¿no? Al menos eso había escuchado en el pasado.
Hace frío. es tarde y tienes que volver,
que alguien que te espera, seguro.
una vez más el tiempo se nos fue.
¿volverás?, dime si mañana volverás
como lo has hecho cada tarde,
para contarme cómo muere el día.
Esa tarde Chikane como siempre se dirigía a su banco favorito frente a la playa, escuchaba como las olas hacían su llegada a la arena y se retiraban con suavidad, al compás que marcaba la luna aquella tarde.
Percibió como siempre una presencia a su lado, pero esta noche parecía estar más cerca, además de ser una sola. Esa persona permanecía en silencio. En un instante sintió que dirigía su vista hacía ella.
—Se fue. Quería cumplir sus sueños y se fue. No creí que lo haría. Por más que se lo pedí no quiso quedarse. Quizás es mejor así, tiene mucho talento y yo solo la frenaba—. Ella no dijo nada. Se encontraba destrozada. No sabía si la expresión de su rostro reflejaba el sufrimiento de su corazón. Luego de un largo minuto de silencio, el continuo—. Era bella, ¿no es verdad?
—Más que la luna—. Fueron las únicas palabras de Chikane junto con algunas lágrimas. Aquella tarde no sabría cómo moría el día. Aquella tarde no escucharía esa hermosa voz llena de emoción. Aquella tarde sería la más oscura que pudiera recordar.
Y se marchó, ella se alejó de él.
pero como en las cartas ...: dos puntos, posdata,
se me olvidaba, no me presenté.
sólo fui testigo por casualidad,
hasta que de pronto, él me preguntó:
era bella, ¿no es verdad?
"más que la luna" -dije yo-, y él sonrió.
Chikane siguió yendo a aquel lugar. Lo amaba, amaba a ese lugar, la brisa cálida del verano y la fría de invierno. No le importaba la estación, ella seguía yendo. Ese lugar evocaba muchas cosas en ella. Pero sobre todo le recordaba a ella. Siempre quiso saber cómo era, observarla aunque fuese por un instante, recorrer con sus dedos su rostro y verla, sentir su aroma más de cerca para no olvidarlo y saber si era tan bella como su voz y personalidad se lo indicaban. A veces se preguntaba qué sería de Himeko, si aunque sea en un momento durante aquellas tardes se dio cuenta de su presencia y lo feliz que la hacía con su relato sobre el atardecer.
Nunca más se hará reproches
por intentar amanecer.
no volverá a perderse en la noche,
porque su alma hoy brilla con más fuerza
que un millón de soles.
pero, en su eterna oscuridad,
a veces se le oye a voces:
qué no daría yo por contemplarte,
aunque fuera un sólo instante.
Un día cualquiera Chikane se encontraba allí, esperando el atardecer, preguntándose que colores tendría hoy. Cuando una presencia a un lado la sacó de sus pensamientos. Un aroma un poco conocido, el sonido de una cámara, y unas manos suaves que tocaban las suyas.
...por intentar amanecer.
no volverá a perderse en la noche,
porque su alma hoy brilla con más fuerza
que un millón de soles.
pero, en su eterna oscuridad,
a veces se le oye a voces:
qué no daría yo por contemplarte,
aunque fuera un sólo instante.
Qué no daría yo por contemplarte,
aunque fuera un sólo instante
—El atardecer de hoy es más bello que nunca. ¿No crees?—¿Esa voz? ¿Sería posible?
—Ya lo creo—. Fue lo único que respondió con una enorme sonrisa en su rostro, quizás para ella no siempre sería de noche.
